domingo, 24 de marzo de 2013

Domingo de Ramos de la Pasión del Señor - Ciclo "C" 24 de Marzo de 2013

1ª Lectura (Is 50, 4-7)

Lectura del libro del profeta Isaías.
En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (21)

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.
L. Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen: "Confiaba en el Señor, pues que él lo salve; si de veras lo ama, que lo libre". /R.
L. Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros. Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos. /R.
L. Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado. /R.
L. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel. /R.

2ª Lectura (Fl 2, 6-11)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los filipenses
Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó de sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Fl 2, 8-9)

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.- Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio (Lc 22, 14-23,56)

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas

A. Gloria a ti, Señor.

C. Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: t "Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios". C. Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: t "Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios".

C. Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: t "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". C. Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: t "Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes".

t "Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!" C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.

Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo: t "Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel".

C. Luego añadió: t "Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos". C. El le contestó: S. "Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte". C. Jesús le replicó: t "Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces".

C. Después les dijo a todos ellos: t "Cuando los envié sin provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?" C. Ellos contestaron: S. "Nada". C. El añadió: t "Ahora, en cambio, el que tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí: Fue contado entre los malhechores, porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí". C. Ellos le dijeron: S. "Señor, aquí hay dos espadas". C. El les contestó: t "¡Basta ya!"

C. Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a este sitio, les dijo: t "Oren, para no caer en la tentación". C. Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo: t "Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya". C. Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él en su angustia mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo: t "¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación".

C. Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: t "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?"

C. Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él dijeron: S. "Señor, ¿los atacamos con la espada?" C. Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo: t "¡Dejen! ¡Basta!" C. Le tocó la oreja y lo curó.

Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: t "Han venido a aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la del poder de las tinieblas".

C. Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo: S. "Este también estaba con él". C. Pero él lo negó diciendo: S. "No lo conozco, mujer". C. Poco después lo vio otro y le dijo: S. "Tú también eres uno de ellos". C. Pedro replicó: S. "¡Hombre, no lo soy!" C. Y como después de una hora, otro insistió: S. "Sin duda que éste también estaba con él, porque es galileo". C. Pedro contestó: S. "¿Hombre, no sé de qué hablas!" C. Todavía estaba hablando, cuando cantó un gallo.

El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho: 'Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces', y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente. Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, le daban golpes, le tapaban la cara y le preguntaban: S. "¿Adivina quién te ha pegado?" C. Y proferían contra él muchos insultos.

Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes y los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le dijeron: S. "Si tú eres el Mesías, dínoslo". C. El les contestó: t "Si se lo digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todopoderoso". C. Dijeron todos: S. "Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?" C. Él les contestó: t "Ustedes mismos lo han dicho: sí lo soy". C. Entonces ellos dijeron: S. "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca". C. El consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato.

Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: S. "Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey".

C. Pilato preguntó a Jesús: S. "¿Eres tú el rey de los judíos?" C. El le contesto: t "Tú lo has dicho". C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: S. "No encuentro ninguna culpa en este hombre". C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo: S. "Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí". C. Al oír esto, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.

Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos.

Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: S. "Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré".

C. Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo: S. "¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!" C. A éste lo había metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: S. "¡Crucifícalo, crucifícalo!" C. El les dijo por tercera vez: S. "¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que le aplicare un escarmiento y lo soltaré". C. Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo: t "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: '¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!' Entonces dirán a los montes: 'Desplómense sobre nosotros', y a las colinas: 'Sepúltennos', porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?"

C. Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado "la Calavera", lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde la cruz: t "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". C. Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.

El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: S. "A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido". C. También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: S. "Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo". C. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: "Este es el rey de los judíos".

Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: S. "Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros". C. Pero el otro le reclamaba, indignado: S. "¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho". C. Y le decía a Jesús: S. "Señor, cuando llegues a tu Reino acuérdate de mí". C. Jesús le respondió: t "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso".

C. Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: t "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" C. Y dicho esto, expiró.

El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo: S. "Verdaderamente este hombre era justo". C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo aquello.

Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Jesucristo se despoja de su condición divina - Marzo 24 de 2013

Texto: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

Con esta liturgia del Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa, que es la conmemoración de los misterios centrales de nuestra redención: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Estos días santos han perdido su sentido en la cultura contemporánea; se ha desdibujado su clima de oración para convertirse en una vacación más.

En este Domingo de Ramos, los invito a tomar conciencia de los misterios que celebramos. La pasión y muerte del Señor, que es el Hijo eterno de Dios hecho hombre, desbordan nuestra manera de comprender la realidad; por eso la cruz de Cristo, para unos es motivo de escándalo, y para otros es una locura.

Las dos primeras lecturas que hemos escuchado expresan, de manera impactante, el supremo gesto de amor que llevó a Jesús a la cruz:

   - El profeta Isaías describe los sufrimientos del siervo de Yahvé quien, con siglos de anticipación, anunció lo que sería la pasión del Señor: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos”. Esta desgarradora escena del siervo de Yahvé es un anticipo de las atrocidades que sufrirá Cristo.

   - En su Carta a los Filipenses, san Pablo explica a la comunidad el significado profundo de los acontecimientos que se desarrollaron en Jerusalén durante los días santos; escribe san Pablo: “Cristo, siendo Dios, no consideró que debería aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz”.

El texto de Isaías y las palabras de san Pablo nos indican que la redención de la humanidad hace saltar en mil pedazos los razonamientos humanos para trasladarnos a unos horizontes insospechados de entrega sin límites. A la luz de la sabiduría humana, la cruz de Cristo es escándalo y locura.

Los seres humanos buscamos, legítimamente, ser aceptados y reconocidos, tener unos mejores ingresos; estas aspiraciones son justas. Sin embargo, el plan de salvación nos presenta una realidad estremecedora: Cristo, siendo Dios, se despoja de su condición divina, abraza la cruz para que nosotros pudiéramos acceder a la dignidad de hijos de Dios. Este es el misterio de amor y entrega que conmemoramos en estos días santos. Por eso los invito a no tomar a la ligera la Semana Santa; no nos quedemos en una mirada superficial de las ceremonias y procesiones de estos días, que pueden ser más o menos pintorescas. En el silencio de la oración, dejémonos interpelar por el amor de Cristo que, dando su vida, nos permite acceder a una realidad absolutamente nueva.

La liturgia de este domingo conmemora la entrada del Señor en Jerusalén, donde estaba el Templo, centro de la vida religiosa del pueblo de Israel. Jerusalén es una ciudad única; es reconocida como la ciudad santa de las tres grandes religiones monoteístas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Jesucristo, el Mesías anunciado por los profetas, toma posesión de la capital del rey de David, de una manera insólita; cabalgando en un burro; sin pretensiones; al pasar por sus calles, la gente sencilla reconoce el liderazgo excepcional que irradiaba, mientras que los poderosos lo fulminaban con sus miradas cargadas de odio.

Para los fieles de la Iglesia Católica, este Domingo de Ramos está acompañado de fuertes emociones; el Papa Francisco asume su servicio como Vicario de Cristo con humildad, despojándose de aquellas formas externas asociadas con el poder y la riqueza. Los ojos del mundo cristiana – no sólo de los católicos - están puestos en el nuevo Papa; los fieles esperan que lidere la renovación de la Iglesia de manera que, a través del testimonio de sus Pastores, se disipen las nubes de sospechas que impiden que los valores del Evangelio transformen la cultura contemporánea, hambrienta de espiritualidad y sentido.

El Papa Francisco llena de esperanza a la Iglesia; oremos para que tenga la fortaleza para cambiar lo que haya que cambiar.


