domingo, 28 de septiembre de 2014

Domingo 26 del Tiempo Ordinario Ciclo "A"

1ª Lectura (Ez 18, 25-28)

Lectura del libro del profeta Ezequiel
Esto dice el Señor: "Si ustedes dicen: 'No es justo el proceder del Señor', escucha, casa de Israel: ¿Conque es injusto mi proceder? ¿No es más bien el proceder de ustedes el injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere; muere por la maldad que cometió. Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (24)

R. Descúbrenos, Señor, tus caminos. 
L. Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza. /R.
L. Acuérdate, Señor, que son eternos tu amor y tu ternura. Según ese amor y esa ternura, acuérdate de nosotros. /R.
L. Porque el Señor es recto y bondadoso indica a los pecadores el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos. /R.

2ª Lectura (Flp 2, 1-11)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los filipenses
Hermanos: Si alguna fuerza tiene una advertencia en nombre de Cristo, si de algo sirve una exhortación nacida del amor, si nos une el mismo Espíritu y si ustedes me profesan un afecto entrañable, llénenme de alegría teniendo todos una misma manera de pensar, un mismo amor, unas mismas aspiraciones y una sola alma. Nada hagan por espíritu de rivalidad ni presunción; antes bien, por humildad, cada uno considere a los demás como superiores a sí mismo y no busque su propio interés, sino el del prójimo. Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 10, 27) 

R. Aleluya, aleluya.- Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este Pan vivirá para siempre. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 21, 28-32)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 
A. Gloria a ti, Señor. 
En aquel tiempo, Jesús dijo a los Sumos Sacerdotes y a los Ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: 'Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’ El le contestó: 'Ya voy, señor', pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este le respondió: 'No quiero ir', pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?" Ellos le respondieron: "El segundo". Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


http://homilia.org/lecturas.htm

El mensaje del domingo - XXVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

El mensaje del Evangelio de hoy podemos resumirlo en una frase de san Ignacio de Loyola (1491-1556): El amor se debe poner más en las obras que en las palabras [Ejercicios Espirituales, 230], que corresponde al refrán popular obras son amores, no buenas razones. Meditemos en lo que dice Jesús, teniendo en cuenta también las demás lecturas bíblicas de este domingo [Ezequiel 18, 25-28; Salmo 25 (24); Carta de Pablo a los Filipenses 2, 1-11].

 + 1.- Dos actitudes opuestas

La parábola de los dos hijos muestra dos actitudes opuestas en la relación con Dios. El que dice “voy” y no va representa a quienes se consideran buenos pero dicen y no hacen (Mateo 23, 2-4). El otro hijo, que dice al principio “no quiero ir”, pero luego recapacita y atiende el llamado de su padre, representa a quienes se reconocen necesitados de salvación, como lo son los publicanos o recaudadores de impuestos del imperio romano y las prostitutas que venden sus cuerpos en el mercado del sexo, y al reconocer su necesidad de ser salvados y disponerse a cambiar de conducta, son acogidos por la misericordia de Dios.

Dios rechaza el pecado, pero acoge a quien se reconoce pecador y se dispone sinceramente a cambiar. Por eso dice a través del profeta Ezequiel en la primera lectura: Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá.

El padre José Luis Martín Descalzo, escritor y periodista español (1930-1991), además de una hermosa biografía titulada Vida y misterio de Jesús de Nazaret, dejó entre sus obras literarias un monólogo que lleva por título Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos. Es el drama de una meretriz que se dirige a Aquél que proclamó no sólo de palabra, sino con hechos, el amor de Dios a los “últimos”, a los pecadores rechazados por una sociedad hipócrita que los relega al rincón del menosprecio y a la imposibilidad de la redención.

 + 2.- Decir y no hacer es lo mismo que mentir

La hipocresía, ligada a la soberbia de quienes se creen mejores que los demás y por eso desprecian a quienes consideran inferiores, es la actitud que más critica Jesús en los Evangelios. Esta actitud era característica de los jefes religiosos judíos en aquel tiempo: los saduceos integrantes de la casta sacerdotal del Templo de Jerusalén, y los doctores de la Ley que pertenecían a la secta de los fariseos, apelativo que significa “separados” o “incontaminados” y que se daban a sí mismos los que presumían de ser santos, y por eso se apartaban de quienes consideraban pecadores. Ya Juan el Bautista los había exhortado a que cambiaran esa actitud, pero ellos lo rechazaron, como también rechazaban ahora a Jesús precisamente porque la soberbia los hacía sordos a este llamado.

