domingo, 29 de diciembre de 2013

Fiesta de la Sagrada Familia Ciclo "A"

1ª Lectura (Eclo 3, 3-7. 14-17)

Lectura del libro del Eclesiástico (Sirácides)
El Señor honra al padre en los hijos y respalda la autoridad de la madre sobre la prole. El que honra a su padre queda limpio de pecado; y acumula tesoros, el que respeta a su madre.
Quien honra a su padre, encontrará alegría en sus hijos y su oración será escuchada; el que enaltece a su padre, tendrá larga vida y el que obedece al Señor, es consuelo de su madre.
Hijo, cuida de tu padre en la vejez y en su vida no le causes tristeza; aunque chochee, ten paciencia con él y no lo menosprecies por estar tú en pleno vigor. El bien hecho al padre no quedará en el olvido y se tomará a cuenta de tus pecados. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (127)

R. Dichoso el que teme al Señor.
L. Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien. /R.
L. Su mujer, como vid fecunda, en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de su mesa. /R.
L. Esta es la bendición del hombre que teme al Señor: “Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida”. /R.

2ª Lectura (Col 3, 12-21)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los colosenses
Hermanos: Puesto que Dios los ha elegido a ustedes, los ha consagrado a Él y les ha dado su amor, sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro, como el Señor los ha perdonado a ustedes. Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión. Que en sus corazones reine la paz de Cristo, esa  paz a la que han sido llamados, como miembros de un solo cuerpo. Finalmente, sean agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Enséñense y aconséjense unos a otros lo mejor que sepan. Con el corazón lleno de gratitud, alaben a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales; todo lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dándole gracias a Dios Padre, por medio de Cristo. Mujeres respeten la autoridad de sus maridos, como lo quiere el Señor. Maridos, amen a sus esposas y no sean rudos con ellas. Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque eso es agradable al Señor. Padres, no exijan demasiado a sus hijos, para que no se depriman. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Col 3, 15-16)

R. Aleluya, aleluya.- Que en sus corazones reine la paz de Cristo; que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. R. Aleluya.

Evangelio (Mt. 2, 13-15. 19-23)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le pareció en sueños a José y le dijo:"Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Después de muerto Herodes, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre y regresa al tierra de Israel, porque ya murieron los que intentaban quitarle la vida al niño. Se levanto José, tomó al niño y a su madre y regresó a tierra de Israel. Pero, habiendo oído decir que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá y advertido en sueños, se retiró a Galilea y fue a vivir en una población llamada Nazaret. Así se cumplió lo que habían dicho los profetas: Se le llamará Nazareno. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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SAGRADA FAMILIA

Hoy, Primer Domingo después del Nacimiento de Dios-hecho-Hombre, celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia. Y en el Evangelio de hoy vemos a esta Familia en un trance muy difícil. La narración simplificada de la Huída a Egipto tal vez nos impide captar en toda su dimensión lo que debe haber sido esta circunstancia para la Santísima Virgen y San José.

Nos dice el Evangelio (Mt. 2, 13-23) que, luego de la visita de los Reyes Magos, “el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al Niño y a la Madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al Niño para matarlo”.

¡Qué fe y qué obediencia la de San José! ¡Ni lo piensa! “Esa misma noche”, nos dice el Evangelio, hizo lo que el Angel le había indicado. No esperó. No titubeó.  No buscó excusas. Sencillamente interrumpió el sueño, se levantó, y tomaron José y María camino hacia Egipto con el Niño, en obediencia al mandato del Señor.

Comienzan, entonces, nuevos imprevistos y dificultades para la Sagrada Familia.  Esta orden del Señor significaba cruzar el peligroso desierto para escapar a un país extraño y lejano. Cruzar el desierto significaba estar expuestos a sed, hambre, riesgos, cansancio, etc. Irse a Egipto significaba un exilio en tierra extranjera. Pero tanto la Virgen como San José aceptaban con una fe indubitable los planes de Dios para con ellos. Así como partieron para Belén justo antes de María dar a luz, sin ningún temor, así como aceptaron tener como aposento para ellos y para el “Rey de Reyes”, la humildísima Cueva de Belén, así aceptan marcharse de allí a una tierra desconocida y lejana, sin saber siquiera por cuánto tiempo sería ese exilio.

La Segunda Lectura de la Carta de San Pablo a los Colosenses (Col. 3, 12-21) así como la Primera tomada del Libro del Eclesiástico (Eclo. 3, 3-7. 14-17), nos dan pautas de comportamiento en medio de la familia.

Sin embargo esas formas de comportarse en familia que nos presentan estas Lecturas, no son posibles si no vivimos en una continua búsqueda de la Voluntad de Dios. Porque ... ¿cómo podemos ser como nos dice San Pablo: “compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes, soportándonos mutuamente y perdonándonos” si no vivimos en Dios? ¿Cómo podemos llegar “a la perfecta unión” de que nos habla San Pablo, si no dejamos que sea Dios Quien nos una?

Veamos, entonces, cómo puede unirnos Dios en esa “perfecta unión”. Dios puede unirnos así si buscamos y hacemos su Voluntad, si le amamos a Él sobre todas las cosas y dejamos que sea Él Quien ame a través nuestro. Así nuestro amor no será un amor egoísta, sino que será el Amor de Dios en nosotros. Y ese Amor de Dios en nosotros poco a poco nos va llevando a esa unión perfecta de la cual nos habla San Pablo en la Segunda Lectura.

Sin embargo esto no es posible si nosotros -que pertenecemos a una familia, bien como esposos, bien como hijos, bien como hermanos- no vivimos atentos a cumplir la Voluntad de Dios. Hacer la Voluntad de Dios es dejar que Él nos vaya transformando y nos vaya haciendo compasivos, magnánimos, humildes, afables, pacientes, capaces de perdonar y de apoyarnos mutuamente. Entregados cada uno a la Voluntad de Dios podremos amar con ese amor que une, ese amor que une en forma perfecta, porque es el Amor de Dios viviendo en cada uno de nosotros y en medio de cada familia.

