domingo, 30 de junio de 2013

Domingo 13 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 30 de Junio de 2013

1ª Lectura (1Re 19, 16.19-21)

Lectura del primer libro de los Reyes
En aquellos tiempos, el Señor le dijo a Elías: "Unge a Eliseo, el hijo de Safat, originario de Abel-Mejolá para que sea profeta en lugar tuyo". Elías partió luego y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de é1 trabajaban doce yuntas de bueyes y é1 trabajaba con la última. Elías  pasó junto a él y le echó encima su manto. Entonces Eliseo abandonó sus bueyes, corrió detrás de E1ías y le dijo: "Déjame dar a mis padres el beso de despedida y te seguiré". E1ías le contestó: "Ve y vuelve, porque bien sabes lo que ha hecho el Señor contigo". Se fue Eliseo, se llevó los dos bueyes de la yunta, los sacrificó, asó la carne en la hoguera que hizo con la madera del arado y la repartió a su gente para que se la comieran. Luego se levantó, siguió a Elías y se puso a su servicio. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (15)

R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
L. Protégeme, Dios mío pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que Tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. /R.
L. Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente; Tengo siempre presente al Señor y con Él a mi lado, jamás tropezaré. /R.
L. Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción. /R.
L. Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. /R.

2ª Lectura (Gál 5, 1. 13-18)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los gálatas
Hermanos: Cristo nos ha liberado para que seamos libres. Conserven, pues, la libertad, y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud. Su vocación hermanos, es la libertad. Pero cuiden de no tomarla como pretexto para satisfacer su egoísmo; antes bien, háganse servidores los unos de los otros por amor. Porque toda la ley se resume en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pues si ustedes se muerden y devoran mutuamente, acabarán por destruirse. Los exhorto, pues, a que vivan de acuerdo con las exigencias del Espíritu; así no se dejarán arrastrar por el desorden egoísta del hombre. Este desorden está en contra del Espíritu de Dios, y el Espíritu está en contra de ese desorden. Y esta oposición es tan radical, que les impide a ustedes hacer lo que querrían hacer. Pero si los guía el Espíritu, ya no están ustedes bajo el dominio de la ley. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (1 Sam  3, 9; Jn 6, 68)

R. Aleluya, aleluya.- Habla, Señor, que tu siervo te escucha. Tú tienes palabras de vida eterna. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 9, 51-62)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
Cuando ya se acercaba el tiempo en que: tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del Cielo para que acabe con ellos?” Pero Jesús se volvió hacia ellos y les reprendió. Después se fueron a otra aldea. Mientras iban de camino, alguien le dijo a Jesús: "Te seguiré a dondequiera que vayas". Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza". A otro, Jesús le dijo: "Sígueme". Pero él le respondió: "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú, ve y anuncia el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te Seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia". Jesús le contestó; "El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Eliseo, un hombre de fe que respondió con prontitud - Junio 30 de 2013

 + El tema central de la liturgia de este domingo es la disponibilidad para hacer la voluntad de Dios de manera inmediata. Eso lo expresan las lecturas de hoy en la figura de Eliseo, que responde al llamado que Dios le hace a través del profeta Elías, y en la firme determinación que expresa Jesús para dirigirse a Jerusalén, donde llevará a cumplimiento la misión que el Padre le ha confiado. En esta meditación dominical centraremos nuestra atención en Eliseo, a quien el Señor confía la delicada misión de ser profeta en medio de su pueblo.

 + El relato del Libro primero de los Reyes tiene como protagonistas a dos grandes figuras de la historia de Israel, los profetas Elías y Eliseo. Dios se comunica con Elías y le asigna una misión: “Unge a Eliseo, el hijo de Safat, originario de Abel-Mejolá, para que sea profeta en lugar tuyo”. Son unas instrucciones muy precisas, y Elías actúa de inmediato.

 + ¿Qué sabemos sobre Eliseo, elegido por Dios para ser profeta? El texto nos describe a un campesino que estaba dedicado a las faenas del campo: “Elías partió y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él trabajaban doce yuntas de bueyes y él trabajaba con la última”.

 + Quiero llamar la atención sobre la hoja de vida de Eliseo. Si nosotros hubiéramos sido los encargados de buscar una persona que asumiera la delicada tarea de ser profeta de Dios en medio de la comunidad, es probable que hubiéramos contratado los servicios de una empresa caza-talentos, que nos ayudara a identificar a los posibles candidatos; el perfil deseado sería el de una persona con sólidas capacidades de análisis para profundizar en los procesos sociales, identificar tendencias y hacer proyecciones; también hubiéramos pensado que necesitaría de habilidades para la comunicación, pues debería interactuar con los líderes de la comunidad a quienes haría partícipes de sus reflexiones y preocupaciones.

 + Eliseo carecía de estas competencias. Simplemente era un campesino que conocía bien su oficio de guiar una yunta de bueyes y cultivar la tierra. El Señor lo escogió, no por sus fortalezas académicas ni por su experiencia laboral ni por su elocuencia, sino porque era un hombre bueno, de profunda vida interior, dócil a la voluntad de Dios. Los seres humanos hacemos una lectura particular de la hoja de vida o currículum vitae de las personas; la lectura que hace Dios es diferente, pues busca otros rasgos y perfiles.