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domingo, 17 de marzo de 2013

Domingo 5 de Cuaresma Ciclo "C" - 17 de Marzo de 2013 -

1ª Lectura (Is 43, 16-21)

Lectura del libro del profeta Isaías
Esto dice el Señor, que abrió un camino en el mar y un sendero en las aguas impetuosas, el que hizo salir a la batalla a un formidable ejército de carros y caballos, que cayeron y no se levantaron, y se apagaron como una mecha que se extingue: "No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo; yo voy a realizar algo nuevo. Ya está brotando. ¿No lo notan? Voy a abrir caminos en el desierto y haré que corran los ríos en la tierra árida. Me darán gloria las bestias salvajes, los chacales y las avestruces, porque haré correr agua en el desierto, y ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo escogido. Entonces el pueblo que me he formado proclamará mis alabanzas". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (125)

R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
L. Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar. /R.
L. Aun los mismos paganos con asombro decían: "¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!" Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor. /R.
L. Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor. /R.
L. Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas. /R.

2ª Lectura (Flp 3, 8-14)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los filipenses
Hermanos: Todo lo que era valioso para mí, lo consideré sin valor a causa de Cristo. Más aún pienso que nada vale la pena en comparación con el bien supremo, que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor he renunciado a todo, y todo lo considero como basura, con tal de ganar a Cristo y de estar unido a Él, no porque haya obtenido la justificación que proviene de la ley, sino la que procede de la fe en Cristo Jesús, con la que Dios hace justos a los que creen. Y todo esto, para conocer a Cristo, experimentar la fuerza de su resurrección, compartir sus sufrimientos y asemejarme a Él en su muerte, con la esperanza de resucitar con Él de entre los muertos. No quiero decir que haya logrado ya ese ideal o que sea ya perfecto, pero me esfuerzo en conquistarlo, porque Cristo Jesús me ha conquistado. No, hermanos, considero que todavía no lo he logrado. Pero eso sí, olvido lo que he dejado atrás, y me lanzo hacia adelante, en busca de la meta y del trofeo al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde el cielo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jl 2, 12-13)

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.- Todavía es tiempo, dice el Señor. Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí, que soy compasivo y misericordioso. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio (Jn 8, 1-l1)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y Él, sentado entre ellos, les enseñaba. Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a Él, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú que dices?" Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: "Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra". Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo. Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a Él. Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?" Ella le contestó: "Nadie, Señor". Y Jesús le dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El Mensaje del Domingo - Marzo 17 de 2013

Texto: Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.

Durante su estadía en Jerusalén, Jesús solía ir con sus discípulos al Monte de los Olivos. Allí, cerca de la ciudad que puede contemplarse desde el huerto de Getsemaní, descansaba y oraba para recibir la energía espiritual que le hacía posible afrontar la oposición cada vez más intensa de los escribas o doctores de la ley, que en su mayoría pertenecían a la secta de los fariseos, los “incontaminados”, cumplidores fanáticos de las prescripciones de una legislación rigorista que hacían derivar de Moisés, pero que en realidad era el resultado de una concepción religiosa muy alejada del Dios misericordioso y liberador que se le había revelado al mismo Moisés doce siglos atrás.

Y después de rehacer sus fuerzas con el descanso y la oración, Jesús bajaba con sus discípulos nuevamente a Jerusalén para enseñar con sus acciones y palabras a las gentes que acudían a verlo y oírlo cada día en mayor cantidad, hasta el punto de llegar a decir el evangelista que “todo el pueblo se reunió junto a Él”. Y lo que les enseñaba era justamente que Dios es un Padre compasivo, siempre dispuesto a perdonar a quien se acoja sinceramente a su misericordia.

 + 1. “En la Ley nos mandó Moisés que a esas personas -las mujeres adúlteras- hay que darles muerte apedreándolas. ¿Tú qué dices?”

Además de corresponder a una posición machista según la cual se condena la infidelidad conyugal de las mujeres y no la de los hombres, esta pregunta llevaba una intención malévola. Sí Jesús respondía que no estaba de acuerdo con apedrear a aquella mujer, se pronunciaría contra lo que mandaba supuestamente la “Ley de Moisés”; y si decía que estaba de acuerdo, se manifestaría en contra del gobierno imperial de Roma, que se reservaba el poder de condenar a muerte.