Eso lo comprendió a cabalidad la Sagrada Familia, el modelo de familia que Dios nos dejó. Ellos obedecían ciegamente la Voluntad del Padre. Ellos respondían con prontitud a la llamada del Señor. Ellos creían con fe ciega en los planes del Señor para con ellos, por muy inconvenientes que parecieran.

La Sagrada Familia tuvo sus momentos muy difíciles. Este de la Huída a Egipto no fue el único, ni el peor. Pero todo lo entregaban al Padre y se ponían en manos de Él, con una confianza absoluta en su Voluntad.

Los momentos difíciles vendrán más tarde o más temprano, más frecuentes o menos frecuentes, para cada familia o para cada uno en particular. Pero, confiando en la Voluntad Divina, todo se hace posible y todo se hace más fácil, porque todo está en manos del que nos guía. Y Ese que nos guía es el mismo que guió a la Sagrada Familia por el desierto hacia Egipto, la acompañó durante el duro exilio allí y luego la guió de vuelta a Nazaret. Ese es Dios Padre, que desea sólo nuestro bien. Y nuestro bien personal y nuestro bien familiar están en el cumplimiento de su Divina Voluntad.


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domingo, 22 de diciembre de 2013

Domingo 4 del Tiempo de Adviento - Ciclo "A"

1ª Lectura (Is 7, 10-14)

Lectura del libro del profeta Isaías
En aquellos tiempos el Señor le habló a Ajaz diciendo: “Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No la pediré. No tentaré al Señor”. Entonces dijo Isaías: “Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (23)

R. Ya llega el Señor, el Rey de la Gloria.
L. Del señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues Él lo edificó sobre los mares, Él fue quien lo asentó sobre los ríos. /R.
L. ¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso. /R.
L. Ese obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará justicia. Esta es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob. /R.

2ª Lectura (Rm 1, 1-7)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los a los Romanos
Yo, Pablo, siervo de Cristo Jesús, he sido llamado por Dios para ser apóstol y elegido por Él para proclamar su Evangelio. Ese Evangelio, que anunciado de antemano por los profetas en las Sagradas Escrituras, se refiere a su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, que nació, en cuanto a su condición de hombre, del linaje de David, y en cuanto a su condición de espíritu santificador, se manifestó con todo su poder como Hijo de Dios, a partir de su resurrección de entre los muertos. Por medio de Jesucristo, Dios me concedió la gracia del apostolado, a fin de llevar a los pueblos paganos a la aceptación de la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos, también se cuentan ustedes, llamados a pertenecer a Cristo Jesús. A todos ustedes, los que viven en Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a la santidad, les deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mateo 1, 23)

R. Aleluya, aleluya.- He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz a un hijo, y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 1, 18-24)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto. Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros. Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - IV domingo de Adviento – Ciclo A

Las acciones de Dios son misterios que el lenguaje humano no alcanza a abarcar y que sólo podemos acoger desde la fe. Uno de ellos es el de la Encarnación o humanización de Dios en la persona de nuestro Señor Jesucristo, en el seno virginal de María santísima.

 + 1. La señal profética anunciada por Isaías: “Dios-con-nosotros”

El Evangelio de hoy evoca una profecía escrita cerca de 700 años antes del nacimiento de Jesús, cuando Isaías había anunciado el nacimiento de un hijo que sería concebido por una joven (alma = doncella en el original hebreo, parthenos = virgen en la traducción griega del Antiguo Testamento reconocida por la Iglesia Católica como inspirada). Esta profecía es la misma que nos recuerda en este IV y último Domingo del Adviento la primera lectura bíblica, tomada del libro de Isaías (7, 10-14).

El hijo anunciado por el profeta Isaías es llamado Emmanu-El (nombre hebreo que significa Dios con nosotros). El término hebreo El es la forma bíblica más antigua del nombre de Dios. Por eso el Emmanu-El, tal como nos lo presenta el Evangelio evocando la profecía de Isaías, es Dios en persona que viene a compartir nuestra condición humana en la persona de Jesús, haciéndose igual a nosotros en todo, menos en el pecado (Hebreos 4,15).

Tal es el sentido del acontecimiento de la Encarnación, que precisamente por pertenecer al orden de las realidades únicamente captables por la fe, es un misterio revelado por Dios, el mismo al que se refiere el salmo responsorial de este domingo [Salmo 24 (23)]: Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. Este mismo Dios que ha creado el universo, no es un ser lejano e inaccesible, sino un Dios cercano que asume nuestra naturaleza humana para salvarnos y comunicarnos su vida eterna.     

 + 2. La visión de José: una invitación a la fe, más allá de lo visible

El relato del Evangelio, escrito en la perspectiva de José, el esposo de la Virgen María, nos presenta la encarnación de Dios hecho hombre en Jesús como un acontecimiento realizado por obra del Espíritu Santo. Y lo que nos quiere decir este mismo relato a partir de la descripción del ángel o mensajero de Dios que se le aparece en medio de un sueño y le anuncia el nacimiento del Salvador, es que en la vida de aquel humilde carpintero de Nazaret se inició un proceso que lo llevó a reconocer y acoger desde la fe el misterio de la acción de Dios, más allá de las apariencias visibles.

A una actitud de fe similar somos invitados también nosotros para aceptar el misterio de la virginidad de María, que va más allá de la afirmación de un fenómeno físico de carácter biológico, significando que la Encarnación no es un hecho que proviene del querer humano, sino de la voluntad divina. Este es el sentido de la evocación que hace Mateo del anuncio profético de Isaías (“El Señor, por su cuenta, les dará una señal: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo…”), correspondiente a su vez a lo que afirmaría más tarde el Evangelio según San Juan: “y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni por los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado” (Juan 1, 13).

