domingo, 28 de diciembre de 2014

28 de Diciembre de 2014, Fiesta de la Sagrada Familia - Santos Inocentes Martires

Primera Lectura: Eclesiástico 3,2-6.12.14 

"El que teme al Señor honra a sus padres"
Dios hace al padre más responsable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.

Salmo Responsorial: 127 

"Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos."
R: Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. R.
Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. R.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. R.

Segunda Lectura: Colosenses 3,12-21 

"La vida de familia vivida en el Señor"
Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.

Evangelio: Lucas 2,22-40 

"El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría"
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, [de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones." Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: "Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma." Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.


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Domingo después de la Navidad - Ciclo B - Diciembre 28 de 2014, La Sagrada Familia

La Iglesia nos invita este domingo inmediatamente posterior a la celebración del nacimiento de Jesús, a meditar sobre la Sagrada Familia compuesta por Él, María y José. Detengámonos en algunos aspectos que nos presentan los textos bíblicos correspondientes, y tratemos de aplicarlos a nuestra vida, cuando en este tiempo de Navidad cobra especial importancia el sentido de las relaciones familiares.

 + 1. María y José presentan al niño Jesús en el Templo y se van con él a Nazaret 

En este relato del evangelista Lucas cabe destacar tres aspectos significativos:
- El acatamiento a la Ley de Moisés en el contexto religioso de Israel, que ordenaba a los padres consagrar a Dios a su primer hijo varón, presentándolo en el Templo de Jerusalén a los 40 días de su nacimiento. Junto con esta presentación se realizaba un rito de purificación que correspondía a la costumbre de considerar que quienes habían tenido un hijo quedaban contaminados después del embarazo y el parto. Aun tomando en cuenta estos ritos como un símbolo religioso de la época, ni María ni José necesitaban ser purificados de contaminación alguna, pero cumplen con la ley como israelitas piadosos. Tampoco el niño Jesús necesitaba ser ritualmente consagrado a Dios, pues era Dios mismo hecho hombre, pero el hecho de haberlo llevado María y José al Templo para presentárselo al Creador, fue un signo premonitorio de lo que iba a ser su ofrenda redentora al Padre Celestial en el altar de la cruz.
- En el relato evangélico de la presentación de Jesús en el Templo se destaca un detalle muy significativo: la ofrenda de dos tórtolas o pichones de paloma que llevaron María y José al Templo era la propia de los pobres, pues a las personas acomodadas o ricas les estaba ordenado ofrecer una oveja o una cabra, según lo prescrito al respecto en el libro del Levítico (5, 5-7) del Antiguo Testamento. Una muestra más de lo que quiere resaltar el Evangelio de Lucas: la condición humana que quiso tomar Dios hecho hombre en Jesús fue precisamente la de los pobres, y por eso la Sagrada Familia, modelo de toda familia humana, es una familia humilde y sencilla.
- Y el establecimiento de la Sagrada Familia en la pequeña aldea de Nazaret, en la región de Galilea, al norte de Israel. De allí habían partido hacia Belén María y José para obedecer el edicto del censo ordenado 40 días antes por el emperador Octavio César Augusto. Ahora regresan con su hijo recién nacido, que se desarrollará en el seno de una familia campesina, aprendiendo de José el oficio de carpintero y formándose como un trabajador fuerte y vigoroso, pero asimismo inteligente y lleno de sabiduría, no sólo la divina que tenía como Dios, sino también la humana, adquirida durante 30 años gracias a la formación que seguramente le hicieron posible sus padres, no obstante la pobreza y sencillez en que vivían.

 + 2. Honra a tu padre y a tu madre 

Tanto la 1a lectura, tomada de un libro del Antiguo Testamento escrito hacia el año 180 a. C. y llamado de Ben Sirac o Eclesiástico (3, 3-7.14-17 a), como la 2a, de la carta escrita entre los años 57 y 62 d. C. por san Pablo a la comunidad de los Colosenses (3, 12-21), habitantes de la pequeña población de Colosas, en el Asia Menor, nos recuerdan el cuarto mandamiento de la Ley de Dios: “Honrarás a tu padre y a tu madre”.
Ahora bien, en la 2a lectura encontramos un detalle interesante: la exhortación de Pablo a los padres a que traten a sus hijos como personas que merecen respeto (“padres, no exasperen a sus hijos”), tiene una actualidad especial en nuestro país, donde la violencia intrafamiliar -en especial el maltrato infantil- es una de las manifestaciones más frecuentes de la injusticia social. Así, pues, el cuarto mandamiento de la Ley de Dios no es sólo para los hijos con respecto a sus padres. Implica también que éstos sepan ganarse el respeto de sus hijos, con el testimonio de su ejemplo de buen trato.

 + 3. La Sagrada Familia y la auténtica familia cristiana 

La segunda lectura nos presenta también todo un programa para la realización de la vida familiar. Resalta en este programa la disposición a la comprensión y al perdón, indispensable para la armonía entre esposos y entre padres e hijos. Es en el seno de la familia donde se aprende a pedir perdón y a perdonar, con todo lo que ello implica en términos de reconciliación y a la vez de disposición a enmendarse y reparar los males causados. Si no existe en el hogar esta experiencia, muy difícilmente se darán después en la persona las disposiciones necesarias para contribuir a la convivencia pacífica.
Pero además el texto bíblico nos presenta una doble referencia a la “Acción de Gracias”, término que corresponde en griego a la palabra Eucaristía. La Misa de los domingos y días festivos debe ser constante en la vida familiar, además de la oración diaria en familia, a la hora compartir el alimento, dándole gracias al Señor por él y pidiéndole que nos disponga a compartir lo que tenemos con los más necesitados.
Dispongámonos entonces a participar en familia y con la debida frecuencia en la celebración del sacramento de la Eucaristía, que no sólo nos da la oportunidad a todos de escuchar en comunidad lo que nos dice el Señor en las sagradas escrituras, sino también de ser alimentados con la vida resucitada de Jesús, que nos fortalece espiritualmente para seguir el ejemplo de la Sagrada Familia.-