 + Elías no pronunció largos discursos para comunicar a Eliseo lo que Dios quería de él. Bastó con un gesto; nos dice el texto: “Elías pasó junto a él y le echó encima el manto”: Eliseo comprendió el mensaje y no dudó en su respuesta: “Eliseo abandonó sus bueyes, corrió detrás de Elías y le dijo: Déjame dar a mis padres el beso de despedida y te seguiré”.

 + Los invito a reflexionar sobre esta respuesta de Eliseo. Es inmediata, generosa, y asume las consecuencias laborales – dejar sus bueyes – y afectivas – despedirse de sus padres -. No estamos ante la respuesta apresurada de alguien que se deja convencer por el primero que le hace una propuesta; no es éste el caso de Eliseo. Estamos frente a un creyente que, consciente de las rupturas que afrontaba, da respuesta positiva a la invitación que Dios le hace a través de Elías; su disponibilidad no se apoyaba en la fragilidad de una ilusión, sino en la absoluta certeza y confianza en el Dios de la Alianza.

 + ¿Cómo nos hubiéramos sentido nosotros? Muy probablemente nos hubiéramos sentido perplejos, llenos de dudas: ¿qué pasaría con el campo que estábamos trabajando?, ¿quién se haría cargo de los bueyes?, ¿quién atendería a los padres viejos?, ¿por cuánto tiempo y bajo qué condiciones sería el trabajo que Dios pedía?

 + Llama profundamente la atención la facilidad y prontitud con que Eliseo cierra este capítulo de su vida y se abre a una nueva realidad. Tenemos que reconocer que los seres humanos, en general, tenemos dificultades para cerrar capítulos y empezar a escribir nuevas páginas en el libro de nuestra vida; tenemos la tentación de quedar atrapados en el pasado, dando vueltas a los recuerdos, aferrándonos a situaciones y a personas que ya no están; esto nos paraliza para actuar en el presente y proyectar el futuro.

 + Los que creemos en el Dios de la vida que se ha revelado en Jesucristo, no caminamos por la vida mirando hacia atrás, a lo que fue; dirigimos nuestra mirada hacia el mañana, escudriñando con atención para descubrir la voluntad de Dios que se va manifestando de múltiples maneras en el día a día.

 + La fe nos da la luz y la fuerza para elaborar duelos, curar heridas, aceptar realidades dolorosas, perdonar y pedir perdón, y así estar disponibles para recorrer los nuevos senderos que el Señor nos va mostrando. La pronta respuesta de ese campesino llamado Eliseo es un motivo de inspiración para los creyentes de todos los tiempos.


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domingo, 23 de junio de 2013

Domingo 12 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 23 de Junio de 2013 -

1ª Lectura (Za 12, 10-11: 13, 1)

Lectura del libro del profeta Zacarías
Esto dice el Señor: ”Derramaré sobre la descendencia de David y sobre los habitantes de Jerusalén, un  espíritu de piedad y de compasión y ellos volverán sus ojos hacia mí, a quien traspasaron con su lanza. Harán duelo, como se hace duelo por el hijo único y llorarán por él amargamente, como se  llora por la muerte del primogénito. En ese día será grande el llanto en Jerusalén, como el llanto en la aldea de Haddad-Rimón, en el valle de Meguido. En aquel día brotará una fuente para la casa de David y los habitantes de Jerusalén, que los purificará de sus pecados e inmundicias". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (62)

R. Señor mi alma tiene sed de Tí.
L. Señor, Tú eres mi Dios, a ti te busco, de ti está sedienta mi alma. Señor, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua. /R.
L. Para admirar tu gloria y tu poder, con este afán te busco en tu santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor te alabarán mis labios. /R.
L. Podré así bendecirte mientras yo viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma. Te alabaré con jubilosos labios. /R.

2ª Lectura (Gál  3, 26-29)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los gálatas
Hermanos: Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si  ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 10, 27)

R. Aleluya, aleluya.- Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; Yo las conozco y ellas me siguen. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 9, 18-24)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy Yo?” Ellos le contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Él les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.
Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.
Luego, dirigiéndose a la multitud les dijo: ”Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiere conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El Mensaje del Domingo - Junio 23 de 2013

 + 1.- Y ustedes, ¿quién dicen que soy? Pedro le respondió: -Eres el Mesías de Dios.

El contenido de la profesión de fe de Pedro constituye el tema central de la fe cristiana: reconocer que Jesús es el Mesías o el Cristo título proveniente respectivamente de los idiomas hebreo y griego, que significa Ungido, es decir, elegido y consagrado para realizar la misión de hacer presente en la tierra el Reino de Dios. Este título había cobrado un sentido especial desde los tiempos de los profetas del Antiguo Testamento, quienes anunciaron la promesa de un Salvador que sería ungido por Dios mismo para liberar al pueblo de Israel después de las experiencias dolorosas de la opresión y la esclavitud sufridas durante las distintas dominaciones extranjeras.

