domingo, 25 de enero de 2015

Domingo 3 del Tiempo Ordinario Ciclo "B" - 25 de Enero de 2015

1ª Lectura (Jon 3, 1-5.10)

Lectura del libro del Profeta Jonás
En aquellos días, el Señor volvió a hablar a Jonás y le dijo: "Levántate y vete a Nínive, la gran capital, para anunciar ahí el mensaje que te voy a indicar". Se levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor. Nínive era una ciudad enorme, hacían falta tres días para recorrerla. Jonás caminó durante un día, pregonando: "Dentro de cuarenta días Nínive será destruida". Los nínivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Cuando Dios vio sus obras y como se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (24)

R. Descúbrenos, Señor, tus caminos.
L. Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza. /R.
L. Acuérdate Señor, que son eternos tu amor y tu ternura. Según ese amor y esa ternura, acuérdate de nosotros. /R.
L. Porque el Señor es recto y bondadoso, indica a los pecadores el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos. /R.

2ª Lectura (1Co 7, 29-31)

Lectura de la Primera Carta del apóstol San Pablo a los corintios
Hermanos, Les quiero decir una cosa: la vida es corta. Por tanto, conviene que los casados vivan como si no lo estuvieran; los que sufren, como si no sufrieran; los que están alegres, como si no se alegraran, los que compran, como si no compraran; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran de él; porque este mundo que vemos es pasajero. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mc 1, 15)

R. Aleluya, aleluya.- El Reino de Dios está cerca, dice el Señor, arrepiéntanse y crean en el Evangelio. R. Aleluya.

Evangelio (Mc 1, 14-20)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos
A. Gloria a ti, Señor.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio". Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres". Inmediatamente dejaron las  redes y lo siguieron. Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

El Evangelio según san Marcos, que fue el primero en escribirse de los cuatro que contiene el Nuevo Testamento y del cual se toman la mayoría de las lecturas evangélicas dominicales de todo este año litúrgico, nos presenta hoy el comienzo de la predicación de Jesús. Las otras lecturas bíblicas [Jonás 3, 1.5-10; Salmo 25 (24), 1 Corintios 7, 29-31] nos pueden ayudar a complementar nuestra reflexión sobre el sentido del mensaje central de este domingo: la Buena Noticia que proclama Jesús, consistente en la llegada y cercanía del Reino de Dios, para cuyo establecimiento y desarrollo llama como colaboradores a sus primeros discípulos.

 + 1.- “Se ha cumplido el plazo, el Reino de Dios está cerca”

Esta es la primera frase que pronuncia Jesús al iniciar su predicación, según nos cuenta el Evangelio. Dios había prometido a través de los profetas del Antiguo Testamento que vendría un “Mesías” (término proveniente del hebreo que corresponde al del griego “Cristo” y significa “Ungido”), un hombre consagrado por Él para establecer su reinado en la tierra, es decir, para hacer presente en medio de la humanidad el poder de su amor, un amor capaz de liberarnos de la injusticia y de todas las demás formas de violencia si lo acogemos con fe y nos alineamos con su proyecto de construcción de una nueva forma de relacionarnos los unos con los otros, como hermanos, porque somos todos hijos del mismo Creador.

Lo que Jesús proclama es que el tiempo de la realización de aquellas profecías ya ha llegado con Él mismo, lo cual es una buena nueva, una buena noticia, que es lo que significa el término “evangelio” proveniente del griego, la lengua en que se escribieron los textos del Nuevo Testamento. Pero, además, hay un detalle: Jesús proclama y revela, no sólo con su discurso sino con su forma de actuar, a un Dios que está cerca, que ha querido llegar hasta nosotros, un Dios próximo, muy diferente del distante y lejano que concebían las filosofías y religiones paganas.

En Jesús llega a su plenitud la manifestación personal del mismo Dios que doce siglos atrás se había revelado a Moisés para decirle que había “bajado” a liberar a su pueblo de la esclavitud (Éxodo 3, 7-8; 13-15), y que en el siglo VIII a. C. había sido anunciado como el Emmanuel o “Dios-con-nosotros” (Isaías 7, 14).