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domingo, 21 de diciembre de 2014

Domingo 4 Adviento Ciclo "B" - 21 de Diciembre de 2014

1ª Lectura (2Sam 7, 1-5.8-12.14.16)

Lectura del Segundo Libro de Samuel
Tan pronto como el rey David se instaló en su palacio y el Señor le concedió descansar de todos los enemigos que lo rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: "¿Te has dado cuenta de que yo vivo en una mansión de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una tienda de campaña?" Natán le respondió: "Anda y haz todo lo que te dicte el corazón, porque el Señor está contigo". Aquella misma noche habló el Señor a Natán y le dijo: "Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto: '¿Piensas que vas a ser tú el que me construya una casa para que yo habite en ella? Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas, para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo lo que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los hombres más famosos de la tierra. Le asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré allí para que habite en su propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no lo oprimirán más, como lo han venido haciendo desde los tiempos en que establecí Jueces para gobernar a mi pueblo, Israel. Y a ti, David, te haré descansar de todos tus enemigos. Además, Yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mi y tu trono será estable eternamente'". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (88)

R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
L. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: "Mi amor es para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos”. /R.
L. Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: "Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente". /R.
L. Él me podrá decir: "Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le hice". /R.

2ª Lectura (Rom 16, 25-27)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
Hermanos: A aquel que puede darles fuerzas para cumplir el Evangelio que yo he proclamado, predicando a Cristo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos, y que ahora, en cumplimiento del designio eterno de Dios, ha quedado manifestado por las Sagradas Escrituras, para atraer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios Único, infinitamente sabio, démosle gloria, por Jesucristo, para siempre. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Lc 1, 38)

R. Aleluya, aleluya.- Yo soy la esclava del Señor; que se cumpla en mi lo que me has dicho. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 1, 26-38)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el Angel a donde ella estaba y le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo. El Ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y Él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin". María le dijo entonces al Ángel: "¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?" El Angel le contestó: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios". María contestó: "Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mi lo que me has dicho". Y el Angel se retiró de su presencia. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - Domingo IV de Adviento, Ciclo B

Hoy las lecturas bíblicas se centran en el misterio de la Encarnación. En el griego bíblico el término sarx (carne) se emplea metafóricamente para indicar la naturaleza humana. En Jesús la Palabra o Verbo de Dios se hizo carne, y en este misterio se cumplió hace poco más de 20 siglos la promesa divina anunciada mil años antes de Cristo al rey David y relatada en la primera lectura (II Samuel 7, 1-16). En la segunda (Carta de san Pablo a los Romanos 16, 25-27), el apóstol invita a los primeros cristianos de Roma a recibir con fe la revelación de Dios realizada plenamente en Jesucristo. Y el Evangelio nos muestra la disponibilidad de María para que a través de ella se realzara el misterio de la Encarnación.

 + 1.- En el misterio de la Encarnación, Dios cumple su promesa hecha al rey David

Los profetas del Antiguo Testamento habían anunciado que vendría enviado por Dios un Mesías, palabra que en hebreo significa Ungido y corresponde al término griego Cristos. Este Mesías o Cristo descendería del rey David, a quien Dios le había hecho una promesa por medio del profeta Natán, descrita así en la primera lectura: “Dios el Señor lo hará Rey para que reine por siempre... Su reinado no tendrá fin”.

En el Evangelio encontramos un eco de esta promesa, en la cual se fundaba la esperanza de los creyentes en un Dios que los libraría de las múltiples formas de esclavitud que padecían, gracias a su presencia salvadora en la historia humana, una presencia que iría mucho más allá de la que se significó antiguamente con el templo, en el que se guardaba el arca de la alianza, o cofre que contenía los mandamientos proclamados en tiempos de Moisés para simbolizar el pacto de Dios con su pueblo.

 + 2.- María, modelo de disponibilidad, es elegida por Dios para cumplir su promesa

En el anuncio del misterio de la Encarnación hecho a María, tal como nos lo presenta el relato del Evangelio empleando simbólicamente la figura del ángel o mensajero de Dios cuyo nombre -Gabriel- significa “Dios se ha mostrado fuerte”, “mi fuerza es Dios”, o “Dios me ha fortalecido”, vale destacar la actitud de María, quien precisamente confiada en la fortaleza que Dios le da y en que para Él “nada hay imposible”, manifiesta su completa disponibilidad para que se realice en ella lo que el Señor quiere: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

En este tiempo del Adviento que termina con los días inmediatamente anteriores a la fiesta de la Navidad, somos invitados también nosotros a manifestar nuestra disponibilidad para que se cumpla en nuestra vida lo que Dios quiere, dando así testimonio de su presencia liberadora y salvadora. Porque el misterio de la Encarnación de Dios no es sólo un hecho sucedido hace poco más de 20 siglos, sino un proceso iniciado desde la creación del ser humano “a su imagen y semejanza”, que si bien llega a su plenitud con la concepción de Jesús en el seno de María, con su nacimiento y con su vida entregada por nosotros en la cruz y glorificada en la resurrección continúa aconteciendo en toda persona que se abre a la Palabra de Dios y la pone en práctica.

