domingo, 27 de julio de 2014

Domingo 17 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A" - 27 de julio de 2014

1ª Lectura (1Re 3, 5-13)

Lectura del Primer libro de los Reyes
En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo: "Salomón, pídeme lo que quieras, y Yo te lo daré".
Salomón le respondió: "Señor, tú trataste con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratando con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, Tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?"
Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: "Por haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría para gobernar, Yo te concedo lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes, ni lo habrá después de ti. Te voy a conceder, además, lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo”. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (118)

R. Yo amo Señor, tus mandamientos
L. A mí, Señor, lo que me toca es cumplir tus preceptos. Para mí valen más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata. /R.
L. Señor, que tu amor me consuele, conforme a las promesas que me has hecho. Muéstrame tu ternura y viviré, porque en tu ley he puesto mi contento. /R.
L. Amo, Señor, tus mandamientos más que el oro purísimo; por eso tus preceptos son mi guía y odio toda mentira. /R.
L. Tus preceptos, Señor, son admirables, por eso yo los sigo. La explicación de tu palabra da luz y entendimiento a los sencillos. /R.

2ª Lectura (Rom 8, 28-30)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los Romanos
Hermanos: Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios, de aquellos que han sido llamados por Él, según su designio salvador. En efecto, a quienes conoce de antemano, los predestina para que reproduzcan en sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. A quienes predestina, los llama; a quienes llama los justifica; y a quienes justifica, los glorifica. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mateo 11, 25)

R. Aleluya, aleluya.- Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 13, 44-52)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo. El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra. También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. ¿Han entendido todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí". Entonces Él les dijo: "Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Encuentros con la palabra XVII - Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

“El reino de los cielos es como un ...”

Hugo Canavan, teólogo carmelita norteamericano, especializado en estudios bíblicos y en la animación de pequeñas comunidades de base entre los campesinos de Colombia, recientemente fallecido, estaba dando un curso de Biblia en un barrio popular de Bogotá. Yo colaboraba en esa época en las pequeñas y frágiles Asambleas familiares que iban creciendo en medio de las luchas entre las pandillas y el hambre que produce el desempleo y la falta de oportunidades. Recuerdo, como si fuera ayer, la manera como Hugo fue explicando, en la casa de don Carlos y doña Isabel, la importancia de la Palabra de Dios para nosotros. Estando en medio de la gente, éramos unas treinta y cinco personas, contando a las mujeres y los niños, se quitó las gafas y comenzó a contar:

"Había una vez un señor que pertenecía a una comunidad de base. Su nombre era Marcos. Todas las semanas participaba de la reunión en la que hablaban de los problemas del barrio, leían la Biblia y rezaban juntos pidiendo a Dios o dándole gracias por lo que iba realizando en medio de ellos. Un buen día don Marcos, que ya tenía setenta y siete años, comenzó a saludar a la gente con otro nombre; a doña Belén la saludó como si fuera Ángela; a Ángela la confundió con Mariela; a Saulo lo confundió con Benjamín; a don José lo saludó como si fuera la señora Josefina. (Mientras Hugo contaba la historia, iba haciendo la representación de lo que iba diciendo con los miembros de la comunidad a los que daba el curso y les iba confundiendo los nombres).

Los que estaban presentes no corrigieron a don Marcos. Lo saludaban naturalmente, aunque sabían que estaba equivocándose. Algunos, después de la reunión, comentaron lo sucedido. Don Marcos estaba perdiendo la vista... por eso, decidieron recoger una platica para llevarlo al médico, para que le formularan una gafas. Así se hizo. La señora Mercedes se encargó de recoger la colaboración de todos y de llevar a don Marcos al médico. A los quince días llegó don Marcos otra vez a la reunión con las gafas en las manos y mostrándole a todo el mundo el regalo que le habían hecho. Evidentemente, como llevaba las gafas en las manos, volvió a confundir a todo el mundo. Le decía a Carlos: «¡Mire don Saulo las gafas tan bonitas que me regalaron!»; y a doña Belén le dijo: «¡Cuánto les agradezco doña Josefina por estas gafas tan buenas que me han regalado entre todos! ¡Dios se lo ha de pagar!» (Hugo iba representando a don Marcos con las gafas en sus manos y mostrándoselas a la gente, confundiéndoles el nombre)".