La respuesta de Jesús implica un rechazo frontal a la pena de muerte y contrasta con la actitud de los escribas y fariseos que habían tergiversado la Ley de Dios con unas prescripciones contrarias a lo que Él había dicho varios siglos antes a través de sus profetas “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (Ezequiel 33, 11). ¿Sería esto lo que Jesús escribía en el suelo antes de contestarles?...

 + 2. “¡El que no tenga pecado, que le tire la primera piedra!”

¡Cuántas veces se condena a las personas a la destrucción de sus posibilidades de redención, convirtiendo injustamente su existencia en un infierno sin salida! Nadie tiene derecho a destruir la vida de otros sobre la base de haber éstos cometido determinados delitos, por graves que sean. Quienes los hayan cometido, en la medida en que han afectado a otras personas, deben reconocer y reparar en lo posible los daños que ha causado su comportamiento, pero su derecho a la vida sigue vigente a pesar de las posiciones propias de aquella supuesta justicia basada en el imperio de la venganza que, al destruir la vida humana, en lugar de resolver los problemas, los agrava más y más.

Hay un detalle significativo: “se fueron retirando uno por uno, comenzando por los más viejos”. El Evangelio parece querer decirnos que, cuanto más se vive, más se debe vencer la tendencia a juzgar y condenar a los demás, reconociendo cada cual su propia condición de pecador y disponiéndose a reformar su propia vida en lugar de querer acabar con la de los demás.

 + 3. “Pues tampoco yo te condeno. Vete, y de ahora en adelante no peques más”

Se suele confundir a la adúltera de este relato con otra mujer cuyo nombre tampoco se menciona y que unge con perfume los pies de Jesús (Marcos 14, 3-8, Mateo 26, 6-13, Lucas 7, 36-50), y que en el pasaje de Lucas es caracterizada como una mujer de mala vida y arrepentida. A ambas se las suele también identificar con María Magdalena, otra mujer distinta de las anteriores, que acompañó a Jesús y sus discípulos en Galilea, que había sido curada por Jesús (Lucas 8, 2), que luego estaría presente en su crucifixión y sería la primera en verlo resucitado.

Pero, más allá de estas distinciones, el mensaje central es el mismo: el Dios que se nos ha revelado personalmente en Jesús de Nazaret no es un juez condenador, sino un Padre siempre dispuesto a perdonar y a ofrecerle un porvenir nuevo a quien reconoce su necesidad de salvación. Este mensaje implica una invitación a mirar el futuro con esperanza: “No se queden recordando lo antiguo… ya que voy a hacer algo nuevo” (1ª lectura: Isaías 43, 16-21)… “Quedaré a paz y salvo con Dios no por mis propios méritos y basado en la ley, sino que Dios mismo será quien, en virtud de la fe, me ponga a paz y salvo consigo… olvidando lo pasado y lanzado hacia delante” (segunda lectura: Filipenses 3, 8-14).

Aprovechemos pues este tiempo de Cuaresma que ya está para terminar, disponiéndonos a perdonar como Jesús nos mostró con su ejemplo que Dios perdona, y en lugar de juzgar y condenar a los demás empecemos por reconocer nuestra propia condición de necesitados de la misericordia divina.-


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domingo, 10 de marzo de 2013

La vida cristiana como una fiesta - Marzo 10 de 2013

Texto: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

Lecturas:
  - Libro de Josué 5, 9. 10-12
  - II Carta de san Pablo a los Corintios 5, 17-21
  - Lucas 15, 1-3. 11-32

La liturgia de este IV domingo de Cuaresma tiene sabor de fiesta. En los tres textos bíblicos que hemos escuchado se reconoce la acción liberadora de Dios, y esto permite mirar hacia el futuro con optimismo y espíritu positivo. Meditemos con atención estos textos, de manera que nuestra experiencia de fe sea vivida como una fiesta.

