domingo, 27 de octubre de 2013

Domingo 30 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 27 de Octubre de 2013 -

1ª Lectura (Si 35, 15-17. 20-22)

Lectura del libro del Eclesiástico
El Señor es un Juez que no se deja impresionar por apariencias. No menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las súplicas del oprimido. No desoye los gritos angustiosos del huérfano ni las quejas insistentes de la viuda. Quien sirve a Dios con todo su corazón es oído y su plegaria llega hasta el Cielo. La oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el Altísimo lo atiende y el Justo Juez le hace justicia. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (33)

R. El Señor no está lejos de sus fieles.
L. Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo. /R.
L. En contra del malvado está el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo. Escucha, en cambio, al hombre justo y lo libra de sus congojas. /R.
L. El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. Salva el Señor la vida de sus siervos. No morirán quienes en Él esperan. /R.

2ª Lectura (2ª Tim 4, 6-8. 16-18)

Lectura de la Segunda Carta del Apóstol  San Pablo a Timoteo
Querido hermano: Para mí ha llegado la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida, con la que el Señor, Justo Juez, me premiará en aquel día, y no solamente a mí, sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento. La primera vez que me defendí ante el tribunal, nadie me ayudó. Todos me abandonaron. Que no se les tome en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos. Y fui librado de las fauces del león. El Señor me seguirá librando de todos los peligros y me llevará salvo a su Reino Celestial. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (2ª Co 5, 19)

R. Aleluya, aleluya. -Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 18, 9-14)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: "Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias'. El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: 'Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador'. Pues bien, Yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


http://homilia.org/lecturas.htm

Encuentros con la palabra - Domingo XXX del tiempo ordinario - Ciclo C - Domingo 27 de octubre de 2013

“(...) por considerarse justos, despreciaban a los demás”

Cuentan que un hombre que iba creciendo en su vida espiritual, llegó un momento en el que se dio cuenta de que era santo... En ese mismo instante, retrocedió todo el camino que había recorrido y tuvo que volver a comenzar desde cero. Cuando una persona va trabajando intensamente en su proceso de crecimiento espiritual, tiene que cuidarse de dos amenazas: la primera es perder la esperanza y pensar que nunca va a alcanzar la meta. La segunda, no menos peligrosa, es pensar que ya llegó. Las dos situaciones son igualmente nocivas. Ambas producen un estancamiento en el camino espiritual.

La parábola que Jesús nos cuenta este domingo, fue dicha para “algunos que, seguros de sí mismos por considerarse justos, despreciaban a los demás”. Dice Jesús que “dos hombres fueron al templo a orar: el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma. El fariseo, de pie, oraba así: ‘Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, malvados y adúlteros, ni como ese cobrador de impuestos. Yo ayuno dos veces a la semana y te doy la décima parte de todo lo que gano’. Pero el cobrador de impuestos se quedó a cierta distancia, y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ‘¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” Dos actitudes que representan formas distintas de presentarse ante Dios. La primera, del que se siente justificado y seguro; cree que su comportamiento corresponde al plan de Dios; esta persona piensa que no necesita crecer más; tal como está, merece el premio para el cual ha venido trabajando intensamente. La segunda, del que se siente en camino, con muchas cosas por mejorar; se sabe necesitado de Dios y de su gracia; se sabe incompleto, en construcción.

La conclusión de Jesús es que el “cobrador de impuestos volvió a su casa ya justo, pero el fariseo, no. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”. Esta es la lógica del reino de Dios. Una lógica que contradice nuestra manera de pensar. Hay que reconocer que es bueno ser conscientes de nuestros avances y logros; ciertamente, es sano saber que nos comportamos bien y que nuestra manera de obrar está de acuerdo con el plan de Dios. Todo esto coincide con una sana autoestima, tan valorada recientemente por algunas corrientes psicológicas. Pero no debemos olvidar que esta actitud puede llevarnos a perder de vista lo que nos falta por avanzar en el propio camino espiritual; y, por otro lado, puede producir una actitud de desprecio por aquellos que, por lo menos aparentemente, van un poco más atrás.

Por otra parte, si vivimos en la verdad, reconociendo nuestros propios límites, sabiendo que no estamos terminados, tendremos siempre la alternativa del crecimiento; podremos avanzar siempre más adelante. Cuando acogemos nuestra frágil humanidad, en toda su complejidad de luces y sombras, y somos conscientes de nuestros defectos, comienza en ese mismo momento a generarse el proceso de la sanación interior. No hay sanación que no pase por el propio reconocimiento del límite. Esto supone mantener siempre activa la esperanza para seguir caminando, aunque todavía sintamos que nos falta mucho para llegar al final de nuestro crecimiento espiritual. Tan peligroso para nuestra vida es dejar de caminar, como pensar, antes de tiempo, que ya llegamos.


http://www.jesuitas.org.co/homilia.html?homilia_id=896

domingo, 20 de octubre de 2013

Domingo 29 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 20 de Octubre de 2013 -

1ª Lectura (Ex 17, 8-13)

Lectura del libro del Exodo
Cuando el pueblo de Israel caminaba a través del desierto, llegaron los amalecitas y lo atacaron en Refidim. Moisés dijo a Josué: Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con la vara de Dios en la mano. Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec: Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía bajada, vencía Amalec. Y como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa y acabó con ellos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (120)

R. El auxilio me viene del Señor, que hizo el Cielo y la Tierra.
L. Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. /R.
L. No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel. /R.
L. El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. /R.
L. El Señor te guarda de todo mal, Él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre. /R.