 + 3. La Encarnación: un proceso que culmina en la Resurrección

El apóstol Pablo, en la segunda lectura tomada de su carta a los primeros cristianos de Roma (Romanos 1, 1-7), indica el contenido central de lo que él denomina el Evangelio -la Buena Noticia- de Dios: “su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor, quien nació, como hombre, de la descendencia de David, pero a partir de su resurrección fue constituido Hijo de Dios con plenos poderes, según el Espíritu santificador”.

Dice la nota de la traducción de la Biblia titulada Dios habla hoy, que “Pablo distingue en Jesucristo dos aspectos: como hombre (literalmente según la carne), era descendiente del rey David y cumplía con las expectativas proféticas de los textos bíblicos respecto del Mesías (Mateo 1, 1; Lucas 3, 23-32); pero después de su pasión y muerte redentora en la cruz, a partir de su resurrección empezó para Él un  nuevo modo de ser y de actuar: se convirtió en fuente de santificación para los hombres, mediante el Espíritu Santo, y comenzó a ejercer los plenos poderes de Hijo de Dios (Hechos 2, 32-33)”.

Esto quiere decir que el misterio de la Encarnación corresponde a un proceso por el cual Dios se fue revelando en la humanidad de Jesucristo hasta llegar a la manifestación plena de esta revelación en el acontecimiento de su resurrección gloriosa, que haría posible el envío del Espíritu Santo a todos los que íbamos a creer en su Evangelio para hacernos también con Él hijos de Dios y partícipes de su vida nueva.

Renovemos, pues, en este último domingo del Adviento, nuestra fe en Jesucristo como Dios y Hombre, como el Dios-con-nosotros precisamente porque ha querido compartir nuestra humanidad para hacernos partícipes de su gloria y de su divinidad, y pidámosle por intercesión de María santísima y de san José que aumente en nosotros esta misma fe, más allá de las percepciones meramente materiales.-


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domingo, 15 de diciembre de 2013

Domingo 2 de ADVIENTO Ciclo "A" - 15 de DICIEMBRE de 2013 -

1ª Lectura (Is 35, 1-6a. 10)

Lectura del libro del profeta Isaías
Esto dice el Señor: “Regocíjate, yermo sediento. Que se alegre el desierto y se cubra de flores, que florezca como un campo de lirios, que se alegre y dé gritos de júbilo, porque le será dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan las manos cansadas, afiancen las rodillas vacilantes. Digan a los de corazón apocado: '¡Ánimo! No teman. He aquí que su Dios vengador y justiciero, viene ya para salvarlos'. Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará como un ciervo el cojo, y la lengua del mudo cantará. Volverán a casa los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos de júbilo, coronados de perpetua alegría; serán su escolta, el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción habrán terminado". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (145)

R. Ven, Señor, a salvarnos.
L. El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; Él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo. /R.
L. Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado. /R.
L. A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente. Reina tu Dios, oh Sión, reina por los siglos. /R.

2ª Lectura (Stgo 5, 7-10)

Lectura de la Carta del apóstol Santiago
Hermano: Sean pacientes hasta la venida del Señor. Vean cómo el labrador, con la esperanza de los frutos preciosos de la tierra, aguarda pacientemente las lluvias tempraneras y las tardías. Aguarden también ustedes con paciencia y mantengan firme el ánimo, porque la venida del Señor está cerca. No murmuren, hermanos, los unos de los otros, para que el día del juicio no sean condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de paciencia en el sufrimiento a los profetas, los cuales hablaron en el nombre del Señor. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Is 61, 1)

R. Aleluya, aleluya.- El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres. R. Aleluya.

Evangelio (Mt  11,  2-11)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Jesús le respondió: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”. Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan: “¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? No. Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? No, ya que los que visten de lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, Yo se lo aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está escrito: 'He aquí que Yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino'. Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él.” Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Encuentros con la palabra - Domingo 15 de diciembre de 2013

"Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo"

Un niño estaba dibujando un retrato, y su profesor se le acercó y le dijo: – Ese es un retrato interesante. Dime algo de él. El niño le respondió: – Es un retrato de Dios. Entonces, el profesor le dijo: – Pero nadie sabe cómo es Dios. – Lo sabrán cuando haya terminado, dijo el niño... Esta historia me trajo a la memoria una anécdota que escuché en estos días. Dicen que un hombre que escuchó una conferencia de la Madre Teresa de Calcuta en las Naciones Unidas, se acercó a la anciana religiosa y le dijo: “Hermana, le cuento que yo no creo en Dios. Soy ateo. Pero le aseguro que si Dios existe, debe ser muy parecido a usted”.

Estando Juan el Bautista en la cárcel, oyó hablar de Jesús y envió a algunos de sus seguidores para que le preguntaran si él era de veras el que había de venir, o si debían esperar a otro. La respuesta fue muy clara: “Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso aquel que no encuentre en mí motivo de tropiezo!” Jesús no da explicaciones ni fundamenta su autoridad en teorías o doctrinas de ningún tipo. Lo único que pide es que se fijen en su comportamiento. Las señales son evidentes y cualquiera que tenga los ojos abiertos y los oídos atentos, podrá reconocer que él es el Mesías de Dios.

Cuando los discípulos de Juan volvieron a la cárcel a contar lo que habían visto y oído, Jesús comenzó a exaltar la misión del Bautista: “¿Qué salieron ustedes a ver al desierto? ¿Un hombre vestido lujosamente? Ustedes saben que los que se visten lujosamente están en las casas de los reyes. En fin, ¿a qué salieron? ¿A ver un profeta? Sí, de veras, y a uno que es mucho más que profeta. Juan es aquel de quien dice la Escritura: ‘Yo te envío mi mensajero delante de ti, para que te prepare el camino”. Esa fue la misión de Juan y es la misión de los profetas de hoy: Preparar los caminos de Jesús y señalar su presencia entre nosotros.

