domingo, 25 de noviembre de 2012

Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo - Domingo 34 del Tiempo Ordinario Ciclo "B" 25 de Noviembre de 2012 -

1ª Lectura (Dn 7, 13-14)

Lectura del libro del profeta Daniel
Yo Daniel, tuve una visión nocturna: Vi  a  alguien semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano de muchos siglos y fue  introducido a su presencia. Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían. Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (92)

R. Señor, Tú eres nuestro rey.
L. Tú eres, Señor, el rey de todos los reyes. Estás revestido de poder y de majestad. /R.
L. Tú mantienes el orbe y no vacila. Eres eterno, y para siempre está firme tu trono. /R.
L. Muy dignas de confianza son tus leyes y desde hoy y para siempre, Señor, la santidad adorna tu templo. /R.

2ª Lectura (Ap 1, 5-8)

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan
Hermanos míos: Gracia y paz a ustedes, de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra; aquel que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre. A Él  la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Miren: El viene entre las nubes, y todos lo verán, aún aquellos que lo traspasaron. Todos los pueblos de la tierra harán luto por su causa.  “Yo soy el Alfa y el Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir, el todopoderoso”. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mc 11, 9-10)

R. Aleluya, aleluya.-
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! R. Aleluya.

Evangelio (Jn 18, 33-37)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús:” ¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó:” ¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo  judío?. Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contesto: ”Mi Reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”. Pilato le dijo: ”¿Conque tú eres rey?” Jesús le contestó: ”Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El Mensaje del Domingo - Noviembre 25 de 2012

Texto: Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.

La fiesta de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, instituida en 1925 por el Papa Pío XI y que se celebra el último domingo del tiempo ordinario del año litúrgico, proclama la soberanía de Jesús sobre todos los poderes de la tierra. Veamos qué significa esta celebración para nuestra vida, a la luz del Evangelio -que corresponde al relato de la Pasión de Jesús según San Juan- y de las demás lecturas bíblicas de hoy [Daniel 7, 13-14; Sal. (93) 92, 1-5; Apocalipsis 1, 5-8].

 + 1. "¿Dices eso por tu cuenta, o te lo han dicho otros de mí?"

Muchas veces hemos rezado el Credo en el que proclamamos nuestra fe en Jesucristo como nuestro Señor. Siempre que lo llamamos Señor estamos diciendo que es Rey, porque ese es el significado del término griego Kyrios (Señor), con el cual los primeros discípulos comenzaron a referirse y dirigirse a Él después de su resurrección. Lo mismo sucede cuando lo llamamos Cristo; este título proviene también del griego y corresponde al término Mesías, procedente del hebreo, que significa “Ungido” y era aplicado desde el Antiguo Testamento a quien era consagrado por Dios para ser rey.

Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas nos cuentan que poco antes de comparecer ante Pilato, en el remedo de juicio que le había montado a Jesús el sanedrín judío, cuando el sumo sacerdote le preguntó si era el Mesías, el Hijo de Dios (otro título que en la tradición hebrea se aplicaba únicamente al Rey), Él había respondido: “Tú lo has dicho, y (…) verán ustedes al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y viniendo en las nubes del cielo” (Mateo 26, 64 y paralelos en Marcos y Lucas). Este otro apelativo con el que Jesús se llamaba frecuentemente a sí mismo, evoca la profecía de Daniel que nos trae hoy la primera lectura y que también se relaciona con la soberanía del Mesías prometido: “Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de Hombre. Se dirigió hacia el anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, su reino no será destruido jamás”.

Ahora bien, cuando nosotros empleamos los títulos bíblicos que se refieren a la soberanía de Jesús, ¿somos realmente conscientes de los que decimos? ¿Estamos de veras convencidos del señorío de Jesús sobre el universo, y más concretamente sobre nuestra propia vida? Si nuestra respuesta es que sí lo estamos, toda nuestra existencia debe ser una entrega completa y constante al cumplimiento de su voluntad.

 + 2. "Mi Reino no es de este mundo…"

Jesús había proclamado con hechos y palabras que el Reino de Dios estaba cerca. Cuando Él hablaba de “Dios” se refería a quien llamaba “mi Padre”, el mismo a quien había enseñado a sus discípulos a invocar como “Padre nuestro”, diciéndole venga a nosotros tu reino” y “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

Ahora, dirigiéndose al representante del emperador romano en Judea, Jesús le dice que su Reino no es de este mundo, manifestando así que Él participa plenamente de la soberanía universal de Dios Padre, la cual difiere de los imperios terrenales. En el lenguaje del evangelista Juan, el mundo significa específicamente todo cuanto se opone al proyecto salvador de Dios. Por eso la frase mi Reino no es de este mundo, en lugar de ser entendida como si se tratara de un reinado etéreo sin nada que ver con las realidades concretas de la historia humana, tiene que ser comprendida en su auténtico sentido.