El hipócrita es un mentiroso. Se la pasa murmurando, condenando, moralizando. Cumple con unos ritos externos, repitiendo “Señor, Señor”, pero sin hacer la voluntad de Dios, que es voluntad de amor (Mateo 7, 21-23). Quienes se creen perfectos y menosprecian a los demás, especialmente a los que no son de su raza, religión, cultura, condición o clase social, esconden una conciencia torcida, envidiosa, llena de intenciones y acciones malévolas. Y suelen ser ellos los mismos que a menudo manifiestan de palabra sus adhesiones a Dios, a la patria, a las instituciones, a la moral, y a la hora de la verdad pelan el cobre: su vida es toda una mentira. Dicen y no hacen (Mateo 23, 3), como el hijo de la parábola que dijo “voy” y no fue.

 + 3.- Andar en la humildad es andar en la verdad

El apóstol san Pablo nos presenta en la segunda lectura una de las descripciones bíblicas más bellas del misterio de la Encarnación de Dios en Jesús de Nazaret: “Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de servidor, pasando por uno de tantos…”. Por eso, al invitar a los primeros cristianos de la ciudad macedónica de Filipos, ciudad situada al norte de Grecia, a que piensen y actúen como lo hizo Jesús -una invitación también dirigida hoy a cada uno de nosotros-, lo hace en el marco de su exhortación a que se dejen guiar por la humildad.

Teresa de Ávila, también conocida como Santa Teresa de Jesús (1515-1582), escribió unos 15 siglos después de Cristo: “andar en la humildad es andar en la verdad”. Porque es precisamente cuando reconocemos con humildad nuestra condición humana necesitada de salvación, cuando nos ajustamos a la verdad de nuestra existencia.

 + Conclusión

Dispongámonos pues, desde el reconocimiento sincero de nuestra necesidad de salvación e implorando la fuerza que sólo el Espíritu de Dios nos puede dar, a ser coherentes y realizar en la práctica de nuestra vida cotidiana lo que expresamos al proclamar nuestra fe, y a imitar la actitud misericordiosa de Dios que se nos revela en nuestro Señor Jesucristo, acogiendo con compasión y misericordia a todas las personas rechazadas y excluidas que muestran y reconocen su necesidad de ser liberadas de todo cuanto las oprime. Sólo así podremos andar en la verdad y pasar de los dichos a los hechos.


http://www.jesuitas.org.co/homilia.html?homilia_id=1144

domingo, 21 de septiembre de 2014

Domingo 25 del Tiempo Ordinario Ciclo "A"

1ª Lectura (Is 55, 6-9)

Lectura del libro del profeta Isaías
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y Él tendrá piedad;  a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (144)

R. Bendeciré al Señor, eternamente.
L. Un día tras otro bendeciré tu Nombre y no cesará mi boca de alabarte. Muy digno de alabanza es el Señor, por ser su grandeza incalculable. /R.
L. El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas. /R.
L. Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca. /R.

2ª Lectura (Flp 1, 20-24.27)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los filipenses
Hermanos: Ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte, Cristo será glorificado en mí. Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir. Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte, el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes. Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (He 16, 14)

R. Aleluya, aleluya.- Abre Señor, nuestros corazones para que comprendamos las palabras de tu Hijo. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 20, 1-16)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo. Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: '¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le respondieron: 'Porque nadie nos ha contratado'. El les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'. Al atardecer, el dueño de la viña le dijo: a su administrador: 'Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros'. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno. Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: 'Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor'. Pero é1 respondió a uno de ellos: 'Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Que no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?' De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


http://homilia.org/lecturas.htm

El mensaje del domingo - XXV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

Una de las características más notorias de la predicación de Jesús es su insistencia en que la acción salvadora de Dios implica una total gratuidad y se debe por completo a su iniciativa amorosa. Esto quiere decir que nosotros, por buenos y justos que nos creamos, no tenemos por qué exigirle a Él la obligación de pagarnos por lo que hacemos.

