domingo, 25 de agosto de 2013

Domingo 21 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 25 de Enero de 2013 -

1ª Lectura (Is 66, 18-21)

Lectura del libro del profeta Isaías
Esto dice el Señor: "Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua. Vendrán y verán mi gloria. Pondré en medio de ellos un signo, y enviaré como mensajeros a algunos de los supervivientes hasta los países más lejanos y las islas más remotas, que no han oído hablar de Mí ni han visto mi gloria, y ellos darán a conocer mi Nombre a las naciones. Así como los hijos de Israel traen ofrendas al templo del Señor en vasijas limpias, así también mis mensajeros traerán, de todos los países, como ofrenda al Señor, a los hermanos de ustedes a caballo, en carro, en literas, en mulos y camellos, hasta mi monte santo de Jerusalén. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (116)

R. Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
L. Que alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos. /R.
L. Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre. /R.

2ª Lectura (Hb 12, 5-7. 11-13)

Lectura de la Carta a los hebreos
Hermanos: Ya se han olvidado ustedes de la exhortación que Dios les dirigió, como a hijos, diciendo: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Porque el Señor corrige a los que ama, y da azotes a sus hijos predilectos. Soporten, pues, la corrección, porque Dios los trata como a hijos; ¿y qué padre hay que no corrija a sus hijos? Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y de santidad. Por eso, robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas vacilantes; caminen por un camino plano, para que el cojo ya no se tropiece, sino más bien se alivie. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 4, 6)

R. Aleluya, aleluya.- Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre, si no es por Mí, dice el Señor. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 13, 22-30)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?" Jesús le respondió: "Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues Yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: '¡Señor, ábrenos!' Pero él les responderá: 'No sé quiénes son ustedes' Entonces le dirán con insistencia: 'Hemos comido y bebido contigo y Tú has enseñado en nuestras plaza'. Pero él replicará:'Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de Mí todos ustedes los que hacen el mal'. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera. Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - 25 de agosto de 2013 - Domingo XXI del tiempo ordinario - Ciclo C -

La respuesta que le da Jesús a quien está interesado en saber si son pocos los que se van a salvar, es muy diferente de los cálculos matemáticos. Jesús aprovecha lo que se le pregunta para invitar a quienes lo escuchan a no quedarse en especulaciones, sino a esforzarse por lograr la salvación. Meditemos en lo que esta invitación significa para nosotros, teniendo en cuenta también lo que nos dicen los textos de Isaías 66, 18-21 (primera lectura) y de la Carta a los Hebreos 12, 5-7. 11-13 (segunda lectura).

"Esfuércense en entrar por la puerta angosta"

El Evangelio comienza diciendo que Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos mientras se dirigía a Jerusalén. Había en sus murallas una puerta muy angosta llamada “El Ojo de la Aguja”, a la cual se refiere Jesús en otro lugar de los evangelios indicando la exigencia de desprenderse de la carga de las riquezas materiales para pasar por ella: Es más fácil para un camello pasar por el ojo de la aguja, que para un rico entrar en el Reino de los Cielos (Mt 19, 24). El texto de Lucas en el Evangelio de hoy parece hacer alusión precisamente a esto, y el paralelo de Mateo nos habla no sólo de la puerta, sino también del camino: ancha es la puerta y espacioso el camino que conduce a la ruina; pero ¡qué angosta es la puerta y qué escabroso el camino que conduce a la salvación! (Mateo 7, 13-14).
La auténtica felicidad sólo podemos conseguirla desapegándonos de todo lo que nos estorba, es decir, de los afectos desordenados que nos impiden caminar y pasar por la puerta que nos conduce a la salvación.

"No sé de dónde son ustedes. ¡Aléjense de mí todos los malhechores!"