Después de contar la historia y representarla, Hugo lanzó la pregunta, «¿Entienden ustedes lo que esto significa?» Y fue recogiendo las conclusiones que la gente iba sacando: Por ejemplo, decían: «Así pasa con la Biblia; la gente la recibe y está muy orgullosa de tenerla, pero no la utilizan para lo que es». «La Biblia no es para mostrarla a los demás, sino para poder ver a los hermanos que tenemos al lado; es para reconocer a los que sufren junto a nosotros». «La Biblia es como unas gafas que nos sirven para ver la realidad con los ojos de Dios; no es para quedarnos viéndola a ella sola y mostrándola orgullosamente a los demás». «Tener gafas y no colocárselas es como los que compran la Biblia y luego la colocan en un lugar bien bonito de la casa, pero nunca la leen en grupo, ni personalmente. Es como un adorno más en la casa». Y así, sucesivamente...

Las parábolas, que fue la forma como Jesús comunicó los secretos del Reino a los hombres y mujeres de su época, siguen teniendo hoy un valor incalculable. Implican a los que las escuchamos en el aprendizaje. No nos deja por fuera de lo que se está enseñando, sino que nos toca interiormente. Más que comentar el contenido de la predicación de Jesús, deberíamos hacer como Hugo Canavan a la hora de comunicar nuestro mensaje a los que tenemos alrededor... copiarnos su estilo...


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domingo, 20 de julio de 2014

Domingo 16 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A"

1ª Lectura (Sb 12, 13. 16-19)

Lectura del libro de la Sabiduría
No hay más Dios que Tú, Señor, que cuidas de todas las cosas. No hay nadie a quien tengas que rendirle cuentas de la justicia de tus sentencias. Tu poder es el fundamento de tu justicia y por ser el Señor de todos, eres misericordioso con todos. Tú muestras tu fuerza a los que dudan de tu poder soberano y castigas a quienes, conociéndolo, te desafían. Siendo Tú el dueño de la fuerza, juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza, porque tienes el poder y lo usas cuando quieres. Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (85)

R. Tú Señor, eres bueno y clemente.
L. Puesto que eres, Señor, bueno y clemente y todo amor con quien tu nombre invoca, escucha mi oración y a mi súplica da respuesta pronta /R.
L. Señor, todos los pueblos vendrán para adorarte y darte gloria, pues sólo Tú eres Dios, y tus obras, Señor, son portentosas /R.
L. Dios entrañablemente compasivo, todo amor y lealtad, lento a la cólera, ten compasión de mí, pues clamo a ti, Señor, a toda hora /R.

2ª Lectura (Rom 8, 26-27)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los Romanos
Hermanos: El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mateo 11, 25)

R. Aleluya, aleluya.- Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 13, 24-43)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña. Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: 'Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?' El amo les respondió: 'De seguro, lo hizo un enemigo mío'. Ellos le dijeron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?' Pero él les contestó: 'No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero'".
Luego les propuso esta otra parábola: "El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, vendrá a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas".
Les dijo también otra parábola: "El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar".
Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía para que se cumpliera lo que dijo el profeta "Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo". Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo".
Jesús les contestó: "El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de mi Padre. El que tenga oídos, que oiga". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - XVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

El Evangelio nos ofrece tres parábolas con las que Jesús enseña cómo actúa Dios en nuestra vida. Jesús había proclamado que el Reino de los Cielos (o Reino de Dios), es decir, el poder del amor de Dios, podía llegar al interior de cada persona y de cada comunidad humana que reconociera sinceramente su necesidad de salvación. Veamos cómo podemos aplicar a nuestra vida lo que nos enseña Jesús, teniendo también en cuenta las otras lecturas bíblicas de este domingo [Sabiduría 12, 13.16.-19; Salmo 86 (85); Carta de Pablo a los Romanos 8, 26-27].

