domingo, 27 de abril de 2014

Domingo 2 de Pascua - Fiesta de la Divina Misericordia - Ciclo "A"

1ª Lectura (Hch 2, 42-47)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En los primeros días de la Iglesia, todos los hermanos acudían asiduamente a escuchar las enseñanzas de los apóstoles, vivían en comunión fraterna y se congregaban para orar en común y celebrar la fracción del pan. Toda la gente estaba llena de asombro y de temor, al ver los milagros y prodigios que los apóstoles hacían en Jerusalén. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Los que eran dueños de bienes o propiedades los vendían, y el producto era distribuido entre todos, según las necesidades de cada uno. Diariamente se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos, con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y toda la gente los estimaba. Y el Señor aumentaba cada día el número de los que habían de salvarse. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (117)

R. La misericordia del Señor es eterna.
L. Diga la casa de Israel: "Su misericordia es eterna." Diga la casa de Aarón: "Su misericordia es eterna." Digan los que temen al Señor: "Su misericordia es eterna". /R.
L. Querían a empujones derribarme, pero Dios me ayudó. El Señor es mi fuerza y mi alegría, en el Señor está mi salvación. /R.
L. La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. /R.

2ª Lectura (1ª Pe 1, 3-9)

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pedro
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su gran misericordia, porque al resucitar a Jesucristo de entre los muertos, nos concedió renacer a la esperanza de una vida nueva, que no puede corromperse ni mancharse y que Él nos tiene reservada como herencia en el cielo. Porque ustedes tienen fe en Dios, Él los protege con su poder, para que alcancen la salvación que les tiene preparada y que Él revelará al final de los tiempos. Por esta razón, alégrense, aun cuando ahora tengan que sufrir un poco por adversidades de todas clases, a fin de que su fe, sometida a la prueba, sea hallada digna de alabanza, gloria y honor, el día de la manifestación de Cristo. Porque la fe de ustedes es más preciosa que el oro, y el oro se acrisola por el fuego. A Cristo Jesús ustedes no lo han visto y, sin embargo, lo aman; al creer en Él ahora, sin verlo, se llenan de una alegría radiante e indescriptible, seguros de alcanzar la salvación de sus almas, que es la meta de la fe. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Juan 20, 29)

R. Aleluya, aleluya.- Tomás, tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haberme visto, dice el Señor. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 20, 19-31)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes." Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío Yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban al Espíritu Santo, a los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar". Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor." Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré." Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes." Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree." Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto." Otras muchas señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - II Domingo de Pascua - Ciclo A

Las lecturas de este domingo [Hechos de los Apóstoles 2, 42-47; Salmo 118 (117) 1a Carta de san Pedro (1, 3-9); Evangelio según san Juan, 20, 19-31] nos invitan a proclamar nuestra fe en la resurrección de Jesús, a dar testimonio de la esperanza que nos anima y a construir la civilización del amor en coherencia con lo que creemos y esperamos.

 + 1. "Dichosos los que crean sin haber visto"

Los relatos evangélicos de las apariciones de Cristo resucitado nos remiten a experiencias de fe que se sitúan en un nivel distinto del que captan físicamente los sentidos. Aunque emplean imágenes que se refieren a los hechos de ver, oír y tocar, la realidad a la que se refieren es de orden espiritual. Por eso nos presentan a Jesús entrando en un recinto con las puertas cerradas y realizando acciones que les permiten a sus discípulos reconocerlo en su vida nueva, ya no condicionada por la materia ni por las dimensiones del espacio y del tiempo. En su encuentro con el apóstol Tomás, la referencia a las señales de los clavos en sus manos y en sus pies, y de la lanza en su costado, significa que se trata del mismo Jesús que había muerto en la cruz, pero ahora con una presencia captable sólo por la fe.

La frase de Jesús a Tomás -Dichosos los que crean sin haber visto (Juan 20, 29)-, y la que leemos en la 1a Carta de san Pedro -Ustedes no han visto a Jesucristo y lo aman, no lo ven y creen en Él (1 Pedro 1, 8)- se hacen realidad en nosotros cuando, sin exigir pruebas de laboratorio propias de las ciencias físicas y químicas, reconocemos la presencia de Cristo resucitado en su nueva realidad espiritual y decimos ante las especies consagradas del pan y del vino: "Señor mío y Dios mío" (Juan 20, 28).