Este es el mensaje que nos trae el Evangelio de hoy. Meditemos en lo que nos enseña esta parábola, teniendo en cuenta también las otras lecturas del presente domingo [Isaías 55, 6-9; Salmo 142 (141), 2-3. 8-9. 17-18; Filipenses 1, 20c-24. 27].

 + 1.- Salió a contratar jornaleros para su viña

La imagen de la recolección de las uvas había sido empleada por los profetas del Antiguo Testamento para simbolizar la acción de Dios que hizo del pueblo de Israel un campo de siembra del que esperaba frutos buenos y abundantes.

Jesús retoma esta imagen para enseñarles que el Reino de Dios consiste en la acción salvadora de Dios mismo que concede la felicidad plena a todos los que acogen su invitación a convertirse y seguir el camino que Él mismo nos ha mostrado a través de su Hijo Jesucristo: el camino del Amor, que es a la vez el reconocimiento de Dios como nuestro Creador y de nuestros prójimos como hijos de Dios, cualquiera que sea su raza, cultura, credo o condición social.

 + 2.- Los primeros pensaban que recibirían más, pero también recibieron un denario

A primera vista la forma de proceder del dueño de la hacienda es injusta. ¿Cómo así que a quienes se rompieron el lomo durante todo un día les viene a pagar lo mismo que a los que apenas trabajaron la última hora? Pero la finalidad de esta parábola no es darnos una lección de derecho laboral, sino hacerles ver a quienes se creían “primeros” y consideraban que por el hecho de ser de una raza elegida Dios y por practicar unas normas rituales les debía pagar mucho más que a los otros, lo equivocados que estaban al criticar la acogida que recibían de Jesús aquellos a quienes ellos rechazaban como pecadores.

Éstos, que son los “últimos” a quienes se refiere Jesús, eran los publicanos, las prostitutas, los marginados sociales, los excluidos, y en general todas las personas que, desde distintas procedencias, se habían hecho sus discípulos.

 + 3.- “Los últimos serán primeros y los primeros serán últimos”

Esta frase de Jesús aparece varias veces en los Evangelios en contextos distintos, pero siempre para hacer referencia a lo que Dios mismo había dicho a través del profeta Isaías, como escuchamos en la primera lectura: “Mis planes no son los planes de ustedes, los caminos de ustedes no son mis caminos... Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los de ustedes, mis planes que los de ustedes”.

Ahora bien, esta referencia a los designios de Dios la aplica Jesús a la acogida que Él mismo les brinda a los pecadores que atienden su invitación y se convierten dejándose transformar por la acción de su Espíritu. A esto se refiere a su vez el mismo pasaje de Isaías, en el que Dios dice: “que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y de él tendrá piedad nuestro Dios, que es rico en perdón”.

A tal actitud misericordiosa corresponde precisamente la justicia propia de Dios, la misma que canta el Salmo al proclamar que “El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones”. En otras palabras, la “justicia divina” no es la frialdad condenatoria de un juez implacable, sino la bondad infinita de un Padre compasivo.

 + Conclusión

En la segunda lectura bíblica dice el apóstol san Pablo que lo importante es llevar una vida digna del Evangelio de Cristo. Al haber escuchado y meditado el pasaje evangélico de este domingo, dispongámonos a hacer realidad en nuestras actitudes cotidianas las enseñanzas de Jesús, en quien se nos presenta personalmente Dios hecho hombre para mostrarnos su generosidad y su misericordia infinitas. Así como él procede, también debemos proceder nosotros: con una disposición plena a la compasión, totalmente opuesta al orgullo condenador de los que se creen buenos y santos y consideran a los demás como pecadores que no merecen perdón.-


http://jesuitas.org.co/homilia.html?homilia_id=1136

domingo, 14 de septiembre de 2014

Domingo 24 del Tiempo Ordinario Ciclo A

1ª Lectura (Si 27, 33-28, 9)

Lectura del Libro Eclesiástico (Sirácide)
Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados. Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor? El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quien interceda por él? Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos. Ten presentes los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la Alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (102)

R. El Señor es compasivo y misericordioso.
L. Bendice al Señor, alma mía; que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios. /R.
L. El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades; Él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura. /R.
L. El Señor no nos condena para siempre, ni nos guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados. /R.
L. Como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia; como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama. /R.