 + 1.- Buena semilla y cizaña: el Reino de Dios y el misterio del mal en el mundo

Con frecuencia nos preguntamos por qué Dios permite el mal, por qué los corruptos prevalecen sobre las personas honestas. Nuestra primera reacción suele ser el deseo de acabar con toda esa “cizaña” o mala hierba que no deja crecer las semillas del bien. Pero, contraria a nuestra impaciencia, se nos presenta la actitud de Dios que, como dice la primera lectura, “en el pecado da lugar al arrepentimiento”, y como lo describe el Salmo, es “clemente y misericordioso, lento a cólera, rico en piedad”.

Esta actitud nos la muestra con su ejemplo el propio Jesús, quien en lugar de querer la aniquilación de las personas que obran el mal, les ofrece la oportunidad de cambiar de comportamiento, encarnando así al mismo Dios de quien los profetas del Antiguo Testamento habían dicho que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Esa misma actitud misericordiosa es la que Él espera de sus discípulos, en contra de cierta mentalidad proclive a la llamada “limpieza social”, correspondiente a una tentación que siempre debemos rechazar si queremos ser auténticos seguidores de Cristo. El Dios que Él nos revela no es un juez vengador, sino un Padre siempre abierto a la reconciliación. Pero, por otra parte, a través de la parábola de la cizaña Jesús anuncia también que vendrá un momento decisivo en el que cada cual recibirá el pago merecido. Porque, en definitiva, será el bien el que triunfe sobre el mal.

 + 2.- El grano de mostaza y la levadura: el Reino de Dios comienza por lo sencillo

Las otras dos parábolas tienen en común con la anterior la invitación a la paciencia, y por eso mismo a la confianza en Dios, que sabe esperar a que lo comenzado en una semilla muy pequeña o con un poco de levadura, termine respectivamente en el árbol frondoso o en el pan compartido por muchos.

El Reino de Dios, en efecto, comienza por lo pequeño, por lo humilde, por lo sencillo, y va creciendo gracias a la acción continua y pacientemente transformadora de su Espíritu Santo. En este sentido, las parábolas del grano de mostaza y de la levadura consisten en una invitación a no desanimarnos a pesar de la sensación de la lentitud con que parece obrar Dios en medio de un mundo que le rinde culto a la eficiencia instantánea y mágica del éxito fácil inmediato y sin esfuerzo.

 + 3.- “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad”

San Pablo dice en la segunda lectura: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.” Se trata de una invitación a confiar en el poder de su amor, para no desanimarnos en nuestra disposición a crecer espiritualmente, aun en medio de las dificultades y a pesar de las fuerzas negativas del mal que nos rodean.

Jesús nos enseñó a orar diciendo: “venga a nosotros tu Reino”. Necesitamos que su Espíritu Santo nos haga comprender lo que contiene esta petición en el sentido de lo que nos conviene y que no sabemos pedir. Y lo que contiene esta petición del Padre Nuestro es precisamente aquello que Jesús nos ha enseñado con sus Parábolas del Reino: que el poder salvador de Dios no viene mágicamente, sino que supone un proceso en el cual cada persona tiene que disponerse con paciencia a dejar que el Espíritu Santo actúe en su vida para transformarla positivamente con el poder de su amor.-


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domingo, 13 de julio de 2014

Domingo 15 del Tiempo Ordinario Ciclo "A"

1ª Lectura (Is 55, 10-11)

Lectura del libro del profeta Isaías
Esto dice el Señor: "Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a Mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (64)