 + 3.- Nosotros somos invitados a proclamar la revelación encarnada de Dios en Jesucristo

Este es el contenido esencial de nuestra fe: Dios se reveló plenamente en Jesucristo, cuyo nacimiento como Dios hecho hombre nos preparamos para celebrar. En Él, como escribe san Pablo en la segunda lectura, se ha manifestado el misterio mantenido en secreto durante siglos, y desde entonces la misión de quienes creemos en este misterio de la Encarnación es proclamarlo con el testimonio de nuestra propia vida.

¿Estoy realmente dispuesto a recibir en mi vida la Palabra de Dios hecha carne, para que toda mi existencia sea una manifestación nuevamente encarnada de Dios en el mundo? ¿Qué he hecho y qué debo hacer para que en mi vida acontezcan nuevamente los misterios de la Encarnación y de la Navidad?

- Hay Encarnación y Navidad en nuestra vida cuando abrimos la mente y el corazón a la Palabra de Dios, escuchándola y disponiéndonos, como María santísima, a que se realice en nosotros su voluntad.

- Hay Encarnación y Navidad en nuestra vida cuando abrimos la mente y el corazón para recibir a Jesús que viene a nosotros y nos alimenta con su cuerpo y su sangre en la Eucaristía.

- Hay Encarnación y Navidad en nuestra vida cuando abrimos la mente y el corazón a nuestros prójimos, especialmente a los más necesitados, compartiendo con ellos la mesa de la creación y poniéndonos a su servicio en la búsqueda activa de una sociedad justa y en paz, en la que todos convivamos de verdad como hermanos.-


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domingo, 14 de diciembre de 2014

Domingo 3 de Adviento Ciclo "B" - 14 de Diciembre de 2014

1ª Lectura (Is 61, 1-2.10-11)

Lectura del libro del profeta Isaías
El Espíritu del Señor está sobre mi porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los cautivos, la libertad a los prisioneros y a pregonar el año de gracia del Señor. Me alegro en el Señor con toda el alma y me lleno de júbilo en mi Dios, porque me revistió con vestiduras de salvación y me cubrió con un manto de justicia como el novio que se pone la corona, como la novia que se adorna con sus joyas. Así como la tierra echa sus brotes y el jardín hace germinar lo sembrado en él, así el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todas las naciones. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (Lc 1, 46)

R. Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador.
L. Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi Salvador, porque puso los ojos en la humildad de su esclava. /R.
L. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega, de generación en generación a los que lo temen. /R.
L. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despidió sin nada. Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel su siervo. /R.

2ª Lectura (1Te 5, 16-24)

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses
Hermanos: Vivan siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en toda ocasión, pues esto es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús. No impidan la acción del Espíritu Santo, ni desprecien el don de profecía: pero sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno. Absténganse de toda clase de mal. Que el Dios de la paz los santifique a ustedes en todo y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, se conserve irreprochable hasta la llegada de nuestro Señor Jesucristo. El que los ha llamado es fiel y cumplirá su promesa. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Is 61, 1)

R. Aleluya, aleluya.- El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 1, 6-8.19-28)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz. Este es el testimonio que dio Juan el Bautista cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: "¿Quién eres tú?" El reconoció y no negó quién era. E1 afirmó: "Yo no soy el Mesías". De nuevo le preguntaron: "¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?” El les respondió: “No lo soy”. "¿Eres el profeta?” Respondió: "No”. Le dijeron: "Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: "Yo soy la voz que grita en el desierto: 'Enderecen el camino del Señor', como anunció el profeta Isaías". Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: "Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias". Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - III Domingo de Adviento, Ciclo B

En los textos bíblicos de este domingo [Isaías 61, 1-2.10-11; Alabanza de María (Lucas 1, 46-54); 1 Tesalonicenses 5,16-24; Juan 1, 6-8.19-28] encontramos una triple invitación: a estar siempre alegres, a reconocer al Señor que viene a nosotros y a disponernos para el encuentro definitivo con Él. Preguntémonos cómo podemos responder en este tiempo del Adviento, cuando nos acercamos a la Navidad.

 + 1.- Una invitación a estar siempre alegres en Dios, nuestro salvador

La profecía del libro de Isaías en el siglo VI antes de Cristo, el canto de María Santísima -que se recita como salmo responsorial- y la primera carta de san Pablo escrita a los cristianos de Tesalónica en Grecia, hacen énfasis en la alegría como característica de la fe y la esperanza en Dios. Desbordo de gozo y alegría en el Señor, dice el profeta; se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, exclama María; vivan siempre alegres, escribe Pablo, quien asimismo les haría después una exhortación similar a los cristianos de Filipos en Macedonia: “estén siempre alegres en el Señor, les repito, estén alegres” (Filipenses 4, 4-5).

Diciembre es un mes de alegría. Pero ¿qué clase de alegría? Para muchos, las fiestas navideñas consisten en el consumo desbocado de licor, las comilonas, la bulla. Pero ahí no está la verdadera alegría, es un gozo aparente y vacío debido a la ausencia de los valores espirituales. La alegría auténtica es aquella que surge del descubrimiento de la presencia salvadora del Señor en nuestra vida cuando acogemos con todo nuestro ser a Aquél que, tal como lo dijo el profeta, vendría a anunciar la “Buena Noticia”, a sanar, a proclamar el perdón, la libertad y el verdadero amor.

Esta Buena Noticia (que es lo que originariamente significa en griego la palabra Evangelio) va dirigida con preferencia a los pobres y a todos los que se reconocen necesitados de salvación. Y Dios mismo nos invita a comunicarla a nuestro alrededor, practicando la justicia e identificándonos con su amor tal como éste se nos ha manifestado en nuestro Señor Jesucristo.