 + 2. "Nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva"

La 1a Carta de san Pedro también nos hace una invitación a la esperanza fundada en la resurrección de Cristo, prenda de nuestra resurrección futura, que nos impulsa a vivir con alegría incluso en medio de las dificultades presentes: Por eso estén alegres, aunque por un tiempo tengan que ser afligidos con diversas pruebas (1 Pedro 1, 6). Este gozo pascual se manifiesta especialmente cuando la comunidad realiza la fracción del pan, término con el cual se designa la Eucaristía, como nos lo cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles: comían juntos alabando a Dios con alegría (Hechos 2, 46). Así debe ser no sólo nuestra celebración eucarística, sino también nuestra vida entera: un testimonio vivo de alabanza gozosa a Dios como en los principios de la Iglesia.

En el Evangelio encontramos tres veces la frase la paz esté con ustedes. Este saludo de Cristo resucitado es especialmente significativo después de los hechos sangrientos del Calvario que habían dejado a sus discípulos sumidos en el miedo (Juan 20, 19). También nosotros, a pesar de la violencia que nos rodea, desde la fe pascual expresamos la esperanza en un porvenir de paz, la paz que nos deseamos mutuamente y que proviene del perdón, gracias al Espíritu Santo que Él mismo nos comunica: Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados. (Juan 20, 22-23). Y esta paz será posible en la medida en que cada cual desarme su corazón, para que todos nos reconciliemos y nos abramos con esperanza activa a la construcción de una sociedad en la que podamos vivir nuestra condición de hijos de Dios.

 + 3. “Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común”

Jesús resucitado envió a sus discípulos a proclamar la Buena Noticia: Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Acogiendo esta buena noticia, los primeros cristianos formaron una comunidad a partir del ágape, palabra que en griego significa amor, en el sentido de una disposición desinteresada a compartir, con la que se describe en el Nuevo Testamento lo que es Dios (Dios es amor: 1 Juan 4, 8.11.16). Ágape se traduce también como caridad. Una caridad genuina, distinta de la caricatura en que se convierte al reducirla a la beneficencia asistencial, sin el compromiso con la construcción de un nuevo orden social que erradique la pobreza y la inequidad.

La forma en que vivían los primeros cristianos como comunidad de amor solidario (Hechos 2, 44), era un testimonio vivo de la verdad del mensaje pascual que proclamaban. Ahora nos corresponde a nosotros asumir y llevar a la práctica el compromiso de realizar en nuestra vida lo que significamos en la Eucaristía al partir el pan, compartiendo como hermanos la mesa de la creación, especialmente con los más necesitados.

Conclusión

En este II Domingo de Pascua, llamado también "Domingo de la Divina Misericordia" precisamente porque el relato del Evangelio nos remite a la institución del Sacramento de la Reconciliación, pidámosle al Señor resucitado que, con la fuerza del Espíritu Santo que Él infundió a sus discípulos al exhalar su aliento sobre ellos, nos ayude a cumplir este compromiso, dando un auténtico testimonio de fe, esperanza y caridad.


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domingo, 20 de abril de 2014

DOMINGO de la RESURRECCIÓN DEL SEÑOR Ciclo "A"

1ª Lectura (He 10, 34. 37-43)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días,Pedro tomó la palabra y dijo: "Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él. Nosotros somos testigos de cuanto Él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que Él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con Él después de que resucitó de entre los muertos. Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en Él, reciben, por su medio, el perdón de los pecados". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (117)

R. Este es el día del triunfo del Señor.
L. Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: "Su misericordia es eterna". /R.
L. La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho. /R.
L. La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. /R.

2ª Lectura (Col 3, 1-4)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los colosenses
Hermanos: Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con Él. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Secuencia

Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a la gloria de la víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado, que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la vida, triunfante se levanta.
"¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?" "A mí Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua".
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.

