domingo, 26 de mayo de 2013

Solemnidad de la Santísima Trinidad Ciclo "C" - Domingo 26 de Mayo de 2013

1ª Lectura (Prov  8,  22-31)

Lectura del libro de los Proverbios
Esto dice la sabiduría de Dios: "El Señor me poseía desde el principio, antes que sus obras más antiguas. Quedé establecida desde la eternidad, desde el principio, antes de que la tierra existiera. Antes de que existieran los abismos y antes de que brotaran los manantiales de las aguas, fui concebida. Antes de que las montañas y las colinas quedaran asentadas, nací yo. Cuando aún no había hecho el Señor la tierra ni los campos ni el primer polvo del universo, cuando Él afianzaba los cielos, ahí estaba yo. Cuando ceñía con el horizonte la faz del abismo, cuando colgaba las nubes en lo alto, cuando hacía brotar las fuentes del océano, cuando fijó al mar sus límites y mandó a las aguas que no los traspasaran, yo estaba junto a Él como arquitecto de sus obras, yo era su encanto cotidiano; todo el tiempo me recreaba en su presencia, jugando con el orbe de la tierra y mis delicias eran estar con los hijos de los hombres". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (8)

R. ¡Qué admirable, Señor, es tu poder!
L. Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas, que has creado, me pregunto: ¿Qué es el hombre para que de Él te acuerdes, ese pobre ser humano para que de él te preocupes?. /R.
L. Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos y todo lo sometiste bajo sus pies. /R.
L. Pusiste a su servicio los rebaños y las manadas, todos los animales salvajes, las aves del cielo y los peces del mar, que recorren los caminos de las aguas. /R.

2ª Lectura (Rm 5, 1-5)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la Gracia, en el cual nos encontramos; por Él, podemos gloriamos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta de los sufrimientos, pues sabemos que el sufrimiento engendra la paciencia, la paciencia engendra la virtud sólida, la virtud sólida engendra la esperanza y la esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su Amor en nuestros corazones, por medio del Espíritu Santo, que Él mismo nos ha dado. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Ap 1, 8)

R. Aleluya, aleluya.- Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es, que era y que vendrá. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 16, 12-15)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero, cuando venga el Espíritu de verdad, Él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de Mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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La Trinidad presente en la Iglesia - Mayo 26 de 2013

Lecturas:

- Libro de los Proverbios 8, 22-31
- Carta de san Pablo a los Romanos 5, 1-5
- Juan 16, 12-15

Hoy celebra la liturgia la fiesta de la Santísima Trinidad. Como punto de partida para esta meditación, tengamos presente que toda la vida del cristiano está enmarcada por la invocación a la Trinidad, desde el momento en que iniciamos el camino de la fe en las aguas bautismales, y el sacerdote nos bautizó “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, cumpliendo así el mandato del Señor Resucitado, hasta la despedida de este mundo, cuando en las exequias el sacerdote pronuncie la bendición final. La invocación de la Trinidad marca el comienzo y el fin de nuestra existencia, así como cada actividad que realizamos.

La automanifestación de Dios en su ser trinitario constituye el punto más alto de la revelación. Recordemos que la historia de salvación es un proceso de comunicación gradual de Dios; en el pueblo de Israel, Dios se expresó a través de los acontecimientos de la historia y contó con la colaboración de vigorosos personajes del Antiguo Testamento como fueron los patriarcas, los profetas y otros líderes espirituales de la comunidad.

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, la Palabra eterna de Dios se hizo hombre. En su ministerio apostólico, Jesús fue comunicando, con gran sentido pedagógico, quién era Él, cuál era la misión que había recibido del Padre, cómo se llevaría a cabo la obra redentora, qué tipo de relación existía entre Él y el Padre; hacia el final de su actividad apostólica, cuando se acercaba a su pasión y muerte, les anuncia que les enviará el Espíritu Santo. Muchas de las enseñanzas del Señor fueron entendidas a medias por sus discípulos y hasta tergiversadas, porque ellos tenían unas expectativas no muy espirituales sobre el orden nuevo que instauraría el Maestro.