Jesús es el rostro de Dios para nosotros y los que nos decimos sus seguidores debemos ser el retrato de Dios para el mundo. Un niño es capaz de saber cómo es Dios y un ateo es capaz de reconocer sus rasgos en una persona como la Madre Teresa de Calcuta. La pregunta que nos puede asaltar hoy es si los que nos ven hacer lo que hacemos y nos oyen decir lo que decimos, son capaces de reconocer los rasgos de Dios en nosotros. Muchas personas no podrán leer otro evangelio distinto a nuestras vidas. Por eso, tenemos la responsabilidad de transparentar a Dios y abrirle un espacio para que vuelva a encarnarse entre nosotros y en nosotros en esta Navidad. Precisamente, prepararnos para que eso pueda suceder es lo que busca el tiempo de Adviento que estamos viviendo.


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domingo, 8 de diciembre de 2013

Domingo 2 de Adviento Ciclo "A" - 8 de Diciembre de 2013 -

1ª Lectura (Is 11, 1-10)

Lectura del libro del profeta Isaías
En aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz.  Sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de  piedad y temor de Dios. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre; herirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios matará al impío. Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura.
Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará. La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas. El león comerá paja con el buey. El niño jugará sobre el agujero de la víbora; la creatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No hará daño ni estrago por todo mi monte santo, porque así como las aguas colman el mar, así está lleno el país de la ciencia del Señor.
Aquel día la raíz de Jesé se alzará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones y será gloriosa su morada. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (71)

R. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
L. Comunica, Señor al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente. /R.
L. Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz era tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra. /R.
L. Al débil librará del poderoso y ayudará al que se encuentra sin amparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado. /R.
L. Que bendigan al Señor eternamente y tanto como el sol, viva su nombre. Que sea la bendición del mundo entero y lo aclamen dichoso las naciones. /R.

2ª Lectura (Rom 15, 4-9)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
Hermanos: todo lo que en el pasado ha sido escrito en los libros santos, se escribió  para instrucción nuestra, a fin de que, por la paciencia y el consuelo, mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Por lo tanto, acójanse los unos a los otros como Cristo los acogió a ustedes, para gloria de Dios. Quiero decir con esto, que Cristo se puso al servicio del pueblo judío, para demostrar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas y que por su misericordia los paganos alaban a Dios, según aquello que dice la Escritura: Por eso te alabaré y cantaré himnos a tu nombre. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Lucas 3, 4.6)

R. Aleluya, aleluya.- Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, y todos los hombres verán al Salvador. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 3, 1-12)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca”. Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos. Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán: confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.
Al ver que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver son sus obras su arrepentimiento y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han arrepentido; pero el que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. Él tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no extingue”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Encuentros con la palabra - Domingo 08 de diciembre de 2013

“Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor”

Cuentan que un sacerdote y un taxista que tenían idéntico nombre, murieron el mismo día. El taxista tenía fama de ser muy mal conductor, mientras que el sacerdote era reconocido entre sus vecinos como santo. Al llegar al cielo, al taxista lo atendieron muy bien; lo hicieron seguir a la mejor sala y le dieron un puesto importante, mientras que al sacerdote lo dejaron a un lado. Cuando el sacerdote se dio cuenta de la discriminación con que lo habían tratado, le dijo a San Pedro: “Oiga, debe haber una equivocación. Ese señor taxista se llama igual que yo, pero tenía pésima fama entre los vecinos de nuestro pueblo. ¿Cómo es posible que lo hayan recibido como a un santo, mientras que a mi, que fui sacerdote toda la vida, me han dejado en un puesto sin el menor brillo?” San Pedro, entonces, le explicó al sacerdote: “Mire, aquí trabajamos por resultados”. El sacerdote puso cara de no haber entendido nada, de modo que San Pedro continuó: “Verá usted, los informes que hemos recibido dicen que cuando ese taxista manejaba, todo el mundo rezaba, incluidos los que iban en el taxi. Pero nos han informado que cuando usted predicaba los domingos en la parroquia, todo el mundo dormía...”.

El tiempo de Adviento tiene un carácter penitencial... Es un tiempo de preparación para la venida del Señor. Los cristianos y cristianas estamos invitados a renovar nuestra propia vida para acoger a Dios que quiere volver a poner su tienda entre nosotros. La misión de Juan el Bautista fue precisamente llamar a sus contemporáneos a preparar los caminos del Señor: “En su predicación decía: ‘¡Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!”. Eso mismo nos dice hoy a cada uno de nosotros. Este tiempo, entonces, es una oportunidad para revisar nuestra vida y reconocer aquellas actitudes que tenemos que cambiar. Es un tiempo de reforma, de conversión, de cambio.

Es posible que haya dimensiones de nuestra vida que tengamos que revisar y corregir para que Dios pueda encarnarse de nuevo en nuestra historia. Dios no nace en el pesebre bien adornado y bonito que organizamos en nuestras casas. No nace en los pesebres con muchas luces y figuritas que se elaboran en las parroquias. Mucho menos va a nacer debajo de los arbolitos de navidad que nada tienen que ver con nuestra tradición cristiana. Dios sólo puede nacer en un corazón que se prepara para acoger su propuesta y se dispone a dejarse transformar por el amor. Nuestro corazón es el único pesebre en el que Dios puede volver nacer de nuevo entre nosotros. Los otros pesebres son apenas el símbolo de lo que queremos vivir nosotros mismos.