Aclamación antes del Evangelio (1a Co 5, 7-8)

R. Aleluya, aleluya.- Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado; celebremos, pues, la Pascua. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 20, 1-9)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto". Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso, llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Pistas para la homilía del domingo. Domingo de Resurrección – Ciclo A

La Pascua como testimonio de vida y esperanza

Durante la Semana Santa acompañamos al Señor en la última etapa de su vida terrena. Entramos con Él en la ciudad santa de Jerusalén y, junto con la gente sencilla, lo reconocimos como el Mesías prometido. El Jueves Santo escuchamos sus lecciones de humildad y servicio, y compartimos el Pan de Vida. Y, a partir de la oración en el Huerto de los Olivos, estuvimos junto a Él, cuando se desató el odio de sus enemigos, a quienes había denunciado por sus delitos e injusticias. Lo vimos pasar por la Vía Dolorosa hasta que entregó su vida en la cruz. Para la inteligencia humana es incomprensible que el Hijo eterno de Dios se haya despojado de su divinidad y se haya sometido a estos extremos de dolor. No hay explicación racional; sólo nos queda agradecer el amor infinito de Dios que entregó a su Hijo por nuestra salvación.

Si esta tragedia hubiera terminado con la piedra que cerró el sepulcro, la pasión y muerte de Jesús habrían desaparecido de la memoria de los hombres. Pero lo que parecía el fracaso de una noble causa, tuvo un inesperado nuevo capítulo: el Padre resucitó a Jesús de entre los muertos. Por eso su resurrección da una luz nueva a lo que Jesús había dicho y hecho durante su existencia histórica. El triunfo de Jesús es nuestro triunfo; dos mil años después, participamos de su muerte y resurrección mediante las aguas del bautismo.

Las lecturas del Domingo de Resurrección nos presentan diversos momentos relacionados con la experiencia de la resurrección, que abre un nuevo capítulo en la historia de la salvación. Los invito a meditar estos textos del Nuevo Testamento, que recogen las vivencias y catequesis de la comunidad apostólica.

Empecemos por el relato del libro de los Hechos de los Apóstoles, que nos sintetiza una catequesis del apóstol Pedro. ¿Cuál es el valor especial de este relato? Es un elocuente resumen de lo que comunicaban los discípulos del Señor sobre su Persona, mensaje y actividad apostólica; y, lo más importante, Pedro manifiesta que él y sus compañeros han sido testigos presenciales de todos estos hechos que narran; más aún, comieron y bebieron con el resucitado. La acción evangelizadora de la Iglesia está anclada en el testimonio de la resurrección que nos transmite la primera comunidad de seguidores del Señor. La experiencia del Señor resucitado no sólo transformó las vidas de los seguidores del Maestro sino que es el referente del anuncio que sigue proclamando la Iglesia a lo largo de los siglos.

En su Carta a los Colosenses, el apóstol Pablo recuerda a los miembros de esta comunidad el significado del bautismo, mediante el cual participan de la muerte y resurrección del Señor. Esta transformación del ser del creyente debe tener hondas implicaciones en el juzgar y en actuar del cristiano: “Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida en Cristo”.

Por el bautismo somos diferentes ya que nos hace partícipes de la vida nueva del Señor resucitado. Esta transformación de nuestro ser exige un cambio radical en la escala de valores. Después de acceder al bautismo y de participar en la vida sacramental de la Iglesia, no podemos continuar como si nada hubiera sucedido.

Los invito ahora a explorar el relato del evangelista Juan sobre los acontecimientos del amanecer de ese domingo. Los protagonistas son tres: María Magdalena, y los apóstoles Pedro y Juan. El relato nos permite conocer lo que vivieron cuando descubrieron la realidad de la tumba vacía. Los tres personajes pasan del desconcierto al asombro y, finalmente, a la comprensión de los acontecimientos a la luz de la fe. Esta experiencia les cambió radicalmente la lectura puramente humana que ellos habían hecho de los dolorosos acontecimientos del Jueves y del Viernes Santo; dice el texto: "Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos".

Dada la íntima conexión que existe entre la celebración de los misterios pascuales y el sacramento del bautismo, en este día la liturgia nos invita a renovar nuestras promesas bautismales, profundizando en el significado de la transformación que éste produce en nuestro ser, juzgar y actuar.

Todas las actividades de la Iglesia Apostólica eran expresión de la alegría del Señor resucitado. Al celebrar este Domingo de Resurrección debemos preguntarnos qué significa para nosotros ser testigos de la Resurrección del Señor en el contexto particular de nuestro país. Proclamar que el Señor ha resucitado y está vivo en medio de su Iglesia es anunciar, mediante acciones concretas, el triunfo de la vida sobre la muerte, de la esperanza sobre el pesimismo que paraliza, de la solidaridad sobre el individualismo, de la inclusión sobre la discriminación. Viviremos una auténtica fiesta pascual en la medida en que, con nuestro comportamiento, contribuyamos a la transformación de las relaciones sociales que, en muchos casos, llevan la impronta del dolor y de la muerte.