 + 2.- “Conviértanse y crean en el Evangelio”

Inmediatamente después de la proclamación de la cercanía y llegada del Reino de Dios, Jesús invita a sus oyentes a la conversión y a la fe en la Buena Noticia. Hay un contraste muy claro entre el contenido de la predicación de Jonás en el Antiguo Testamento, que se nos presenta en la primera lectura de este domingo, y la predicación de Jesús. Jonás profiere una amenaza de destrucción, Jesús proclama una noticia alegre y constructiva.

Si bien el Dios que se manifiesta en el relato de la predicación de Jonás en la capital del reino de Asiria, al norte de Israel, es un Dios compasivo que “se arrepintió de la catástrofe con que había amenazado a Nínive y no la ejecutó”, el Dios revelado por Jesús -que es el mismo del relato del libro de Jonás- ya no se presenta bajo el signo de la amenaza, sino invitando a colaborar con Él en la construcción de su Reino.

Se trata de una invitación dirigida también a nosotros para que cambiemos las actitudes egoístas por una nueva forma de vida en la que le abramos libremente a Dios, en nuestra existencia personal y en nuestro entorno social, el espacio necesario para que el poder de su amor actúe constructivamente en nosotros y en nuestra sociedad.

 + 3.- Les dijo: “Vengan conmigo”… Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron

El domingo pasado el Evangelio según san Juan nos presentaba el relato del inicio de la vocación los tres primeros discípulos de Jesús: Juan, Andrés y Simón Pedro. El Evangelio según san Marcos nos cuenta hoy la definición del llamamiento que el propio Jesús les hizo a los mismos tres primeros y otro más: Santiago, el hermano de Juan. La definición del llamamiento es clara y directa: “Vengan conmigo”. Pero no es una orden, es una invitación, una propuesta. Y aquellos pescadores fueron de tal modo atraídos por la invitación que Jesús les hizo, que “inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”.

También nosotros, cada cual en sus circunstancias concretas, somos invitados por el Señor -y esa invitación puede estar repitiéndose aquí y ahora- a seguirlo de determinada manera, en un estado de vida específico para contribuir al establecimiento del Reino de Dios en el entorno social concreto en el que nos corresponde vivir. Para que ese seguimiento sea una realidad, tenemos que “dejar las redes”, como lo hicieron los primeros discípulos de Jesús, es decir, deshacernos de todo cuanto nos “en-reda” y por lo mismo nos impide emprender el camino que Dios nos indica. “La vida es corta” y “este mundo es pasajero”, dice n la segunda lectura el apóstol san Pablo (1 Corintios 7, 29-31). Tenemos entonces que aprovechar sin demora la oportunidad que Dios nos da para darle un sentido positivo a nuestra existencia.

Pidámosle al Señor que nos dé la disposición necesaria para no ser sordos a su llamamiento, sino prontos y diligentes en atender la invitación que el mismo Jesús nos hace a colaborar con Él en la proclamación, el establecimiento y el desarrollo del Reino de Dios en nuestro entorno social: en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, en todas las circunstancias de nuestra vida.-


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domingo, 18 de enero de 2015

Domingo 2 del Tiempo Ordinario Ciclo "B" - 18 de Enero de 2015

1ª Lectura (1 Sam 3, 3b-10. 19)

Lectura del Primer libro de Samuel
En aquellos días, el joven Samuel servía en el templo a las órdenes del sacerdote Elí. Una noche, estando Elí acostado en su habitación y Samuel en la suya, dentro del santuario donde se encontraba el Arca de Dios, el Señor llamó a Samuel y éste respondió: "Aquí estoy". Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, ¿Para qué me llamaste?" Respondió Elí: "Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte". Samuel se fue a acostar. Volvió el Señor a llamarlo y él se levantó, fue donde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?" Respondió Elí: "No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte". Aún no conocía Samuel al Señor, pues la palabra del Señor no le había sido revelada. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel; éste se levantó fue a donde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?". Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven y dijo a Samuel: "Ve a acostarte y si te llama alguien dile: 'Habla, Señor, tu siervo te escucha'". Y Samuel se fue a acostar. De nuevo el Señor se presentó y lo llamó como antes: "Samuel, Samuel". Este respondió: "Habla, Señor, tu siervo te escucha" Samuel creció y el Señor estaba con él. Y todo lo que el Señor le decía, se cumplía. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (39)