 + 2.- Una invitación a reconocer al Señor que viene a nosotros

En el Evangelio, los sacerdotes y levitas, es decir los encargados del culto en el Templo de Jerusalén, que por su oficio se supone que estaban llamados a reconocer la presencia de Dios, le preguntan a Juan el Bautista quién es -cuál es su misión-, y él les responde con una invitación a descubrir esa presencia y su acción salvadora en Jesús de Nazaret: “entre ustedes hay uno a quien no conocen”.

Esta misma invitación llega hoy también a nosotros. ¿Realmente reconocemos su presencia? La respuesta a esta pregunta no será correcta si no sabemos descubrirlo en quienes Él nos dijo que estaría siempre: en los pobres, en los necesitados. Por eso, para celebrar auténticamente la Navidad, nuestra conducta debe mostrar que lo reconocemos no sólo en su vida terrena hace poco más de dos mil años, no sólo en la acción de su Espíritu Santo hoy a través de la Iglesia y los sacramentos, sino también y especialmente en las personas por las que Él mostró su preferencia: los rechazados, los marginados, los desposeídos, las víctimas de la injusticia y de la violencia. ¿Qué hemos hecho, qué estamos haciendo, qué podemos y debemos hacer por ellos?

 + 3.- Una invitación a disponernos para el encuentro definitivo con el Señor

Durante todo el Adviento, la preparación para celebrar la venida del Señor que se hizo presente en medio de la humanidad con el nacimiento de Jesús, va unida a la expectativa de su llamada “segunda venida” o “venida gloriosa” al final de los tiempos. Tanto en el conjunto de las lecturas bíblicas como en los “prefacios” o introducciones a la plegaria eucarística de la consagración del pan y del vino que se convierten para nosotros en el cuerpo y la sangre, en la vida del Señor que se hace presente para alimentarnos y hacernos comunidad con Él y entre nosotros, aparece durante este tiempo litúrgico la unión entre la conmemoración de la primera venida de Cristo en la humildad de nuestra carne y la esperanza activa en su venida gloriosa y definitiva, que para cada uno de nosotros sucederá cuando pasemos de este mundo a la eternidad.

Tal esperanza activa consiste precisamente en comportarnos de tal modo “que todo nuestro ser (…) se conserve sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo”, como escribe san Pablo en la segunda lectura. Para ello es necesario, como dice también en el mismo texto bíblico el apóstol, orar sin cesar, no impedir la acción del Espíritu Santo, discernir para retener lo bueno y abstenerse de toda clase de mal. Revisemos entonces cómo estamos preparándonos para que el Señor llegue a nosotros en la celebración de la Navidad que ya se acerca, y para nuestro encuentro definitivo con Él al final de nuestra vida terrena.-


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domingo, 7 de diciembre de 2014

Domingo 2 de Adviento Ciclo "B"

1ª Lectura (Is 40, 1-5.9-11)

Lectura del libro del profeta Isaías
"Consuelen, consuelen a mi pueblo, -dice nuestro Dios-; hablen al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre y que ya ha satisfecho por sus iniquidades, porque ya ha recibido de manos del Señor castigo doble por todos sus pecados". Una voz clama: "Preparen el camino del Señor en el desierto, construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios. Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen; que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane. Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán". Así ha hablado la boca del Señor. Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión; alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén. Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá: "Aquí está su Dios. Aquí llega el Señor, lleno de poder, el que con su brazo lo domina todo. El premio de su victoria lo acompaña y sus trofeos lo anteceden. Como pastor apacentara su rebaño; llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (84)

R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos al Salvador.
L. Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz para su pueblo santo. Está ya cerca nuestra salvación y la gloria del Señor habitará en la tierra. /R.
L. La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron; la fidelidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo. /R.
L. Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas. /R.

2ª Lectura (2Pe 3, 8-14)

Lectura de la Segunda Carta del Apóstol san Pedro
Queridos hermanos: No olviden que para el Señor, un día es como mil años y mil años, como un día. No es que el Señor se tarde, como algunos suponen, en cumplir su promesa, sino que les tiene a ustedes mucha paciencia, pues no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan. El día del Señor llegará como los ladrones. Entonces los cielos desaparecerán con gran estrépito, los elementos serán destruidos por el fuego y perecerá la tierra con todo lo que hay en ella. Puesto que todo va a ser destruido, piensen con cuánta santidad y entrega deben vivir ustedes esperando y apresurando el advenimiento del día del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, apoyados en esta esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con Él, sin mancha ni reproche. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Lc 3, 4.6)

R. Aleluya, aleluya.- Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, y todos los hombres verán al Salvador. R. Aleluya.

Evangelio (Mc 1, 1-8)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos
A. Gloria a ti, Señor.
Este es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del profeta Isaías está escrito: He aquí que Yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: "Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos". En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén reconocían sus pecados y é1 los bautizaba en el Jordán. Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Proclamaba: "Ya viene detrás de mi uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizara con el Espíritu Santo". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - II Domingo de Adviento, Ciclo B

El Reino de Dios que viene en la persona de Jesús, cuyo nacimiento nos disponemos a celebrar, es la presencia del poder de su amor que nos libra de toda esclavitud. Para que esta liberación llegue efectivamente a nosotros es necesario que le preparemos el camino al Señor, procurando llevar una vida con la cual demos testimonio de nuestra esperanza. Este es, en síntesis, el mensaje que nos trae el Evangelio de hoy (Marcos 1, 1-8), lo mismo que las demás lecturas bíblicas de este II Domingo de Adviento [Isaías 40, 1-5; Salmo 85 (84); II Carta de san Pedro 3, 8-14].