Es posible que nuestro corazón, como el pesebre de Belén, no sea el lugar más elegante, ni tenga todas las comodidades de un gran palacio. Es posible que nuestro corazón necesite una limpieza y algunos ajustes para acoger al Hijo de Dios. Lo importante es que esté dispuesto a recibir la pequeñez de un Dios que se abaja para rescatarnos. Muy seguramente esto significará un cambio de rumbo en nuestro camino, una reforma de vida, una transformación interior. Y, por otra parte, esto tendrá que hacerse visible y expresarse en comportamientos nuevos de cercanía a los más frágiles, de acogida a los más débiles, de amor a los más pequeños. No olvidemos tampoco que lo más importante no son los títulos o las certificaciones. En el cielo nos evaluarán por los resultados.


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domingo, 1 de diciembre de 2013

DOMINGO 1 de ADVIENTO Ciclo "A" - 1º de Diciembre de 2013 -

1ª Lectura (Is 2, 1-15)

Lectura del libro del profeta Isaías
Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y Jerusalén: En días futuros, el monte de la casa del Señor será elevado en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas y hacia él confluirán todas las naciones. Acudirán pueblos numerosos, que dirán: “Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que Él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la Palabra del Señor”. Él será el árbitro de las naciones y el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados y de las lanzas podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán  para la guerra. ¡Casa de Jacob, en marcha! Caminemos a la luz del Señor. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (121)

R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
L. Qué alegría sentí cuando me dijeron: “Vayamos a la casa del Señor!” Y hoy estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas. /R.
L. A ti, Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor, según lo que a Israel se le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor. /R.
L. Digan de todo corazón: “Jerusalén, que haya paz entre aquellos que te aman, que haya paz dentro de tus murallas y que reine la paz en cada casa”. /R.
L. Por el amor que tengo a mis hermanos, voy a decir:”La paz esté contigo”. Y por la casa del Señor, mi Dios, pediré para ti todos los bienes. /R.

2ª Lectura (Rom 13, 11-14)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
Hermanos: Tomen en cuenta el momento en que vivimos. Ya es hora de que se despierten del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz. Comportémonos honestamente, como se hace en pleno día. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos ni envidias. Revístanse más bien, de nuestro Señor Jesucristo y que el cuidado de su cuerpo no dé ocasión a los malos deseos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Salmo 84, 8) 

R. Aleluya, aleluya.- Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 24, 37-44)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 
A. Gloria a ti, Señor. 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Así como sucedió en tiempos de Noé, así también sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró al arca. Y cuando menos lo esperaban sobrevino el diluvio y se llevó a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Entonces, de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado; de dos mujeres que estén juntas moliendo el trigo, una será tomada y la otra dejada. Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - Primer Domingo de Adviento – Ciclo A - Domingo 01 de diciembre de 2013

 + 1. El tiempo litúrgico del Adviento

Comienza el tiempo litúrgico del Adviento -término procedente del vocablo latino Adventus que quiere decir advenimiento o venida- en el que nos preparamos para conmemorar la venida de Dios a la tierra en la persona de Jesús de Nazaret desde su nacimiento hace poco más de veinte siglos.

Para quienes creemos en Jesucristo, su presencia de acción salvadora sigue aconteciendo en nosotros en la medida en que nos disponemos a recibirla porque nos reconocemos necesitados de Él. Por eso se nos invita en este tiempo del Adviento a prepararnos para que Jesús venga a nosotros en la Navidad, acogiéndolo en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, y sobre todo en nuestros corazones, en el interior de cada uno y cada una de nosotros, de modo que su presencia espiritual nos transforme y nos renueve.  
Asimismo, el tiempo litúrgico del Adviento nos remite a la venida gloriosa del Señor al final de los tiempos,  que se cumplirá para cada uno de nosotros cuando pasemos de esta vida a la eterna. Por eso en el Adviento se nos invita a estar preparados para ese encuentro definitivo con el Señor, y a expresar, desde nuestra fe en Él, la esperanza en un porvenir de felicidad plena y eterna que Él mismo ha hecho posible para todos los seres humanos.

 + 2. La Corona del Adviento, un símbolo que expresa la esperanza vigilante

La tradición cristiana ha conservado desde hace mucho tiempo un símbolo para esta época, llamado la “Corona del Adviento”: un círculo de ramas verdes del que surgen cuatro velas, que se van encendiendo cada uno de los cuatro domingos inmediatamente anteriores a la fiesta litúrgica de la Navidad. Tres son moradas  -el color litúrgico que representa la actitud de penitencia y conversión con que nos preparamos para la llegada del Señor-, una de color rosado que se enciende el tercer domingo y representa el gozo, y una de color blanco que representa a Jesús y se enciende en la noche del 24 de diciembre. Hay variaciones en este símbolo, pero lo esencial es el significado de una tradición secular que podemos seguir en nuestros hogares para expresar el espíritu propio del Adviento, que se centra en la esperanza.

 + 3. Las lecturas de este I Domingo de Adviento nos invitan a una esperanza activa

- Un personaje bíblico significativo del Adviento es el profeta Isaías, quien vivió en Jerusalén entre los años 765 y 700 a. C., cuya predicación corresponde a los primeros 39 capítulos del libro del Antiguo Testamento que lleva su nombre. (Los demás, del 40 al 66, son de otros autores posteriores llamados el segundo y el tercer Isaías). En la primera lectura bíblica de este primer domingo del Aviento (Isaías 2, 1-5), empleando simbólicamente la imagen del monte Sión, situado en Jerusalén -nombre que significa “lugar de paz”-, el profeta anuncia un porvenir en el que la humanidad caminará a la luz del Señor por senderos de justicia y de convivencia pacífica, de acuerdo con la ley de Dios. Los creyentes en Jesucristo reconocemos que en Él se ha iniciado la posibilidad del cumplimiento de esta promesa, que se hará realidad en la medida en que sigamos sus enseñanzas. Si hoy continúa la violencia en múltiples formas, esto se debe a que tales enseñanzas no han sido atendidas.