2ª Lectura (Rom 14, 7-9)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor. Porque Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 13, 34)

R. Aleluya, aleluya.- Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como Yo los he amado. R. Aleluya.

Evangelio (Mt 18, 21-35)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó "Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete". Entonces Jesús les dijo: "El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el Señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: 'Ten paciencia, conmigo y te lo pagaré todo'. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: 'Págame lo que me debes'. El compañero se le arrodilló y le rogaba: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: 'Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?' Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


http://homilia.org/lecturas.htm

El mensaje del domingo - XXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

 + 1.- “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarle?”

En el lenguaje bíblico el 7 es un número simbólico que significa plenitud y perfección. Por eso la respuesta de Jesús a Pedro en el Evangelio, significa que es preciso significa que debemos perdonar siempre. De esta forma se supera la llamada ley del talión (ojo por ojo y diente por diente -Éxodo 21, 23-25, Levítico 24, 18-20 y Deuteronomio 19, 21-), que imperaba en las costumbres de aquel tiempo, a pesar de lo que ya dos siglos antes de Cristo había escrito el autor del libro llamado Eclesiástico, del cual está tomada la primera lectura (27, 30 - 28,9): perdona las ofensas a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas; y a pesar también de los versos del Salmo 103 (102): “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia… Él perdona todas las culpas… No está siempre acusando ni guarda rencor…”

La ley del talión (del latín talis: tal, semejante) consistía en que a cada agresión le correspondiera una pena igual, y en este sentido, cuando había sido establecida en tiempos de los sumerios y caldeos por el Código de Hammurabi en el siglo18 a.C., significó un avance moral con respecto a la práctica primitiva de la venganza sin límites, consistente en responder con un mal mayor. Pero Jesús avanza mucho más al oponerse a toda forma de venganza, invitándonos a deponer por completo el rencor que podamos sentir ante las ofensas recibidas.

 + 2.- “Toda aquella deuda te la perdoné. ¿No debías tú también tener compasión?”

La parábola del funcionario insensible que leemos en el Evangelio de hoy guarda una estrecha relación con la llamada “regla de oro” del comportamiento humano enseñada por Él en su Sermón de la Montaña: “Todo cuanto ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos” (Mateo 7, 12). Es la formulación en positivo de lo que siglos atrás habían dicho otros maestros espirituales: “No hagas a los demás lo que a ti te dolería que te hicieran” (Hinduismo, 1500 años a.C.); no hieras a los demás con lo que a ti te hace daño” (Buda, 563-483 a.C.); “no hagas a los demás lo que no quieres que ellos te hagan a ti” (Confucio, 551 - 479 a.C.); “no hagas a nadie lo que no quieras que te hagan” (A.T. , libro de Tobías 4, 15 -300 a.C.-).

Esta regla de oro, inscrita interiormente en la conciencia de todo ser humano, equivale al mandato bíblico formulado en la frase “ama a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19, 18 / Mateo 22, 39), lo cual implica la exigencia de no devolver mal por mal, que en positivo corresponde a la exigencia de perdonar al prójimo si uno quiere ser perdonado por Dios. “Ninguno de nosotros vive para sí mismo”, dice el apóstol Pablo en la segunda lectura (Romanos 14, 7-9), invitándonos así superar nuestros egoísmos para orientarnos hacia el cumplimento de la voluntad del Señor, que es voluntad de misericordia y de perdón.