+ 1. “Consuelen a mi pueblo, háblenle con cariño, díganle que su esclavitud terminó”

El libro profético que lleva el nombre de Isaías fue escrito por tres autores distintos. La primera parte (capítulos 1 a 39) es del propio profeta cuya predicación comenzó hacia el año 740 a. C. La segunda (capítulos 40 a 55) es de otro autor de la escuela de Isaías y fue escrita cuando estaba por concluir el destierro de los judíos en Babilonia, que duró del año 578 al 538 a. C.; la tercera (capítulos 56 a 66), perteneciente a un autor de la misma escuela, fue redactada en la época inmediatamente posterior a dicho destierro.

La primera lectura corresponde al inicio de la segunda parte, que empieza con una voz de consuelo. Por eso, y por el tema que desarrolla, esta parte se denomina Libro de la Consolación de Israel. Los maestros espirituales posteriores a Jesucristo, como san Ignacio de Loyola, llaman consolación al estado de gozo espiritual producido por un sentimiento vivo de la presencia de Dios que nos abre a la esperanza, todo lo contrario a la desolación, en la cual se experimentan la tristeza y el desánimo.

En el Adviento se nos invita a disponernos para vivir la alegría espiritual que surge de nuestra fe en Dios que nos ama y nos habla al corazón, ofreciéndonos su consuelo en medio de las situaciones difíciles. Él mismo en persona vino en el pasado, sigue viniendo ahora y vendrá al final de los tiempos para liberar a todo ser humano dispuesto a recibirlo de todo cuanto le impide ser verdaderamente feliz. Y es significativo a este respecto el empleo que el libro de Isaías hace de la imagen del pastor que recoge los corderos y las ovejas para reunirlas y cuidarlas.

+ 2. “Una voz grita en el desierto: ¡Preparen el camino del Señor!”

En el Evangelio, Juan Bautista, el precursor de Jesús, invita a sus contemporáneos a la conversión y los bautiza a orillas del río Jordan, en el desierto de Judea. En él reconocieron los primeros cristianos la voz que grita en el desierto anunciada cinco siglos y medio antes por el texto profético del “segundo Isaías”. Y es enormemente significativo que sea en el desierto, símbolo de todos los desapegos, y junto a las aguas refrescantes del río, donde se empieza a anunciar la venida del Señor.

En la antigüedad, cuando un rey o un jefe derrotaban a sus enemigos, su pueblo les preparaba un camino por el que llegaban en marcha triunfal haciendo su entrada gloriosa en la ciudad. Tanto el texto profético del libro de Isaías como los cuatro evangelios -este domingo el de Marcos-, que fue el primero que se escribió, hacia el año 60 de la era cristiana-, emplean la misma imagen para significar la disposición interior con la cual se nos invita a prepararnos para que la presencia salvadora del Señor llegue efectivamente a cada uno de nosotros.

El camino que Juan Bautista invita a preparar consiste básicamente en reconocer que necesitamos ser liberados de todo tipo de esclavitud, empezando por la de nuestro propio egoísmo, la de nuestros apegos o afectos desordenados que nos atan y nos impiden llevar una vida rectamente orientada al advenimiento del “Reino de Dios” mediante el cumplimiento de su voluntad. Se trata de remover los obstáculos con los cuales podemos estarle cerrando el camino al Señor: “que los valles se levanten, que los montes y las colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”.

+ 3.- “Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia”

Los primeros cristianos fueron descubriendo que la llamada “venida gloriosa del Señor” -es decir, el retorno futuro de Jesús resucitado- no sucedería tan pronto como ellos lo habían pensado en un principio. La segunda carta de Pedro, atribuida al apóstol de este nombre pero cuya autoría por parte de él es discutida por los estudiosos de la Biblia, fue escrita probablemente entre finales del siglo I y comienzos del II d. C. Sin embargo, ha sido reconocida por la Iglesia Católica como en un escrito “canónico” -y por lo tanto inspirado por Dios- y presenta una reflexión que llega hoy hasta nosotros en la segunda lectura, expresando un profundo sentido de esperanza con base en el reconocimiento de la paciencia infinita de Dios.

La carta emplea unas imágenes propias de género literario bíblico llamado apocalíptico -referente a la revelación definitiva de Dios al final de los tiempos-, pero no para intimidar a los creyentes sino precisamente para resaltar la bondad paciente del Señor, que “no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan”, y por eso mismo, para exhortarlos a la esperanza activa en “un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia”. Tal esperanza activa consiste precisamente en “procurar que Dios los encuentre sin mancha ni reproche, en paz con Él”.

Dispongámonos por tanto, durante este tiempo del Adviento, a preparar el camino del Señor para que en la Navidad llegue la presencia liberadora de Jesús a nuestras vidas y a nuestros hogares, a nuestros lugares de trabajo, a nuestra ciudad y a nuestro país, y con nuestra colaboración se vaya haciendo posible en nuestra sociedad un mundo nuevo en el que, como dice el Salmo 85, “se encuentren y se besen la justicia y la paz”.-


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domingo, 30 de noviembre de 2014

Domingo 1 de Adviento Ciclo "B" - 30 de Noviembre de 2014

1ª Lectura (Is 63, 16-17.19; 64, 2-7)

Lectura del libro del profeta Isaías
Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor; ése es tu nombre desde siempre. ¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte? Vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que son tu heredad. Ojalá  rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia. Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia. Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás que otro Dios, fuera de ti, hiciera tales cosas a favor de los que esperan en él. Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista tus mandamientos. Estabas airado porque nosotros pecábamos y te éramos siempre rebeldes. Todos éramos impuros y nuestra justicia era como trapo asqueroso; todos estábamos marchitos como las hojas, y nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre, nadie se levantaba para refugiarse en Ti, porque nos ocultabas tu rostro y nos dejabas a merced de nuestras culpas. Sin embargo, Señor, Tú eres Nuestro Padre; nosotros somos el barro y Tú el Alfarero; todos somos hechura de tus manos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (79)

R. Señor, muéstranos tu misericordia y sálvanos.
L. Escúchanos, Pastor de Israel; Tú que estás rodeado de querubines, manifiéstate, despierta tu poder y ven a salvarnos. /R.
L. Señor, Dios de los Ejércitos, vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que Tú mismo cultivaste. /R.
L. Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de Ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder. /R.