A lo largo de su vida apostólica, Jesús fue revelando gradualmente el misterio de Dios. Leyendo los Sinópticos, el evangelio de Juan y los escritos de Pablo encontramos expresiones muy hondas. A manera de ejemplo, recordemos algunas de estas afirmaciones: Jesús aprueba la confesión de Pedro, que no solo lo reconoce como Mesías, sino que lo confiesa como el Hijo de Dios; en el diálogo con Caifás, afirma su identidad; en diversas ocasiones, manifiesta la especialísima relación y cercanía con el Padre; el diálogo con Felipe es un testimonio muy rico: “Le dice Felipe: Señor, muéstranos al Padre y esto nos basta. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo que estoy con ustedes, y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. En la II Carta a los Corintios, es hermosa la fórmula trinitaria con la que Pablo se dirige a la comunidad: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunicación del Espíritu Santo estén con todos ustedes”.

Solamente después de la Resurrección, los discípulos entendieron el sentido profundo de las palabras pronunciadas por el Señor. La comunidad pascual, transformada por la experiencia del Resucitado y llena de los dones del Espíritu Santo, asimila las enseñanzas del Maestro y comprende el alcance de sus palabras; es como si, finalmente, pudiera encajar todas las piezas del puzzle o rompecabezas.

La confesión de la fe trinitaria ha acompañado a la Iglesia desde sus orígenes; es el contenido central de la fe que profesamos. El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios; no creemos en tres dioses sino en un solo Dios, en tres Personas distintas. En la creación, Dios Padre está como principio de todo lo que existe; en la Encarnación, la Segunda Persona de la Trinidad se encarna, por amor a nosotros, en Jesús, para liberarnos del pecado y comunicarnos la vida divina; en Pentecostés, el Padre y el Hijo se hacen presentes en medio de la comunidad a través de la Persona del Espíritu Santo, que santifica, ilumina y conforta a la Iglesia.

La manifestación de Dios, que es uno y trino, es el eje de la revelación de Jesucristo y constituye el centro de nuestra fe cristiana, el misterio de los misterios. El Concilio Vaticano I nos dice que misterio es una verdad que sólo podemos conocer a través de la revelación; después de ser conocida, se mantiene “escondida bajo el velo de la fe y, envuelta, por así decirlo, en una especie de oscuridad”.

El Papa Juan Pablo II se refirió al misterio trinitario en un conjunto de diez catequesis; en una de ellas (miércoles 14 de junio del 2.000) nos expone el sentido de la unidad de la Iglesia desde la perspectiva trinitaria: “La Iglesia es, ante todo, una. En efecto, los bautizados están misteriosamente unidos a Cristo y forman su Cuerpo místico por la fuerza del Espíritu Santo. Como afirma el Concilio Vaticano II, “el modelo y principio supremo de este misterio es la unidad de un solo Dios, Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de Personas”. Aunque en la historia esta unidad haya experimentado la prueba dolorosa de tantas divisiones, su inagotable fuente trinitaria impulsa a la Iglesia a vivir cada vez más profundamente la koinonía o comunión que resplandecía en la primera comunidad de Jerusalén”.

Después de esta homilía, recitaremos el Credo, expresaremos, de manera comunitaria, nuestra adhesión al misterio que expresa el ser de Dios, que nos fue comunicado por Jesucristo y que la Iglesia sigue enseñando desde sus orígenes. Al confesar nuestra fe no lo hagamos de manera mecánica, sino con un profundo amor y confianza en Dios, que es la perfecta unidad y comunión. Nosotros, creados a imagen y semejanza de Dios, que es la perfección de la unidad y comunión, debemos caminar en pos de la unidad de las Iglesias y fortalecer los vínculos de comunión con los hombres y mujeres de buena voluntad.