El motivo de fondo de la exhortación de Jesús a perdonar siempre es el mandamiento nuevo que Él mismo daría a sus discípulos la víspera de su muerte en la cruz: “ámense los unos a los otros como Yo los he amado” (Juan 15, 12). Precisamente Jesús es la manifestación personal del amor de Dios, que perdona siempre, y por eso el cumplimiento de este mandato corresponde a su exhortación formulada así en el Evangelio según san Mateo: “sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5, 48), que equivale a la que encontramos en el Evangelio de Lucas: “Sean misericordiosos como su Padre es que misericordioso” (Lucas 6, 36). La perfección de Dios es la realización plena de lo Él mismo es, porque Dios es Amor (1 Juan 4, 8.16).

 + 3.- La petición de perdón implica la disposición a perdonar

La Eucaristía es el memorial del sacrificio redentor de Cristo que entregó su vida derramando su sangre por nosotros y por toda la humanidad “para el perdón de los pecados”. Y en la oración que Jesús nos enseñó para dirigirnos al Creador (Mateo 6, 9-13), la petición “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” es la única que Él comenta inmediatamente después de recitarla: “Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes” (Mateo 6, 14). Este es el sentido de la paz que nos deseamos unos a otros dándonos la mano o un abrazo antes de pedirle a Cristo, el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” -es decir, el que carga sobre sí los pecados de toda la humanidad- que tenga piedad de nosotros y nos conceda la paz.

Renovemos entonces nuestra disposición a perdonar siempre, para que nuestra oración al Creador y nuestro saludo o abrazo de paz no sea una farsa, sino que nuestra vida cotidiana sea coherente en la práctica con lo que celebramos y expresamos en la Eucaristía.-


http://www.jesuitas.org.co/homilia.html?homilia_id=1131

domingo, 7 de septiembre de 2014

Domingo 23 del Tiempo Ordinario Ciclo "A"

1ª Lectura (Ez 33, 7-9)

Lectura del libro del profeta Ezequiel
Esto dice el Señor: "A ti, hijo de hombre, te he constituido centinela para la casa de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, se la comunicarás de mi parte. Si Yo pronuncio sentencia de muerte contra un hombre, porque es malvado, y tú no lo amonestas para que se aparte del mal camino, el malvado morirá por su culpa, pero Yo te pediré a ti cuentas de su vida. En cambio, si tú lo amonestas para que deje su mal camino y él no lo deja, morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (94)

R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
L. Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a Él llenos de júbilo, y démosle gracias. /R.
L. Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor que nos hizo, pues Él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo, Él nuestro pastor y nosotros, sus ovejas. /R.
L. Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mi, aunque habían visto mis obras." /R.
L. Porque fuiste mi auxilio a tu sombra, Señor, canto con gozo. A ti se adhiere mi alma y tu diestra me da seguro apoyo. /R.

2ª Lectura (Rom 13, 8-10)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
Hermanos: No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley. En efecto, los mandamientos que ordenan: "No cometerás adulterio, no robarás, no matarás, no darás falso testimonio, no codiciarás" y todos los otros, se resumen en éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", pues quien ama a su prójimo no le causa daño a nadie. Así pues, cumplir perfectamente la ley consiste en amar. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (2 Co. 5, 19)

R. Aleluya, aleluya.- Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación. R. Aleluya.

Evangelio (Mt  18, 15-20)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: "Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano. Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedara desatado en el cielo. Yo les aseguro también, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy Yo en medio de ellos". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


http://www.homilia.org/lecturas.htm

El mensaje del domingo - XXIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

El mensaje de este texto del Evangelio se centra en lo que suele llamarse la corrección fraterna, ligada al amor al prójimo y a la reconciliación. Es significativo a este respecto que la instrucción de Jesús a sus discípulos sobre este tema esté situada entre las parábolas de la oveja perdida y del funcionario que no quiso perdonar, y también que en las otras dos lecturas de la liturgia de este domingo encontremos respectivamente la exhortación que nos hace la palabra de Dios a través del profeta Ezequiel a no ser cómplices del pecado (Ezequiel 33, 7-9), y a través del apóstol san Pablo a cumplir la esencia de la ley divina, que consiste en el amor (Romanos 13, 8-10).