2ª Lectura (1Co 1, 3-9)

Lectura de la Primera Carta del apóstol San Pablo a los corintios
Hermanos: Les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor. Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que les ha concedido a ustedes por medio de Cristo Jesús, ya que por Él los ha enriquecido con abundancia en todo lo que se refiere a la palabra y al conocimiento; porque el testimonio que damos de Cristo ha sido confirmado en ustedes a tal grado, que no carecen de ningún don ustedes, los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento. Dios es quien los ha llamado a la unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (84, 8)

R. Aleluya, aleluya.- Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. R. Aleluya.

Evangelio (Mc 13, 33-37)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Encuentros con la palabra - I Domingo de Adviento - Ciclo B

“Manténganse ustedes despiertos y vigilantes” (Marcos 13, 33-37)

Juanito le preguntó una vez a su abuela: ¿Que significa tiempo de Adviento? La abuela le contestó: Es un tiempo de espera durante el cual debemos tener los ojos más abiertos y los oídos más atentos, para saber en qué momento pasará lo que esperamos. Y, ¿qué es eso que esperamos?, preguntó Juanito, con una gran curiosidad. El paso de Jesús por nuestras vidas, respondió la abuela. Si no estamos muy atentos, nos puede pasar como le pasó a don Casimiro, un señor muy religioso, que se perdió la gran oportunidad de ver a Dios frente a frente. Y le contó esta historia:

"Hace mucho tiempo, en un país muy lejano, había un hombre muy religioso, que se llamaba Casimiro; todos los días le pedía a Jesús que le dejara ver su rostro; el hombre creía, tenía fe, rezaba mucho, pero no quería morir sin haber visto a Jesús frente a frente. Un buen día, estando en la Iglesia, escuchó una voz que le decía en su interior: Ha llegado el tiempo en el que me podrás ver: Mañana iré a visitarte a tu casa. Espérame y me verás. No faltaré. Casimiro volvió a su casa, y se puso a preparar todo para su encuentro con Jesús. Barrió la casa, puso en la puerta una bella alfombra nueva, preparó unas galletas y una torta, para ofrecerle una buena merienda a Jesús.

Al día siguiente, Casimiro se puso a la puerta de su casa con la torta, las galletas y las golosinas sobre una mesa. Pasaba el tiempo y no aparecía Jesús. De pronto, pasó por allí un niño jugando solo; se quedó mirando la torta y las golosinas y se fue acercando poco a poco, jugando cada vez más cerca. Estuvo allí un buen rato hasta que Casimiro lo regañó y le dijo: Vete a jugar lejos de mi casa, porque estoy esperando un visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú te comas lo que le he preparado para comer. El niño se fue muy triste a jugar en otra parte.

Un poco más tarde, vio venir a una viejita pobre que tenía la ropa y los zapatos muy sucios; era una viejita conocida en el vecindario; se acercó a la puerta de la casa de Casimiro para pedir una limosna, como acostumbraba, pero éste le prohibió que se acercara y pisara su alfombra nueva: Me la vas a manchar, le dijo. Vete, que estoy esperando un visitante muy ilustre y no estoy dispuesto a que tú me estropees la limpieza de mi casa. La viejita se fue muy triste a pedir una limosna en otra parte.

Pasaba el tiempo y Jesús no aparecía. Ya por la tarde, vino un vecino corriendo y le pidió a Casimiro que le ayudara a sacar su carro de un hueco en el que había caído por accidente; pero Casimiro dijo: No puedo dejar mi casa sola, porque estoy esperando un visitante muy ilustre, y no estoy dispuesto a que no me encuentre esperándolo. El vecino se fue muy triste a pedir ayuda en otra parte. Cayó la noche y Jesús no apareció. Al otro día, Casimiro se fue a la Iglesia a preguntarle a Dios por qué no había cumplido su promesa: ¿Por qué, Señor? ¿Por qué no cumpliste tu promesa de ir a verme a mi casa? Hubo un Tiempo de silencio. Dios callaba. De pronto, Casimiro escuchó una voz que le decía en su interior: Fui y no me reconociste; yo era el niño que esperaba que me dieras un poco de torta y algunas golosinas para alegrarme la vida. Yo era la anciana pobre que pasó por delante de tu casa esperando recibir alguna ayuda para vivir. Yo era tu vecino que te pedía un favor. No quisiste verme. Las tres veces me fui muy triste a buscar en otra parte. Y Casimiro, salió fuera y lloró amargamente por no haber reconocido a Jesús”.

Por eso, tenemos que mantenernos despiertos, porque no sabemos cuándo va a llegar el señor de la casa, si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana. No sea que venga de repente y nos encuentre durmiendo, o pensando en otras cosas, como le pasó a Casimiro. Tenemos que estar siempre atentos para reconocer el paso de Dios por nuestras vidas.


