domingo, 28 de abril de 2013

Domingo 5 de Pascua Ciclo "C" - 28 de Abril de 2013 -

1ª Lectura (Hch 14,21-27)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, volvieron Pablo y Bernabé a Listra, Iconio y Antioquía, y ahí animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad designaban presbíteros, y con oraciones y ayunos los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron luego Pisidia y llegaron a Panfilia; predicaron; predicaron en Perge y llegaron a Atalía. De ahí se embarcaron para Antioquía, de donde habían salido, con la gracia de Dios, para la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la comunidad y les contaron lo que había hecho Dios por medio de ellos y cómo les había abierto a los paganos las puertas de la fe. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (Sal 144)

R. Bendeciré al Señor eternamente. Aleluya.
L. El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas. /R.
L. Que te alaben, Señor, todas tus obras y que todos tus fieles te bendigan. Que proclamen la gloria de tu reino y den a conocer tus maravillas. /R.
L. Que muestren a los hombres tus proezas, el esplendor y la gloria de tu reino. Tu reino, Señor, es para siempre, y tu imperio, por todas las generaciones. /R.

2ª Lectura (Ap 21,1-5)

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía. También vi que descendía del cielo, desde donde está Dios, la ciudad santa, la nueva Jerusalén, engalanada como una novia, que va a desposarse con su prometido. Oí una gran voz, que venía del cielo, que decía: "Esta es la morada de Dios con los hombres; vivirá con ellos como su Dios y ellos serán su pueblo. Dios les enjugará todas sus lágrimas y ya no habrá muerte ni duelo, ni penas ni llantos, porque ya todo lo antiguo terminó". Entonces el que estaba sentado en el trono, dijo: "Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 13,34)

R. Aleluya, aleluya.- Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 13,31-33.34-35)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, también Dios lo glorificará en si mismo y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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“Si se aman (...), todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos” (Juan 13, 31-33a. 34-35) - Abril 28 de 2013

Texto: Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Cuentan que un agricultor sembraba todos los años maíz en sus campos. Después de muchos años, logró conseguir la mejor semilla de maíz que se podía obtener. Mientras los cultivos de sus vecinos deban cinco mazorcas por uno, el suyo daba cincuenta mazorcas por un grano. El hombre se preocupaba por dejar cada año una buena cantidad de semilla para volver a sembrar y para regalarle a todos sus vecinos, que se alegraban con esta generosidad del agricultor. Cuando alguien le preguntó por qué hacía eso, él respondió: «Si mis vecinos tienen también buen maíz, mis maizales serán cada vez mejores; pero si el maíz de ellos es malo, también mi maizal empeorará». Nadie entendió la respuesta, de modo que él añadió: «Los insectos y los vientos que llevan el polen de unos sembrados a otros y fecundan las cosechas para que produzcan su fruto, no tienen en cuenta si los sembrados son míos o de mis vecinos… Mis sembrados crecerán lo que los sembrados de mis vecinos crezcan».

Cuando Jesús se despidió de su discípulos, les dejó un mandamiento nuevo: “Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos”. Esta es la señal por la que los cristianos deberíamos ser reconocidos. No deberíamos preocuparnos tanto por las insignias externas, por las prácticas piadosas, sino por la calidad de nuestras relaciones. Cuando amamos a alguien, le hacemos el bien, le ayudamos a ser mejor, a vivir en plenitud esta existencia que Dios nos ha regalado para compartirla como hermanos.

Tal vez esta es la tarea más importante que tenemos delante. Crear relaciones que nos ayuden a crecer. La competitividad que nos impone una sociedad como la que hemos organizado, nos obliga constantemente a buscar nuestro propio bienestar en detrimento del bienestar de los demás. Parecería que la relación entre nuestro crecimiento y el crecimiento de los demás fuera inversamente proporcional. Pero desde la lógica de Dios, las cosas son al contrario. Cuanto más crezcan aquellos que están a nuestro lado, más creceremos también nosotros. Si estuviéramos convencidos de esta verdad y si la hiciéramos la norma de nuestra vida, otra cosa sería este mundo. El Señor resucitado estaría más presente entre nosotros y nuestro testimonio se iría extendiendo a lo largo y ancho del mundo.

