domingo, 30 de marzo de 2014

Domingo 4 de Cuaresma Ciclo "A"

1ª Lectura (1Sam 16, 1.6-7. 10-13)

Lectura del Primer Libro de Samuel
En aquellos días, dijo el Señor a Samuel "Ve a la casa de Jesé, en Belén, porque de entre sus hijos me he escogido un rey. Llena, pues, tu cuerno de aceite para ungirlo y vete". Cuando llegó Samuel a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó: "Éste es, sin duda, el que voy a ungir como rey". Pero el Señor le dijo: "No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues Yo lo he descartado, porque Yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones". Así fueron pasando ante Samuel siete de los hijos de Jesé; pero Samuel dijo: "Ninguno de éstos es el elegido del Señor”. Luego le preguntó a Jesé: “¿Son éstos todos tus hijos?" El respondió: "Falta el más pequeño, que está cuidando el rebaño". Samuel le dijo: "Hazlo venir, porque no nos sentaremos a comer hasta que llegue". Y Jesé lo mandó llamar. El muchacho era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque éste es". Tomó Samuel el cuerno con el aceite y lo ungió delante de sus hermanos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (22)

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
L. El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. /R.
L. Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guías por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad. /R.
L. Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. /R.
L. Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida y viviré en la casa del Señor por años sin término. /R.

2ª Lectura (Ef 5, 8-14)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los efesios
Hermanos: En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz. Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la bondad, la santidad y la verdad. Busquen lo que es agradable al Señor y no tomen parte en las obras estériles de los que son tinieblas. Al contrario, repruébenlas abiertamente; porque, si bien las cosas que ellos hacen en secreto dan rubor aun mencionarlas, al ser reportadas abiertamente, todo queda en claro, porque todo lo que es iluminado por la luz se convierte en luz. Por eso se dice: "Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Juan 8, 12)

L. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.
Yo soy la Luz del mundo, dice el Señor, el que me sigue tendrá la luz de la vida. R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.

Evangelio (Jn 9, 1-41)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?" Jesús respondió; "Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que Yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, Yo soy la luz del mundo".
Dicho esto escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte en la piscina de Siloé” (que significa 'Enviado'). El fue, se lavó y volvió con vista. Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: "¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?" Unos decían: "Es el mismo", Otros: "No es él, sino que se le parece". Pero él decía: "Yo soy". Y le preguntaban: "Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?" El les respondió: "El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo: 'Ve a Siloé y lávate'. Entonces fui, me lavé y comencé a ver". Le preguntaron: "¿En dónde está El?" Les contestó: "No lo sé". Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo". Algunos de los fariseos comentaban: "Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?" Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: "¿Y tú, qué piensas del que te abrió los ojos?" El les contestó: "Que es un profeta". Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: "¿Es este su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?". Sus padres contestaron: "Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo". Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya tiene edad; pregúntenle a él".
Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: "Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador". Contestó él: "Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo". Le preguntaron otra vez: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?". Les contestó: "Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?". Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene". Replicó aquel hombre: "Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder". Le replicaron: "Tu eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?". Y lo echaron fuera.
Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?". El contestó: "¿Y quién es, Señor, para que yo crea en Él?". Jesús le dijo: "Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es". El dijo: "Creo, Señor". Y postrándose, lo adoró. Entonces le dijo Jesús: "Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos". Al oír esto, algunos fariseos que estaban con Él le preguntaron: "¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?". Jesús les contestó: "Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - IV Domingo de Cuaresma - Ciclo A

 + 1.- Dios se nos revela en Jesucristo, “luz del mundo”

La luz es un referente bíblico frecuente. En el Antiguo Testamento, es lo primero que Dios crea; una columna de fuego ilumina de noche al pueblo caminante en el desierto; el salmo 23 dice: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo; los profetas se refieren al Mesías prometido con la imagen de la luz; en los libros sapienciales la sabiduría es luz que vence las tinieblas de la ignorancia; y en el Nuevo Testamento, especialmente en el Evangelio de Juan, es un tema central.