- En el Evangelio (Mateo 24, 37-44), Jesús anuncia su propio advenimiento definitivo llamándose a sí mismo “el Hijo del hombre”, término que aparece en el libro de Daniel, otro profeta bíblico que vivió en tiempos del rey Nabucodonosor durante el destierro de los judíos en Babilonia -602 a 538 a.C.-, aunque dicho libro es de mediados del siglo II a.C. Daniel relata así su visión simbólica: “Vi que venía entre las nubes alguien parecido a un hijo de hombre (…), y le fue dado el poder, la gloria y el reino, y gente de todas las naciones y lenguas le servían (…) y su reino jamás será destruido” (Dn 7, 13-14). Recurre Jesús asimismo a otras imágenes, como la de quien cuida en la noche que su casa no sea asaltada, para invitarnos a permanecer vigilantes de modo que, cuando llegue el día de nuestro encuentro definitivo con Él, estemos debidamente preparados. Para ello se remite a la imagen bíblica del arca de Noé en tiempos del diluvio, según el relato también simbólico que aparece en el libro del Génesis del Antiguo Testamento, en el cual se nos invita a reconocer la acción salvadora de Dios que hace posible una nueva creación para quienes permanecen fieles a él, representados en la figura de Noé y su familia.

- Y también la palabra de Dios a través del apóstol San Pablo, en la segunda lectura de hoy tomada de su carta a los primeros cristianos de Roma (Romanos 13, 11-14), nos invita a estar bien despiertos, para que el encuentro definitivo con el Señor en la eternidad no nos sorprenda desprevenidos. La imagen del contraste entre la noche y el día, entre las tinieblas y la luz, indica cómo debe ser esta preparación: desechando de nuestra vida la oscuridad del egoísmo que es el origen de todo pecado, para caminar en la luz del amor y de la gracia de Dios, con la dignidad propia de nuestra condición de hijos suyos, a imagen y semejanza de su Hijo Jesucristo.-


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domingo, 24 de noviembre de 2013

Solemnidad de Cristo Rey del Universo - Tiempo Ordinario Ciclo "C" - Domingo 24 de Noviembre de 2013 -

1ª Lectura (2ª Sam 5, 1-3)

Lectura del Segundo Libro de Samuel
En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David, de la tribu de Judá, y le dijeron: “Somos de tu misma sangre. Ya desde antes, aunque Saúl reinaba sobre nosotros, tú eras el que conducía Israel, pues ya el Señor te había dicho: 'Tú serás el pastor de Israel, mi pueblo; tú serás su guía'”. Así pues, los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver a David, rey de Judá. David hizo con ellos un pacto en presencia del Señor y ellos lo ungieron como rey de todas las tribus de Israel. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (121)

R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
L. ¡Qué alegría sentí cuando me dijeron: “Vayamos a la casa del Señor!” Y hoy estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas. /R.
L. A ti, Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor, según lo que a Israel se le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor. /R.
L. Por el amor que tengo a mis hermanos, voy a decir:”La paz sea contigo”. Y por la casa del Señor, mi Dios, pediré para ti todos los bienes. /R.

2ª Lectura (Col 1, 12-20)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los colosenses
Hermanos: Demos gracias a Dios Padre, el cual nos ha hecho capaces de participar en la herencia de su pueblo santo, en el reino de la luz. Él nos ha liberado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino de su Hijo amado, por cuya sangre recibimos la redención, esto es, el perdón de los pecados. Cristo es la imagen de Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en Él tienen su fundamento todas las cosas creadas, del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, sin excluir a los tronos y dominaciones, a los principados y potestades. Todo fue creado por medio de Él y para Él. Él existe antes que todas las cosas, y todas tienen su consistencia en Él. Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que sea el primero en todo. Porque Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas, del cielo y de la tierra, y darles la paz por medio de su sangre derramada en la cruz. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mc 11, 9-10)

R. Aleluya, aleluya.- ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! R. Aleluya.

Evangelio (Lc 23, 35-43)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús estaba ya crucificado, las autoridades le hacían muecas, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si Él es el Mesías de Dios, el Elegido”. También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a Él, le ofrecían vinagre y le decían: ”Si Tú eres el Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo”. Había, en efecto, sobre la cruz un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Este es el Rey de los Judíos”. Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: “Si Tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le reclamaba, indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho”. Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - Domingo XXXIV del tiempo ordinario - Ciclo C

La Iglesia celebra hoy la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, instituida en 1925 por el papa Pío XI y programada después del Concilio Vaticano II (1962-1965) para el último domingo del año litúrgico, antes de comenzar el tiempo del Adviento en el que nos preparamos para la Navidad. Reflexionemos sobre el significado de este título con el que reconocemos a Jesús, a la luz del texto anteriormente leído del Evangelio según san Lucas, y teniendo en cuenta las demás lecturas bíblicas de este domingo: 2 Samuel 5, 1-3; Salmo 122 (121), 1-2. 4-5; Colosenses 1, 12-20.

 + 1. El reino de Cristo no es un reino de este mundo

En los primeros siglos del cristianismo el arte religioso representó en murales y mosaicos la majestad del “Christos Pantocrator” (Cristo Todopoderoso). Son imágenes muy bellas que hacen alusión al Señor resucitado. Sin embargo, el Evangelio de hoy nos presenta a Jesús no sentado en un trono, sino clavado en una cruz entre dos malhechores. Y es precisamente a este mismo Jesús crucificado a quien reconocemos como Señor  Rey del universo.