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
L. Esperé en el Señor con gran confianza, Él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. Él me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. /R.
L. Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: "Aquí estoy". /R.
L. En tus libros se me ordena hacer tu voluntad: esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón. /R.
L. He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor. /R.

2ª Lectura (1Co 6, 13-15.17-20)

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los corintios
Hermanos: El cuerpo no es para fornicar, sino para servir al Señor; y el Señor para santificar el cuerpo. Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder. ¿No saben ustedes que sus cuerpos son miembros de Cristo? Y el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. Huyan, por tanto, de la fornicación. Cualquier otro pecado que cometa una persona, queda fuera de su cuerpo; pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo. ¿O es que no saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que han recibido de Dios y habita en ustedes? No son ustedes sus propios dueños, porque Dios los ha comprado a un precio muy caro. Glorifiquen pues, a Dios con el cuerpo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 1, 41.17)

R. Aleluya, aleluya.- Hemos encontrado a Cristo el Mesías. La gracia y la verdad nos han llegado por Él. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 1, 35-42)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba dijo: "Este el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacía ellos y viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué buscan?" Ellos le contestaron;"¿Dónde vives, Rabí?" (Rabí significa "maestro"). Él les dijo "Vengan a ver". Fueron pues, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a Simón Pedro, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías" (que quiere decir el "Ungido"). Lo llevó donde estaba Jesús y éste fijando en él la mirada, le dijo: "Tú eres Simón hijo de Juan. Te llamaras Kefas" (que significa Pedro, es decir "roca"). Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

En este II Domingo del Tiempo Ordinario de la liturgia y que comenzó hace una semana con la fiesta del Bautismo del Señor, las lecturas [1 Samuel 3,3-19; Salmo 40 (39); 1 Corintios 6,13-20; Juan 1,35-42] se centran en el tema de la vocación o el llamamiento que Dios nos hace para que lo escuchemos, lo sigamos y hagamos su voluntad.

 + 1.- “Habla Señor, que tu siervo escucha”

La “vocación” consiste en un llamamiento de Dios a cada persona para que cumpla una misión en su vida. Toda persona es llamada por el Señor para realizar una tarea y así darle sentido a su existencia. La primera lectura nos presenta la vocación de Samuel. “Sem-El” en hebreo significa “en nombre de Dios” (cfr. nota de la Biblia de Jerusalén a 1 Samuel 1, 20). Su misión iba a ser la de hablar como profeta en nombre de Dios y gobernar al pueblo de Israel, también en nombre de Dios. Fue el último de los jueces o jefes suscitados por Dios antes de la institución de la monarquía en Israel, y en dos libros bíblicos (I y II de Samuel) se evoca el servicio que prestó a Dios y al pueblo cumpliendo la misión que le fue encomendada.

En el relato de la vocación de Samuel se destaca una frase: “Habla Señor, que tu siervo escucha”. Con ella le dijo el sacerdote Elí a Samuel, quien todavía era un niño, que manifestara su disposición a recibir el llamamiento de Dios. Hagamos nuestra esta misma frase, disponiéndonos así también a oír interiormente la voz de Dios y lo que Él quiere de cada uno de nosotros.