Este Evangelio (Juan 9, 1-41) relata la curación de un ciego de nacimiento durante la Fiesta de las Tiendas, que se celebraba anualmente en Jerusalén. Las carpas evocaban el camino por el desierto, y con antorchas se velaba cantando y danzando. Al iniciar aquella fiesta Jesús había proclamado: Yo soy la luz del mundo; quien me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Juan 8, 12). Ahora, inmediatamente antes de curar al ciego, les dice a sus discípulos: Yo soy la luz del mundo.

 + 2.- Jesús nos ilumina para que reconozcamos su acción salvadora

En el relato de la elección de David como rey de Israel (primera lectura: 1 Samuel 16, 1-13) se dice: Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor mira el corazón. Esta es también la forma de ver de quienes reconocen su acción salvadora, en los otros y en sí mismos.

Al responder a sus discípulos sobre el origen de la invidencia del ciego, Jesús supera una mentalidad según la cual los hijos heredaban los pecados de sus padres. Contra esta creencia, indica que cada cual es responsable de su conducta y que, si reconoce su necesidad de salvación, puede experimentar el poder transformador de Dios. Los fariseos aparentaban ser buenos por cumplir el precepto de descansar el sábado, pero al hacerlo ignoraban al necesitado. Por eso desconocieron la acción de Jesús en favor del ciego, como también su propia necesidad de ser sanados. Su soberbia los hacía invidentes en el sentido espiritual.

 + 3.- Jesús nos invita a vivir el Bautismo como sacramento de la iluminación

Pablo les recuerda a los cristianos de Éfeso (Efesios 5, 8-14), lo que eran antes y cómo debe ser su conducta después de haber recibido el Bautismo, llamado también “sacramento de la iluminación”: ustedes eran tinieblas y ahora son luz en el Señor; caminen como hijos de la luz, cuyos frutos son la bondad, la rectitud y la verdad.

En esta Cuaresma vivamos el sentido del Bautismo. Es un llamamiento de Dios, Padre nuestro, a vivir como sus hijos, iluminados por Jesús y haciendo efectivos los frutos del Espíritu Santo, entre los cuales Pablo destaca los tres anteriormente mencionados: bondad, contra la ceguera de quienes no reconocen las necesidades de los demás; rectitud, contra las intenciones torcidas y oscuras de quienes anteponen sus intereses al bien común; verdad, contra la hipocresía de quienes viven de la apariencia desconociendo su propia realidad.-


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domingo, 23 de marzo de 2014

Domingo 3 de Cuaresma Ciclo "A"

1ª Lectura (Ex 17, 3-7)

Lectura del libro del Éxodo
En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, fue a protestar contra Moisés, diciéndole: "¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?" Moisés clamó al Señor y le dijo: "¿Qué puedo hacer con este pueblo? Sólo falta que me apedreen". Respondió el Señor a Moisés: "Preséntate al pueblo, llevando contigo a algunos de los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti, sobre la peña, en Horeb. Golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo". Así lo hizo Moisés a la vista de los ancianos de Israel y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la rebelión de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: "¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (94)

R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
L. Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a Él, llenos de júbilo, démosle gracias. /R.
L. Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo, pues Él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo; Él es nuestro pastor y nosotros sus ovejas. /R.
L. Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras". /R.

2ª Lectura (Rom 5, 1-2. 5-8)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en la cual nos encontramos; por Él, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios. La esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que Él mismo nos ha dado. En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado. Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 4, 42.15)