Jesús había predicado que el Reino de Dios o de los Cielos les pertenece a quienes tienen hambre y sed de justicia y se esfuerzan por construir la paz, es decir, a quienes se esfuerzan por contribuir a que podamos todos convivir sin que nadie pretenda dominar, oprimir o explotar a los demás, como suelen hacerlo los poderosos de este mundo. Él había procurando evitar que se confundiera su soberanía con los poderes del mundo, no dejándose proclamar Rey después de la multiplicación de los panes (Juan 6, 15), y les dijo claramente a sus discípulos que Él, siendo el Maestro y el Señor, no había venido a ser servido, sino a servir. En otras palabras, el Reino de Cristo no es un poder dominador y opresor, sino la soberanía del Amor en su significado más completo.

 + 3. "Para esto he nacido y venido al mundo: para dar testimonio de la verdad”

Es significativo que la respuesta de Jesús a Pilato termine con una frase que se refiere a “la verdad”. Esto concuerda con lo que dice el libro del Apocalipsis en la segunda lectura, al llamar a Jesucristo “el Testigo fiel”: aquél que da un testimonio veraz, transparente, del proyecto creador y salvador de Dios sobre la humanidad. Además, Jesús le estaba diciendo implícitamente a Pilato que la pretendida soberanía universal del emperador romano, que exigía ser adorado como un dios, era una mentira soberana.

También nosotros podemos aplicar esta afirmación de Jesús a nuestra realidad actual. En el prefacio de la Misa de este domingo proclamamos el señorío universal de Jesucristo como “reino de la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor y la paz”. Dispongámonos todos por tanto a poner en práctica nuestro reconocimiento de su soberanía, para que sea Él quien reine verdaderamente en nuestra vida.-


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domingo, 18 de noviembre de 2012

Asumamos las responsabilidades de cara al futuro - Noviembre 18 de 2012

Texto: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

Lecturas:
  - Libro de Daniel 12, 1-3
  - Carta a los Hebreos 10, 11-14. 18
  - Marcos 13, 24-32

Después de haber escuchado la proclamación de la Palabra de Dios, quedamos impresionados por la forma como se expresan el profeta Daniel y el evangelista Marcos, quienes utilizan un género literario muy particular para referirse al final de los tiempos.

Es importante recordar que la Iglesia Católica no se identifica con una teoría científica particular, y esto es válido en cuanto a los orígenes del universo y al fin de los tiempos. Desde la perspectiva teológica, lo importante es reconocer que el universo no se explica por sí mismo y que Dios es la razón última de todo lo creado ; de ahí en adelante, ¡que hablen los científicos y expongan sus teorías!

Cuando la Iglesia Católica lee uno de los relatos de la creación, que describe secuencialmente la aparición de la vida, no lo interpreta como una crónica detallada de lo que ocurrió en una semana, sino como el plan amoroso de Dios que crea el universo con una variedad infinita de formas y le asigna a los seres humanos un lugar especial dentro de ese proyecto. Insistimos en la afirmación: la Iglesia no se identifica con una teoría científica particular, sino que está abierta a todas las lecturas que reconozcan a Dios como Señor del universo. No existe conflicto entre la fe y explicaciones tales como la evolución, el big bang, etc.

El profeta Daniel y el evangelista Marcos utilizan unas imágenes muy impactantes para referirse al final de los tiempos. Este lenguaje, que corresponde al género literario llamado apocalíptico, excita la imaginación del lector. A lo largo de la historia de la Iglesia, han surgido grupos cristianos que consideran inminente el fin del mundo, y generan pánico entre sus seguidores.

A manera de ilustración, hagamos referencia a algunas de las teorías que circulan con mayor frecuencia y que son motivo de conversación:

  - Sectores de la opinión, cercanos a grupos religiosos que leen la Biblia de manera literal sin hacer uso de las herramientas de la exégesis y de la hermenéutica, vinculan ciertos fenómenos naturales con la proximidad del fin del mundo; esa es su lectura de terremotos, sequías, inundaciones, etc. Más allá de estas lecturas rudimentarias de los fenómenos naturales que no merecen ser tenidas en cuenta, están las llamadas de atención de la comunidad científica internacional, que enciende las alarmas ante el cambio climático, que es consecuencia de un modelo de desarrollo que ha destruido la naturaleza.