Entre quienes oían a Jesús cuando pasaba predicando por ciudades y pueblos, había escribas o doctores de la ley, fariseos que se preciaban de pertenecer al pueblo escogido (como puede deducirse del versículo 31 del mismo capítulo 13 del Evangelio de Lucas, que sigue inmediatamente al pasaje de este domingo: ("También entonces llegaron algunos fariseos, y le dijeron a Jesús: -Vete de aquí..."). Ellos consideraban que ya tenían asegurada la salvación, simplemente por ser descendientes de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, de quienes provenía la nación de Israel, y por cumplir unos ritos externos a los cuales habían reducido el sentido de la ley de Dios promulgada antiguamente por Moisés.
Pero no sólo ellos. También entre los primeros discípulos de Jesús existió la tentación, y persiste todavía entre nosotros, de pensar que por pertenecer a la Iglesia, por haber participado con frecuencia en la Eucaristía (hemos comido y bebido contigo), por haber oído sus enseñanzas (tú has enseñado en nuestras plazas), ya tenemos asegurada la salvación. Nada de eso. No bastan los ritos, ni los rezos, ni haber escuchado la Palabra de Dios. Hay que llevarla a la acción, lo cual muchas veces resulta difícil, sobre todo cuando esa acción implica renunciar a nuestro egoísmo y desprendernos de los apegos que impiden en nuestra vida el reinado de Dios, el cumplimiento de su voluntad.

"Los últimos serán primeros y los primeros serán últimos"

Esta frase, que aparece varias veces dicha por Jesús en los evangelios, puede entenderse mejor si la relacionamos con la primera lectura: "Ahora vengo a reunir a los paganos de todos los pueblos y de todos los idiomas". Cuando Jesús dice que los últimos serán los primeros, se precisamente a esos paganos, también llamados "gentiles" (en el hebreo bíblico "goyim"), a quienes los fariseos y doctores de la ley que se creían santos rechazaban y despreciaban relegándolos al último plano por no pertenecer racialmente a la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob. Lo que Jesús quiere decir es que aquellos “gentiles” que estuvieran dispuestos a escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica iban a ser los primeros beneficiarios de la acción salvadora de Dios por estar abiertos a Él. En cambio, quienes se preciaban de ser depositarios y beneficiarios únicos de las promesas del Señor y pensaban que éstas se cumplirían en ellos simplemente porque pertenecían al pueblo escogido y realizaban los ritos de una tradición religiosa que consideraban superior a las demás, quedarían en último lugar sin poder entrar en el Reino de Dios.
Esta es entonces la lección que nos trae la Palabra del Señor este domingo: tenemos que esforzarnos para lograr la verdadera felicidad, desapegándonos de todo cuanto nos impide caminar por la senda difícil que nos conduce a la salvación y pasar por la puerta estrecha que nos permite el acceso al Reino de Dios. Señor Jesucristo, Maestro y Salvador nuestro, danos la fuerza de tu Espíritu para poner en práctica tus enseñanzas y así poder entrar en el Reino de los cielos, que es el reino de la felicidad eterna al cual tú mismo nos invitas. Amén.-


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domingo, 18 de agosto de 2013

Domingo 20 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 18 de Agosto de 2013 -

1ª Lectura (Jr 38, 4-6. 8-10)

Lectura del libro del profeta Jeremías
Durante el sitio de Jerusalén, los jefes que tenían prisionero a Jeremías dijeron al rey: "Hay que matar a este hombre, porque las cosas que dice desmoralizan a los guerreros que quedan en esta ciudad y a todo el pueblo. Es evidente que no busca el bienestar del pueblo, sino su perdición". Respondió el rey Sedecías: "Lo tienen ya en sus manos y el rey no puede nada contra ustedes". Entonces ellos tomaron a Jeremías y, descolgándolo con cuerdas, lo echaron en el pozo del príncipe Melquías, situado en el patio de la prisión. En el pozo no había agua, sino lodo, y Jeremías quedó hundido en el lodo. Ebed-Mélek, el etíope, oficial de palacio, fue a ver al rey y le dijo: "Señor, está mal hecho lo que estos hombres hicieron con Jeremías, arrojándolo al pozo, donde va a morir de hambre". Entonces el rey ordenó a Ebed-Mélek: "Toma treinta hombres contigo y saca del pozo a Jeremías antes de que muera". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (39)

R. Señor, date prisa en ayudarme.
L. Esperé en el Señor con gran confianza; Él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. /R.
L. Del charco cenagoso y la fosa mortal me puso a salvo; puso firmes mis pies sobre la roca y aseguró mis pasos. /R.
L. Él me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos se conmovieron al ver esto y confiaron también en el Señor. /R.
L. A mí, tu siervo, pobre y desdichado, no me dejes, Señor, en el olvido. Tú eres quien me ayuda y quien me salva; no te tardes, Dios mío. /R.