Empecemos por la primera lectura. El pueblo de Israel ha finalizado la travesía por el desierto y ha llegado, por fin, a la tierra prometida, conducida por el liderazgo de Josué. En este azaroso viaje por el desierto, han vivido mil situaciones diferentes. Cansados, han levantado sus tiendas y se disponen a celebrar la cena pascual. Dice el texto: “Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto”. Queda atrás la pesadilla de la esclavitud, y se abre un nuevo capítulo de su historia. El reto es configurarse como nación, darse las estructuras sociales que les permitan vivir su identidad como pueblo de la alianza. Así, pues, la cena pascual que celebran en Guilgal pone punto final a ese penoso viaje de la esclavitud a la libertad. Vayamos a la segunda lectura.

El apóstol Pablo expresa con elocuencia la transformación radical que vivimos los seguidores del Señor resucitado:
  - Dice san Pablo: “El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo”. Pablo nos está diciendo que la irrupción de Cristo en la historia de la humanidad y en la vida de cada uno de nosotros marca un antes y un después.
  - La muerte y resurrección de Jesucristo nos reconcilió con el Padre y nos dio la condición de hijos. Ese orden nuevo inaugurado por el Señor se puede resumir en una sola palabra: reconciliación. Dice san Pablo: “Dios reconcilió al mundo consigo y renunció a tomar en cuenta los pecados de los hombres, y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación. En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios”.
  - Somos, pues, invitados a reconstruir el tejido de nuestra relación con Dios; y para poder reconciliarnos con Dios, debemos reconciliarnos con nuestros hermanos. En este horizonte que nos señala san Pablo, se nos invita a superar nuestros resentimientos para avanzar hacia un futuro diferente. Este llamado a la reconciliación tiene la mayor importancia para nuestro país, desgarrado por décadas de enfrentamientos.
  - Vayamos, ahora, al hermoso relato que nos ofrece el evangelista Lucas, la parábola del hijo pródigo. En esta conmovedora escena del reencuentro entre el padre y el hijo aventurero se nos comunica el mensaje de Dios amor que espera que regresemos a la casa paterna. El personaje de la parábola no recrimina a su hijo ni toma represalias contra él; por el contrario, organiza una fiesta para darle la bienvenida.

Cuando miramos el conjunto de las tres lecturas, ¿qué pistas nos ofrecen para nuestra vida diaria?
  - En primer lugar, las tres lecturas de este domingo de Cuaresma nos invitan a vivir nuestra relación con Dios con alegría; no podemos vivir el Cristianismo atrapados en una telaraña de neurosis, de pesimismo, de temores. La fe en Dios es fuerza liberadora e ilumina el sentido de nuestras vidas.
  - En segundo lugar, el encuentro gozoso con Dios lo celebramos en la eucaristía, en la que nos reunimos como comunidad de fe para orar juntos, escuchar la Palabra y compartir el Pan.
  - En tercer lugar, el verdadero rostro de Dios es el de un Padre amoroso que comparte su vida divina con nosotros y que espera que regresemos a Él si nos hemos apartado por una decisión equivocada de nuestra libertad.
  - En cuarto lugar, la fe nos da la fuerza para mirar el futuro con optimismo y para que busquemos la reconciliación; reconciliación con nosotros mismos, sanando las heridas de los resentimientos y envidias; reconciliación con los hermanos, contribuyendo a la búsqueda de la paz; reconciliación con Dios, reorientando nuestra vida según los valores propios del Evangelio.


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Domingo 4 de Cuaresma Ciclo "C" - 10 de Marzo de 2013

1ª Lectura (Jos 5, 9.10-12)

Lectura del libro del profeta Josué
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: "Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto". Los israelitas acamparon en Guilgal, donde celebraron la Pascua, al atardecer del día catorce del mes, en la llanura desértica de Jericó. El día siguiente a la Pascua, comieron del fruto de la tierra, panes ázimos y granos de trigo tostados. A partir de aquel día, cesó el maná. Los israelitas ya no volvieron a tener maná, y desde aquel año comieron de los frutos que producía la tierra de Canaán. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (33)

R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
L. Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. En el Señor se gloriará mi alma. Oiganlo los humildes y consuélense. /R.
L. Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores. /R.
L. Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. /R.