  - Los astrónomos, que observan los cuerpos celestes con instrumentos cada vez más poderosos, van avanzando en el conocimiento del universo, y nos hablan de los “huecos negros”, choque de cuerpos celestes y aparición de nuevos soles. A pesar de los importantes avances de la astronomía, tenemos que reconocer que es muy poco lo que sabemos sobre el origen del universo, y que es especulación lo que afirmemos sobre su posible destrucción.

Teniendo en cuenta la fragilidad de estas especulaciones que tienen el sabor de la futurología, los invito a que, con pragmatismo, nos ubiquemos en nuestra realidad concreta y reflexionemos sobre los grandes desafíos que tenemos frente a nosotros y que dependen de nuestras decisiones responsables. Jesús dice a sus contemporáneos: “Cuando las ramas se ponen tiernas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta”. Interpretando de manera muy libre las palabras de Jesús, los invito a que reconozcamos las alarmas que nos dicen que algo grave está pasando y que debemos actuar antes de que sea demasiado tarde:

  - Se puede producir una hecatombe social si la comunidad internacional no toma las medidas necesarias para superar las aterradoras desigualdades sociales: la pobreza de millones de seres humanos, niños que mueren de desnutrición, pueblos que luchan por un poco de agua. La exclusión social y la pobreza extrema son verdaderas amenazas para la paz mundial.

  - Las graves alteraciones climáticas, consecuencia de un modelo de desarrollo que ha destruido los recursos naturales y roto el equilibro de la naturaleza, son una gravísima amenaza para la vida sobre la tierra. ¡Es sorprendente que haya políticos y empresarios que minimicen la gravedad de los acontecimientos y que sigan con su explotación irresponsable!

  - Otra grave amenaza para la humanidad es el crudo materialismo que se ha apoderado de amplios segmentos de la población, que solo piensan en enriquecerse y pasarla bien. Cuando la humanidad se olvida de Dios, y los valores espirituales son suplantados por una visión materialista de la vida, la convivencia social abandona los caminos de la equidad y del derecho para imponer la voluntad de los más fuertes, que en el mundo de hoy son las grandes corporaciones que tiene todo el músculo financiero y el control de la tecnología.

Es hora de terminar nuestra meditación dominical. El libro de Daniel y el evangelio de Marcos utilizan un lenguaje particular para referirse al final de los tiempos. Los invito a no perder el tiempo divagando sobre lo que podría suceder dentro de miles de años… Seamos realistas y dirijamos los ojos allí donde están las amenazas para el futuro de nuestra sociedad,k y demos los pasos necesarios para la solución de estos problemas. La primera amenaza es la pobreza extrema en que viven millones de seres humanos; recordemos que el hambre es explosivo letal de la convivencía social. La segunda amenaza es la destrucción del medio ambiente, cuyas secuelas experimentamos cada vez con mayor rigor. La tercera amenaza es el materialismo imperante y el abandono de los valores espirituales. Estas son las verdaderas amenazas para la humanidad y para el futuro de nuestro planeta, y podemos actuar de manera que cambie el curso de los acontecimientos.


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Domingo 33 del Tiempo Ordinario Ciclo "B" - 18 de Noviembre de 2012 -

1ª Lectura (Dn 12, 1-3)

Lectura del libro del profeta Daniel
En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo. Será aquel un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo. Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo. Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (15)

R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
L. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con Él a mi lado, jamás tropezaré. /R.
L. Por eso se me alegran el corazón y el alma, y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque Tú no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que sufra yo la corrupción. /R.
L. Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. /R.