Dios es como el agricultor de la historia. El reparte sus dones a todos y quiere que todos crezcan y lleguen a la plenitud. Y así quiere que seamos los que nos llamamos seguidores suyos. Jesús vivió así su existencia y quiere que sus discípulos vivamos de la misma manera. No solo con el sentido egoísta de buscar nuestro interés ayudando a los demás, sino convencidos de que es la mejor manera de hacerlo presente en medio de nuestras familias, de la Iglesia y de la sociedad.


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domingo, 21 de abril de 2013

Domingo 4 de Pascua Ciclo "C" - 21 de Abril de 2013 -

1ª Lectura (He 13, 14.43-52)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, Pablo y Bernabé prosiguieron su camino desde Perge hasta Antioquía de Pisidia, y el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos piadosos acompañaron a Pablo y Bernabé, quienes siguieron exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios. El sábado siguiente casi toda la ciudad de Antioquía acudió a oír la palabra de Dios. Cuando los judíos vieron una concurrencia tan grande, se llenaron de envidia y comenzaron a contradecir a Pablo con palabras injuriosas. Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía. "La palabra de Dios debía ser predicada primero a ustedes; pero como la rechazan y no se juzgan dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos. Así nos lo ha ordenado el Señor, cuando dijo: Yo te he puesto como luz de los paganos, para que lleves la salvación hasta los últimos rincones de la tierra". Al enterarse de esto, los paganos se regocijaban y glorificaban la palabra de Dios, y abrazaron la fe todos aquellos que estaban destinados a la vida eterna. La palabra de Dios se iba propagando por toda la región. Pero los judíos azuzaron a las mujeres devotas de la alta sociedad y a los ciudadanos principales, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, hasta expulsarlos de su territorio. Pablo y Bernabé se sacudieron el polvo de los pies, como señal de protesta, y se marcharon a Iconio, mientras los discípulos se quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (Sal 99)

R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.
L. Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo. /R.
L. Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño. /R.
L. Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba. /R.

2ª Lectura (Ap 7, 9.14-17)

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan
Yo, Juan, vi una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca y llevaban palmas en las manos. Uno de los ancianos que estaban junto al trono, me dijo: "Estos son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo, y el que está sentado en el trono los protegerá continuamente. Ya no sufrirán hambre ni sed, no los quemará el sol ni los agobiará el calor. Porque el Cordero, que está en el trono, será su pastor y los conducirá a las fuentes del agua de la vida y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 10, 14)

R. Aleluya, aleluya.- Yo soy el buen pastor, dice el Señor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 10, 27-30)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: "Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos. El Padre y yo somos uno". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El Mensaje del Domingo - Abril 21 de 2013

Texto: Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.

Este cuarto domingo del tiempo pascual es conocido como el Domingo del Buen Pastor, porque en el Evangelio se evoca la alegoría empleada por Jesús para designarse a sí mismo como tal. Todo el capítulo 10 del Evangelio según san Juan está dedicado a este tema. En las lecturas propias del Ciclo C de la liturgia el texto corresponde a la última parte de dicho capítulo, pero es muy conveniente leerlo y meditarlo completo para entender mejor quién es Jesucristo para nosotros y cómo Él mismo nos presenta su acción salvadora. Centrémonos en los versículos del Evangelio escogidos para este domingo, teniendo en cuenta también las otras lecturas: Hechos de los Apóstoles 13, 14.43-52; Salmo 100 (99), 2.3.5; Apocalipsis 7, 9.14b-17.