2ª Lectura (2Co 5, 17-21)

Lectura de la Segunda Carta del apóstol San Pablo a los Corintios
Hermanos: El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo. Todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y que nos confirió el ministerio de la reconciliación. Porque, efectivamente, en Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo y renunció a tomar en cuenta los pecados de los hombres, y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros somos embajadores de Cristo, y por nuestro medio, es Dios mismo el que los exhorta a ustedes. En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios. Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo "pecado" por nosotros, para que, unidos a Él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Lc 15, 18)

R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.-
Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti". R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.

Evangelio (Lc 15, 1-3.11-32)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los publícanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: "Este recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de la herencia que me toca'. Y él les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera. Se puso entonces a reflexionar y se dijo: '¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a un de tus trabajadores'. Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: 'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo'. Pero el padre les dijo a sus criados: '¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies: traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado'. Y empezó el banquete. El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Este le contestó: 'Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo'. El hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: '¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró sus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo'. El padre repuso: 'Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado'". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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domingo, 3 de marzo de 2013

Domingo 3 de Cuaresma Ciclo "C" - 3 de Marzo de 2013

1ª Lectura (Ex 3, 1-8.13-15)

Lectura del libro del Éxodo
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro, Jetró, sacerdote de Madián. En cierta ocasión llevó el rebaño más allá del desierto, hasta el Horeb, el monte de Dios, y el Señor se le apareció en una llama que salía de un zarzal. Moisés observó con gran asombro que la zarza ardía sin consumirse y se dijo: "Voy a ver de cerca esa cosa tan extraña, por qué la zarza no se quema". Viendo el Señor que Moisés se había desviado para mirar, lo llamó desde la zarza: "¡Moisés, Moisés!" El respondió: "Aquí estoy". Le dijo Dios: "¡No te acerques! Quítate las sandalias, porque el lugar que pisas es tierra sagrada". Y añadió: "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Entonces Moisés se tapó la cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Pero el Señor le dijo: "He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores y conozco bien sus sufrimientos. He descendido para librar a mi pueblo de la opresión de los egipcios, para sacarlo de aquellas tierras y llevarlo a una tierra buena y espaciosa, una tierra que mana leche y miel". Moisés le dijo a Dios: "Está bien. Me presentaré a los hijos de Israel y les diré: `El Dios de sus padres me envía a ustedes; pero cuando me pregunten cuál es su nombre, ¿qué les voy a responder?" Dios le contestó a Moisés: "Mi nombre es Yo-soy"; y añadió: "Esto les dirás a los israelitas: `Yo soy me envía a ustedes'. También les dirás: `El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, me envía a ustedes". Este es mi nombre para siempre. Con este nombre me han de recordar de generación en generación". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (102)

R. El Señor es compasivo y misericordioso.
L. Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga su Santo Nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios. /R.
L. El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades; El rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura. /R.
L. El Señor hace justicia y le da la razón al oprimido. A Moisés le mostró su bondad, y sus prodigios al pueblo de Israel. /R.
L. El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia. /R.

2ª Lectura (1Co 10, 1-6.10-12)

Lectura de la Primera Carta del apóstol San Pablo a los corintios
Hermanos: No quiero que olviden que en el desierto nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, todos cruzaron el mar Rojo y todos se sometieron a Moisés, por una especie de bautismo en la nube y en el mar. Todos comieron el mismo alimento milagroso y todos bebieron de la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los acompañaba, y la roca era Cristo. Sin embargo, la mayoría de ellos desagradaron a Dios y murieron en el desierto. Todo esto sucedió como advertencia para nosotros, a fin de que no codiciemos cosas malas como ellos lo hicieron. No murmuren ustedes como algunos de ellos murmuraron y perecieron a manos del ángel exterminador. Todas estas cosas les sucedieron a nuestros antepasados como un ejemplo para nosotros y fueron puestas en las Escrituras como advertencia para los que vivimos en los últimos tiempos. Así pues, el que crea estar firme, tenga cuidado de no caer. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mt 4, 17)

R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.- Conviértanse, dice el Señor, porque ya está cerca el Reino de los cielos. R. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.