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domingo, 19 de mayo de 2013

Solemnidad de Pentecostés Ciclo "C" - Domingo 19 de Mayo de 2013

1ª Lectura (Hech 2, 1-11)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 
El día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar. De repente se oyó un gran ruido que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse. En esos días había en Jerusalén judíos devotos, venidos de todas partes del mundo. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Atónitos y llenos de admiración, preguntaban: "¿No son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo, pues, los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay medos, partos y elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene. Algunos somos visitantes, venidos de Roma, judíos y prosélitos; también hay cretenses y árabes. Y sin embargo, cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (103)

R. Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.
L. Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza. ¡Qué numerosas son tus obras, Señor! La tierra llena está de tus creaturas. /R.
L. Si retiras tu aliento, toda creatura muere y vuelve al polvo. Pero envías tu Espíritu, que da vida, y renuevas al aspecto de la tierra. /R.
L. Que Dios sea glorificado para siempre y se goce en sus creaturas. Ojalá que le agraden mis palabras y yo me alegraré en el Señor. /R.

2ª Lectura (1Cor 12, 3-7. 12-13)

Lectura de la Primera Carta del apóstol San Pablo a los Corintios
Hermanos: Nadie puede llamar a Jesús "Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Secuencia de Pentecostés

Ven, Dios Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo tu luz, para iluminarnos.
Ven ya, padre de los pobres, luz que penetra en las almas, dador de todos los dones.
Fuente de todo consuelo, amable huésped del alma, paz en las horas de duelo. Eres pausa en el trabajo; brisa, en un clima de fuego; consuelo, en medio del llanto.
Ven, luz santificadora, y entra hasta el fondo del alma de todos los que te adoran.
Sin tu inspiración divina los hombres nada podemos y el pecado nos domina. Lava nuestras inmundicias, fecunda nuestros desiertos y cura nuestras heridas.
Doblega nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad, endereza nuestras sendas.
Concede a aquellos que ponen en Ti su fe y su confianza tus siete sagrados dones. Danos virtudes y méritos, danos una buena muerte y contigo el gozo eterno.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.- Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu Amor. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 20, 19-23)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa dónde se hallaban los Discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los Discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío Yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El Mensaje del Domingo - Mayo 19 de 2013

Texto: Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.

El término Pentecostés, que en griego significa Quincuagésimo Día o día número 50, proviene de una antigua fiesta anual con motivo de la cosecha del trigo y la cebada. Era llamada fiesta de la Semana de Semanas o de las 7 Semanas, y tenía lugar 50 días después de la ofrenda de los primeros frutos. Los judíos le dieron un significado histórico al conmemorar en ella la promulgación de la Ley de Dios en el monte Sinaí, 50 días después del acontecimiento de la Pascua con el que habían sido liberados los israelitas de la esclavitud en Egipto. Para quienes creemos en Jesucristo, Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta que, 50 días después de la Resurrección del Señor, once de los discípulos a quienes É había llamado sus “apóstoles” o enviados, y el duodécimo que había sido designado para ocupar el puesto que había dejado vacío Judas Iscariote el traidor, reunidos en oración junto con María, la madre de Jesús, recibieron el Espíritu Santo prometido para realizar la misión de proclamar la Buena Noticia de una nueva Ley -la ley del amor universal-, ya no sólo para un pueblo particular, sino para toda la humanidad. En la fiesta de Pentecostés se utilizan ornamentos de color rojo, que simboliza el fuego del Espíritu Santo.

 + 1. El Espíritu Santo es el aliento vital y vivificador de Dios

Los relatos bíblicos de la creación dicen que “el Espíritu (en hebreo la Ruah) de Dios aleteaba sobre las aguas” (Génesis 1, 2) y que el Señor “formó al hombre de la tierra, sopló en su nariz y le dio vida” (Génesis 2, 7). La palabra ruah -en hebreo de género femenino- significa viento, aliento, soplo. En los Hechos de los Apóstoles se habla de un viento fuerte, en el Salmo 104 del aliento de Dios dador de vida, y en el pasaje del Evangelio según Juan 20, 19-23 escogido para este Domingo, del soplo de Jesús sobre sus discípulos para decirles: “reciban el Espíritu Santo”.