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.- Señor, Tú eres el Salvador del mundo. Dame de tu agua viva para que no vuelva a tener sed. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio (Jn 4, 5-42)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía. Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: "Dame de beber". (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: "¿Cómo es que Tú, siendo Judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?" (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: "Si conocieras el don de Dios y Quien es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría agua viva". La mujer respondió: "Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿Cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres Tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?" Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que Yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que Yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna". La mujer le dijo: "Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla". Él le dijo: "Ve a llamar a tu marido y vuelve". La mujer le contestó: "No tengo marido". Jesús le dijo: "Tienes razón en decir: 'No tengo marido'. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad". La mujer le dijo: "Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe adorar es en Jerusalén". Jesús le dijo: "Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad". La mujer le dijo: "Ya sé que va a venir el Mesías (es decir Cristo). Cuando venga, Él nos dará razón de todo". Jesús le dijo: "Soy Yo, el que habla contigo". En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo ninguno le dijo: '¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?'. Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: "Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?" Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia adonde Él estaba. Mientras tanto, sus discípulos le insistían: "Maestro, come". Él les dijo: "Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen". Los discípulos comentaban entre sí: "¿Le habrá traído alguien de comer?" Jesús les dijo: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien Yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: 'Uno es el que siembra y otro el que cosecha'. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto". Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: "Me dijo todo lo que he hecho". Cuando los samaritanos llegaron a donde Él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en Él al oír su Palabra. Y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es, de veras, el Salvador del mundo". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - III Domingo de Cuaresma, Ciclo A

 + 1.- Jesús rompe las barreras que impiden la comunicación entre los seres humanos

Uno de los rasgos característicos de Jesús en los Evangelios es su capacidad de entrar en contacto con las personas de cualquier condición, superando los obstáculos convencionales. En esta ocasión lo encontramos de paso por la región de Samaria, cuando se dirigía con sus discípulos hacia Jerusalén. Los samaritanos eran enemigos ancestrales de los judíos, por lo cual resultaba inconcebible que se hablaran. Jesús, sin importarle las barreras ni los prejuicios, conversa con una mujer samaritana, y además pecadora, enseñándonos así a tratar a los demás sin discriminaciones. Él muestra con su actitud que Dios nos ama no precisamente porque seamos “buenos”, sino porque necesitamos ser salvados.

Y esto es lo que dice el apóstol san Pablo en la segunda lectura, tomada de su carta a la comunidad cristiana de Roma (Romanos 5, 1-2.5-8): “cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”.

 + 2.- Jesús nos indica cómo encontrar a Dios y tener una vivencia profunda de Él

“Si conocieras el don de Dios...”. Esta frase de Jesús se dirige también hoy a cada persona como una invitación a tener una experiencia vital de su acción salvadora, significada en el sacramento del Bautismo. El signo central de este sacramento es el agua, evocada también en el relato de la primera lectura de este domingo acerca del manantial que Dios hizo brotar de una roca en el desierto para calmar la sed del pueblo que caminaba hacia la tierra prometida (Éxodo 17, 3-7). En el encuentro de Jesús con la samaritana, el agua viva a la que Él se refiere simboliza al Espíritu Santo, que hemos recibido en el Bautismo como “el amor de Dios derramado en nuestros corazones” del que nos habla el apóstol san Pablo en la segunda lectura (Romanos 5,5), y que se convierte para nosotros en “un manantial del que surge la vida eterna” (Juan 4, 14).

“Yo soy, el que habla contigo.” En el Evangelio, las palabras Yo soy, dichas por Jesús, nos remiten al nombre con el que Dios se le había revelado a Moisés doce siglos antes: Yahvé, que traducido del hebreo quiere decir precisamente Yo soy, y forma parte del nombre del mismo Jesús, que significa originariamente en hebreo “Yo soy el que salva”. Por ello es especialmente significativo lo que los samaritanos afirman al decirle a su paisana que creen en Jesús ya no por lo que ella les ha contado de Él, sino porque ellos mismos lo han visto y oído: “y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.”

“Los que quieran dar culto verdadero, adorarán al Padre en espíritu y verdad”. La samaritana comprendió que a Dios, más allá de la materialidad de un monte o de un templo, se le puede encontrar en situaciones tan sencillas como la conversación con alguien que nos invita a que le prestemos atención. También nosotros podemos tener una experiencia profunda del Señor en nuestra vida cotidiana, si buscamos y aprovechamos los tiempos en los que Él nos espera para comunicarse con nosotros, como esperó junto al pozo a la samaritana, y lo hacemos “en espíritu y verdad”, es decir, trascendiendo los ritualismos externos. Un tiempo especial para esta vivencia es precisamente éste de la Cuaresma, en el que Jesús mismo nos invita a revisar nuestra vida y reconocer la necesidad que tenemos de reorientarla hacia Dios.