2ª Lectura (Hb 12, 1-4)

Lectura de la carta a los Hebreos
Hermanos: Rodeados, como estamos, por la multitud de antepasados nuestros, que dieron prueba de su fe, dejemos todo lo que nos estorba; librémonos del pecado que nos ata, para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe. Él, en vista del gozo que se le proponía, aceptó la cruz, sin temer su ignominia, y por eso está sentado a la derecha del trono de Dios. Mediten, pues, en el ejemplo de Aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores, y no se cansen ni pierdan el ánimo, porque todavía no han llegado a derramar su sangre en la lucha contra el pecado. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 10, 27)

R. Aleluya, aleluya. -Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor, Yo las conozco y ellas me siguen. R. Aleluya.

Evangelio (Luc 12, 49-53)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo ¡y cómo me angustio mientras llega! ¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Encuentros con la palabra - Domingo 18 de agosto de 2013

Un viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla, con sus nietos, acerca de la vida. Los niños querían saber sobre muchas cosas; cómo ser buenas personas, por qué había personas malas, por qué tenían intenciones no muy buenas, etc. Él les dijo: "Una gran pelea esta ocurriendo dentro de mi; es entre dos lobos. Uno de los lobos es maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor, avaricia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo, competencia, superioridad, egolatría. El otro es bondad, alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, dulzura, generosidad, benevolencia, amistad, empatía, verdad, compasión, y fe. Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes también, y dentro de casi todos los seres de la tierra." Lo pensaron por un minuto, y uno de los niños le preguntó a su abuelo: "¿Cuál de los lobos ganará?" Y el viejo cacique respondió, “simplemente... el que alimentes".

Esta historia del viejo cacique revela la lucha que existe en nuestro propio interior y en el mundo entero. Hay dos fuerzas enfrentadas entre sí, que se disputan nuestras decisiones. Una de ellas tiene origen en Dios y la otra en el pecado. Jesús nos dice que no ha venido a traer paz a la tierra entre estas dos fuerzas, él ha venido a traer fuego. “Porque de hoy en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra su hijo y el hijo contra su padre; la madre contra su hija y la hija contra su madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

Jesús no está hablando aquí de castigos o maldiciones a la humanidad. Está hablando de esta lucha que nos atraviesa interiormente y que atraviesa todas nuestras relaciones. Jesús no quiere una paz mal entendida entre estas fuerzas que se disputan nuestras decisiones y que lo hacían tambalear a él mismo: “Tengo que pasar por una terrible prueba, y ¡cómo sufro hasta que se lleve a cabo!” Una paz a cualquier precio es un error descomunal. Ya sea entre grupos sociales, entre nuestras propias tendencias interiores, o en la relación de una pareja. Esa paz a cualquier precio ha hecho que muchas veces nos hayamos hecho cómplices del mal en el mundo. No podemos ser neutrales ante cualquier conflicto. Seguir a Jesús, supone tomar partido por la justicia, el amor, la comunión...

Por esto, la pregunta de los nietos del cacique también la podríamos hacer nosotros hoy al Señor: “¿Cuál de los dos lobos ganará? Y la sabia respuesta del abuelo, será la que recibiremos: “Ganará el lobo que tu mismo alimentes en tu interior”. Cuál es el lobo que tu estás alimentando...