 + 1.- “Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos (…)”

Muchos de nosotros hemos pasado seguramente por la experiencia de observar o padecer el mal comportamiento de otras personas. O al revés, por la de ser objeto de determinadas reacciones de los demás cuando nosotros mismos hemos obrado incorrectamente. Jesús nos enseña en el Evangelio cómo debe proceder quien observa o experimenta que su prójimo obra mal.

Toda comunidad necesita que quien ha cometido una falta la reconozca (verdad), tenga la oportunidad de reconciliarse (perdón) y compense el mal que ha ocasionado (reparación). Para que esto sea posible, lo indicado es hablar siempre primero con la persona a la que tenemos que hacerle algún reproche. Y esto porque a ninguno de nosotros nos agrada que alguien a quien hemos incomodado por algo, en lugar de manifestarnos personalmente su incomodidad se dedique a divulgarla inmediatamente.

Lo que Jesús nos enseña es todo lo contrario: al hablar primero con la persona que ha obrado mal, no sólo nos libramos de la complicidad con su mala conducta, sino que además le hacemos un bien al invitarlo a que corrija su error y cambie en adelante su modo de proceder. Claro que hay situaciones en las que, para no convertirme en cómplice y evitar mayores males que afecten a la comunidad, tengo que poner en conocimiento de las autoridades los delitos de los que he sido testigo. Pero, de ordinario, comenzando por dirigirme a la persona o a las personas que han obrado mal, en la medida en que esto sea posible.

 + 2.- “Todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo”

“Atar y desatar” era una expresión usada en aquél tiempo en el sentido de excluir o admitir. Esta frase de Jesús, dicha poco antes en el mismo Evangelio a Simón Pedro en singular (Mateo 16, 19), va dirigida ahora en plural a todos sus discípulos. Ellos iban a constituir la comunidad a la que acababa de referirse con el término griego Ekklesía: la Iglesia convocada por Él mismo, compuesta por todas las personas que lo reconocerían como el Mesías, el Hijo de Dios vivo, y entre las cuales nos contamos hoy los bautizados en su nombre.

En esta misma Iglesia, por la acción del Espíritu Santo, se establecería el Sacramento de la Reconciliación, por el cual todos tenemos la posibilidad de recibir la absolución. Ab-solver significa originariamente des-atar y es el signo por el cual cuando hemos pecado, nos arrepentimos, confesamos nuestras faltas, somos desatados por Dios mismo, a través del sacerdote, de lo que nos encadena al mal, y readmitidos o reincorporados a la comunidad de sus discípulos y a la comunión con Él.

 + 3.- “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo…”

Esta afirmación de Jesús, relacionada con el poder de la oración en comunidad, podemos también aplicarla a la celebración de los sacramentos. Todos ellos son actos comunitarios a través de los cuales Dios, nuestro Creador, por medio de su Hijo Jesucristo, nos comunica eficazmente su Espíritu Santo. Esto se manifiesta de modo especial en los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía.

En el sacramento de la Reconciliación, entre el sacerdote y el penitente se cumple lo que dice Jesús en el Evangelio: Él se hace presente con su acción salvadora allí donde están las dos personas reunidas en su nombre. Pero también su presencia se manifiesta de un modo particular en las especies consagradas del pan y del vino, cuando la comunidad se reúne en la Eucaristía, al principio de la cual reconocemos públicamente nuestra necesidad de perdón: “yo confieso ante Dios todopoderoso, y ante ustedes hermanos, que he pecado…”. O sea que no basta con reconocer en privado delante de Dios la necesidad de ser perdonados cuando hemos obrado mal, sino que es necesario manifestar también este reconocimiento ante la comunidad, en la que el Señor mismo se hace presente para hacer posible nuestra reconciliación con Él y entre nosotros.

Reunidos pues en comunidad -tal como lo estamos cada vez que celebramos la Eucaristía-, sintamos espiritualmente la presencia del Señor, y, con su luz y su auxilio, reconozcamos la necesidad que todos tenemos de ayudarnos mutuamente a corregir nuestras conductas incorrectas, disponiéndonos al diálogo y a la reconciliación para resolver los conflictos pacífica y efectivamente.-


http://www.jesuitas.org.co/homilia.html?homilia_id=1129