2ª Lectura (Heb 10, 11-14.18)

Lectura de la Carta a los hebreos
Hermanos: en la antigua alianza los sacerdotes ofrecían en el templo diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar los pecados. Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así como una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado. Porque una vez que los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Lc 21, 36)

R. Aleluya, aleluya.- Velen y oren, para que puedan presentarse sin temor ante el Hijo del hombre. R. Aleluya.

Evangelio (Mc 13, 24-32)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos. “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verá venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y Él enviará sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo. Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben  que el verano está cerca. Así también,  cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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domingo, 11 de noviembre de 2012

Domingo 32 del Tiempo Ordinario Ciclo "B" - 11 de Noviembre de 2012 -

1ª Lectura (1Re 17, 10-16)

Lectura del libro del primer libro de los Reyes
En aquel tiempo, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta. Al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí a una viuda  que recogía leña. La llamó y le dijo:”Tráeme, por favor, un poco de agua para beber”.  Cuando ella se alejaba, el profeta le gritó:”Por favor, tráeme también un poco de pan”.  Ella le respondió: “Te juro por el Señor, tu Dios, que no me queda ni un pedazo de pan; tan sólo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la vasija. Ya ves que estaba  recogiendo unos cuantos leños. Voy a preparar  un pan para mí y para mi hijo. Nos lo comeremos y luego moriremos”. Elías le dijo:”No temas. Anda y prepáralo como has dicho; pero primero haz un panecillo para mí y tráemelo. Después lo harás para ti y para tu hijo, porque así dice el Señor  Dios de Israel:”La tinaja de harina no se vaciará, la vasija de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra’”. Entonces ella se fue, hizo lo que el profeta le había dicho y comieron él, ella y el niño. Y tal como había dicho el Señor por medio de Elías, a partir de ese momento ni la tinaja de harina se vació, ni la vasija del aceite se agotó. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (145)

R. El Señor siempre es fiel a su palabra.
L. El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo. /R.
L. Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre  justo y toma al forastero a su cuidado. /R.
L. A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos. /R.

2ª Lectura (He 9, 24-28)

Lectura de la Carta a los hebreos
Hermanos: Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza, construido  por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros. En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de si mismo. Así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez, para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para salvación de aquellos que lo aguardan y en El tienen puesta su esperanza. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mt 5, 3)

R. Aleluya, aleluya.- Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. R. Aleluya.

Evangelio (Mc 12, 38-44)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía:” ¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios  ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y  los primeros puestos en los banquetes; Se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de los largos rezos. Estos recibirán un castigo muy riguroso”. En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo:”Yo les aseguro que esa pobre viuda ha  echado en la alcancía más que todos. Por que los demás han echado de lo que le sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir’’. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El Mensaje del Domingo - Noviembre 11 de 2012

Por: Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.

La escena que nos presenta hoy el Evangelio sucede en un lugar situado junto a las puertas del Templo de Jerusalén, donde se congregaba la gente para escuchar a Jesús en los días previos a la fiesta de la Pascua después de haber llegado Él a la ciudad con sus discípulos pocos antes de su pasión. Meditemos sobre las enseñanzas que nos trae este relato, teniendo en cuenta también las otras lecturas de este domingo: [I Reyes 17, 10-16, Salmo 146 (145), Hebreos 9, 24-28].

 + 1. La soberbia de quienes se creen mejores va unida siempre a la hipocresía

En este relato, como en otros pasajes de los Evangelios, Jesús les echa en cara su soberbia e hipocresía a los doctores de la Ley pertenecientes al grupo de los fariseos, un término que significa originariamente separados o segregados y que ellos se aplicaban a sí mismos para indicar que eran distintos de los demás por ser cumplidores de la Ley de Dios, e incontaminados porque no se juntaban con los pecadores. Su actitud arrogante, que los llevaba a aprovecharse de sus conocimientos y de su poder para oprimir y explotar a los demás, iba siempre acompañada de un comportamiento hipócrita que ocultaba sus intenciones torcidas.

La soberbia es el primero de los siete “pecados capitales”. Esta palabra proviene del término latino superbia y es la actitud propia de quienes se creen superiores a los demás y se la pasan engañando a la opinión con el disfraz de las apariencias. Por eso Jesús en el Evangelio nos invita a todos, cualquiera que sea nuestra posición en la sociedad, a revisar nuestras actitudes y comportamientos y a rechazar tanto en nosotros como en los demás tanto la tentación de la soberbia como la de la hipocresía que siempre la acompaña. Porque las personas arrogantes son a su vez mentirosas: se cuidan mucho de aparentar ante los demás, preocupándose constantemente por el “qué dirán”, interesados más por la opinión que tenga la gente de ellas que por hacer realmente el bien.