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domingo, 23 de noviembre de 2014

Domingo 34 del Tiempo Ordinario Ciclo "A" - Jesucristo Rey del universo

1ª Lectura (Ez 34, 11-12.15-17)

Lectura del libro del profeta Ezequiel
Esto dice el Señor Dios: "Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas. Así como un pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré Yo por mis ovejas e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y oscuridad. Yo mismo apacentaré a mis ovejas, Yo mismo las haré reposar, dice el Señor Dios. Buscaré a la oveja perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré. Yo las apacentaré con justicia. En cuanto a ti, rebaño mío, he aquí que Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (22)

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
L. El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. /R.
L. Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. /R.
L. Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término. /R.

2ª Lectura (1Co 15, 20-26.28)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los corintios
Hermanos: Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección de los muertos. En efecto, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida; pero cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; después, a la hora de su advenimiento, los que son de Cristo. Enseguida será la consumaci6n, cuando, después de haber aniquilado todos los poderes del mal, Cristo entregue el Reino a su Padre. Porque Él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte. Al final, cuando todo se le haya sometido, Cristo mismo se someterá al Padre y así Dios será todo en todas las cosas. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mc 11, 9.10)

R. Aleluya, aleluya.- Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David!. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 25, 31-46)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentara en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante Él todas las naciones, y Él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme'. Los justos le contestarán entonces: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?' Y el rey les dirá: 'Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron'. Entonces dirá también a los de la izquierda: 'Apártense de Mí, malditos, vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron'. Entonces ellos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado, y no te asistimos?' Y él les replicará: 'Yo les aseguro que cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo'. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Encuentros con la palabra - XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

“... todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes” (Mateo 25, 31-46)

Hace algunos años conocí al P. Joss Van der Rest, un jesuita belga que lleva muchos años dedicado a servir a los más pobres en Chile a través de la obra “El Hogar de Cristo”, fundada por San Alberto Hurtado, S.J., canonizado en el año 2005 por su Santidad Benedicto XVI y patrono de una de las parroquias de Bogotá.

Al hablar de su vocación, el P. Joss siempre recuerda que, siendo joven, prestó servicio militar en su país al final de la II Guerra Mundial. Cuando los aliados vencieron a Hitler, él tuvo que entrar, montado en un enorme tanque de guerra, en una población alemana que había sido prácticamente arrasada por los bombardeos aliados. Desde el visor del poderoso tanque fue descubriendo los destrozos causados por la guerra. Todo le impresionaba a medida que entraba por el pueblo... pero lo que lo marcó para toda su vida fue encontrarse, en un momento de su recorrido, con una estatua del Sagrado Corazón que había perdido sus brazos por las bombas. Alguien había colgado del cuello de la imagen medio destruida, un letrero que decía: “No tengo brazos... tengo sólo tus brazos para hacer justicia en este mundo”. Al regresar a su país, dejó el ejército y decidió entrar a la Compañía de Jesús para hacer lo que esa imagen del Sagrado Corazón no podía hacer por los más abandonados de la sociedad.

Jesús presenta, en este último domingo del tiempo ordinario, una parábola que nos deja siempre delante del juicio definitivo de Dios sobre nosotros: tuve hambre, tuve sed, anduve como forastero, me faltó ropa, estuve enfermo, estuve en la cárcel... Algunos atendieron sus necesidades básicas con generosidad, mientras que otros no hicieron caso y siguieron su camino sin atenderlo. Unos y otros le preguntan al Hijo del hombre: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel?” Y la respuesta fue la misma para los dos grupos: Les aseguro que todo lo que hicieron (o lo que no hicieron) por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron (o no lo hicieron).

Todo lo que hacemos por los que más sufren a nuestro alrededor, lo hacemos al Señor mismo; y todo lo que dejamos de hacer por los más humildes, lo dejamos de hacer al Señor. Leyendo este texto recordé parte de una oración que leí hace muchos años:

CRISTO, no tienes manos, tienes sólo nuestras manos
Para construir un mundo nuevo donde habite la justicia.

CRISTO, no tienes pies,
Tienes sólo nuestros pies
Para poner en marcha a los oprimidos por el camino de la libertad.

CRISTO, no tienes labios,
Tienes sólo nuestros labios
Para proclamar a los pobres la Buena Nueva de la libertad.


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domingo, 16 de noviembre de 2014

Domingo 33 del Tiempo Ordinario Ciclo "A"

1ª Lectura (Pro 31, 10-13. 19-20. 30-31)

Lectura del Libro de los Proverbios
Dichoso el hombre que encuentra una mujer hacendosa: muy superior a las perlas es su valor.
Su marido confía en ella y, con su ayuda, él se enriquecerá; todos los días de su vida le procura bienes y no males.
Adquiere lana y lino y los trabaja con sus hábiles manos.
Sabe manejar la rueca y con sus dedos mueve el huso; abre sus manos al pobre y las tiende al desvalido.
Son engañosos los encantos y vana la hermosura; merece alabanza la mujer que teme al Señor. Es digna de gozar del fruto de sus trabajos y de ser alabada por todos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (127)

R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
L. Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien. /R.
L. Su mujer como vid fecunda en medio de su casa; sus hijos como renuevos de olivo, alrededor de su mesa. /R.
L. Esta es la bendición del hombre que teme al Señor: "Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén, todos los días de tu vida. /R.