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domingo, 13 de abril de 2014

Domingo de Ramos - Pasión del Señor Ciclo "A"

1ª Lectura (Is 50, 4-7)

Lectura del libro del profeta Isaías
En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (21)

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
L. Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen: "Confiaba en el Señor, pues que él lo salve; si de veras lo ama, que lo libre". /R.
L. Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros. Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos. /R.
L. Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado. /R.
L. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel. /R.

2ª Lectura (Flp 2, 6-11)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los Filipenses
Hermanos: Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó de sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Flp 2, 8-9)

R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.- Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.

Evangelio (Mt 26, 14-27, 66)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
C. En aquel tiempo uno de los Doce llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: S. “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?” C. Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: S. “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” C. El respondió: “Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’”. C. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban les dijo: + ”Yo les aseguro que uno de ustedes , va a entregarme”. C. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: S. “¿Acaso soy yo, Señor?” C. El respondió: + ”El que moja su pan en el mismo plato que Yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de Él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: S. “¿Acaso soy yo Maestro?” Jesús le respondió: + ”Tú lo has dicho”.
C. Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: + “Tomen y coman. Esto es mi cuerpo”. C. Luego tomó en sus manos una copa de vino, y pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo: + ”Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la Nueva Alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los pecados. Les digo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre”.
C. Después de haber cantado el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: + ”Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de que Yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea”. C. Entonces Pedro le replicó: S “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”. C. Jesús le dijo: + ”Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces” C. Pedro le replicó: S. “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. C. Y lo mismo dijeron todos los discípulos.
C. Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a los discípulos: + “Quédense aquí mientras Yo voy a orar más allá”. C. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: + “Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo”. C. Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo: + “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como Yo quiero, sino como quieres Tú”.
C. Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: + “¿No han podido velar conmigo ni una hora? Velen y oren, para no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil”. C. Alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo: + “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que Yo lo beba, hágase tu voluntad”. C. Después volvió y encontró a sus discípulos otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar de nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Después de esto, volvió a donde estaban los discípulos y les dijo: + “Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar".
C. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de una chusma numerosa con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado esta señal: S. “Aquel a quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo”. C. Al instante se acercó a Jesús y le dijo: S. “¡Buenas noches, Maestro!” C. Y lo besó. Jesús le dijo: + “Amigo, ¿es esto a lo que has venido?” C. Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron. Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada, hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús:
+ “Vuelve la espada a su lugar, pues quien usa la espada, a espada morirá. ¿No crees que si Yo se lo pidiera a mi Padre, Él pondría ahora mismo a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, que dicen que así debe suceder?” C. Enseguida dijo Jesús a aquella chusma: + “¿Han salido ustedes a apresarme como a un bandido, con espadas y palos? Todos los días Yo enseñaba, sentado en el templo, y no me aprehendieron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los profetas”. C. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. Pedro los fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y todo el sanedrín andaban buscando un falso testimonio contra Jesús, con ánimo de darle muerte; pero no lo encontraron, aunque se presentaron muchos testigos falsos. Al fin llegaron dos, que dijeron:
S. “Este dijo: ‘Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días’”.C. Entonces el sumo sacerdote se levantó y le dijo: S. “¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en contra tuya?” C. Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo: S. “Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. C. Jesús le respondió: + “Tú lo has dicho. Además, Yo les declaro que pronto verán al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo”.
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?” C. Ellos respondieron: S. “Es reo de muerte”. C. Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle de bofetadas. Otros lo golpeaban diciendo: S. “Adivina quién es el que te ha pegado”.
C. Entretanto, Pedro estaba fuera, sentado en el patio. Una criada se le acercó y le dijo: S. “Tú también estabas con Jesús, el galileo”. C. Pero él lo negó ante todos, diciendo: S. “No sé de qué me estás hablando”. C. Ya se iba hacia el zaguán, cuando lo vio otra criada y dijo a los que estaban ahí: S. “También ése andaba con Jesús, el nazareno”. C. El de nuevo lo negó con juramento: S. “No conozco a ese hombre”. C. Poco después se acercaron a Pedro los que estaban ahí y le dijeron: S. “No cabe duda de que tú también eres de ellos, pues hasta tu modo de hablar te delata”. C. Entonces él comenzó a echar maldiciones y a jurar: S. “No conozco a ese hombre”. C. Y en aquel momento cantó el gallo. Entonces se acordó Pedro de que Jesús había dicho: ‘Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces’. Y saliendo de ahí se soltó a llorar amargamente. Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Después de atarlo, lo llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron. Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado a muerte, devolvió arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los anciano, diciendo: S. “Pequé, entregando la sangre de un inocente”. C. Ellos dijeron: S. “¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú”.
C. Entonces Judas arrojó las monedas de plata en el templo, se fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron: S. “No es lícito juntarlas con el dinero de las limosnas, porque son precio de sangre”. C. Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero, para sepultar ahí a los extranjeros. Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy “Campo de sangre”. Así se cumplió lo que dijo el profeta Jeremías: “Tomaron las treinta monedas de plata en que fue tasado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del alfarero, según lo que me ordenó el Señor”. Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó:
S. “¿Eres tú el Rey de los Judíos?” C. Jesús respondió: + “Tú lo has dicho”. C. Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato: S. “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?” C. Pero El nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran. Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos:
S. “¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?” C. Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia. Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle: S. “No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”.
C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así, cuando el procurador les preguntó: S. “¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”, C. ellos respondieron: S. “A Barrabás”. C. Pilato les dijo: S. “Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?” C. Respondieron todos: S. “Crucifícalo.” C. Pilato preguntó: S. “Pero, ¿qué mal ha hecho?” C. Más ellos seguían gritando cada vez con más fuerza: S. “¡Crucifícalo!” C. Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: S. “Yo no me hago responsable de la muerte de esta hombre justo. Allá ustedes”. C. Todo el pueblo respondió: S. “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” C. Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de El a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha, y arrodillándose ante El, se burlaban diciendo: S. “¡Viva el rey de los judíos!”, C. y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burlaron de El, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; El lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados ahí para custodiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: ¡Este es Jesús, el rey de los judíos! Juntamente con El, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban por ahí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole:
S. “Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”. C. También se burlaban de El los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, diciendo: S. “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en El. Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues El ha dicho: ‘Soy el Hijo de Dios’”. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban.
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra. Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz: +”Elí, Elí, ¿lamá sabaktaní?”, C. que quiere decir: +
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían: S. “Está llamando a Elías”.
C. Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron: S. “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”. C. Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró ...Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, se llenaron de un gran temor y dijeron: S. “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.
C. Estaban también allí, mirando desde lejos, muchas de las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos del Zebedeo. Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato dio orden de que se lo entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca para sí mismo. Hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se retiró. Estaban ahí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro. Al otro día, el siguiente de la preparación de la Pascua, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron:
S. “Señor, nos hemos acordado de que este impostor, estando aún en vida, dijo: ‘A los tres días resucitaré’. Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: ‘Resucitó de entre los muertos’, porque esta última impostura sería peor que la primera” C. Pilato les dijo: S. “Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el sepulcro como ustedes quieran”. C. Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, poniendo un sello sobre la puerta y dejaron ahí la guardia.
Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - Domingo de Ramos - Ciclo A