R. Señor, danos siempre de tu agua.
L. Señor, Tú cuidas de la tierra, la riegas y la colmas de riqueza. Las nubes del Señor van por los campos, rebosantes de agua, como acequias. /R.
L. Tú preparas las tierras para el trigo: riegas los surcos, aplanas los terrenos, reblandeces el suelo con la lluvia, bendices los renuevos. /R.
L. Tú coronas el año con tus bienes, tus senderos derraman abundancia, están verdes los pastos del desierto, las colinas con flores adornadas. /R.
L. Los prados se visten de rebaños, de trigales los valles se engalanan. Todo aclama al Señor. Todo le canta. /R.

2ª Lectura (Rom 8, 18-23)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los Romanos
Hermanos: Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios. La creación está ahora sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió. Pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseernos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.- La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 13, 1-23)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que Él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:
"Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga".
Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" Él les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aún ese poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.
En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: 'Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse  ni que Yo los salve'.
Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.
Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.
Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta  inmediatamente con alegría; pero, como  es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
En cambio,  lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos el ciento  por uno; otros el setenta; y otros el treinta". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Pistas para la homilía del domingo / XV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

El reto de formar a los sembradores de valores

Lecturas:
- Profeta Isaías 55, 10-11
- Carta de san Pablo a los Romanos 8, 18-23
- Mateo 13, 1-23

 La liturgia de este domingo tiene como temática central la parábola del sembrador. Desde el punto de vista pedagógico, este texto es un modelo de comunicación porque logra expresar, a través de un lenguaje comprensible para la cultura campesina, el desarrollo de la semilla de la fe, dependiendo de las condiciones objetivas y subjetivas de los destinatarios del mensaje.

 Los quiero invitar a hacer una lectura no-convencional de esta parábola para que reflexionemos sobre los complejos procesos de socialización que viven los niños y jóvenes de hoy, que son terreno en el cual muchos sembradores arrojan toda clase de semillas, muchas de ellas de plantas venenosas.

 Los primeros sembradores de la semilla de los valores éticos y religiosos son los padres de familia. Es admirable el esfuerzo que hacen muchos de ellos para sacar adelante a sus hijos y protegerlos del ambiente malsano que los envuelve en los barrios en que viven. También son sembradores de valores los abuelos que toman a su cargo a los nietos por la ausencia de los padres, lo que en gran parte se debe a las exigencias del trabajo.

 Muchas veces los padres de familia no están preparados para asumir esta grave responsabilidad. Cuando una persona aspira a un puesto de trabajo debe mostrar que tiene las competencias y la experiencia para poder desempeñarlo con idoneidad. Para el oficio de mayor responsabilidad, como es ser papá y mamá, no se exige ninguna cualificación. Es doloroso el espectáculo de madres adolescentes, con un niño entre sus brazos, que se sienten totalmente perdidas en su nuevo rol.

 Otros sembradores naturales de valores son los maestros. En los últimos meses se ha abierto una amplia discusión sobre las deficiencias de nuestro sistema educativo, la pésima calidad de los maestros y el bajo reconocimiento social que tienen. ¿Qué se puede esperar de unos niños y jóvenes que provienen de hogares disfuncionales y que asisten a unas instituciones educativas de pésima calidad?

 Otros actores clave en el proceso de socialización son los amigos. Tener buenos amigos es el mayor tesoro; estar rodeado de malos amigos, que no invitan al estudio, al deporte y a las diversiones sanas sino al vicio, pone en grave riesgo a adolescentes vulnerables. Las pandillas son sembradores de semillas de plantas venenosas en la mente y el corazón de unos chicos muy influenciables que son atrapados en las redes de estos liderazgos negativos.