Por eso existía la tentación de esperar un Mesías guerrero, que por la fuerza de las armas recobraría el poder político derrotando al imperio opresor. Y por eso precisamente dice el Evangelio que Jesús, después de ser reconocido por Pedro como el Cristo o Mesías, “les encargó mucho que no dijeran esto a nadie”: para que no se confundiera su misión con la de un líder político. Este tipo de líder era el que anhelaban muchos en aquel tiempo, y por eso no les cabía en la cabeza a los primeros discípulos de Jesús que Él les hablara de su pasión y muerte, así agregara la referencia a la resurrección.

 + 2.- Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame.

Esta exhortación de Jesús a sus discípulos es diametralmente contraria a la tentación de una vida sin esfuerzo o del éxito fácil. Por eso, si queremos nosotros ser de verdad cristianos, es decir, seguidores de Cristo, tenemos que identificarnos con Él: salir cada cual de sí mismo renunciando a toda forma de egoísmo, para ponerse al servicio del Reino de Dios, reino de justicia, de amor y de paz, hasta las últimas consecuencias.

En la primera lectura de este domingo, tomada del libro del profeta Zacarías (12, 10-11; 13,1), Dios hace oír su Palabra diciendo: “Me mirarán a mí, a quien traspasaron”. Es un anuncio de lo que sucedería varios siglos después con Jesucristo crucificado y que precisamente evocaría el Evangelio según san Juan en su relato de la pasión del Señor. Pero la Palabra de Dios nos invita no sólo a dirigir nuestra mirada a la imagen de la herida causada por la lanza que traspasó el costado del cuerpo de Jesús crucificado y le hizo derramar hasta la última gota de su sangre, sino además a cargar también nosotros con nuestra cruz de cada día. En otras palabras: la pasión de Jesucristo y su muerte en la cruz no son presentadas por los Evangelios para que las contemplemos pasivamente. Los evangelistas las han narrado para que procuremos identificarnos con Aquél que dio su vida por nosotros y por toda la humanidad, y nos dispongamos a cargar nuestras cruces cotidianas. Cargar la cruz cada día significa estar dispuestos a asumir las dificultades que conlleva el diario existir para cada uno y cada una de nosotros.

Y también la exhortación de Jesús a cargar con nuestra cruz de cada día implica una invitación a buscar ayuda y dejarnos ayudar, cuando sentimos que el peso de esa cruz es una carga que no podemos soportar solos. Tenemos disponible la ayuda de Dios, pero ella nos puede llegar a través de personas de las que Él se sirve como instrumentos. Igualmente nosotros podemos ser instrumentos de Dios para ayudar a otros a llevar sus cruces, solidarizándonos con el dolor de los que sufren.

 + 3.- Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará

“Por el bautismo ustedes se han revestido de Cristo”, nos dice hoy la segunda lectura, tomada de la Carta de Pablo a la comunidad de los Gálatas (3, 26-29) en el Asia Menor, hoy Turquía. Revestirse de Cristo es precisamente identificarse con Él en su manera de pensar, en sus sentimientos, en sus actitudes. En otra de sus cartas, la dirigida a los Filipenses o integrantes de la primera comunidad cristiana de la ciudad de Filipos, en Macedonia, el mismo apóstol dice: “Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús, el cual, aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con Él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, una muerte en la cruz. Por eso Dios le dio el más alto honor…” (Filipenses 2, 5-11).

Por eso mismo, cuando Jesús les dice en el Evangelio a sus discípulos “el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará”, está refiriéndose a la enseñanza que Él mismo les va a dar con su propio testimonio, y que a través de lo que ellos contaron ha llegado hasta nosotros: que vale la pena entregar la vida por la causa de Cristo, que es la causa del verdadero amor, el que hizo que todo un Dios se hiciera un ser humano para hacer posible que la vida humana se hiciera partícipe de la vida divina, que es vida eterna.

¿Y qué es entregar la propia vida por causa de Cristo? Para unos fue y sigue siendo dar el supremo testimonio de morir por ser fieles a Él y a la misión que les ha dado (el término mártir proviene del griego y significa “el que da testimonio”). Para otros, y es el caso de la mayoría de los que siguen la invitación de Jesús, es disponerse cada día a esforzarse por dar lo mejor de sí mismos al servicio de los demás, que es precisamente la mayor gloria de Dios. Pidámosle entonces al Señor Jesús que nos dé la fuerza, la energía de su Espíritu Santo, para que a imagen y semejanza suya nos dispongamos a renunciar a toda forma de egoísmo y a tomar nuestra cruz de cada día, entregando nuestra vida al servicio de los demás. En la medida en que cada cual procure hacer esto, estaremos realizando lo que Jesús vino a traer a la tierra: el Reino de Dios: Reino de justicia, de amor y de paz.-


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domingo, 16 de junio de 2013

Domingo 11 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 16 de Junio de 2013 -

1ª Lectura (2ª Sam 12, 7-10.13)