 + 2.- “Este es el Cordero de Dios” – el “Maestro” – “el Mesías”

Los dos primeros seguidores o discípulos a los que se refiere el Evangelio -el propio Juan evangelista y Andrés, ambos pescadores de Galilea- oyeron la voz de Dios que les llegó a través de Juan Bautista. Esta misma voz resuena para nosotros en la Eucaristía cuando el celebrante muestra el Santísimo Sacramento inmediatamente antes de la Comunión: “Este es el Cordero de Dios…”

Además del título “Cordero de Dios”, alusivo al sacrificio redentor de Jesús con la entrega de su propia vida en la cruz, aparecen en el Evangelio otros dos títulos que identifican su misión: el de “Maestro” (en arameo “Rabí”) y el de “Mesías” (que en hebreo significa lo mismo que “Cristo”, término proveniente del griego: ungido). Juan y Andrés, al responder a la pregunta de Jesús -“¿Qué están buscando?”-, lo llaman “Maestro”, expresando así su disposición a ser enseñados y orientados por Él. Poco después, Andrés le dice a su hermano Simón: “hemos encontrado al Mesías”, evocando con este título las profecías que habían anunciado a un descendiente del rey David ungido por Dios para salvar a la humanidad.

Aquellos primeros discípulos comenzaron entonces a conocer quién era Jesús, aunque este conocimiento sólo llegaría a perfeccionarse después de su muerte y resurrección, gracias al Espíritu Santo que los iba a iluminar para entender, desde la fe, el sentido completo de la vida de aquél a quien habían empezado a seguir”. También nosotros somos invitados a conocer a Jesús, a descubrir el sentido que Él tiene para cada uno de nosotros en nuestra propia existencia y a vivir de acuerdo con este conocimiento. En esto consiste precisamente nuestra vocación cristiana, el llamamiento que Dios nos hace para que sigamos a Jesús, y que se concreta en la misión específica que Dios le asigna a cada cual, como la que le dio a Simón, significada en el nuevo nombre que le puso el Señor: la de ser la piedra o roca que cimentaría su Iglesia.

 + 3.- “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”

Esta frase del Salmo 40 es aplicada por la Iglesia a nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios -como fue proclamado en el momento de su Bautismo- quien por el misterio de la Encarnación es Dios hecho hombre precisamente para cumplir la misión que su Padre le encomendó. Toda la vida terrena de Jesús puede resumirse en esta frase: “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”. Él mismo dijo: “No he venido a hacer mi propia voluntad, sino la voluntad de mi Padre que me envió” (Juan 6, 38).

En el Padrenuestro, la oración que Jesús nos enseñó, hay una petición -Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo- que suele entenderse mal en el sentido de una resignación fatalista a todo lo que pase o de un conformismo con el orden establecido sin actitudes críticas, porque se supone que “es la voluntad de Dios”. No es éste el verdadero sentido de la petición, sino el de una disposición a orientar cada cual su propia vida en coherencia con el plan salvador de Dios que coincide con el establecimiento de su Reino: un Reino de justicia, de amor y de paz. Éste es el Reino al que se refiere la petición anterior del mismo Padrenuestro: Venga a nosotros tu Reino.

Hacer la voluntad de Dios es entonces alinearnos con su plan creador y salvador para que el Señor reine en nosotros, lo cual implica un reconocimiento de lo que dice el apóstol san Pablo en la segunda lectura de este domingo: “ustedes no se poseen en propiedad”, en otras palabras “ustedes no son sus propios dueños”. Esto quiere decir que, si queremos de verdad seguir a Jesús, no debemos usar nuestra libertad para hacer lo que se opone al plan de Dios, es decir al establecimiento de su Reino, y esto mismo implica la exigencia de reconocernos y comportarnos como “templos del Espíritu Santo”, es decir, como portadores de la presencia de Dios en nosotros.-


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domingo, 11 de enero de 2015

Fiesta del BAUTISMO DEL SEÑOR - Ciclo "B" - Domingo 11 de Enero de 2015

1ª Lectura (Is 42, 1-4. 6-7)

Lectura del libro del profeta Isaías
Esto dice el Señor: "Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En Él he puesto mi Espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles; no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Promoverá con firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegara hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza. Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano, te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas." Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (28)

R. Te alabamos, Señor.
L. Hijos de Dios, glorifiquen al Señor, denle la gloria que merece. Postrados en su templo santo, alabemos al Señor. /R.
L. La voz del Señor se deja oír sobre las aguas torrenciales, la voz del Señor es poderosa, la voz del Señor es imponente. /R.
L. El Dios de majestad hizo sonar el trueno de su voz. El Señor se manifestó sobre las aguas desde su trono eterno. /R.