 El Padre Adolfo Nicolás, Superior General de los jesuitas, llama la atención sobre un rasgo de la cultura contemporánea al que describe como globalización de la superficialidad. Las nuevas generaciones se pasan muchas horas al día conectadas a las redes sociales, y son incapaces de pensar de manera crítica. Asumen como verdadera la información que circula en internet y son acríticos seguidores de colectivos anónimos que marcan tendencias e incitan a determinadas posiciones y juicios de valor.

 ¿Cómo responder al reto de tantos sembradores que de manera irresponsable siembran todo tipo de anti-valores en el terreno fértil de unos jóvenes manipulables? Hay dos acciones urgentes que deben ser asumidas por el Estado y la sociedad civil a través de sus organizaciones: la formación de los padres de familia y la formación de los maestros.

 La Psicología ha puesto en evidencia que durante los primeros cinco años de vida se modelan los valores éticos fundamentales y los principios que regularán la futura vida social. De ahí la gran responsabilidad que tienen los organismos del Estado, las Iglesias, las Fundaciones, las Facultades de Educación para formar sembradores de valores y actitudes como son los padres de familia y los maestros.


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domingo, 6 de julio de 2014

Domingo 14 del Tiempo Ordinario - Ciclo "A"

1ª Lectura (Za 9, 9-10)

Lectura del libro del profeta Zacarías
Esto dice el Señor: "Alégrate sobremanera, hija de Sión; da gritos de júbilo, hija de Jerusalén; mira a tu Rey que viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado en un burrito. El hará desaparecer de la tierra de Efraín los carros de guerra y de Jerusalén, los caballos de combate. Romperá el arco del guerrero y anunciará la paz a las naciones. Su poder se extenderá de mar a mar y desde el gran río hasta los últimos rincones de la tierra". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (144)

R. Acuérdate, Señor, de tu misericordia
L. Dios y Rey mío, yo te alabaré, bendeciré tu nombre siempre y para siempre. Un día tras otro bendeciré tu nombre y no cesará mi boca de alabarte. /R
L. El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas. /R
L. El Señor es siempre fiel a sus palabras, y lleno de bondad en sus acciones. Da su apoyo el Señor al que tropieza y al agobiado alivia. /R
L. Que te alaben, Señor, todas tus obras, y que todos tus fieles te bendigan. Que proclamen la gloria de tu reino y den a conocer tus maravillas. /R

2ª Lectura (Rom 8. 9, 11-13)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los Romanos
Hermanos: Ustedes no viven conforme al desorden egoísta del hombre, sino conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes. Por lo tanto, hermanos, no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mateo 11, 25)

R. Aleluya, aleluya.- Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 11, 25-30)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús exclamó: "¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a Mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y Yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes, y aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - XIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

En el texto del Evangelio encontramos tres elementos para nuestra reflexión:
1º- Jesús alaba al Padre porque revela a las personas sencillas lo que no son capaces de comprender los “sabios y entendidos”.
2º- Jesús dice que sólo a través de Él podemos conocer a Dios Padre.
3º- Jesús se presenta como el Maestro cuya enseñanza contrasta con la de los doctores de la ley.
Tratemos de aplicar a nuestra vida estos temas, teniendo en cuenta también las otras lecturas bíblicas de hoy [Zacarías 9, 9-10; Salmo 145 (144) 1-2. 8-11. 13-14; Romanos 8, 9.11-13].

 + 1. “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste a los sabios y entendidos”

También en el Evangelio de Lucas (10, 21-22) encontramos esta exclamación de Jesús después del regreso de los setenta y dos discípulos que Él había enviado de dos en dos a proclamar la buena noticia del Reino de Dios, cuando ellos le contaron cómo habían podido vencer los poderes del mal (Lucas 10, 17-20). En el pasaje evangélico de san Mateo, que es el propio de este domingo, el contexto corresponde a la respuesta de Jesús a los seguidores de Juan Bautista cuando le preguntan si Él es el Mesías esperado: “Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida, y a los pobres se les anuncia la buena noticia” (Mt 11, 4-5).