 + 3.- Jesús hace posible que su Espíritu Santo nos transforme interiormente y nos convierta en testigos de su acción salvadora

“Muchos creyeron... por el testimonio de la samaritana” (Juan 4, 39). Al dejarse interpelar por Jesús y aceptar su invitación a revisar la propia conducta y abrirse a la acción de su Espíritu, esta mujer experimentó una transformación interior que la convirtió en un testimonio viviente ante sus coterráneos, haciendo posible que muchos tuvieran la misma experiencia que ella había vivido al encontrarse con Jesús. También nosotros somos invitados, cada vez que nos encontramos con el Señor, como en la Eucaristía, a dar testimonio de su acción salvadora mediante una conducta que impulse a los demás a encontrarse con Él. Que esto sea una realidad, depende de la forma en que aprovechemos en espíritu y verdad las oportunidades de encontrarnos con Dios, de atender y escuchar lo que nos dice Jesús, para dejarnos renovar y transformar por su Espíritu Santo.-


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domingo, 16 de marzo de 2014

Domingo 2 de Cuaresma Ciclo "A"

1ª Lectura (Gn 12, 1-4a)

Lectura del libro del Génesis
En aquellos días dijo el Señor a Abram: “Deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que Yo te mostraré. Haré nacer de ti un gran pueblo y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre y tú mismo serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra”. Abram partió, como se lo había ordenado el Señor. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (12)

R. Señor, ten misericordia de nosotros.
L. Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades. /R.
L. Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían: los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida. /R.
L. En el Señor está nuestra esperanza, pues Él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado. /R.

2ª Lectura (2Tim 1, 8-10)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a Timoteo
Querido hermano: Comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Pues Dios es quien nos ha salvado y nos ha llamado a que le consagremos nuestra vida, no porque lo merecieran nuestras buenas obras, sino porque así lo dispuso Él gratuitamente. Este don, que Dios ya nos ha concedido por medio de Cristo Jesús desde toda la eternidad, ahora se ha manifestado con la venida del mismo Cristo Jesús, nuestro salvador, que destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad, por medio del Evangelio. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mc 9, 7)

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.- En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre, que decía: “Este es mi Hijo amado, escúchenlo”. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio (Mt 17, 1-9)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan el hermano de éste, y los hizo subir a solas con Él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - II Domingo de Cuaresma – Ciclo A

El mensaje que nos trae la palabra de Dios para este II Domingo de Cuaresma se centra en el tema de la fe. La primera lectura (Génesis 12, 1-4) nos muestra al patriarca Abraham como modelo del hombre creyente; el Evangelio (Mateo 17, 1-9) nos presenta a Jesús transfigurado fortaleciendo la fe de sus discípulos; y el texto del apóstol san Pablo (2 Timoteo 1, 8-10) nos invita a tener fe en la fuerza que Dios nos da para no desfallecer a pesar de las dificultades que implica su seguimiento.

 + 1.- La fe de Abraham, modelo del hombre creyente

La historia de Abraham, nombre que en hebreo significa "padre de multitudes"-, narrada desde el capítulo 12 hasta el 25 del libro del Génesis, del Antiguo Testamento, es la de un hombre de fe que vivió en el siglo XIX antes de Cristo, y cuyos descendientes desarrollaron a partir de él la fe en un solo Dios, trascendente y creador del universo.

Abraham sale de su patria, dejando atrás la ciudad pagana llamada Ur y situada en el país de Caldea - donde posteriormente iba a desarrollarse el imperio de Babilonia-, y emprende un camino hacia el futuro que el Señor le promete como un porvenir de felicidad, ofrecido a él y a su descendencia, como también a todos los seres humanos.