Lectura del Segundo Libro de Samuel
En aquellos días, dijo el Profeta Natán al Rey David: “Así dice el Dios de Israel: 'Yo te consagré rey de Israel y te libré de las manos de Saúl, te confié la casa de tu Señor y puse sus mujeres en tus brazos;  te di poder sobre Judá e Israel, y si todo esto te parece poco, estoy dispuesto a darte todavía más. ¿Por qué, pues, has despreciado el mandato del Señor, haciendo lo que es malo a sus ojos? Mataste a Urías, el hitita, y tomaste a su esposa por mujer. A él lo hiciste morir por la espada de los amonitas. Pues bien, la muerte por espada no se apartará nunca de tu casa, pues me has despreciado, al apoderarte de la esposa de Urías, el hitita, y hacerla tu mujer'”.
David le dijo a Natán: “¡He pecado contra el Señor!”. Natán le respondió: “El Señor te perdona tu pecado. No morirás”. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (31)

R. Perdona, Señor, nuestros pecados
L. Dichoso aquel que ha sido absuelto de su culpa y su pecado. Dichoso aquel en el que Dios no encuentra ni delito ni engaño. /R.
L. Ante el Señor reconocí mi culpa, no oculté mi pecado. Te confesé, Señor, mi gran delito y tú me has perdonado. /R.
L. Por eso, en el  momento de la angustia, que todo fiel te invoque, y no lo alcanzarán las grandes aguas, aunque éstas se desborden. /R.
L. Alégrense con el Señor y regocíjense los justos todos, y todos los hombres de corazón sincero canten de gozo. /R.

2ª Lectura (Gál 2, 16.19-21)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los gálatas
Hermanos: Sabemos que el hombre no llega a ser justo por cumplir la ley, sino por creer en Jesucristo. Por eso también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por cumplir la ley. Porque nadie queda justificado por el cumplimiento de la ley. Por la ley estoy muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo. Vivo, pero ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Pues mi vida en este mundo la vivo en la fe que tengo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí. Así no vuelvo inútil la gracia de Dios, pues si uno pudiera ser justificado por cumplir la ley, Cristo habría muerto en vano. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (1ª Juan 4, 10)

R. Aleluya, aleluya.- Dios nos amó y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados. R. Aleluya.

Evangelio (Lc  7, 36 – 8, 3)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo  que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas bañaba sus pies, los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.
Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: “Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora”.
Entonces Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. El fariseo contestó: “Dímelo, Maestro”. Él le dijo: “Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más?”. Simón le respondió: “Supongo que aquel a quien le perdonó más”.
Entonces Jesús le dijo: “Haz juzgado bien”. Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, Yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama”. Luego le dijo a la mujer: “Tus pecados te quedan perdonados”.
Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: “¿Quién es este, que hasta los pecados perdona?”. Jesús le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz”.
Después de esto, Jesús comenzo a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que lo ayudaban con sus propios bienes. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El Mensaje del Domingo - Junio 16 de 2013

La pecadora arrepentida del evangelio de hoy suele ser identificada con María Magdalena (de Magdala), a quien nombra el evangelista Lucas al iniciar el capítulo siguiente de su Evangelio como una de las seguidoras de Jesús que, con los doce apóstoles, lo acompañaban mientras Él recorría la región de Galilea (Lc 8, 1-3). Sin embargo, no hay en el Evangelio ninguna indicación de que ella sea la misma mujer mencionada sin nombre en el relato de la comida de Jesús con Simón el fariseo.

Sea la misma o no, lo importante es lo que nos enseña Jesús mostrándonos cómo es la misericordia de Dios, y cómo debemos nosotros actuar si queremos ser sus auténticos seguidores. Meditemos, pues, en lo que constituye el mensaje central del Evangelio y las otras lecturas de este domingo [2 Samuel 12, 7-10.13; Salmo 32 (31); Gálatas 2, 16.19-21].

 + 1. La misericordia de Dios es acogida por quien reconoce su necesidad de salvación

Lo primero que resalta en el relato del Evangelio es el contraste entre lo que piensa el fariseo y la actitud de Jesús. Para el fariseo, aquella mujer ya estaba rotulada como una prostituta, y como tal merecía ser despreciada. Así piensan siempre quienes se creen superiores a los demás, y por eso para ellos las personas a las que consideran pecadoras no tienen posibilidad de redención. En cambio, el mensaje que nos comunica Jesús es que para cualquier persona, por más bajo que haya caído, si se reconoce necesitada de salvación y está dispuesta a cambiar su comportamiento, puede empezar un nuevo porvenir.
Dios nos ama, no porque nosotros seamos “buenos”, sino porque quiere liberarnos del pecado, ofreciéndonos siempre su perdón y la fuerza del Espíritu Santo para que podamos vivir de acuerdo con Él, que es Amor. Esto es lo que nos indica en la segunda lectura el texto de la Carta de Pablo a los Gálatas o primeros cristianos de Galacia, una comunidad que el mismo apóstol había formado en el Asia Menor durante uno de sus viajes misioneros (Ga 2, 16.19-21). Y esto mismo es lo que Jesús le enseña al fariseo al contarle la parábola de los deudores y el prestamista, refiriéndose al detalle de la gratitud. El fariseo pensaba que nada le debía a Dios, y por eso nada tenía que agradecerle. Pero la pecadora sí que tenía motivos para dar gracias.