2ª Lectura (2ª Tim 3, 14-4, 2)

Lectura de la Segunda Carta del apóstol San Pablo a Timoteo
Querido hermano: Permanece firme en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste, y que desde niño conoces la Sagrada Escritura: ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. Toda la Sagrada Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté enteramente preparado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, te pido encarecidamente, por su venida en gloria: proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y sabiduría. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Hebreos 4, 12)

R. Aleluya, aleluya.- La Palabra de Dios es viva y eficaz y descubre los pensamientos e intenciones del corazón. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 18, 1-8)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, les propuso esta parábola: Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario"; por mucho tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia". Dicho esto Jesús comentó: "Si así pensaba el juez injusto, ¿creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que encontrará Fe sobre la tierra?". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


http://www.homilia.org/lecturas.htm

Encuentros con la palabra - Domingo XXIX del tiempo ordinario - Ciclo C - Domingo 20 de octubre de 2013

“(...) orar siempre sin desanimarse”

Hace algunos meses recibí este mensaje: “No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada, jalándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita seas! Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años. Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que solo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y coherente y saben esperar el momento adecuado”.

”De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En esos momentos, que todos tenemos, recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que, en tanto no bajemos los brazos ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, si está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice. El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia. Tiempo... Cómo nos cuestan las esperas. Qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos... Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi... nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué... Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés... ¿Para qué?”

La parábola de la viuda y el juez, que nos trae hoy la liturgia de la Palabra es un bello ejemplo de esto, aplicado a la vida de oración del cristiano: “Había en un pueblo un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. En el mismo pueblo había también una viuda que tenía un pleito y que fue al juez a pedirle justicia contra su adversario. Durante mucho tiempo el juez no quiso atenderla, pero después pensó: ‘Aunque ni temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, como esta viuda no deja de molestarme, la voy a defender, para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia’. Y el Señor añadió: ‘Esto es lo que dijo el juez malo. Pues bien, ¿acaso Dios no defenderá a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Les digo que los defenderá sin demora. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?” La propuesta del Señor es que tratemos de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación. Estamos llamados a gobernar aquella toxina llamada impaciencia; la misma que nos envenena el alma con sus prisas y afanes de cada día. Si no conseguimos lo que anhelamos, no deberíamos desesperarnos... quizá sólo estemos echando raíces...


http://www.jesuitas.org.co/homilia.html?homilia_id=892

domingo, 6 de octubre de 2013

Domingo 27 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 6 de octubre de 2013

1ª Lectura (Hab 1, 2-3; 2, 2-4)

Lectura del libro del Profeta Habacuc
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches, y denunciaré a gritos la violencia que reina, sin que vengas a salvarme? ¿Por qué me dejas ver la injusticia y te quedas mirando la opresión? Ante mí no hay más que asaltos y violencias, y surgen rebeliones y desórdenes. El Señor me respondió y me dijo: "Escribe la visión que te he manifestado, ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido. Es todavía una visión de algo lejano, pero que viene corriendo y no fallará; si se tarda, espéralo, pues llegará sin falta. El malvado sucumbirá sin remedio; el justo, en cambio, vivirá por su fe”. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (94)

R. Señor, que no seamos sordos a tu voz
L. Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a Él, llenos de júbilo, y démosle gracias. /R.
L. Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor que nos hizo, pues Él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo; Él es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas. /R.
L. Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de Mí, aunque habían visto mis obras". /R.

2ª Lectura (2ª Tim 1, 6-8. 13-14)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a Timoteo
Querido hermano: Te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación. No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, que estoy preso por su causa. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Conforma tu predicación a la sólida doctrina que recibiste de mí acerca de la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Guarda este tesoro, con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (1ª Pedro 1, 25)

R. Aleluya, aleluya.- La Palabra de Dios permanece para siempre. Y ésa es la palabra que se les ha anunciado. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 17, 5-10)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". El Señor les contestó: "Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', y los obedecería. ¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: 'Entra enseguida y ponte a comer'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú’? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación? Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: 'No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer'". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


http://www.homilia.org/lecturas.htm

El mensaje del domingo - Domingo XXVII del tiempo ordinario - Ciclo C - Domingo 06 de octubre de 2013

Tanto el Evangelio como las otras lecturas bíblicas de este domingo, tomadas éstas del libro del profeta Habacuc (1, 2-3; 2, 2-4) y de la segunda carta del apóstol San Pablo a Timoteo (1, 6-8.13-14), giran en torno a la fe y la humildad. La fe es una de las tres virtudes “teologales” o referidas a Dios, junto con la esperanza y la caridad. La humildad es una virtud moral opuesta al pecado capital de la soberbia o arrogancia de quienes se creen superiores a los demás.