También hoy cada persona es invitada por Dios a ponerse en camino hacia un futuro de felicidad, y este llamado se actualiza para cada cual cuando escucha su Palabra. Para responder positivamente a esta invitación hay que disponerse a recibir el don de la fe. Una fe que nos haga posible, como lo hizo Abraham, no sólo emprender, sino además recorrer con perseverancia el camino que Dios mismo nos muestra para alcanzar la meta prometida.

 + 2.- Jesús transfigurado fortalece la fe de sus discípulos

Inmediatamente antes del relato de la Transfiguración, Jesús les había dicho a sus discípulos que lo iban a matar y que al tercer día resucitaría (Mateo 16, 21), y luego les había hecho esta reflexión: "Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame" (Mateo 16, 24). El anuncio de su pasión y muerte, y la exhortación a tomar la cruz y estar dispuestos a entregar la vida a imitación de Él -no obstante la promesa de que iba a resucitar-, causaron en aquellos primeros discípulos un efecto de desaliento. Entonces, para animarlos y fortalecerlos en la fe, Jesús les manifiesta su gloria haciéndoles ver en forma luminosa lo que sería el acontecimiento pascual de su resurrección, e indicándoles que en Él se cumplirían las promesas contenidas en el Antiguo Testamento, específicamente en los textos bíblicos de la Ley y de los Profetas, simbolizados por las figuras de Moisés y Elías.

También nosotros necesitamos que, en medio de la oscuridad de las circunstancias problemáticas de nuestra existencia, cuando nos sentimos abrumados por el peso de la cruz que a cada cual le corresponde cargar, el Señor se nos manifieste animándonos desde la fe, iluminándonos con su propia luz y dándonos la fuerza que necesitamos para no desfallecer en el camino de esta vida, que no es un camino de rosas sino un sendero en el que debemos afrontar con valor las situaciones difíciles que se nos presentan y esforzarnos por superarlas con su ayuda. Para que esto suceda, es preciso que busquemos espacios y aprovechemos los que se nos ofrecen, de modo que podamos oír en nuestro interior, en un clima de oración, la voz de Dios que nos dice, como a aquellos primeros discípulos de Jesús: "Este es mi Hijo predilecto: escúchenlo".

 + 3.- Jesús nos invita a confiar en Él para vencer los temores

La palabra de Dios en la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo dice que, así como ocurrió con los primeros discípulos de Jesús, también quienes ahora creemos en Él somos llamados con una "vocación santa", y que este llamamiento es precisamente el que nos hace Jesucristo resucitado al invitarnos a seguirlo, ayudados por la fuerza de Dios que nos concede su gracia, la cual "se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal".

"Levántense, no teman." Estas palabras de Jesús, pronunciadas inmediatamente después de su transfiguración, son también para nosotros. Él se nos acerca especialmente en la Eucaristía, alimentándonos con su propia vida resucitada y dándonos así la luz y la energía que necesitamos para recorrer sin desanimarnos, a pesar de las dificultades, el camino que Él mismo nos señala y que nos conduce a la felicidad verdadera, no sólo en esta vida sino también en la eterna, hacia la cual nos dirigimos con la esperanza que nos da la fe en la resurrección gloriosa de nuestro Señor Jesucristo, prenda de nuestra resurrección futura.-


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domingo, 9 de marzo de 2014

Domingo 1 de Cuaresma Ciclo "A"

1ª Lectura (Gn 2, 7-9; 3, 1-7)