 + 2. El sacramento de la reconciliación, signo de la misericordia de Dios

Varios de los elementos constitutivos del sacramento de la reconciliación -examen de conciencia, contrición de corazón o arrepentimiento, propósito de la enmienda, confesión, absolución, reparación- aparecen en las lecturas de hoy. En la primera, Dios le habla a David a través del profeta Natán, invitándolo a examinar su conciencia después del pecado que ha cometido al darle muerte al jefe de su ejército -“Urías el hitita”- para casarse con su mujer. Y David reconoce su pecado, se arrepiente y lo confiesa: he pecado contra el Señor. El salmo responsorial proclama dichoso quien es absuelto de sus culpas al reconocerlas y confesarlas.
En la segunda lectura, el apóstol Pablo relaciona la obtención de perdón con la fe en la misericordia de Dios revelada por Jesús. Y en el Evangelio, la pecadora confiesa con su actitud que está dispuesta a cambiar de vida, y recibe de Jesús la absolución: Tus pecados están perdonados. Falta explicitar la reparación (popularmente llamada “penitencia”), que consiste en procurar una compensación, en lo posible, del mal que se le haya causado a alguien; éste es el sentido precisamente de la relación entre verdad y reconciliación: reconocer uno su culpa ante la persona a quien ha ofendido, es ya en sí la manifestación de una voluntad de reparación.

 + 3. Ser seguidores de Jesucristo es estar siempre dispuestos a reconocernos pecadores, y también a perdonar como Él nos perdona

No es fácil pedir perdón a quienes se ha ofendido, sobre todo si son seres humanos. Con frecuencia es más difícil que perdonar, porque reconocer la propia culpas ante los demás supone una actitud de humildad, la de quien precisamente se reconoce necesitado de salvación. Pero también perdonar suele ser muy difícil, sobre todo cuando los sentimientos de rencor enceguecen y empujan a deseos de venganza.
Ambas caras de la moneda, pedir perdón y perdonar, las encontramos en la oración que Jesús nos enseñó para dirigirnos a Dios, nuestro Creador: en el Padre Nuestro pedimos perdón -y en la Eucaristía lo rezamos en comunidad, como también en comunidad hemos dicho al inicio de ella “Yo confieso ante Dios… y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho”; y luego, al decir “como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, manifestamos que nos comprometemos siempre a perdonar. Dispongámonos, pues, a realizar en nuestra vida lo que significa la oración que Jesús nos enseñó, para que nos identifiquemos cada vez más con los sentimientos del Corazón compasivo de nuestro Señor Jesucristo, cuya fiesta -la del Sagrado Corazón de Jesús-, celebró la Iglesia el viernes pasado. Y también lo que significa la oración a la madre de Dios, cuando en el Ave María le decimos “ruega por nosotros pecadores”.-


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domingo, 9 de junio de 2013

Domingo 10 Tiempo Ordinario - Ciclo "C" - 09 de Junio de 2013 -

1ª Lectura (1ª Re 17, 17-24)

Lectura del Primer Libro de Reyes
En aquellos días, cayó enfermo el hijo de la dueña de la casa en la que se hospedaba Elías. La enfermedad fue tan grave que el niño murió.  Entonces la mujer le dijo a Elías: ”¿Qué te he hecho yo, hombre de Dios? ¿Has venido a mi casa para que recuerde yo mis pecados y se muera mi hijo?”. Elías le respondió: “Dame acá a tu hijo“. Lo tomó del regazo de la madre, lo subió a la habitación donde él dormía y lo acostó sobre el lecho. Luego clamó al Señor: ”Señor y Dios mío, ¿es posible que también con esta viuda que me hospeda te hayas irritado, haciendo morir a su hijo?”. Luego se tendió tres veces sobre el niño y suplicó al Señor diciendo: “Devuélvele la vida a este niño”. El Señor escuchó la súplica de Elías y el niño volvió a la vida. Elías tomó al niño, lo llevó abajo y se lo entregó a su madre diciendo: ”Mira, tu hijo está vivo”. Entonces la mujer dijo a Elías: ”Ahora sé que eres un hombre de Dios y que tus palabras vienen del Señor”. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (29)

R. Te alabaré, Señor, eternamente.
L. Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tu, Señor, me salvaste de la muerte. /R.
L. Alaben al Señor los que lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad dura toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; y en la mañana, el júbilo. /R.
L. Escúchame Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. /R.