Hay otros signos que también emplea el lenguaje bíblico para referirse al Espíritu Santo:
- El fuego simboliza la energía divina que transforma, dinamiza, da luz y calor.
- El agua, signo de vida, expresa el nuevo nacimiento realizado en el Bautismo.
- El óleo o aceite de oliva, que significa fortaleza , se emplea en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, el Orden y la Unción de los Enfermos.
- La paloma (Génesis 8, 11), en el Bautismo de Jesús (Juan 1, 32) evoca al Espíritu que “aleteaba sobre las aguas” (Génesis 1, 2).
- Con la imposición de las manos, abiertas y unidas por los pulgares representando a un ave con las alas desplegadas, se expresa la comunicación del Espíritu Santo.

 + 2. El Espíritu Santo produce el nacimiento de la Iglesia e impulsa su desarrollo

Pentecostés es la fiesta del nacimiento de la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo compuesto por muchos y distintos miembros -todas las personas bautizadas-, animado por el Espíritu Santo, del que provienen, como dice san Pablo (1 Corintios 12, 3b-7. 12-13), los dones o carismas para realizar los servicios o ministerios que el Señor asigna según la vocación de cada cual. Estos dones son siete:

1. Sabiduría para conocer la voluntad de Dios y tomar las decisiones correctas.
2. Entendimiento para saber interpretar y comprender el sentido de la Palabra de Dios
3. Ciencia para saber descubrir a Dios en su creación y desarrollarla.
4. Consejo para orientar a otros cuando lo solicitan o necesitan ayuda.
5. Fortaleza para luchar sin desanimarnos a pesar de los problemas y las dificultades.
6. Piedad para reconocernos como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros.
7. Respeto a Dios (llamado también temor de Dios, pero con un sentido diferente del miedo), para evitar las ocasiones de pecado y cumplir a cabalidad sus mandamientos.

San Pablo dice (Romanos 8, 8-7) que el espíritu que recibimos en nuestro bautismo no es el de la esclavitud que nos llena de miedo, sino el de la libertad de los hijos de Dios, en virtud del cual podemos llamarlo papá, que es lo que significa abba, el término familiar con el que Jesús se dirigía a Dios Padre. Jesús mismo les había prometido a sus discípulos que Dios Padre enviaría en su nombre al Espíritu Santo, al que también llama “defensor” (Juan 14, 15-16.23b-26), el que está junto al creyente para darle fuerza. Esto fue lo que experimentaron los primeros cristianos en medio de las persecuciones que tuvieron que sufrir por causa de su fe. Y es también lo que nosotros podemos experimentar cuando, en las situaciones difíciles, reconocemos la presencia actuante del amor de Dios, que es justamente a lo que llamamos “Espíritu Santo”.

 + 3. El Espíritu Santo hace posible la comunicación gracias al lenguaje del amor

Toda la historia de la acción creadora, salvadora y renovadora de Dios es un paso de la incomunicación de Babel a la comunicación de Pentecostés. Cuando la intención es de dominación opresora, la consecuencia es una confusión total que impide el entendimiento entre las personas (Génesis 1-9); pero cuando la intención es compartir, construir una auténtica comunidad participativa en el amor, saliendo cada cual del egoísmo individualista, por obra del Espíritu de Dios se produce la verdadera comunicación (Hechos 2, 1-12).

Al celebrar la fiesta de Pentecostés, unidos en oración como los primeros discípulos lo estaban con María, la madre de Jesús, invoquemos la intercesión de nuestra Señora en este mes de mayo, y repitamos en nuestro interior la petición que antecede en la liturgia eucarística al Evangelio de este día: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.


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domingo, 12 de mayo de 2013

Solemnidad de la Ascensión del Señor - Ciclo "C" - Domingo 12 de Mayo de 2013 -

1ª Lectura (Hech 1, 1-11)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios. Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: "No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo". Los ahí reunidos le preguntaban: "Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?" Jesús les contestó: "A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra". Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (46)

R. Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
L. Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos; que el Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo. /R.
L. Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos. /R.
L. Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de nuestros cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo. /R.