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domingo, 11 de agosto de 2013

Domingo19 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 11 de Agosto de 2013

1ª Lectura (Sb 18, 6-9)

Lectura del libro de la Sabiduría.
La noche de la liberación pascual fue anunciada con anterioridad a nuestros padres, para que se confortaran al reconocer la firmeza de las promesas en que habían creído. Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y el exterminio de sus enemigos. En efecto, con aquello mismo con que castigaste a nuestros adversarios nos cubriste de gloria a tus elegidos. Por eso, los piadosos hijos de un pueblo justo celebraron la Pascua en sus casas, y de común acuerdo se impusieron esta ley sagrada, de que todos los santos participaran por igual de los bienes y de los peligros. Y ya desde entonces cantaron los himnos de nuestros padres. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (32)

R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
L. Que los justos aclamen al Señor; es propio de los justos alabarlo. Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, dichoso el pueblo que eligió por suyo. /R.
L. Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida. /R.
L. En el Señor está nuestra esperanza, pues Él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado. /R.

2ª Lectura (Hb 11, 1-2. 8-19)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los hebreos
Hermanos: La Fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores. Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar. Todos ellos murieron firmes en la fe. No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria; pues si hubieran añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a ella todavía. Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les tenía preparada una ciudad. Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mateo 24, 42.44)

R. Aleluya, aleluya.- Estén preparados porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del Hombre. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 12, 32-48)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón. Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos. Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, se estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre". Entonces Pedro le preguntó a Jesús: "¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?" El Señor le respondió: "Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. Pero si este siervo piensa: 'Mi amo tardará en llegar' y empieza a maltratar a los criados y a las criadas, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales. El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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“Dichosos ellos, si los encuentra despiertos aunque llegue a la medianoche” (Lucas 12, 32-48) - Agosto 11 de 2013

Hablando de lo que es la iluminación, Anthony de Mello dice lo siguiente: “Es como un vagabundo de Londres que se estaba acomodando para pasar la noche. A duras penas había conseguido un pedazo de pan para comer. Entonces llegó a un malecón, junto al río Támesis. Estaba lloviznando, y se envolvió en su viejo abrigo. Ya iba a dormirse cuando de repente se acercó un Rolls-Royce manejado por un conductor. Una hermosa joven descendió del automóvil y le dijo: – Mi pobre hombre, ¿va a pasar la noche en este malecón? – Sí – le contestó el vagabundo. – No lo permitiré – le dijo ella –. Usted se viene conmigo a mi casa y va a pasar la noche cómodamente y a tomar una buena cena. La joven insistió en que subiera al automóvil. Bien, salieron de Londres, y llegaron a un lugar en donde ella tenía una gran mansión con amplios jardines. Los recibió el mayordomo, a quien la joven le dijo: “Jaime, cerciórese de que a este hombre lo lleven a las habitaciones de los sirvientes y lo traten bien”. Y Jaime obró como le dijo ella. La joven se había preparado para dormir y estaba a punto de acostarse cuando recordó a su huésped. Entonces se puso algo encima y fue hasta las habitaciones de los sirvientes. Vio una rendija de luz en la habitación en la que acomodaron al vagabundo. Llamó suavemente a la puerta, la cual abrió, y encontró al hombre despierto. Le dijo: – ¿Qué sucede, buen hombre, no le dieron una buena cena? – Nunca había comido tan bien en mi vida, señora – le contestó el vagabundo. – ¿Está usted bien caliente? – Sí, la cama es hermosa y está tibia. – Tal vez usted necesita compañía – le dice ella –. Córrase un poquito. Se le acercó, y él se movió hacia un lado, y cayó directo al Támesis...

Eso es la iluminación. Estar despiertos. Vivimos muchas veces sumidos en nuestros sueños y olvidamos la bella y cruda realidad. Quisiéramos que las cosas fueran distintas, que los problemas no existieran, que los conflictos se resolvieran de una vez y para siempre. Pero este tipo de vida hace que no seamos capaces de reconocer el paso de Dios por nuestras vidas. Por esto hay que mantenerse despiertos. Esto es lo que quería decir el Señor cuando le dice a sus discípulos: “Sean como criados que están esperando a que su amo regrese de un banquete de bodas, preparados y con las lámparas encendidas, listos para abrirle la puerta tan pronto como llegue y toque. Dichosos los criados a quienes su amo, al llegar, encuentre despiertos. Les aseguro que el amo mismo los hará sentarse a la mesa y se dispondrá a servirles la comida. Dichosos ellos, si los encuentra despiertos aunque llegue a la medianoche o de madrugada”.