2ª Lectura (Gal 1, 11-19)

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Gálatas
Hermanos: Les hago saber que el Evangelio que he predicado, no proviene de los hombres pues no lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Ciertamente ustedes han  oído hablar de mi conducta anterior en el judaísmo, cuando yo perseguía encarnizadamente a la Iglesia de Dios, tratando de destruirla; deben saber que me distinguía en el judaísmo, entre los jóvenes de mi pueblo y de mi edad, porque los superaba en el celo de las tradiciones paternas. Pero Dios me había elegido desde el seno de mi madre, y por su gracia me llamó. Un día quiso revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos. Inmediatamente, y sin recibir ningún consejo humano y sin ir siquiera a Jerusalén  para ver a los apóstoles anteriores a mí, me trasladé a Arabia y después regresé a Damasco. Al cabo de tres años fui a Jerusalén, para ver a Pedro y estuve con él quince días. No vi a ningún otro de los apóstoles, excepto a Santiago el pariente del Señor. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Lucas 7, 16)

R. Aleluya, aleluya.- Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 7, 11-17)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se dirigió Jesús a una población llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se encontró que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la que acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el  Señor la vio se compadeció de ella y le dijo: “No llores”. Acercándose al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo Jesús: ”Joven, Yo te lo mando: levántate”. Inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar. Jesús  se lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y empezaron a glorificar a Dios, diciendo: ”Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”. La noticia de este hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Trabajemos por una cultura de la vida - Junio 09 de 2013


Después de escuchar las lecturas, nos sentimos conmovidos por la realidad que nos comunican. Estamos ante el sufrimiento de dos mujeres que pierden a sus hijos; como si esta pena no fuera suficiente, no tienen con quién compartir su tristeza pues ambas son viudas. Son dos situaciones muy diferentes, separadas en el tiempo; sin embargo, se da una respuesta común: al ver el dolor de estas mujeres, Elías y Jesús se conmueven y devuelven estos niños a la vida. Las lágrimas se convierten en sonrisas y acción de gracias a Dios por el don recibido.

Aunque se trata de episodios distantes en el tiempo, dejemos que resuenen en nuestro interior. Preguntémonos qué nos dice la Palabra de Dios que acabamos de escuchar. La lectura atenta de estos textos pone de manifiesto un tema humano y teológico de gran riqueza: la sensibilidad de Elías y Jesús ante la tristeza de estas madres. Este será el tema de nuestra meditación dominical.

Elías y Jesús se conmueven con las lágrimas que derraman estas dos madres por la muerte de sus hijos. Ellos entienden que no se trata de dos casos más, que suman dentro de las estadísticas de la mortalidad infantil; ellos comprenden la magnitud del dolor de estas mujeres. Elías y Jesús se ponen en su lugar e interpretan fielmente sus sentimientos. Esta sintonía se llama empatía o compasión, y es la capacidad de entender el dolor humano y actuar para mitigar su impacto o modificar las condiciones que lo han causado.

La empatía o compasión es una actitud que debe ser cultivada desde las primeras etapas del proceso educativo. Es lamentable que nuestra afectividad resulte anestesiada como consecuencia de la avalancha de eventos dolorosos que nos transmiten los medios de comunicación. No permitamos que la tragedia de una masacre o de un desplazamiento forzado o de una violación se conviertan en un dato más que entre a formar parte de las estadísticas, que nos deja insensibles.

Elías y Jesús, conmovidos por el dolor de estas mujeres, no se limitan a expresar unas frases convencionales de pésame – como es nuestra costumbre -, sino que pasan a la acción. Nos dice el texto que Elías “se tendió tres veces sobre el niño y suplicó al Señor diciendo: Devuélvele la vida a este niño”. El evangelio de Lucas reproduce las palabras de Jesús, que nos sorprenden por la autoridad que manifiestan: “Joven, yo te lo mando, levántate”.

¿Qué es lo que queremos destacar en la actuación de Elías y Jesús? Su empatía o compasión ante el dolor de estas mujeres los llevó a actuar de manera que los hijos volvieron a la vida. Obviamente, ellos tenían unos dones especialísimos; pero no estamos subrayando su poder milagroso, sino su actitud. La empatía o compasión ante el dolor humano no nos puede dejar atrapados en la respuesta puramente afectiva de solidaridad, sino que debe inspirar acciones que, en la medida de nuestras posibilidades, traten de modificar la situación que produce dolor. Algunas personas tienen la posibilidad de incidir de manera importante sobre las causas y modificarlas; otras personas tiene menor capacidad de influjo; pero lo importante es estar convencidos de que siempre es posible hacer algo, más allá de las simples palabras de cercanía y solidaridad.

Como seguidores de Cristo Resucitado, vencedor de la muerte y del pecado, ¿qué iniciativas podemos poner en práctica de manera que esa realidad nueva que inaugura la Pascua del Señor, impregne todas las estructuras sociales? ¿Qué hacer para que la cultura de la vida supere la realidad de muerte que nos rodea?
   - Si queremos que la vida triunfe sobre la muerte, debemos trabajar por la familia. En su interior se forman los futuros ciudadanos; en la familia se desarrollan las actitudes básicas que nos acompañarán a lo largo de la vida; en la familia aprendemos la ternura o aprendemos a maltratar a los demás; en la familia aprendemos a respetar a los demás o aprendemos a atropellar la dignidad humana. La acción más eficaz para erradicar la anti-cultura de la muerte y reemplazarla por una cultura de la vida es fortalecer la familia, pues allí es donde se siembran las semillas de los principios y valores.
   - Si queremos que la vida triunfe sobre la muerte, tenemos que intervenir en los procesos educativos. La educación de calidad es la inversión más importante de una sociedad, pues ofrece la oportunidad de desarrollar las habilidades y competencias que permitirán a los niños y jóvenes realizarse como personas, como ciudadanos y les dará las herramientas para acceder al mundo del trabajo. El modelo educativo condiciona el tipo de sociedad: si en las instituciones educativas promovemos un espíritu competitivo egoísta, esto se reflejará en la vida económica y social. Por eso el triunfo de la vida sobre la muerte exige un sistema educativo que forme en los valores éticos, en el respeto del bien común, en la honradez y que forme para el trabajo en equipo.