2ª Lectura (Ef 1, 17-23)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los efesios
Hermanos: Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la Gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de reflexión para conocerlo. Le pido que les ilumine para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los suyos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los que confiamos en Él, por la eficacia de su fuerza poderosa. Con esta fuerza resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los ángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones, y por encima de cualquier persona, no sólo del mundo actual sino también del futuro. Todo lo puso bajo sus pies y a Él mismo lo constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y la plenitud del que lo consuma todo en todo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mt 28, 19-20)

R. Aleluya, aleluya.- Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 24, 46-53)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: "Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto". Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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“Ustedes deben dar testimonio de estas cosas” (Lucas 24, 46-53) - Mayo 12 de 2013

Texto: Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

En el libro de Jean Canfield y Mark Victor Hansen, Sopa de pollo para el alma, publicado en 1995, se cuenta una historia parecida a esta: Era una soleada tarde de domingo en una ciudad apartada de la capital del país. Un buen amigo mío salió con sus dos hijos a pasear un rato para aprovechar la belleza del paisaje y el aire fresco de la tarde. Llegaron a las afueras de la ciudad, donde estaba acampado un pequeño circo que ofrecía sus funciones con mucho éxito. Mi amigo le preguntó a sus hijos si querían disfrutar del espectáculo aquella tarde. Los niños, sin dudarlo, dieron un brinco de alegría y se dispusieron a gozar. Mi amigo se acercó a la ventanilla y preguntó: –¿Cuánto cuesta la entrada? – Diez mil pesos por usted y cinco mil por cada niño mayor de seis años – contestó el taquillero. – Los niños menores de seis años no pagan. ¿Cuántos años tienen ellos? – El abogado tiene tres y el médico siete, así que creo que son quince mil pesos – dijo mi amigo. – Mire señor – dijo el hombre de la ventanilla – ¿se ganó la lotería o algo parecido? Pudo haberse ahorrado cinco mil pesos. Me pudo haber dicho que el mayor tenía seis años; yo no hubiera notado la diferencia. – Sí, puede ser verdad – replicó mi amigo – pero los niños sí la hubieran notado.

Dar testimonio de las cosas de Dios en medio de este mundo, es la tarea que nos dejó el Señor antes de su Ascensión a los cielos. “Comenzando desde Jerusalén, ustedes deben dar testimonio de estas cosas. Y yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Pero ustedes quédense aquí, en la ciudad de Jerusalén, hasta que reciban el poder que viene del cielo. Luego Jesús los llevó fuera de la ciudad, hasta Betania, y alzando las manos los bendecía. Y mientras los bendecía, se apartó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de adorarlo, volvieron a Jerusalén muy contentos. (...)”.

En cada circunstancia de nuestra vida, tenemos que descubrir la mejor manera de dar testimonio del Señor. No siempre es fácil. Ya sea porque es más cómodo asumir actitudes distintas a las que se esperan de un seguidor del Señor, o porque nuestras limitaciones y nuestro pecado nos hacen incapaces para responder con amor, con perdón, con misericordia. Es especialmente difícil dar testimonio de las cosas de Dios delante de los que tenemos más cerca. Ellos nos conocen y saben muy bien dónde nos talla el zapato. En esos casos, tenemos que pedirle a Dios que nos regale su gracia para ser fieles.

Muchos hombres y mujeres, a lo largo de la historia de la Iglesia, han dado testimonio de las cosas de Dios, con su propia vida. A nosotros tal vez no se nos pida tanto. Pero, ciertamente, podemos escoger el camino fácil de pasar agachados cuando los demás esperan de nosotros un comportamiento coherente con nuestra vida cristiana, o asumir las consecuencias que trae el ser discípulos de un maestro que estuvo dispuesto a dar su vida por los demás, antes de apartarse del camino que Dios, su Padre, le señalaba.

El Señor nos dejó como sus representantes aquí en la tierra para continuar su obra en medio de nuestras familias y de la sociedad en la que vivimos. Pidámosle que en los momentos clave, seamos capaces de responder como él lo espera. Porque, aunque algunos no lo crean, la diferencia sí se nota...