A medida que se han venido desarrollando las democracias modernas, ha desaparecido la realeza o se mantiene sólo como símbolo de identidad nacional. Y aunque en la historia ha habido monarcas justos, muchos han sido tiranos. Hoy, aun en países llamados democráticos, existen también gobernantes que pretenden ser amos absolutos y se han convertido en dictadores y déspotas. El reino de Cristo se opone a esta concepción del poder propia de los imperios de este mundo. Quienes creemos en Cristo reconocemos que su reino tiene como fundamento no el poder que domina a base de fuerza y terror, sino el amor de Dios que asumió nuestra condición humana en la persona de Jesús, quien siendo inocente de toda culpa derramó hasta la última gota de su sangre por haber proclamado su solidaridad con las víctimas de los poderes opresores, con los marginados y excluidos por la injusticia social, que es la primera de todas las violencias.

 + 2. En Cristo crucificado recocemos al Mesías anunciado por los profetas

La unción de David como rey de Israel en el siglo X antes de Cristo, evocada en la primera lectura (2 Samuel 5, 1-3), significó en su momento la esperanza del paso de la tiranía del rey Saúl a un reino de justicia y de paz. Sin embargo, tanto David como su hijo Salomón, en los momentos negativos de sus gobiernos, y casi todos los reyes posteriores, traicionaron esa esperanza al engolosinarse con el poder y convertirse en tiranos. Por eso fue surgiendo la promesa de un futuro Mesías, palabra de origen hebreo que significa lo mismo que el término griego Cristos, que quiere decir ungido, y como tal consagrado por Dios para la misión de regir a su pueblo.

Los profetas bíblicos del Antiguo Testamento anunciaron a un Mesías que sería consagrado no con la unción material de aceite de oliva en su cabeza, sino con la del Espíritu Santo, para instaurar el reino de Dios. Nosotros reconocemos a Jesús de Nazaret como ese Mesías en quien se cumplen las profecías, y por eso lo llamamos Cristo y proclamamos su realeza universal, no como un reinado político y pasajero, sino como el reino espiritual y eterno de Dios en persona. Este es el contenido central de la buena noticia que él nos comunica desde el inicio de su predicación, cuando dice que “el reino de Dios está cerca”: el reino del amor, la justicia y la paz.

A este Mesías, a este Cristo, a este ungido y consagrado por Dios para establecer y hacer efectivo su reino, el Evangelio nos lo presenta hoy crucificado. Para los asesinos de Jesús fue una burla la inscripción puesta sobre la cruz en hebreo, griego y latín, que posteriormente sería evocada en los crucifijos con las iniciales latinas INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum: Jesús Nazareno Rey de los Judíos). Pero para quienes creemos en Él como el Salvador de la humanidad, resucitado a una vida nueva y eterna, su título de Rey significa que lo reconocemos como Señor, no sólo de un pueblo particular, sino de toda la humanidad y de todo el universo.

 + 3. Dios Padre “nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido”

San Pablo en la 2ª lectura (Carta a los Colosenses 1, 12-20) expresa su agradecimiento a Dios Padre por habernos trasladado del dominio de las tinieblas al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención. Esta acción salvadora de Dios implica de nuestra parte una respuesta comprometida a la invitación que Él mismo nos hace a ser partícipes de su reino que es el reino de Cristo mismo.

En primer lugar, reconociendo humildemente nuestra necesidad de ser liberados por Él, como el ladrón arrepentido. En segundo lugar,  procurando vivir todos unidos en esta comunidad de fe que llamamos la Iglesia, que, como dice San Pablo, es el cuerpo místico de Cristo. Finalmente, poniendo en práctica lo que decimos en el Padrenuestro: venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Es decir, disponiéndonos a abrirle espacio en nuestra existencia para que Él reine en nuestra vida, lo cual implica situarnos en la onda de su voluntad, que es precisamente el reinado del amor, la justicia y la paz.-


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domingo, 17 de noviembre de 2013

Domingo 33 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 17 de Noviembre de 2013 -

1ª Lectura (Mal 3, 19-20)

Lectura del libro del profeta Malaquías
“Ya viene el día del Señor, ardiente como un horno, y todos los soberbios y malvados serán como la paja. El día que viene los consumirá, dice el Señor de los Ejércitos, hasta no dejarles ni raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de la justicia, que les traerá la salvación en sus rayos". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (97)

R. Toda la tierra ha visto al Salvador.
L. Cantemos al Señor al son del arpa, aclamemos al son de los clarines al Señor, nuestro Rey. /R.
L. Alégrese el mar y el mundo submarino, el orbe y todos los que en él habitan. Que los ríos estallen en aplausos y las montañas salten de alegría. /R.
L. Regocíjese todo ante el Señor porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones. /R.

2ª Lectura (2ª Tes 3, 7-12)

Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses
Hermanos: Ya saben cómo deben vivir para imitar mi ejemplo, puesto que, cuando estuve entre ustedes, supe ganarme la vida y no dependí de nadie para comer; antes bien, de día y de noche trabajé hasta agotarme, para no serles gravoso. Y no porque no tuviera yo derecho a pedirles el sustento, sino para darles un ejemplo que imitar. Así cuando estaba entre ustedes, les decía una y otra vez: “El que no quiera trabajar,  que no coma”. Y ahora vengo a saber que algunos de ustedes viven como holgazanes, sin hacer nada, y además, entrometiéndose en todo. Les suplicamos a esos tales y les ordenamos, de parte del Señor Jesús, que se pongan a trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Luc 21, 28)

R. Aleluya, aleluya.- Estén atentos y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación, dice el Señor. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 21, 5-19)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”. Entonces le preguntaron: “Maestro ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”. Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: “Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado.” Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”. Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles. Pero antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto darán testimonio de mí. Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque Yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes. Los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Aporte ecológico a la homilía del domingo - Domingo XXXIII del tiempo ordinario - Ciclo C - Domingo 17 de noviembre de 2013

San Pablo nos narra detalles muy edificantes de su vida. De modo especial recalca cómo no comió de balde el pan: “al contrario, hemos trabajado con esfuerzo y fatiga día y noche para no ser carga a ninguno de ustedes” (II Tesalonisenses 3, 7). E insiste que no es porque no tenga el trabajador derecho a su sustento, sino porque quería darles ejemplo de trabajo.