No sabemos ni el día ni la hora. Con frecuencia el Señor nos sorprende. “Si el dueño de una casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría que nadie se metiera en su casa a robar. Ustedes también estén preparados; porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperan”. El Señor nos invita a estar preparados para saber descubrir las señales de su presencia que todos los días nos rayan la pupila de tanto mirarlas. Y todavía preguntamos, ¿dónde está el Señor? ¿cómo descubrirlo? ¿cómo sentir su presencia? Por estar soñando, no vemos lo evidente. Pidamos al Señor que nos regale la gracia de permanecer despiertos, que no vivamos anestesiados y adormilados ante la vida. No sea que nos suceda lo que le sucedió al mendigo, que por estar cómodamente viviendo en nuestros sueños, caigamos directamente al Támesis...


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domingo, 4 de agosto de 2013

Domingo 18 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 4 de Agosto de 2013 -

1ª Lectura (Qo 1, 2; 2, 21-23)

Lectura del libro del Eclesiástico (Qohélet)

Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión. Hay quien se agota trabajando y pone en ello todo su talento, su ciencia y su habilidad, y tiene que dejárselo todo a otro que no lo trabajó. Esto es vana ilusión y gran desventura. En efecto, ¿qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos y afanes bajo el sol? De día dolores, penas y fatigas; de noche no descansa. ¿No es también eso vana ilusión?. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (89)

R. Señor, ten compasión de nosotros.
L. Tú haces volver al polvo a los humanos, diciendo a los mortales que retornen. Mil años son para ti como un día, que ya pasó; como una breve noche. /R.
L. Nuestra vida es tan breve como un sueño semejante a la hierba, que despunta y florece en la mañana y por la tarde se marchita y se seca. /R.
L. Enséñame a ver lo que es la vida y seremos sensatos. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener compasión de tus siervos? ¿Hasta cuándo?. /R.
L. Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda. Que el Señor bondadoso nos ayude y dé prosperidad a nuestras obras. /R.

2ª Lectura (Col 3, 1-5. 9-11)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los colosenses

Hermanos: Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos juntamente con Él. Den muerte, pues, a todo lo malo que hay en ustedes: la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos y la avaricia, que es una forma de idolatría. No sigan engañándose unos a otros; despójense del modo de actuar del viejo yo y revístanse del nuevo yo, el que se va renovando conforme va adquiriendo el conocimiento de Dios, que lo creó a su propia imagen. En este orden nuevo ya no hay distinción entre judíos y no judíos, israelitas y paganos, bárbaros y extranjeros, esclavos y libres, sino que Cristo es todo en todos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mateo 5, 3)

R. Aleluya, aleluya.-
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 12, 13-21)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas

A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Pero Jesús le contestó: “Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?” Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”. Después les propuso esta parábola: “Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’ Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.
 
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El Mensaje del Domingo - Agosto 04 de 2013

 + 1. Guárdense de toda clase de codicia

Jesús no desaprovechaba las ocasiones que se le presentaban para invitar a sus interlocutores a orientar su vida en la onda del Reino de Dios. En esta ocasión, ante la solicitud que le hace “uno del público” pidiéndole que le ordene a su hermano repartir su herencia con él, lo invita no sólo a no tratar a Dios como un juez o un árbitro de quien esperamos fallos favorables a nuestros propios intereses materiales, sino también a descubrir lo que significa la verdadera riqueza. Y es precisamente éste el sentido de la parábola del granjero codicioso y avaro, con la cual, en definitiva, le dio Jesús una respuesta positiva a su interlocutor yendo mucho mas allá de lo que este le pedía.