Es hora de terminar nuestra meditación dominical, que ha estado inspirada en la empatía o compasión manifestada por Elías y Jesús ante el dolor de estas madres que lloraban la pérdida de sus hijos. La empatía o compasión los motivó a intervenir de manera que triunfara la vida sobre la muerte. La Pascua de Cristo es el triunfo definitivo sobre la muerte y el pecado; es responsabilidad nuestra esforzarnos para que esta dinámica de vida se manifieste en todas las actividades que realizamos. Esto se logra trabajando por las familias y por la educación, que son las instituciones que tienen mayor influencia en la formación ética, afectiva y social de los seres humanos.


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domingo, 2 de junio de 2013

Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo - Ciclo "C" Domingo 2 de Junio de 2013

1ª Lectura (Gn 14, 18-20)

Lectura del libro del Génesis
En aquellos días Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo, y bendijo a Abram, diciendo: "Bendito sea Abram de parte del Dios Altísimo, creador de cielos y tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos". Y Abram le dio el diezmo de todo lo que había rescatado. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (109)

R. Tú eres Sacerdote para siempre.
L. Esto ha dicho el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha; Yo haré de tus contrarios el estrado donde pongas los pies". /R.
L. Extenderá el Señor desde Sión tu cetro poderoso y dominarás al enemigo. /R.
L. Es tuyo el señorío; el día en que naciste en los montes sagrados, te consagró el Señor desde el alba /R.
L. Juró el Señor y no ha de retractarse: "Tú eres Sacerdote para siempre, como Melquisedec". /R.

2ª Lectura (1ªCor 11,  23-26)

Lectura de la Primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios
Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: Que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: "Este cáliz es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él". Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Secuencia

Al Salvador alabemos, que es nuestro Pastor y guía. Alabémoslo con himnos y canciones de alegría.
Alabémoslo sin límites y con nuestras fuerzas todas; pues tan grande es el Señor, que nuestra alabanza es poca.
Gustosos hoy aclamemos a Cristo, que Él es nuestro pan, pues Él es el Pan de  Vida, que nos da Vida inmortal.
Doce eran los que cenaban y les dio pan a los doce. Doce entonces lo comieron, después, todos los hombres.
Sea plena la alabanza y llena de alegres cantos; que nuestra alma se desborde en todo un concierto santo.
Hoy celebramos con gozo la gloriosa institución de este banquete divino, el banquete del Señor.
Esta es la nueva Pascua, Pascua del Unico Rey, que termina con la alianza tan pesada de la ley.
Esto nuevo, siempre nuevo, es la luz de la verdad, que sustituye a lo viejo con reciente claridad.
En aquella última cena Cristo hizo la maravilla de dejar a sus amigos el memorial de su vida.
Enseñados por la Iglesia, consagramos pan y vino, que a los hombres nos redimen, y dan fuerza en el camino.
Es un dogma del cristiano que el pan se convierte en carne, y lo que antes era vino queda convertido en sangre.
Hay cosas que no entendemos, pues no alcanza la razón; mas si las vemos con fe, entrarán al corazón.
Bajo símbolos diversos y en diferentes figuras, se esconden ciertas verdades maravillosas, profundas.
Su sangre es nuestra bebida; su carne, nuestro alimento; pero en el pan o en el vino Cristo está todo completo.
Quien lo come, no lo rompe, no lo parte ni divide; Él es el todo y la parte; vivo está en quien lo recibe.
Puede ser tan sólo uno el que se acerca al altar, o pueden ser multitudes: Cristo no se acabará.
Lo comen buenos y malos, con provecho diferente; no es lo mismo tener vida que ser condenado a muerte.
A los malos les da muerte y a los buenos les de vida. ¡Qué efecto tan diferente tiene la misma comida!
Si lo parten, no te apures; sólo parten lo exterior; en el mínimo fragmento entero late el Señor.
Cuando parten lo exterior, sólo parten lo que has visto; no es una disminución de la persona de Cristo.
El pan que del cielo baja es comida de viajeros, es un pan para los hijos. ¡No hay que tirarlo a los perros!
Isaac, el inocente, es figura de este pan, con el cordero de Pascua y el misterioso maná.
Ten compasión de nosotros, buen pastor, pan verdadero. Apaciéntanos y cuídanos y condúcenos al cielo.
Todo lo puedes y sabes, pastor de ovejas, divino. Concédenos en el cielo gozar la herencia contigo. Amén.