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domingo, 5 de mayo de 2013

Domingo 6 de Pascua Ciclo "C" - 5 de Mayo de 2013 -

1ª Lectura (Hch 15, 1-2.22-29)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, vinieron de Judea a Antioquía algunos discípulos y se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban de acuerdo con la ley de Moisés, no podrían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; al fin se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más fueran a Jerusalén para tratar el asunto con los apóstoles y los presbíteros. Los apóstoles y los presbíteros, de acuerdo con toda la comunidad cristiana, juzgaron oportuno elegir a algunos de entre ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Los elegidos fueron Judas (llamado Barsabás) y Silas, varones prominentes en la comunidad. A ellos les entregaron una carta que decía: "Nosotros, los apóstoles y los presbíteros, hermanos suyos, saludamos a los hermanos de Antioquía, Siria, y Cilicia, convertidos del paganismo. Enterados de que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, los han alarmado e inquietado a ustedes con sus palabras, hemos decidido de común acuerdo elegir a dos varones y enviárselos, en compañía de nuestros amados hermanos Pablo y Bernabé, que han consagrado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. Les enviamos, pues, a Judas y a Silas, quienes les trasmitirán, de viva voz, lo siguiente: 'El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias. A saber: que se abstengan de la fornicación y de comer lo inmolado a los ídolos, la sangre y los animales estrangulados. Si se apartan de esas cosas, harán bien'. Los saludamos". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (66)

R. Que te alaben, Señor, todos los pueblos. Aleluya
L. Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora. /R.
L. Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad Tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones. /R.
L. Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos juntos. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero. /R.

2ª Lectura (Ap 21, 10-44.22-23)

Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan
Un ángel me transportó en espíritu a una montaña elevada, y me mostró a Jerusalén, la ciudad santa, que descendía del cielo, resplandeciente con la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una piedra preciosa, como el de un diamante cristalino. Tenía una muralla ancha y elevada, con doce puertas monumentales, y sobre ellas, doce ángeles y doce nombres escritos, los nombres de las doce tribus de Israel. Tres de estas puertas daban al oriente, tres al norte, tres al sur y tres al poniente. La muralla descansaba sobre doce cimientos, en los que estaban escritos los doce nombres de los apóstoles del Cordero. No vi ningún templo en la ciudad porque el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son el templo. No necesita la luz del sol o de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 14, 23)

R. Aleluya, aleluya.- El que me ama, cumplirá mi palabra, dice el Señor, y mi Padre lo amará y vendremos a él. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 14, 23-29)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: "Me voy, pero volveré a su lado'. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Solucionemos los conflictos de manera civilizada - Mayo 05 de 2013

Texto: Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

• Uno de los problemas más serios que se está viviendo en escuelas y colegios es el bullying o matoneo escolar. Se trata de las actitudes tiránicas o intimidatorias de uno o varios alumnos contra un compañero de clase. Estas actitudes violentas se expresan de muchas maneras: piden dinero para no golpearlo o divulgar alguna información confidencial; empujan; maltratan; humillan; hacen bromas de mal gusto, etc.

• Este problema no es nuevo. Lo que sí es nuevo es la utilización de las redes sociales como herramienta de tortura. Para un niño y para un adolescente es demoledor lo que se publica sobre ellos en Facebook o en Tweeter; estos comentarios hacen imposible la vida a sus víctimas, que pueden llegar al extremo del suicidio.

• Cuando analizamos esta preocupante conducta, identificamos dos factores: En primer lugar, se trata de unas relaciones sociales enfermas que se construyen desde el dominio o posición de fuerza, y no desde la igualdad y el respeto; en segundo lugar, se trata de un rechazo agresivo de las diferencias: se ensañan con su compañero de clase porque tiene un color diferente de piel o porque pertenece a otro estrato socio económico o porque habla de una manera particular o por su orientación sexual.

• Esta problemática, que es propia de las instituciones educativas, se nutre del mal ejemplo de los adultos. Es lamentable el espectáculo que ofrecen personajes de la vida nacional e internacional que recurren al matoneo contra sus adversarios políticos, y usan los medios de comunicación para descalificarse e insultarse, y para hacer circular rumores y chismes.

• Es natural que existan diferencias de opinión entre los seres humanos; más aún, el unanimismo no permite que las cosas cambien. Lo importante es que las diferencias se debatan de manera civilizada.