 + 1. “Si tuvieran fe como un granito de mostaza...”

Los apóstoles le piden a Jesús que les aumente la fe, y Él aprovecha esta petición para decirles que si esa virtud la tuvieran siquiera en un grado mínimo -de ahí la imagen del grano de mostaza, que es la más pequeña de todas las semillas-, lograrían lo que parece imposible, como hacer, con sólo dar la orden, que cambie de lugar un árbol -o un monte, como dicen los textos paralelos de los evangelistas Mateo y Marcos, de donde proviene el conocido refrán “la fe mueve montañas”-.

Ahora bien, la verdadera fe no consiste en repetir un credo o recitar fórmulas rituales, sino en adherirnos de corazón a Dios sin dejarnos amilanar por los problemas. En la primera lectura, el profeta Habacuc (1, 2-3; 2, 2-4) experimenta la tentación del desánimo porque al verse rodeado de violencia y sufrimiento parece no ser escuchado por Dios, y la respuesta a su clamor es una invitación a creer: el justo vivirá por la fe. Con frecuencia nosotros tenemos la tentación de desanimarnos ante las dificultades y caer en el pesimismo. La fe auténtica implica todo lo contrario: creer en la posibilidad de salir adelante, confiando en Dios que nos creó (Salmo 94), que quiere nuestro bien y para quien nada es imposible.
Pero esto no nos exime de poner cuanto esté de nuestra parte. La verdadera fe es a la vez confianza en Dios y en uno mismo: confianza en Dios como si todo dependiera de Él, pero haciendo nuestro trabajo como si todo dependiera de nosotros. Esta misma fe animó al apóstol Pablo a no tener miedo a la persecución ni a los duros trabajos del Evangelio, como él mismo lo dice en la segunda lectura (2 Timoteo 1, 6-8.13-14).

 + 2. "Somos unos pobres servidores, hemos hecho lo que teníamos que hacer. "

Jesús nos invita igualmente a ser humildes. El granito de mostaza puede ser también una imagen de la humildad. Pero Jesús agrega otra: la del servidor que no exige lo que no le corresponde. Los términos humildad y humanidad provienen del latín humus: el barro de la tierra. Reconocer lo que uno es como criatura, no es minusvalorarse o considerarse inferior a los demás, sino sencillamente aceptar nuestra realidad de seres humanos.

Por eso, al hacer la voluntad de Dios, Jesús nos dice que en lugar de esperar honores reconozcamos sencillamente que hemos cumplido con nuestro deber. Esto es lo que Él mismo nos enseñó con su ejemplo: siendo Dios se hizo humano y servidor, y en otro pasaje del mismo Evangelio de Lucas les dijo a sus discípulos: “¿Quién es el mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve” (Lucas 22, 27).

 + 3. Pidamos los dones de la fe y de la humildad

Pidámosle al Señor, como sus apóstoles, que nos aumente la fe. No la falsa fe consistente en creencias vacías sin repercusión en la vida concreta, sino la auténtica que Jesús nos invita a tener: adherirnos a Dios confiando en él y poner en práctica, sin desanimarnos ante los problemas, las capacidades que Él mismo nos ha dado.

Y pidámosle asimismo que nos haga humildes, reconocedores de nuestra realidad de creaturas. Invoquemos para ello la intercesión de María, la madre de Jesús, que se llamó a sí misma la humilde servidora del Señor (Lucas 1, 38.48). Y la de tantos otros santos y santas que se distinguieron por su humildad. En este mes de octubre la Iglesia conmemora a tres especialmente significativos: El día 1º a la religiosa francesa Santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897), proclamada patrona universal de las misiones en razón de haber ofrecido su tuberculosis por la obra misionera de la Iglesia; el día 4 al italiano San Francisco de Asís (1182-1226), que le dio a la orden religiosa que fundó el nombre de “frailes menores” -hermanos menores-, pues quería que sus integrantes fueran los servidores de todos y buscaran siempre los sitios más humildes, y solía decir: "Soy tan sólo lo que soy ante Dios"; y el día 15 a la española Santa Teresa de Jesús (1515-1582), de quien vale recordar algunas de su frases, que también dejó por escrito: “La humildad es la verdad”. “La medida verdadera de nuestra proximidad a Dios, es la humildad” “El humilde se contenta con lo que le toca: si se trata de servir, sirve; si le toca trabajar fuerte, lo hace, y si le dan regalos, con admiración y agradecimiento los recibe, aunque piensa que no le corresponden. Todas sus acciones y pensamientos le parecen insignificantes para tan gran Señor.”

Hagamos finalmente nuestra la oración de Santa Teresita del Niño Jesús para alcanzar la humildad: Tú, Señor, conoces mi debilidad. Cada mañana tomo la resolución de practicar la humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso, quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en ti. Ya que tú lo puedes todo, haz que nazca en mi alma la virtud que deseo. ¡Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo!-


http://www.jesuitas.org.co/homilia.html?homilia_id=881