2ª Lectura (1Tes 5, 1-6)

Lectura de la Primera Carta del apóstol San Pablo a los tesalonicenses
Hermanos: Por lo que se refiere al tiempo y a las circunstancias de la venida del Señor, no necesitan que les escribamos nada, puesto que ustedes saben perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche, Cuando la gente esté diciendo: "¡Que paz y que seguridad tenemos!", de repente vendrá sobre ellos la catástrofe, como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar. Pero a ustedes, hermanos, ese día no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y las tinieblas. Por tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 15, 4.5) 

R. Aleluya, aleluya.- Permanezcan en Mí y Yo en ustedes, dice el Señor; el que permanece en Mí da fruto abundante. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 25, 14-30)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor. 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas. Llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos (En la época de Jesucristo, un “talento” significaba unos 35 kilos de metal precioso. Pero en esta parábola vemos que el Señor usa los talentos para significar las capacidades que Dios da a cada uno de nosotros, las cuales debemos hacer fructificar); a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió un talento, hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: 'Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado. Su señor le dijo: 'Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor: Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado'. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: 'Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo'. El Señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene. Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Encuentros con la palabra - XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

“(...) a cada uno según su capacidad” - (Mateo 25, 14-30)

Hace unos días me llegó este mensaje por el correo electrónico: “Aquel día lo vi distinto. Tenía la mirada enfocada en lo distante. Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que ese era el último día de su vida. Me aproximé y le dije: – ¡Buen día, abuelo! Él extendió su silencio. Me senté junto a su sillón y luego de un misterioso instante, exclamó: – ¡Hoy es día de inventario, hijo! – ¿Inventario? – pregunté sorprendido. – Si... ¡El inventario de las cosas perdidas! – me contestó con cierta energía y no sé si con tristeza o alegría. Y prosiguió: – En el lugar de donde yo vengo las montañas quiebran el cielo como monstruosas presencias constantes. 

Siempre tuve deseos de escalar la más alta, nunca lo hice, no tuve tiempo ni la voluntad suficiente para sobreponerme a mi inercia. Recuerdo también a Mara, aquella chica que amé en silencio por cuatro años, hasta que un día se marchó del pueblo, sin yo saberlo. ¿Sabes algo? También estuve a punto de estudiar ingeniería, pero mis padres no pudieron pagarme los estudios. Además, el trabajo en la carpintería de mi padre no me permitía viajar. ¡Tantas cosas no concluidas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas! Luego, su mirada se hundió aun más en el vacío y se humedecieron sus ojos. Y continuó: – En los treinta años que estuve casado con Rita, creo que sólo cuatro o cinco veces le dije: "Te amo". Luego de un breve silencio, regresó de su viaje mental y mirándome a los ojos me dijo: – Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi vida. A mí ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo.

Y luego, con cierta alegría en el rostro, continuó con entusiasmo y casi divertido: – ¿Sabes qué he descubierto en estos días? – ¿Qué, abuelo? Aguardó unos segundos y no contestó. Sólo me interrogó nuevamente: –¿Cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre? La pregunta me sorprendió y sólo atine a decir, con inseguridad: – No lo había pensado. Supongo que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y desearle mal. ¿Tener malos pensamientos, tal vez? Su cara reflejaba una negativa. Me miró intensamente, como marcando el momento y en tono grave y firme me señaló: – El pecado más grave en la vida de un ser humano es el pecado por omisión. Y lo más doloroso es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas.

Al día siguiente regresé temprano a casa, luego del entierro del abuelo, para realizar en forma urgente mi propio inventario de las cosas perdidas. El expresarnos nos deja muchas satisfacciones, así que no tengas miedo, y procura hacer lo que sabes que es bueno... antes de que sea demasiado tarde. Dile a ese ser: "Te amo, perdóname, me equivoqué”. Dile a Él: “Me arrepiento, Señor, por favor perdóname".

Muchas veces nos quedamos mirando a los que recibieron más, o a los que recibieron menos... Las monedas que hemos recibido, no son para guardarlas en un hoyo, sino para hacerlas producir, en la medida de nuestras capacidades. Carpe diem, decían los antiguos... Hay que aprovechar el día, cada día y hacer lo que tenemos que hacer.


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domingo, 9 de noviembre de 2014

Domingo 32 del Tiempo Ordinario Ciclo "A"

1ª Lectura (Sab 6, 12-16)

Lectura del Libro de la Sabiduría
Radiante e incorruptible es la sabiduría; con facilidad la contemplan quienes la aman y ella se deja encontrar por quienes la buscan y se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga por ella no se fatigará, porque la hallará sentada a su puerta. Darle la primacía en los pensamientos es prudencia consumada; quien por ella se desvela pronto se verá libre de preocupaciones. A los que son dignos de ella, ella misma sale a buscarlos por los caminos; se les aparece benévola y colabora con ellos en todos sus proyectos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (62)

R. Señor, mi alma tiene sed de ti. Aleluya
L. Señor, Tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora, como el suelo reseco añora el agua. /R.
L. Para admirar tu gloria y tu poder, con este afán te busco en tu santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia: siempre, Señor, te alabarán mis labios. /R.
L. Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con jubilosos labios. /R.

2ª Lectura (1Ts 4, 13-18)

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses
Hermanos: No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que murieron en Jesús, Dios los llevará con Él. Lo que les decimos como palabra del Señor, es esto: que nosotros, los que quedemos vivos para cuando venga el Señor, no tendremos ninguna ventaja sobre los que ya murieron. Cuando Dios mande que suenen las trompetas, se oirá la voz de un arcángel y el Señor mismo bajará del cielo. Entonces, los que murieron en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los que quedemos vivos, seremos arrebatados, juntamente con ellos entre nubes por el aire, para ir al encuentro del Señor, y así estaremos siempre con Él. Consuélense, pues, unos a otros con estas palabras. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mateo 24, 42-44) 

R. Aleluya, aleluya.- Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del hombre.  R. Aleluya.

Evangelio (Mt 25, 1-13)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 
A. Gloria a ti, Señor. 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que, tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!' Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: 'Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando'. Las previsoras les contestaron: 'No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo'. Mientras aquellas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos'. Pero él les respondió: 'Yo les aseguro que no las conozco'. Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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