 + 1. La figura del pastor

La imagen de pastor no es cercana a los imaginarios urbanos de la civilización moderna. Sin embargo, sigue siendo muy significativa en la historia de la salvación que nos transmiten los textos bíblicos tanto del Antiguo como de Nuevo Testamento. Por eso la Iglesia conserva esta figura y la aplica a su misión, entendida como una labor pastoral que continúa la acción salvadora de Jesucristo, el Buen Pastor, como nos dice en uno de sus versículos anteriores el mismo evangelista que Jesús se llamó a si mismo (Juan 10, 14); por eso también son llamados pastores quienes por una vocación especial son escogidos y enviados por Él para realizar esta misión mediante el sacramento del Orden, y por eso precisamente este domingo se nos invita a orar de manera muy especial por los sacerdotes y por las vocaciones sacerdotales.

En la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, aparece constantemente la imagen del pastor para indicar cómo actúa Dios: como aquél a quien le importan de verdad las ovejas y se desvive por ellas hasta entregar su propia vida por ellas. Israel fue en sus orígenes un pueblo de pastores: Abraham, Isaac y Jacob recorrieron 18 siglos antes de Cristo las tierras de Canaán buscando pastos para sus ganados de ovejas. Moisés, quien vivió en el siglo XII a.C., aprendió el oficio de pastor junto al monte Sinaí antes de ser llamado por Dios para ser su mediador en la liberación de los israelitas de la esclavitud que sufrían en Egipto, y su conductor por el desierto hacia la tierra prometida.

Desde entonces los israelitas reconocieron al Dios que se le había revelado a Moisés con el nombre de Yahvé, como el pastor que guiaba a su pueblo protegiéndolo y conduciéndolo hacia fuentes de agua fresca y prados de hierba abundante. Al rey David, que vivió en el siglo X a.C. y en su infancia había cuidado el rebaño de su padre Jesé, se le atribuyen los salmos que invocan a Dios como el pastor de Israel, como por ejemplo el escogido para este domingo: Sepan que el Señor es Dios, que él nos hizo, y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Los profetas, por su parte, emplearon la imagen del pastor para referirse a la misericordia infinita de Señor que prometía liberar a sus ovejas de la opresión y el abandono a que habían sido sometidas por los falsos pastores, los jefes políticos y religiosos que las explotaban para su propio beneficio y se desentendían de ellas.

 + 2. “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen”

Jesús se presentó a sí mismo empleando la imagen del pastor aplicada a Dios por los salmos y los profetas, y esto fue tan significativo para los primeros cristianos, que la imagen figurativa de Jesucristo más antigua que se conoce – encontrada en una de las catacumbas de las afueras de Roma – es la de un pastor con una oveja sobre sus hombros. Esta figura, tomada de los Evangelios según san Mateo (18, 10-14) y san Lucas (15, 1-7), evoca la misericordia infinita de Dios que, en la persona de Jesús, busca a la oveja perdida, la encuentra y la lleva de vuelta al rebaño.

En el Evangelio según san Juan, por su parte, encontramos resaltada una característica del Buen Pastor: el conocimiento que Él tiene de sus ovejas: de todas las personas que escuchan su voz y lo siguen. Conocer, en el lenguaje bíblico, significa tener una experiencia vital de alguien o de algo. Por eso, cuando Jesús dice que “conoce” a sus ovejas, está refiriéndose a la experiencia vital que Él mismo ha querido tener de la realidad humana en virtud del misterio de su encarnación, pero además nos está diciendo que se ocupa personalmente de cada uno y cada una de nosotros.

 + 3. “Y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre”

Jesús hace partícipes de su resurrección gloriosa a todas las personas que escuchan su voz y lo siguen. En la segunda lectura de este domingo encontramos también una referencia directa a la imagen del pastor, identificado de tal modo con sus ovejas, que se ha entregado en sacrificio como cordero pascual: Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.