Evangelio (Lc 13, 1-9)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: "¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante". Entonces les dijo esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente? El viñador le contestó: `Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré`". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Aporte Ecológico a la Homilía del domingo - Marzo 03 de 2013

Texto: Alejandro Londoño Posada, S.J.

¿Quién no ha visto películas sobre Moisés? Su vida está llena de enseñanzas. Hoy la primera lectura nos recuerda algunas. ¿Cuando escuchamos ESCLAVITUD, OPRESION, en qué pensamos? ¿Le encontramos alguna relación con los problemas ecológicos actuales?

Del conocido documento "Sanar en un Mundo Herido" tomamos algunos datos sobre África, escenario donde se desarrolló el Éxodo en tiempos de Moisés:.

“Para la mayor parte de África, la agricultura es la principal actividad económica y ofrece sustento y empleo hasta un 70% de la población. Particularmente en África central y meridional, las industrias extractoras – dirigidas por empresas multinacionales – están más interesadas en los minerales que en bienestar de la gente o el medio ambiente. Comunidades enteras son desplazadas con frecuencia a fin de despejar el camino a las industrias mineras, deteriorando de modo permanente los vínculos culturales y espirituales de las personas con la tierra de sus antepasados, a cambio de una compensación insuficiente por la destrucción de sus medios de vida.” (pag. 20).

Más adelante mencionan las hambrunas, de las cuales Unicef se ha hecho eco: los niños en especial están siendo víctimas. Se calculaba para mediados del 2011, la cifra de medio millón en riesgo inminente de morir en el Cuerno de África.

Retrocedamos más de 3200 años al norte de este continente a otra situación de hambre. Los israelitas hacia el 1.300 a.C. se habían convertido en un pueblo muy numeroso. La hija del faraón educa a Moisés en palacio con todo esmero.

Ya mayor, un día al visitar a su pueblo, encuentra a un egipcio maltratando a un israelita y lo mata. Al día siguiente ve a dos de su raza peleando y los reprende. Respuesta bien grosera: No sea sapo! Ya sabemos que mataste a un egipcio. Son dos experiencias bien duras: matar a un ser humano y chocarse con la dificultad de concientizar a su gente. Las estamos viviendo en nuestro país.

Moisés decide escapar y huye a Madián. Allí, defendió a la hija de un sacerdote de unos pastores agresivos. Como recompensa el papá de ella lo recibió en casa. Se enamoró de la muchacha, se casaron y tuvieron un hijo, a quien llamaron Guerson, que significa “soy extranjero en tierra extraña”.

Pasó el tiempo. Murió aquel el faraón. La esclavitud de los israelitas empeoró. El Dios de sus padres escuchó los gritos de los oprimidos: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias” (Ex 3,7). Se le apareció a Moisés en la zarza y le ordenó ir al nuevo faraón.

La respuesta del Señor, a la pregunta de quién le hablaba, la conocemos: Soy Yahvé. Algunas traducciones de tipo filosófico dicen “Yo soy el que soy”, cuando sería mejor el semita “Yo soy el que estoy aquí para defender a mi pueblo”. Enseguida empodera a Moisés, para mandar las plagas y convencer al faraón. El tirano sólo con la última plaga da su consentimiento para que salgan.

Recordemos una de las escenas más ecológicas de esa salida: Son alimentado con el maná y codornices (Ex 16, 1-20). Sólo se les permitía coger lo que necesitaban cada día. Con todo, “algunos no le obedecieron y guardaron algo para el día siguiente, pero se les llenó de gusanos y se pudrió“ (v. 20). Qué enseñanza tan grande sobre la avaricia para quienes no comparten el pan.

Pensar a cuál de las esclavitudes ecológicas de nuestro pueblo le voy a poner más atención en adelante. ¿En dónde mi ayuda pueda ser más significativa? ¿Me preocupa el hambre de mis hermanos y comparto con ellos?


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