Lectura del libro del Génesis
Después de haber creado el cielo y la tierra, el Señor Dios tomó polvo del suelo y con él formó al hombre; le sopló en las narices un aliento de vida, y el hombre empezó a vivir. Después plantó el Señor un jardín al oriente del Edén y allí puso al hombre que había formado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, de hermoso aspecto y sabrosos frutos, y además, en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. La serpiente, que era el más astuto de los animales del campo que había creado el Señor Dios, dijo a la mujer: "¿Conque Dios les ha prohibido comer de todos los árboles del jardín?" La mujer respondió: "Podemos comer del fruto de todos los árboles del huerto, pero del árbol que está en el centro del jardín, dijo Dios: 'No comerán de él ni lo tocarán, porque de lo contrario, habrán de morir'". La serpiente replicó a la mujer: "De ningún modo. No morirán. Bien sabe Dios que el día que coman de los frutos de ese árbol, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como Dios, que conoce el bien y el mal". La mujer vio que el árbol era bueno para comer, agradable a la vista y codiciable, además, para alcanzar la sabiduría. Tomó, pues, de su fruto, comió y le dio a su marido, el cual también comió. Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta que estaban desnudos. Entrelazaron unas hojas de higuera y se las ciñeron para cubrirse. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (50)

R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
L. Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados. /R.
L. Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra Ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo. /R.
L. Crea en mi, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de Ti, ni retires de mí tu Santo Espíritu. /R.
L. Devuélveme tu salvación que regocija, mantén en mí un alma generosa. Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza. /R.

2ª Lectura (Rom 5, 12-19)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
Hermanos Así como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Antes de la ley de Moisés ya existía el pecado en el mundo y, si bien es cierto que el pecado no se castiga cuando no hay ley, sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre aquéllos que no pecaron como pecó Adán, cuando desobedeció un mandato directo de Dios. Por lo demás, Adán era figura de Cristo, el que había de venir. Ahora bien, el don de Dios supera con mucho al delito. Pues si por el delito de un solo hombre todos fueron castigados con la muerte, por el don de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios. Tampoco pueden compararse los efectos del pecado de Adán con los efectos de la gracia de Dios. Porque ciertamente, la sentencia vino a causa de un solo pecado y fue sentencia de condenación pero el don de la gracia vino a causa de muchos pecados y nos conduce a la justificación. En efecto, si por el pecado de un solo hombre estableció la muerte su reinado, con mucha mayor razón reinarán en la vida por un solo hombre, Jesucristo, aquéllos que reciben la gracia sobreabundante que los hace justos. En resumen, así como por el pecado de un solo hombre, Adán, vino la condenación para todos, así por la justicia de un solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida. Y así como por la desobediencia de uno, todos fueron hechos pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos serán hechos justos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mt 4, 4b)

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.- No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio (Mt 4, 1-11)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el Demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: "Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes". Jesús le respondió: "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios". Entonces el Diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: "Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus Ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna". Jesús le contestó: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". Luego lo llevó el Diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: "Te dará todo esto, si te postras y me adoras". Pero Jesús le replicó: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él sólo servirás". Entonces lo dejó el Diablo y se acercaron los Ángeles para servirle. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Encuentros con la palabra

“Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto (...)” (Mateo 4, 1-11)

"Si ya has encontrado a Dios, avísame dónde está, porque yo llevo muchos años buscándolo y no lo encuentro". La tía Lucía me dejó caer hace un tiempo esas palabras que quedaron retumbando en mi alma como un eco sordo al fondo de un abismo... "Avísame dónde está...". Evidentemente, la frase condicional con la que comenzó fue la que más me inquietó: "Si ya has encontrado a Dios...". Es bien arriesgado decir que he encontrado a Dios, pero lo que sí no me da miedo decir es que descubro pistas de su presencia en la Palabra que ilumina la Vida y que invita a construir Comunidad. Como la tía Lucía, muchas personas que nos rodean nos piden señales, pruebas, huellas de Dios en su vida cotidiana. No es que no lo quieran ver; es que no lo ven por ninguna parte y de verdad están buscando el sentido de sus vidas.