Y termina con una admonición fuerte: “El que no quiera trabajar, que no coma” (v. 10). Y a los perezosos les manda y ordena, en nombre del Señor Jesucristo, que trabajen en paz para ganarse el pan (v.12).

Qué bueno sería que cuando nos sentemos a la mesa, pensemos en aquellos que trabajaron lo que nosotros vamos gustar. Detrás de nuestros platos encontraremos miles de campesinos sembrando, abonando, desyerbando, recogiendo, almacenando y enviándonos los alimentos, ya se trate de papas, yucas, legumbre, verduras, frutas, etc.

En los Ejercicios Espirituales, en especial con jóvenes, con el fin de sensibilizarlos socialmente, conviene preguntarles por la mañana al tomarse un café: ¿Quiénes están detrás de este vasito de café? Y comienzan a mencionar a quienes lo sembraron, cultivaron y recogieron en los cafetales.
Pero de pronto ven que deben añadir otro número inmenso de personas: los que hicieron los costales, los que fabricaron los carros para transportarlo a las ciudades, los que producen la gasolina, las carreteras, los puentes, etc. Incluso a la lista añaden a la policía que cuida carretera, los bancos que fabrican los billetes, las tiendas, etc.

Es decir, para que yo tome un poco de café, miles de personas colaboraron. El mismo ejemplo vale cuando se analiza cómo el gerente de una fábrica de cerveza cree que él sólo está actuando para que nos llegue la cerveza, pero cuando analizamos con detalle el caso, son miles y miles de personas. Y la pregunta obvia: ¿Por qué casi toda la ganancia queda en manos del dueño de la fábrica si la vende? Quizás haya trabajado con honradez, pero no solo. Y si no comparte las ganancias con los demás trabajadores: ¿en dónde está la tal honradez?

Estos ejemplos valen para los que trabajan. ¿Y qué diremos entonces de los que no trabajan? Cuando miramos la T.V., vemos con tristeza muchísimas sillas vacías de los senadores absentistas. Y mientras tanto, miles de personas aguardando los decretos sobre la defensa de Naturaleza amenazada por la codicia del oro, que en nada va mejorar su pobreza. ¿Y qué decir del aumento de beneficios a estos señores congresistas, de seguro para obtener ganancias electorales?

Aquí valdría la máxima paulina: el que no trabaja, que no coma! Y también pensar en la propuesta de votar en blanco para así eliminar quienes en nada nos representan.


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domingo, 10 de noviembre de 2013

Domingo 32 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 10 de Noviembre de 2013 -

1ª Lectura (2Mac 7, 1-2-.9-14)

Lectura del Segundo Libro de los Macabeos
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos junto con su madre. El rey Antíoco Epifanes los hizo azotar para obligarlos a comer carne de puerco, prohibida por la Ley. Uno de ellos, hablando en nombre de todos, dijo: "¿Qué quieres saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la Ley de nuestros padres". El rey se enfureció y lo mandó matar. Cuando el segundo de ellos estaba para morir, le dijo al rey: "Asesino, tú nos arrancas la vida presente, pero el Rey del Universo, nos resucitará a una vida eterna, puesto que morimos por fidelidad a sus leyes". Después comenzaron a burlarse del tercero. Presentó la lengua como se lo exigieron, extendió las manos con firmeza y declaró confiadamente: "De Dios recibí estos miembros y por amor a su Ley los desprecio, y de El espero recobrarlos". El rey y sus acompañantes quedaron impresionados por el valor con que aquel muchacho despreciaba los tormentos. Una vez muerto éste, sometieron al cuarto a torturas semejantes. Estando ya para expirar, dijo: "Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (16)

R. Al despertar, Señor, contemplaré tu rostro.
L. Señor, hazme justicia y a mi clamor atiende; presta oído a mi súplica, pues mis labios no mienten. /R.
L. Mis pies en tus caminos se mantuvieron firmes, no tembló mi pisada. A ti mi voz elevo, pues sé que me respondes. Atiéndeme Dios mío, y escucha mis palabras. /R.
L. Protégeme, Señor, como a las niñas de tus ojos, bajo la sombra de tus alas escóndeme, pues yo, por serte fiel, contemplaré tu Rostro y al despertarme, espero saciarme de tu vista. /R.

2ª Lectura (2ª Tes 2, 16-3, 5)

Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses
Hermanos: Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y nuestro Padre Dios, que nos ha amado y nos ha dado gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, conforten los corazones de ustedes y los dispongan a toda clase de obras buenas y de buenas palabras. Por lo demás, hermanos, oren por nosotros para que la Palabra del Señor se propague con rapidez y sea recibida con honor, como aconteció entre ustedes. Oren también para que Dios nos libre de los hombres perversos y malvados que nos acosan, porque no todos aceptan la fe. Pero el Señor, que es fiel, les dará fuerza a ustedes y los librará del Maligno. Tengo confianza en el Señor de que ya hacen ustedes y continuarán haciendo cuanto les he mandado. Que el Señor dirija su corazón para que amen a Dios y esperen pacientemente la venida de Cristo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Ap 1, 5-6)

R. Aleluya, aleluya.- Jesucristo es el Primogénito de los muertos; a Él sea dada la gloria y el poder por siempre. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 20, 27-38)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?" Jesús les dijo: "En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los Ángeles e hijos de Dios, pues Él los habrá resucitado. Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Él todos viven. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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