Aclamación antes del Evangelio (Juan 6, 51))

R. Aleluya, aleluya.- Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este Pan vivirá para siempre. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 9, 11-17)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos. Cuando caía la tarde, los Doce Apóstoles se acercaron a decirle: "Despide a la gente para que vayan a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario". Él les contestó: "Denles ustedes de comer". Pero ellos le replicaron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente". Eran como cinco mil varones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta". Así lo hicieron, y todos se sentaron. Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, para que ellos los distribuyeran entre la gente. Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El Mensaje del Domingo - Junio 02 de 2013

La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que comenzó a celebrarse en la ciudad belga de Lieja en el año 1246, fue extendida en el 1264 a toda la Iglesia Católica por el papa Urbano IV para proclamar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía y contrarrestar así el error de quienes, en aquella época -como también ocurre hoy-, la negaban y decían que el pan y el vino consagrados eran simplemente un símbolo conmemorativo de la última cena del Señor con sus discípulos. Esta fiesta constituye para nosotros una oportunidad de reflexionar sobre el sentido de nuestra fe en la Eucaristía.

 + 1. La Eucaristía es sacrificio y sacramento

La Eucaristía es el memorial que no sólo recuerda, sino actualiza el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, nuestro Redentor. La primera lectura (Génesis 14, 18-20) relata el encuentro entre el patriarca Abraham y el rey y sacerdote Melquisedec (nombre que en hebreo significa rey justo, y cuyo reino, Salem, está relacionado lingüísticamente con la paz -shalom- y corresponde a la antigua ciudad de Jerusalén, que significa lugar de paz). Este personaje simbólico del Antiguo Testamento, que le ofrece a Abraham pan y vino, es para nosotros una prefiguración de nuestro Señor Jesucristo, quien en la última cena con sus discípulos la víspera de su pasión se ofreció a sí mismo como mediador de una nueva alianza entre Dios y la humanidad para hacer posible en la historia humana el reino de Dios, que es reino de justicia y de paz.

En la segunda lectura (1 Corintios 11, 23-26), el texto más antiguo que se conoce del relato de la institución de la Eucaristía, el apóstol san Pablo dice que cada vez que comemos del pan y bebemos del vino consagrados en memoria de Jesucristo, anunciamos su muerte redentora. En efecto, como sacramento, la Eucaristía es por excelencia el signo eficaz de la acción salvadora de Dios mediante su Palabra hecha carne, su Hijo Jesucristo, quien nos comunica su propia vida entregada y resucitada.

 + 2. En la Eucaristía se hace realmente presente Jesucristo resucitado

La presencia de Cristo en la Eucaristía no es aparente, es real. Pero esta realidad no es la de un fenómeno material verificable por los sentidos, sino la de un misterio de orden espiritual, sólo captable por la fe. Esa presencia espiritual suya después de su muerte y resurrección, nos invita Jesús a reconocerla en las especies de pan y vino consagradas con el rito y las palabras que Él mismo, en la última cena antes de su pasión, les dijo a sus primeros discípulos que repitieran después en conmemoración suya.

En este sentido, el pan y el vino, en virtud de la consagración así realizada, se convierten para nosotros, gracias a la acción de su Espíritu Santo, en la presencia viva de Jesús. Él es, de esta manera, la Palabra de Dios hecha carne que nos alimenta no sólo con sus enseñanzas, sino con su propia vida entregada y resucitada que está siempre disponible para nosotros en lo que llamamos el Santísimo Sacramento. Tal es el sentido de las hostias consagradas que se guardan en el sagrario para nuestra adoración, y para la comunión de quienes, por enfermedad u otra razón, no pueden participar presencialmente en la celebración eucarística.

 + 3. Celebrar la Eucaristía es expresar que queremos ser una verdadera comunidad

El Evangelio según san Lucas nos trae hoy el relato del milagro de la multiplicación de los panes y peces, realizado por Jesús cerca de la ciudad de Cafarnaum, a orillas del lago de Galilea. Este relato contiene una referencia muy significativa a lo que debe ser para nosotros el sacramento de la Eucaristía: el signo de que queremos ser una verdadera comunidad, en la que se parte el pan para compartirlo y así alimentarnos todos de la presencia y la vida de Jesús, que es la presencia y la vida misma de Dios, que es Amor.

En efecto, el mensaje central del relato de la multiplicación de los panes y peces consiste en que, donde hay una disposición generosa a compartir lo que se tiene, aunque haya poco alcanza para todos y hasta sobra. En cambio, donde unos no quieren hacer partícipes a otros de lo que tienen, sino que se encierran en su egoísmo individualista, aunque haya muchos recursos sólo los disfrutan muy pocos, mientras la mayoría padece hambre y miseria. Esto último es lo que sucede en donde reina la ley del más fuerte y del “sálvese quien pueda”, opuesta diametralmente al Reino de Dios.

Al celebrar hoy la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, démosle gracias al Señor por su presencia real entre nosotros en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, y dispongámonos, con la ayuda de su gracia, a realizar en nuestra vida cotidiana lo que celebramos en este sacramento, para que, compartiendo con los necesitados los bienes materiales y espirituales, se realice cada vez más entre nosotros la presencia de Dios que es Amor, y seamos una verdadera comunidad. Sólo así daremos un testimonio eficaz de la fe que proclamamos.


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