El Señor Jesús, Palabra transparente de Dios en nuestra historia, conducido por el Espíritu, fue probado en el desierto. Lo que lo sostuvo, en medio de la tentación, fue el apoyo que encontró en la Escritura. Tal como lo describe el Evangelio de san Mateo, Jesús dijo ante la tentación: "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de los labios de Dios" (Mateo 4,4); más adelante añadió: "No pongas a prueba al Señor tu Dios" (Mateo 4,7); y, por último, dijo; "Adora al Señor tu Dios y sírvelo sólo a él" (Mateo 4,10). Tres referencias a la Escritura con las que Jesús supo defenderse de las tentaciones que lo acosaban de muchas formas: Deseos de lucirse ante los demás haciendo milagros: "Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en panes". Deseos de tener honores y ser reconocido por los demás: "Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo (...)". Deseos de poder y dominación: "Yo te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras".

¡Cuántas veces sentimos la tentación de tener el poder de hacer milagrosamente lo que queremos! Como convertir las piedras en panes... ¡Cuántas veces sentimos la tentación de probar a Dios exigiéndole lo imposible! Como lanzarse al vacío desde lo alto del templo, esperando que los ángeles vengan a rescatarnos... ¡Cuántas veces sentimos la tentación dominar a los demás arrodillándonos ante dioses falsos! Como cuando colocamos el poder, el tener y el saber por encima del ser mismo de cada ser humano...

Hay que notar que en la segunda tentación, el mismo tentador cita la Escritura para presentar al Señor su tentación: "Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque la Escritura dice: 'Dios mandará que sus ángeles te cuiden. Te levantarán con sus manos para que no tropieces con piedra alguna'". La habilidad del mal llega a valerse de la Escritura para poner zancadillas a gente buena. Por eso la invitación del Señor no es a referirse a la Escritura como arrancando frases de sus contextos literarios, ni para lanzarlas sin más sobre nuestros contextos existenciales. De lo que se trata es de saber apoyarnos en su Palabra para desentrañar el misterio de Dios en el corazón de nuestra propia historia. ¿Cómo vamos a encontrar a Dios en medio de nuestras vidas si no nos encontramos cotidianamente con su Palabra? Confío en que esto le haya servido de pista a la tía Lucía, y a tantas otras personas que buscan sinceramente el sentido de sus vidas, para que algún día puedan decirme que se han encontrado cara a cara con Dios.


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domingo, 2 de marzo de 2014

Domingo 8 del Tiempo Ordinario Ciclo "A"

1ª Lectura (Is 49, 14-15)

Lectura del libro del profeta Isaías
"Sión había dicho: 'El Señor me ha abandonado, el Señor me tiene en el olvido'. ¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas? Aunque hubiera una madre que se olvidara, Yo nunca me olvidaré de ti", dice el Señor todopoderoso. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (61)

R. Sólo en Dios he puesto mi confianza.
L. Sólo en Dios he puesto mi confianza, porque de Él vendrá el bien que espero. Él es mi refugio y mi defensa, ya nada me inquietará. /R.
L. Sólo Dios es mi esperanza, mi confianza es el Señor: es mi baluarte y firmeza, es mi Dios y salvador. /R.
L. De Dios viene mi salvación y mi gloria; Él es mi roca firme y mi refugio. Confía siempre en Él, pueblo mío, y desahoga tu corazón en su presencia. /R.

2ª Lectura (1ª Cor 4, 1-5)

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios
Hermanos: Procuren que todos nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se busca en un administrador es que sea fiel. Por eso, lo que menos me preocupa es que me juzguen ustedes o un tribunal humano; pues ni siquiera yo me juzgo a mí mismo. Es cierto que mi conciencia no me reprocha nada, pero no por eso he sido declarado inocente. El Señor es quien habrá de juzgarme. Por lo tanto, no juzguen antes de tiempo; esperen a que venga el Señor. Entonces Él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas, pondrá al descubierto las intenciones del corazón y dará a cada uno la alabanza que merezca. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Heb 4, 12)

R. Aleluya, aleluya.- La palabra de Dios es viva y eficaz y descubre los pensamientos e intenciones del corazón. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 6, 24-34)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero. Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento? ¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe? No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - VIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

El evangelio de hoy pertenece al llamado Sermón de la Montaña, que comprende los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de Mateo y que nos han venido presentando las lecturas de los domingos anteriores. En la de hoy Jesús les plantea a sus discípulos -y a través de ellos también a nosotros- cuáles deben ser nuestras las prioridades para lograr una vida plena y feliz.