La palabra del Señor nos hace hoy una doble invitación: por una parte, a revisar si estamos escuchando con atención su voz, es decir, aquello que Él nos dice a través de su palabra, a través del magisterio de la Iglesia, a través de las personas por medio de las cuales también Él puede manifestarnos su voluntad o su orientación, a través los acontecimientos cotidianos que constituyen no pocas veces oportunidades de reflexión en las que Él mismo nos invita a descubrir el sentido de nuestra existencia; y por otra, a renovar nuestra fe pascual y por lo mismo la esperanza en nuestra resurrección futura, de la cual es primicia y prenda la vida nueva de Nuestro Señor Jesucristo que celebramos de manera especial en este tiempo litúrgico de Pascua.-


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domingo, 14 de abril de 2013

Domingo 3 de Pascua Ciclo "C" - 14 de Abril de 2013 -

1ª Lectura (Hch 5, 27-32.40-41)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, el sumo sacerdote reprendió a los apóstoles y les dijo: "Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacemos responsables de la sangre de ese hombre". Pedro y los otros apóstoles replicaron: "Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho jefe y salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen". Los miembros del sanedrín mandaron azotar a los apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (29)

R. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya.
L. Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste . /R.
L. Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo. /R.
L. Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. /R.

2ª Lectura (Ap 5, 11-14)

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan
Yo, Juan, tuve una visión, en la cual oí alrededor del trono de los vivientes y los ancianos, la voz de millones y millones de ángeles, que cantaban con voz potente: "Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza". Oía todas las creaturas que hay en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar -todo cuanto existe-, que decían: "Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos". Y los cuatro vivientes respondían: "Amén". Los veinticuatro ancianos se postraron en tierra y adoraron al que vive por los siglos de los siglos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.- Ha resucitado Cristo, que creó todas las cosas y se compadeció de todos los hombres. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 21, 1-19)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "También nosotros vamos contigo". Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada. Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿han pescado algo?" Ellos contestaron: "No". Entonces él les dijo: "Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces". Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados. Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: "Es el Señor". Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros. Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: 'Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar". Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: "Vengan a almorzar". Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres?", porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" El le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Por segunda vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" El le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Pastorea mis ovejas". Por tercera vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas. Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras". Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: "Sígueme". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Redescubramos los fundamentos de nuestra fe - Abril 14 de 2013

Texto: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

Lecturas:
- Hechos de los Apóstoles 5, 27-32. 40-41
- Apocalipsis 5, 11-14
- Juan 21, 1-19

Los textos pascuales nos ofrecen escenas muy inspiradoras de la primera comunidad cristiana, que giraba en torno a la experiencia del Resucitado. Hoy centraremos nuestra meditación en la primera lectura; allí encontramos al sumo sacerdote que reprende a los Apóstoles por anunciar a Jesucristo: “Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre”. La reprimenda del sumo sacerdote va acompañada de unos azotes para que aprendan la lección. ¿Cómo reaccionaron los Apóstoles ante esta prohibición? “Ellos se retiraron del Sanedrín felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús”.

Esta misma escena se ha repetido a lo largo de los siglos. Muchos de los que detentan el poder han considerado peligrosa la voz de la Iglesia; por eso han querido callarla o al menos reducirla a un discurso religioso y moral irrelevante que no cuestione el uso y el abuso del poder.

A este respecto, es impactante lo que sucedió con la triunfante revolución bolchevique que instaló la llamada dictadura del proletariado; durante más de setenta años, el ateísmo fue una política de Estado que pretendía borrar toda referencia a Dios. En 1989, cuando cayó el muro de Berlín y con él colapsó el sistema marxista, las iglesias ortodoxas y católicas se volvieron a llenar de fieles, hambrientos y sedientos de espiritualidad.

Las persecuciones nunca han logrado silenciar el anuncio evangelizador de la Iglesia; más aún, han surtido el efecto contrario, pues han confirmado a los fieles en su compromiso de fe. Así reaccionaron los Apóstoles después de ser reprendidos y azotados por el sumo sacerdote, y así ha sucedido con todas las persecuciones que ha sufrido la Iglesia.