 + 2. La ostentación del poder y las riquezas es un insulto a los pobres

Otra de las enseñanzas que nos trae el Evangelio es que la ostentación constituye un insulto a los pobres. Esta realidad ha existido siempre, pero hoy reviste una diferencia significativa: actualmente el insulto de la opulencia a los desposeídos tiene repercusiones mucho mayores, de una parte porque con frecuencia los medios de comunicación operan como cajas de resonancia del culto al lujo y a las apariencias, y de otra porque el sistema económico imperante ha venido ensanchando cada vez más la brecha entre unos pocos que se hacen cada vez más ricos y poderosos y ostentan descaradamente su pretendida omnipotencia, y otros muchos que se sumen cada vez más en la miseria y constituyen la masa creciente de los marginados y excluidos.

A lo anterior se agrega la prepotencia de quienes creen que por tener algún tipo de poder valen más que los demás y explotan a quienes someten a su servicio. Así obran los jefes políticos, empresarios e incluso líderes religiosos que se aprovechan de los pobres para su propio beneficio personal, buscando satisfacer sus intereses egoístas. Y asimismo se comportan los violentos: ejercen un dominio despótico sobre las personas a las que consideran inferiores, como es el caso de los capos narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares y demás especímenes de la delincuencia.

 + 3. Vale mucho más darnos a nosotros mismos que dar de lo que nos sobra

Esta es la que podríamos considerar la “moraleja” final del relato evangélico de este domingo. La verdad que ella encierra también es aplicable a todos los tiempos. La ofrenda hecha por aquella pobre viuda que a duras penas sobrevive en medio de una pobreza extrema, es una lección que Jesús quiere hacer notar a quienes creen que están haciendo el bien al dar ostentosamente y con mucha publicidad de lo que les sobra, y por ello esperan ser reconocidos como grandes benefactores.

La enseñanza que Jesús nos da a partir del ejemplo de la viuda, y que como nos cuenta la primera lectura tiene su antecedente en la actitud generosa de aquella otra mujer, también viuda, que compartió con el profeta Elías lo muy poco o casi nada que tenía (I Reyes 17, 10-16), constituye una invitación a todos nosotros, cualquiera que sea nuestra condición económica o posición en la sociedad, a estar dispuestos siempre a compartir no sólo dando de lo que nos sobra, sino entregándonos a nosotros mismos, sea cual sea nuestra condición económica, con un compromiso real para contribuir a la construcción de una sociedad en la que todos nos reconozcamos efectivamente como iguales en dignidad y en derechos, porque somos hijos e hijas de un mismo Creador, el mismo que quiere, con nuestra colaboración, hacer justicia a los oprimidos, como dice la primera estrofa del Salmo 146.

Jesús mismo es en definitiva nuestro modelo en ese ofrecimiento total de sí mismo en sacrificio por toda la humanidad, tal como nos lo presenta hoy el texto de la segunda lectura (Hebreos 9, 24-28). Que Dios, nuestro Creador y Padre, por la mediación redentora de su Hijo Jesucristo, renueve en cada uno de nosotros la acción del Espíritu Santo para que nos mueva a la verdadera humildad con la disposición a ofrecernos y darnos a nosotros mismos, comprometiéndonos sinceramente en la construcción de una sociedad en la que todos nos reconozcamos como hijos e hijas de Dios y obremos en consecuencia con este reconocimiento.-


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domingo, 4 de noviembre de 2012

Domingo 31 del Tiempo Ordinario Ciclo "B" - 4 de Noviembre de 2012 -

1ª Lectura (Dt 6, 2-6)

Lectura del libro del Deuteronomio
En aquellos días, habló Moisés al pueblo y le dijo: “Teme al Señor, tu Dios y guarda todos sus preceptos y mandatos que yo te transmito hoy a ti, a tus hijos y a los hijos de tus hijos. Cúmplelos  siempre y así prolongarás tu vida. Escucha, pues Israel: guárdalos y ponlos en práctica, para que seas feliz y te multipliques. Así serás feliz, como ha dicho el Señor. El Dios de tus padres, y te multiplicarás en una tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tú Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón los mandamientos que hoy te he  transmitido”. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (17)

R. Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza.
L. Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza. El Dios que me protege y me libera. /R.
L. Tú eres mi refugio, mi salvación, mi escudo, mi castillo. Cuando invoqué al Señor de mi esperanza, al punto me libró de mi enemigo. /R.
L. Bendito seas, Señor, que me proteges; que tú mi salvador, seas bendecido. Tú que concediste al rey grandes victorias y mostraste tu amor a tu elegido. /R.