“Guarda tu espada en su lugar” (Mateo 26, 14 – 27, 66)

Hace algunos años, decía el titular de un periódico: “Ministro de defensa pide aumentar el gasto militar y bajar la inversión social”. Algunos siguen viviendo una especie de euforia guerrerista. Nos cuesta creer en la salida negociada a los conflictos sociales, grupales, interpersonales, e incluso personales. Vemos los embates de la violencia en todo el mundo; baste mencionar la guerra que parece eterna entre Israel y Palestina o las múltimples guerras africanas que apenas encuentran espacios en los titulares de los grandes medios de comunicación. Por todas partes parece imponerse, la Ley del Talión: Ojo por ojo y diente por diente, como si la violencia se pudiera combatir con la violencia. Como si sobre una derrota militar del enemigo se pudiera construir la única paz posible... Sin embargo, la historia nos ha demostrado más de una vez que la paz no se construye con la guerra: “Todos los que pelean con la espada, también a espada morirán”, decía bien Jesús en Getsemaní cuando fue arrestado. No fue fácil para Jesús dar este paso ni es fácil hoy levantar esta bandera en un contexto en el que hay tantos entusiasmados con la guerra. Erasmo de Rotterdam decía que la guerra era dulce sólo para el que no la ha probado... Hoy diríamos que también es dulce para el que vive de ella...