La enseñanza concreta del pasaje evangélico de este domingo nos muestra una interesante consonancia con el texto bíblico de libro del Eclesiastés (en hebreo “Cohelet” -el Predicador-), del cual está tomada la primera lectura (Ecl. 1,2; 2,21-23): Vanidad de vanidades, todo es vanidad... Se trata de una reflexión sobre la codicia, que en definitiva tiene como resultado la avaricia, uno de los llamados “siete pecados capitales”, consistente en el afán desmedido de acumular bienes materiales, que lleva a quien se deja llevar de él a la esclavitud de la ambición de poseer.

 + 2. “Lo que has acumulado, ¿de quién será?”

Las cuentas que comenzó a hacer el hombre rico de la parábola son una muestra de lo que ocurre cuando una persona se deja llevar por la ambición de acumular riquezas materiales. Es significativo cómo en sus cálculos sólo entra él, nadie más. Por ninguna parte aparece en su mente la idea de compartir sus bienes o de hacer algo productivo por los demás, ni siquiera por sus seres queridos, pues parece que ni los tiene. Es un perfecto egoísta que solo piensa en sí mismo:

“Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”. Por eso la pregunta que le hace Dios al final, tiene la finalidad de bajarlo de esa nube: Lo que has acumulado, ¿de quién será? Es una pregunta que lo invita a volver a la realidad y reconocer lo transitorio de la vida y, a partir de este reconocimiento, cambiar su mentalidad.

El Salmo 90 (89), escogido para la liturgia eucarística de este domingo, contiene una petición que va también en consonancia con la enseñanza del Evangelio: Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. En otras palabras, se trata de una petición de sabiduría parar reconocer que la vida presente es transitoria, y que por tanto lo que verdaderamente importa es aprovecharla, no para acumular riquezas materiales que en definitiva son pasajeras y no podremos llevarnos al más allá, sino para enriquecernos con los bienes espirituales, que sí tienen un valor eterno.

 + 3. “Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico ante Dios”

En la segunda lectura de este domingo, tomada de la carta san Pablo a los Colosenses (3, 1-5.9-11), el apóstol les hace una invitación que es también para todos nosotros: “Aspiren a los bienes de arriba, no a los de la tierra (…) No sigan engañándose unos a otros. Despójense de la vieja condición humana, con sus obras, y revístanse de la nueva condición”. Entre las características de la “vieja condición”, que corresponde a “todo lo terreno” que hay en nosotros, san Pablo enumera precisamente “la codicia y la avaricia”.

Pero hay un detalle muy significativo: cuando se refiere a la avaricia, dice que es una idolatría. En efecto, quien se deja esclavizar por la ambición de poseer se convierte en adorador del falso dios dinero. ¡Qué lamentable es la vida de quienes se postran ante este ídolo, entregándole y sacrificándole todo, dejándose arrastrar hacia la corrupción, la traición a la familia y a los amigos, la explotación de las personas, hasta llegar incluso a la violencia y a los crímenes mas abominables, todo para satisfacer los caprichos de la ambición de poseer y acumular riquezas materiales! En nuestro país, esta forma de idolatría la vemos a diario, incentivada específicamente por el narcotráfico.

Qué despreciable es en definitiva la vida del codicioso, del avaro, del tacaño o cicatero de quien puede decirse, cuando le ha llegado la hora de la muerte, los que expresan estos versos populares:

Ahí va el cicatero en un ataúd. / Gastó su salud buscando dinero.
Gastó su dinero buscando salud. /Ahí va el cicatero en un ataúd.

“Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico ante Dios”, termina diciendo Jesús al concluir la parábola en el Evangelio de hoy. ¿Y qué es ser rico ante Dios”. Para responder a esta pregunta, conviene tener en cuenta los versículos que siguen en el mismo capítulo 12 del texto de Lucas, en los que Jesús nos invita a no andar afligidos por la búsqueda de lo material como si fuera el fin supremo de la vida, sino a buscar ante todo el Reino de Dios compartiendo la creación con los necesitados. Porque si buscamos primero que todo el Reino de Dios, que es reino de justicia, de amor y de paz, lo demás vendrá por añadidura (Lc 12, 2-34).-


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