Queda, pues, claro, que las persecuciones tonifican la fe y el compromiso de las comunidades; nunca han sido una amenaza real para la acción evangelizadora de la Iglesia. La amenaza más peligrosa para acción de la Iglesia no es la que viene de fuera, promovida por los enemigos de ésta, sino que la que se incuba en el corazón de los fieles, cuya fe se va debilitando por múltiples razones y cuya adhesión a la Iglesia se reduce a unos ritos que se celebran simplemente por fuerza de la costumbre; pensemos en el bautismo, la primera comunión, el matrimonio y las exequias. Muchos cristianos celebran estos ritos sin que constituyan una auténtica expresión de fe.

El Papa emérito Benedicto XVI sintió una honda preocupación por el detrimento de la fe, y lo asumió como uno de los retos prioritarios de su pontificado. Esto lo motivó a convocar a un Año de la Fe, que se inició el 11 de octubre del 2012, fecha del 50° aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y que terminará el 24 de noviembre del 2013, fiesta de Cristo Rey.

¿En qué consiste la invitación que nos hace el Papa emérito Benedicto?

- Durante este año, nos invita a reflexionar sobre nuestra experiencia de fe para que la redescubramos si es que la tenemos un poco embolatada o desdibujada; para que la fortalezcamos si se ha debilitado ahogada por otras preocupaciones; para que la ilustremos si es que nuestra formación se quedó anclada en el tiempo, sin avanzar y madurar.

- Es muy probable que muchos católicos sigan repitiendo las palabas del viejo Catecismo del P. Astete, que decía que la fe era creer lo que no vemos porque Dios lo ha revelado; el Padre Astete se quedó corto en sus palabras pues la fe es mucho más que eso. La auténtica fe consiste en acoger la Persona de Jesucristo y su mensaje; la fe, por encima de cualquier otra consideración, es un acto de confianza y de amor.

Precisamente, los textos del Nuevo Testamento, que leemos durante el tiempo de Pascua, nos muestran cómo las primeras comunidades cristianas tenían como centro la Persona de Jesucristo resucitado; era lo que los Apóstoles anunciaban a los judíos y gentiles.

El Papa emérito Benedicto proclamó el Año de la Fe, que es una invitación para ir a lo esencial del Cristianismo. La experiencia nos muestra que no se ama lo que no se conoce. Así pues, si queremos descubrir las raíces profundas de nuestra fe, más allá de las costumbres y tradiciones que hemos heredado, debemos avanzar en el conocimiento del Señor; para ello recomendamos la lectura pausada de los evangelios, donde encontramos las catequesis de las primeras comunidades cristianas; los evangelios constituyen la fuente primera para avanzar en el conocimiento del Señor: sus palabras y acciones, su pasión, muerte y resurrección. El proceso de maduración en la fe nos exige formarnos. Es lamentable el analfabetismo religioso de muchos católicos que desconocen los contenidos básicos de la fe. Si no alimentamos la fe con la oración, la lectura pausada de los evangelios, la práctica de los sacramentos y el estudio, ésta irá languideciendo.

En el contexto de las celebraciones del Año de la Fe, hay un tema de la máxima importancia, que es la llamada nueva evangelización, que se pregunta cómo presentar la Persona y el mensaje de Jesús a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Este descomunal reto de comunicación nos pide conocer las diversas culturas, estar cerca de las comunidades, compartir sus esperanzas y temores. Este es el enfoque que el Papa Francisco quiere darle a la acción de la Iglesia.

Que esta meditación dominical, que tuvo como punto de partida la prohibición del sumo sacerdote de anunciar a Jesucristo, nos motive a responder positivamente a la invitación que nos hace la Iglesia en este Año de la Fe para redescubrir los fundamentos de nuestra fe personal y formular las estrategias para una nueva evangelización.