Leyendo la Pasión del Señor según San Mateo, ha vuelto a rechinar en mi interior una pieza que no acaba nunca de ajustarse en todo el engranaje de la vida de Jesús: ¿Por qué no huyó ante la inminencia de la muerte? “Después del beso de Judas Jesús le contestó: –Amigo, adelante con tus planes”. ¿Por qué no se defendió con la fuerza? Después de que “uno de los que estaban con Jesús sacó su espada y le cortó una oreja al criado del sumo sacerdote, Jesús le dijo: –Guarda tu espada en su lugar” ¿Por qué no se defendió ante Caifás? “Entonces el sumo sacerdote se levantó y preguntó a Jesús: –¿No contestas nada? ¿Qué es esto que están diciendo contra ti? Pero Jesús se quedó callado”. ¿Por qué no se defendió ante Pilato? “Mientras los jefes de los sacerdotes y los ancianos lo escuchaban, Jesús no respondió nada. Por eso Pilato le preguntó: –¿No oyes todo lo que están diciendo contra ti? Pero Jesús no le contestó ni una sola palabra”.

El silencio de Jesús, la actitud paciente frente a la burla, la difamación, el insulto, los golpes, la tortura, la muerte violenta, todavía nos escandalizan. Con razón él decía: “Todos ustedes van a perder su fe en mi esta noche”. ¿Quién no? Lo que hace Jesús sobrepasa nuestras posibilidades. ¿Quién está preparado para seguir esta propuesta hoy? ¿No será mejor hacerle caso al Ministro de defensa y a todos los guerreristas de este país y del mundo y aumentar el gasto militar disminuyendo la inversión social?

¡En lugar de invertir en educación, enriquezcamos más a los constructores de armas de los países del primer mundo! ¡En lugar de invertir en planes de salud o de vivienda, destruyamos la vida y las casas de más seres humanos! ¡En lugar de invertir en infraestructura para posibilitar el trabajo, destruyamos lo que tenemos con más bombas! ¡Definitivamente, estamos locos! Cualquiera entiende hoy ese versículo de Mateo al final del arresto de Jesús: “En aquel momento, todos los discípulos dejaron solo a Jesús y huyeron”. Ojalá pudiéramos tener la dicha de no escandalizarnos de la Pasión del Señor y nos concediera Dios la gracia que le regaló al capitán romano que fue testigo de esta tragedia, para poder decir con él: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.


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domingo, 6 de abril de 2014

Domingo 5 de Cuaresma, Ciclo "A"

1ª Lectura (Ez 37, 12-14)

Lectura del libro del profeta Ezequiel
Esto dice el Señor Dios: "Pueblo mío, Yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel. Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que Yo soy el Señor. Entonces les infundiré a ustedes mi Espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra; y ustedes sabrán que Yo, el Señor, lo dije y lo cumplí". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (129)

R. Perdónanos, Señor, y viviremos.
L. Desde el abismo de mis pecados clamo a ti; Señor, escucha mi clamor; que estén atentos tus oídos a mi voz suplicante. /R.
L. Si conservaras el recuerdo de las culpas, ¿quién habría, Señor, que se salvara? Pero de ti procede el perdón, por eso con amor te veneramos. /R.
L. Confío en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra; mi alma aguarda al Señor, mucho más que a la aurora el centinela. /R.
L. Como aguarda a la aurora el centinela, aguarda Israel al Señor, porque del Señor viene la misericordia y la abundancia de la redención, y Él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades. /R.

2ª Lectura (Rom 8, 8-11)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
Hermanos: Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Juan 11, 25a. 26)

R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.- Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre. R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.