2ª Lectura (Heb 7, 23-28)

Lectura de la Carta a los hebreos
Hermanos: Durante la antigua alianza, hubo muchos sacerdotes, porque la muerte les impedía permanecer en su oficio. En cambio Jesús tiene un sacerdocio eterno, porque él permanece para siempre. De ahí que sea capaz de salvar, para siempre, a los  que por su medio se acercan a Dios, ya que vive eternamente para interceder por nosotros. Ciertamente que un sumo sacerdote como éste era el que nos convenía: santo, inocente, inmaculado, separado de los pecadores y elevado por encima de los ciegos; que no necesita, como los demás sacerdotes, ofrecer diariamente víctimas, primero por sus pecados y  después  por los del pueblo, porque esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque  los sacerdotes constituidos por la ley eran hombres  llenos de fragilidades, pero el sacerdote constituido por las palabras del juramento posterior a la ley, es el Hijo eternamente perfecto. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 14, 23)

R. Aleluya, aleluya.- El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor. R. Aleluya.

Evangelio (Mc 12, 28-34)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos
A. Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál  es el primero de todos los mandamientos?” Jesús le respondió: “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos.”. El escriba replicó: “Muy bien Maestro. Tienes razón, cuando  dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo  como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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“Ningún mandamiento es más importante que estos” - Noviembre 04 de 2012

por: Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Desde los tiempos de Jesús, las personas han querido separar los dos mandamientos más importantes de la ley de Dios. O aman a Dios sobre todas las cosas, viviendo una espiritualidad exclusivamente vertical, o aman sólo a su prójimo, viviendo una espiritualidad exclusivamente horizontal. Hay una historia que puede ayudarnos a entender lo funesto que puede resultar separar estos dos vectores que deben coexistir simultáneamente en nuestra espiritualidad: Creer en Dios es creer en los hermanos/as y desearles lo mejor; y creer en los hermanos/as y desearles lo mejor, es también creer en Dios.

Cuentan que un hombre fue a una peluquería a cortarse el cabello y recortarse la barba. Como es costumbre en estos casos, entabló una amena conversación con la persona que le atendía. Hablaron de muchas cosas y tocaron muchos temas. De pronto tocaron el tema de Dios. El peluquero dijo: – Fíjese, caballero, que yo no creo en la existencia de Dios, como usted afirma. – Pero, ¿por qué dice usted eso? – preguntó el cliente. – Pues es muy fácil, – respondió el peluquero – basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe. O dígame, ¿si Dios existiera, habría tantos enfermos, habría niños abandonados, y tanto sufrimiento en este mundo? No puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas. El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión con un hombre que pasaba a cada momento su navaja afilada muy cerca de su garganta...

El peluquero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio. Apenas dejaba la peluquería, cuando vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largos, que parecía no haber visitado una peluquería hacía mucho tiempo. Entonces, el hombre entró de nuevo a la peluquería y le dijo al peluquero: – ¿Sabe una cosa? Acabo de darme cuenta de que los peluqueros no existen. – ¿Cómo que no existen? – preguntó el peluquero –. Si aquí estoy yo y soy peluquero. – ¡No!, Dijo el cliente, no existen porque si existieran, no habría personas con el pelo así y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle. – ¡Ahh!, los peluqueros sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí. ¡Exacto! – Dijo el cliente. – Ese es el punto. Dios si existe, lo que pasa es que las personas no van hacia El y no le buscan, por eso hay tanto dolor y miseria en este mundo.

Cuestionar la existencia de Dios porque hay dolor y sufrimiento en el mundo es olvidarse que nuestra fe en Dios exige, precisamente, que nos ocupemos de los demás, como Dios quiere. Y que en la medida en que nosotros colaboramos con la obra de Dios, que es construir seres humanos plenos, según la estatura de Jesús, estamos haciendo creíble la fe en este Dios. No podemos separar la fe en Dios del mandamiento de la caridad para con nuestro prójimo; pero tampoco podemos separar la caridad con nuestro prójimo, de la fe en Dios. Esto es lo que Jesús quería resaltar cuando le responde al maestro de la ley que nos presenta el Evangelio hoy. Por tanto, deberíamos decir, con este maestro: “Muy bien, Maestro. Es verdad lo que dices: hay un solo Dios, y no hay otro fuera de él. Y amar a Dios con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios que se queman en el altar”. Sólo así, podremos escuchar de Jesús aquello de “No estás lejos el reino de Dios”. Estaremos cerca del reino de Dios si no separamos estos dos mandamientos.


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