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domingo, 7 de abril de 2013

Domingo 2 de Pascua de la Divina Misericordia - Ciclo "C" 7 de Abril de 2013

1ª Lectura (Hechos 5, 12-16)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, los Apóstoles realizaban muchas señales milagrosas y prodigios en medio del pueblo. Todos los creyentes solían reunirse, por común acuerdo, en el pórtico de Salomón. Los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente los tenía en gran estima. El número de hombres y mujeres que creían en el Señor iba creciendo de día en día, hasta el punto de que tenían que sacar en literas y camillas a los enfermos y ponerlos en las plazas, para que, cuando Pedro pasara al menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén y llevaba a los enfermos y a los atormentados por espíritus malignos, y todos quedaban curados. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (117)

R. La misericordia del Señor es eterna. -Aleluya.
L. Diga la casa de Israel: "Su misericordia es eterna". Diga la casa de Aarón: "Su misericordia es eterna". Digan los que temen al Señor: "'Su misericordia es eterna". /R.
L. La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. Este es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. /R.
L. Libéranos, Señor, y danos tu victoria. Bendito el que viene en nombre del Señor. Que Dios desde su templo nos bendiga. Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine. /R.

2ª Lectura (Ap 1, 9-11.12-13.17-19)

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol San Juan
Yo, Juan, hermano y compañero de ustedes en la tribulación, en el Reino y en la perseverancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente, como de trompeta, que decía: "Escribe en un libro lo que veas y envíalo a las siete comunidades cristianas de Asia". Me volví para ver quién me hablaba, y al volverme, vi siete lámparas de oro, y en medio de ellas, un hombre vestido de larga túnica, ceñida a la altura del pecho, con una franja de oro. Al contemplarlo, caí a sus pies como muerto; pero Él, poniendo sobre mí la mano derecha, me dijo: "No temas. Yo soy el Primero y el Último; Yo soy el que vive. Estuve muerto y ahora, como ves, estoy vivo por los siglos de los siglos. Yo tengo las llaves de la muerte y del más allá. Escribe lo que has visto, tanto sobre las cosas que están sucediendo, como sobre las que sucederán después". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 20, 29)

R. Aleluya, aleluya.- Tomás, tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haberme visto, dice el Señor. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 20, 19-31)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a los que no se los perdonen les quedarán sin perdonar". Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré". Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". Tomás le respondió: '¡Señor mío y Dios mío!' Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haber visto". Otras muchas señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El Mensaje del Domingo - Abril 07 de 2013

Texto: Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.

 + 1. “Dichosos los que creen sin haber visto”

Los relatos de apariciones de Jesús resucitado en los Evangelios nos remiten a experiencias de FE que corresponden a una dimensión distinta de las que captan físicamente los sentidos. Si bien emplean imágenes que se refieren a los hechos de ver, oír y tocar, la realidad a la que se refieren es de orden espiritual. Por eso muestran a Jesús resucitado realizando acciones que les permitan a sus discípulos reconocerlo en su vida nueva y gloriosa, no condicionada ya por las dimensiones del espacio y del tiempo.

En el encuentro del Señor resucitado con el apóstol Tomás, la referencia a las señales dejadas por los clavos y la lanza significa que se trata del mismo Jesús que había muerto en la cruz, pero ahora con una presencia distinta de la física. Una presencia real, pero sólo captable por la fe. En este sentido, la frase de Jesús a Tomás -Dichosos los que creen sin haber visto- viene dirigida a nosotros como una invitación a creer sin exigir pruebas de laboratorio, a reconocer desde la fe la presencia espiritual de Cristo resucitado. Esta misma fe nos puede llevar a repetir cada cual interiormente, como muchos solemos hacerlo después de la consagración del pan y del vino, la expresión del apóstol Tomás que a su vez es un acto de adoración a Jesús realmente presente en el santísimo sacramento de la Eucaristía: “Señor mío y Dios mío” (Juan 20, 28).