 + 1.- No podemos servir a Dios siendo esclavos de las riquezas materiales

La opción por servir a Dios excluye el apego a los bienes materiales. Esto no quiere decir que debamos necesariamente prescindir de ellos, sino que es preciso considerarlos siempre como medios, nunca como fines. Quien orienta toda su vida en función de la búsqueda y la acumulación de riquezas terrenales termina angustiado por el miedo a perder sus posesiones, y la avidez de tener cada día más y más lo lleva a empobrecerse en su ser y a aislarse encerrándose en su egoísmo.

Toda la predicación de Jesús está marcada por una invitación a establecer nuestras prioridades en la vida, de modo que cada quien pueda lograr la realización del fin para el que fue creado o creada por Dios. Ese fin consiste, como lo expresa por ejemplo san Ignacio de Loyola en el principio y fundamento de sus Ejercicios Espirituales, en “alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma”, es decir, ser plenamente feliz. Y continúa diciendo san Ignacio que por eso es preciso relativizar todas las cosas empleándolas o apartándonos de ellas tanto cuanto nos ayudan o nos estorban respectivamente para conseguir ese fin.

 + 2.- Pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo

Una de las traducciones de esta exhortación de Jesús es la que dice Busquen primero el reino de Dios y toda su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. Servir a Dios implica y exige orientar todas nuestras intenciones y acciones a la realización de su reino en nuestra vida y a nuestro alrededor, colaborando con Él en la promoción de la justicia, que consiste en reconocer la dignidad y los derechos de todas las personas, empezando por los más necesitados y excluidos.

Cuando leemos en los Evangelios la expresión reino de los cielos -específicamente en el de san Mateo, que por dirigirse a los judíos se abstenía como éstos de pronunciar el nombre propio de Yahvé con el que Dios se había revelado a Moisés-, podríamos pensar que se refiere a la vida eternamente feliz que esperamos para después de nuestra existencia terrena. Pero no es éste el sentido completo de esta expresión. El reino de los cielos, en el lenguaje bíblico, es la soberanía de Dios, y por lo mismo el reino del Amor, pues Dios es Amor. Orientar en función de esta soberanía todo cuanto somos y tenemos, significa por tanto disponernos a cumplir siempre y en todo su voluntad de Amor.

 + 3.- Cada día tiene bastante con sus propios problemas

"Carpe diem quam minimum credula postero" -aprovecha cada día, confiando lo más mínimo en el siguiente-, dice en latín un verso del poeta romano Horacio, nacido 8 años antes de Cristo. En otras palabras, vive al máximo el día de hoy como si fuera el último de tu vida. Jesús le da un nuevo y más profundo sentido a esta misma idea, al invitarnos a poner toda nuestra confianza en Dios viviendo el compromiso del presente.

En la primera lectura, Dios se compara con una madre para invitar al pueblo de Israel, representado en el monte Sion -en el centro de Jerusalén-, a confiar plenamente en Él: Sion decía: “Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”. ¿Es que puede una madre olvidarse, de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré (Isaías 49, 14-15), Y el salmo nos invita a apoyarnos completamente en Él: Sólo en Dios encuentro paz; pues mi esperanza viene de él. Solo Él me salva y me protege” (Salmo 62 [61]). Este es el sentido de la comparación que hace Jesús al decir que Dios está siempre dispuesto a cuidar de nosotros como lo hace con las aves y las flores. Esto no quiere decir que Dios resuelva mágicamente nuestros problemas sin nuestro propio esfuerzo. Lo que enseña Jesús es que debemos dejar el resultado de nuestros esfuerzos en las manos de Dios.

Pidámosle entonces al Señor que nos ayude a orientar toda nuestra vida en función de su reino, que es el reinado del amor, la justicia y la paz, poniendo de nuestra parte pero también confiando plenamente en su poder infinito.


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