El mensaje central de ambos pasajes es que Dios se muestra como un Padre misericordioso a quienes reconocen humildemente su necesidad de salvación, y “las cosas” que Él les revela son los hechos liberadores en los cuales se manifiesta su Reino, que es el poder del Amor, encarnado en su Hijo Jesucristo, imagen visible de Dios invisible que con su corazón abierto, paciente, manso y humilde, nos invita a confiar plenamente en su misericordia.

Para reconocer estos hechos liberadores se necesita una disposición diametralmente opuesta a la arrogancia de quienes se consideran a sí mismos sabios y entendidos, que, o creen poder explicarlo todo por su propia razón y niegan a Dios, o si afirman su existencia presentan una imagen falsa de Él como un juez implacable. Jesús se refiere en este segundo sentido a los doctores de la Ley que oprimían al pueblo con prescripciones basadas en el miedo, muy distintas del reconocimiento del Dios clemente y compasivo, lento a la cólera y rico en piedad, bueno y cariñoso, al cual se refiere el salmo de hoy [Salmo 145 (144)].

 + 2.- “Mi Padre me ha entregado todas las cosas… y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer”

Cinco veces aparece la palabra Padre en este pasaje del Evangelio. La novedad y la esencia de la buena noticia proclamada por Jesús de palabra y con sus propios hechos liberadores es precisamente que nuestro Creador es un padre compasivo y misericordioso. A este Dios verdadero no podemos conocerlo tal como es -como el Dios que es Amor- sólo por nuestro propio esfuerzo, sino que es Él mismo quien se nos da a conocer en la persona de Jesucristo y por la acción de su Espíritu Santo.

Este mismo Espíritu habita y actúa en nosotros -como dice el apóstol san Pablo en la segunda lectura- cuando lo que rige nuestra existencia no es lo material y exterior (“la carne”), sino que abrimos nuestras mentes y corazones a una vivencia espiritual e interior de Dios: “Ustedes no están sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes”. Sólo cuando estamos abiertos a esta vivencia, podemos reconocer la acción de Dios en la naturaleza, en las personas y en los acontecimientos cotidianos.

 + 3.- “Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar… Aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde”

La actitud de mansedumbre y humildad que caracteriza a Jesús y que contrasta con la arrogancia de quienes ostentan su poder despreciando a los demás, había sido anunciada unos 550 años antes por el profeta Zacarías, quien se refirió al Mesías prometido con la imagen que nos presenta la primera lectura (Zacarías 9, 9-10), la misma que evocaría el evangelista san Mateo al relatar la entrada de Jesús a Jerusalén pocos días antes de su pasión: Digan a la ciudad de Sión: “Mira, tu Rey viene a ti, humilde, montado en un burro, en un burrito, cría de una bestia de carga” (Mt 21, 4-5).

Los doctores de la Ley contemporáneos de Jesús y de los inicios del cristianismo imponían cargas pesadas sobre la gente, agobiándola con normas legalistas. Habían convertido la religión en un conjunto de prácticas externas desligadas de lo esencial, vacías de espíritu, vacías de amor, vacías de Dios. Jesús, en cambio, se presenta a sí mismo como el Maestro paciente y cercano que, sin imposiciones autoritarias, sin humillar a los demás como lo hacían aquellos doctores -y como lo hacen siempre los que se creen “sabios y entendidos” despreciando a quienes no tienen sus conocimientos-, nos invita a reconocer a Dios como un Padre compasivo y a vivir la ley interior del amor, para lo cual Él mismo nos ofrece la comunicación de su Espíritu.

Abrámosle espacio en nuestras mentes y corazones al Espíritu Santo, para que nos disponga a dejarnos enseñar por el Maestro que mejor puede guiarnos hacia una experiencia vital de Dios: nuestro Señor Jesucristo, que nos enseñó el camino de la verdadera felicidad no sólo con sus palabras, sino con la entrega de su propia vida.


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