• Pues bien, la primera lectura que hemos escuchado, tomada de los Hechos de los Apóstoles, nos plantea una situación muy complicada que tuvo que afrontar la comunidad apostólica, por el choque de culturas y tradiciones. El apóstol Pablo asume la misión de anunciar la buena nueva de Jesús resucitado a los paganos. La fuerza de su palabra, su testimonio de vida y los milagros que hacía suscitaron muchas conversiones. Así, pues, la comunidad de la Iglesia se fue desarrollando a partir de dos colectivos muy distintos: los bautizados provenientes del judaísmo, y los bautizados provenientes del paganismo.

• Los que venían del judaísmo miraban con suspicacia a los paganos recién convertidos y pretendían imponerles algunos de sus ritos como un prerrequisito para abrazar la nueva fe y ser acogidos en la comunidad cristiana. Esta conflictiva situación está descrita en los Hechos de los Apóstoles: “Vinieron de Judea a Antioquía algunos discípulos y se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban de acuerdo con la ley de Moisés, no podían salvarse”. Recordemos que para los judíos, la circuncisión de los varones era signo de pertenencia al pueblo elegido; también tenían unas normas muy estrictas respecto a los alimentos; todo esto formaban parte de su identidad cultural.

• La comunidad apostólica estaba ante un problema muy serio, que podía herir de muerte la naciente Iglesia. El texto nos dice que esta exigencia de los discípulos que vinieron de Judea “provocó un altercado y una fuerte discusión con Pablo y Bernabé”. Lo interesante es destacar que fueron capaces de ir más allá de la discusión y dieron los pasos para encontrar una solución. De manera muy esquemática, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta la secuencia de los acontecimientos:
  - Una delegación de la comunidad de Antioquía, constituida por Pablo y Bernabé y algunos más, viaja a Jerusalén para tratar el asunto con los Apóstoles y presbíteros;
  - En Jerusalén se da el debate, y en él participan los líderes de la comunidad; el espíritu que anima a los participantes no es sacar su propia idea adelante sino acertar en lo que más conviniera a la construcción de la comunidad de fe;
  - Llegan a una decisión por consenso, que pondrá punto final al enfrentamiento, y definen una estrategia de comunicación que consiste en la redacción de un solemne documento y el envío de una delegación del más alto nivel.

• ¿Cuáles son los aprendizajes que nos deja esta crisis de la comunidad apostólica, que fue manejada adecuadamente?
  - En primer lugar, se afrontó la situación que era motivo de conflicto. Es frecuente que, en razón de conservar una armonía aparente, los temas difíciles se eviten y se pospongan las soluciones.
  - En segundo lugar, participaron en la discusión aquellas personas que eran líderes de la comunidad y tenían algo importante que decir.
  - En tercer lugar, hubo un manejo adecuado de las dos dimensiones que estaban un juego: los principios y las sensibilidades culturales. Por una parte, se tomó una decisión clara frente al principio que estaba en discusión: los paganos que solicitaban el bautismo no estaban sometidos a la circuncisión ni a la normatividad de la ley mosaica; después de esta afirmación doctrinal, se exhorta a los paganos convertidos a que sean muy cuidadosos en sus comportamientos cotidianos de manera que no incomoden a sus hermanos judíos convertidos que eran muy sensibles a la pureza ritual. En palabras nuestras, diríamos que las orientaciones dadas por Jerusalén tienen en cuenta los principios y la sensibilidad cultural, es decir, integran la doctrina y la pastoral.

• Es hora de terminar nuestra meditación dominical. El texto de los Hechos de los Apóstoles nos dice cómo solucionó la primera comunidad cristiana una difícil situación; en este texto encontramos elementos muy inspiradores para la solución de las tensiones dentro de la Iglesia y también en la sociedad civil. No debemos evadir los temas espinosos, sino que deben ser tratados por las personas que tienen capacidad de decisión; hay que permitir que se expresen las diversas posiciones y los argumentos que las respaldan, sin pretender acallar las voces discordantes; hay que buscar soluciones de consenso, de manera que no haya vencedores ni vencidos, sino que salga fortalecida la comunidad o la organización.


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