Evangelio (Jn 11, 1-45)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús: "Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo".
Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella".
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos: “Vayamos otra vez a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y Tú vas a volver allá?" Jesús les contestó: "¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque le falta la luz". Dijo esto y luego añadió: "Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero Yo voy ahora a despertarlo". Entonces le dijeron sus discípulos: "Señor, si duerme, es que va a sanar". Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto y me alegro por ustedes de no haber estado ahí, para que crean. Ahora, vamos allá". Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: "Vayamos también nosotros, para morir con Él". 
Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta respondió: "Ya sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: "Sí, Señor. Creo firmemente que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".
Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja: "Ya vino el Maestro y te llama". Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque Él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar ahí y la siguieron. Cuando llegó María a donde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano". Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: "¿Donde lo han puesto?". Le contestaron: "Ven, Señor, y lo verás". Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: "De veras ¡cuánto lo amaba!" algunos decía: "¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?".
Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: "Quiten la losa". Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: "Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días". Le dijo Jesús: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?" Entonces quitaron la piedra.
Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: "Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que Tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que Tú me has enviado". Luego gritó con voz potente: "¡Lázaro, sal de ahí!". Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies y la cara envuelta en un sudario, Jesús les dijo: "Desátenlo, para que pueda andar". Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en Él. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Encuentros con la palabra. V Domingo de Cuaresma - Ciclo A

“Jesús, al ver llorar a María (...) se conmovió profundamente” (Juan 11, 1-45)

¡Qué fácil resultan las cosas cuando se quiere! Detrás de todo lo valioso e importante en esta vida, hay historias de amor que no conocemos. Normalmente, vemos los resultados y nos llenamos de admiración al reconocer la inmensidad de las obras de hombres y mujeres a lo largo y ancho de este mundo: Obras de arte, gestas revolucionarias, grandes construcciones, proyectos de desarrollo, acciones a favor de los demás... Detrás de todo ello había trabajando un motor inmóvil, un dinamismo creador, salvador y liberador que no se explica con palabras sino con obras; que no se contenta con los buenos deseos sino que pasa a las acciones; que no sólo opina sobre lo que debe cambiar, sino que transforma la realidad: ¡Este motor del mundo, que mueve sin ser movido, es el amor!

Recordarán ustedes la historia que salió hace unos años en una de las páginas del calendario del Corazón de Jesús que hablaba de una niña que iba caminando por un sendero pedregoso llevando a cuestas a su hermanito. “Me quedé mirándola y le pregunté: –¿Cómo puedes llevar una carga tan pesada? La niña volvió hacia mi sus ojos llenos de sorpresa y me respondió: –No es una carga, señor, es mi hermanito".

Por todas partes, en el texto en el que san Juan nos relata la resurrección de Lázaro, salta a la vista el cariño que Jesús sentía hacia esta familia de Betania: “tu amigo está enfermo”; “Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro, cuando le dijeron que Lázaro estaba enfermo se quedó dos días más en el lugar donde se encontraba. Después dijo a sus discípulos: – Vamos otra vez a Judea”; “Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que habían llegado con ella, se conmovió profundamente y se estremeció, y les preguntó: – ¿Dónde lo sepultaron? Le dijeron: – Ven a verlo Señor. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron entonces: – ¡Miren cuánto lo quería!”. “Jesús, otra vez conmovido, se acercó a la tumba. Era una cueva, cuya entrada estaba tapada con una piedra. Jesús dijo: – Quiten la piedra”. Y más adelante, la bella oración que Jesús dice delante de la tumba de su amigo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero lo digo por el bien de esta gente que está aquí, para que crean que tú me has enviado. Después de decir esto, gritó: – ¡Lázaro, sal de ahí!”

Sólo desde el amor se explica que el Señor Jesús haya querido ir a Judea donde hacía poco habían tratado de matarlo a pedradas. Sólo desde el amor pudieron los discípulos decir: “Vamos también nosotros, para morir con él”. Sólo desde el amor se explica ese bendito grito de Jesús ante la tumba de su amigo: “¡Lázaro, sal de ahí!” Sólo desde el amor se entiende que “El muerto salió, con las manos y los pies atados con vendas y la cara envuelta en un lienzo”.

Si nos dejamos mover por esa fuerza misteriosa del amor que bulle allí en nuestro interior, daremos vida a los cadáveres y seremos capaces, también hoy, de asumir nuestra misión estando incluso dispuestos a ‘morir con él’. La Cuaresma es un tiempo para crecer en este amor que mueve montañas. Vivamos esta experiencia del amor que Dios nos regala en la persona de Jesús y pidámosle que seamos capaces de sacar de su tumba a los muertos o por lo menos, sintamos la fuerza para echarnos al hombro a nuestro hermanito.


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