 + 2. “La paz esté con ustedes”

Este saludo de Cristo resucitado que encontramos tres veces en el Evangelio de hoy, constituye una invitación a la ESPERANZA. Es el mismo saludo que se nos invita a darnos unos a otros inmediatamente antes de la comunión, y que cobra todo su sentido en la situación concreta que nos ha tocado vivir en medio de la violencia y de acontecimientos que llenan de dolor y de tristeza a tantas personas y las sumen en el miedo, como sucedió inicialmente con los primeros discípulos.

Y en este sentido son iluminadoras las palabras con las que Jesús resucitado se presenta ante el autor del libro del Apocalipsis: “No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo” (segunda lectura: Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19). Al proclamar que Cristo ha resucitado, expresamos nuestra esperanza en un porvenir nuevo en el que la vida triunfará sobre la muerte, y el amor sobre el abismo sin fondo de la maldad.

 + 3. “Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados…”

La paz que nos da Cristo resucitado es la que proviene de la reconciliación con Dios y entre nosotros, como resultado del perdón pedido y concedido gracias al Espíritu Santo que Él nos comunica: Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados…” El término espíritu, en su sentido bíblico originario, quiere decir soplo, aire, aliento vital renovador y refrescante. En el lenguaje bíblico el Espíritu Santo es el aliento vital y renovador de Dios, que AMOR, Dios mismo que con su energía creadora hace surgir la vida y la renueva.

El capítulo 2 del Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento y de toda la Biblia, contiene un relato simbólico de la creación del ser humano en el cual se nos cuenta que Dios le comunicó su aliento vital infundiendo en él su propio Espíritu. En el Evangelio según san Juan, que con las tres Cartas y el libro de Apocalipsis, provenientes de este mismo apóstol y evangelista -o de la llamada escuela joánica-, constituye cronológicamente la culminación de los escritos bíblicos del Nuevo Testamento, encontramos la narración de un nuevo acto creador, una nueva creación: Dios Padre, a través de su Hijo Jesucristo resucitado, les comunica a sus primeros discípulos, y desde ellos también lo hace con nosotros, su Espíritu dador de una vida nueva, que nos libera del pecado -es decir, de la ruptura con Dios y con nuestros prójimos causada por nuestros egoísmos y comportamientos opuestos a su voluntad, que es voluntad de amor-.

La forma en que se manifiesta la primera comunidad cristiana como una comunidad de hijos e hijas de Dios, y por lo mismo de hermanos y hermanas que forman parte de una misma familia espiritual (primera lectura: Hechos de los Apóstoles 5, 12-16), es un testimonio vivo de la verdad del mensaje proclamado por los primeros discípulos de Cristo: que Él ha resucitado, está vivo y sigue actuando constructivamente a través de ellos. Por eso la celebración de la Eucaristía implica también para nosotros, si queremos ser sus discípulos o seguidores actuales, el compromiso de realizar lo que significamos en ella, contribuyendo cada cual a la construcción de una comunidad reconciliada y reconciliadora, sobre la base del reconocimiento de la misericordia infinita de Dios: “porque es eterna su misericordia”, como dice el salmo responsorial [Salmo 118 (117)]. Esta misericordia se nos ha revelado plenamente en la persona de nuestro Señor y Salvador Jesucristo con su muerte en la cruz, con su corazón abierto y con su resurrección gloriosa, y por eso a este II Domingo de Pascua se le llama también, en la liturgia de la Iglesia Católica, Domingo de la Divina Misericordia. Dispongámonos por tanto a reconocer desde la fe pascual el amor misericordioso de Dios manifestado en Cristo vivo y presente en nuestra vida personal, familiar y social, y a dar un auténtico testimonio de ese mismo amor en nuestra vida cotidiana.-


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