2ª Lectura (Hech 10, 34-38)

Lectura del libro de Los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, Pedro se dirigió a Cornelio y a los que estaban en su casa, con estas palabras: "Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere. Él envió su palabra a los hijos de Israel, para anunciarles la paz por medio de Jesucristo, Señor de todos. Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Marcos 9, 7)

R. Aleluya, aleluya.- Se abrió el cielo y resonó la voz del Padre, que decía: "Este es mi Hijo amado; escúchenlo". R. Aleluya.

Evangelio (Mc 1, 7-11)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: "Ya viene detrás de mi uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo". Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre Él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: "Tú eres mi Hijo amado; Yo tengo en ti mis complacencias". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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I Domingo del Tiempo Ordinario - El Bautismo del Señor - Enero 11 de 2015

Después de las fiestas de la Navidad y la Epifanía, la Iglesia nos invita este domingo, con el cual comienza el llamado “Tiempo Ordinario” de la liturgia, a contemplar los hechos y las enseñanzas de Jesús desde el inicio de su vida pública, inaugurada con su Bautismo en el río Jordán. Tratemos de descubrir el significado de este acontecimiento a la luz de los elementos narrativos que nos presenta el relato del Evangelio y relacionándolos con las otras lecturas de este domingo.

 + 1. El bautismo: un rito que adquiere su pleno significado en Jesucristo

El verbo “bautizar” proviene del griego y significa sumergir. El rito del bautismo consiste originariamente en sumergirse o ser sumergida una persona en el agua, elemento imprescindible de la vida, para expresar así el paso a una existencia renovada mediante un nuevo nacimiento: así como el ser humano desde el comienzo de su existencia no puede subsistir sin el agua como medio vital, el bautismo manifiesta el paso a una vida nueva.

Juan invitaba al bautismo en el río Jordán para expresar ese paso a una vida renovada mediante la conversión, es decir mediante un cambio de mentalidad y la reorientación de la existencia hacia Dios. Jesús no necesitaba este cambio y esta reorientación, pero al querer ser bautizado por Juan indica que ha venido a hacer la voluntad de su Padre. En esto se compendia precisamente todo el programa de su vida en la tierra: hacer la voluntad de Dios, la misma que Él nos enseñó a cumplir con una disposición total expresada en la oración que nos iba a enseñar para dirigirnos a nuestro Creador: “hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”

Esto quiere decir que Él mismo, siendo inocente, llevaría sobre sí el pecado del mundo para cumplir la voluntad de Dios: hacernos posible el paso a una auténtica vida nueva, a imagen de la suya como Hijo de Dios.

 + 2. “Vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él”

Al describir el Bautismo de Jesús, el Evangelio utiliza el lenguaje propio de las llamadas teofanías o manifestaciones especiales de Dios. En este pasaje evangélico, la imagen de la paloma evoca dos relatos simbólicos del libro bíblico del Génesis:

Por una parte, el relato de la creación, donde se dice que “el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas” (Génesis 1, 2). Y por otra el del diluvio universal, cuando al terminar la tempestad Noé soltó una paloma que regresó al arca con una rama de olivo en el pico (Génesis 8, 10-12), significando no sólo que después de la tempestad vino la calma, sino que recomenzaba la vida en la tierra, gracias a una nueva creación.

La figura de la paloma que se posa sobre Jesús en el momento de su bautismo, significa entonces al comienzo de una nueva creación que Dios Padre realiza por medio de Él. Una nueva creación en la cual se manifiesta la acción renovadora del Espíritu Santo, -simbolizado por la paloma-, que hará posible la paz en la existencia humana, gracias a la acción salvadora del amor de Dios. El relato del Bautismo del Señor es así una proclamación del misterio de la Santísima Trinidad.

 + 3. “Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido”

La fiesta del Bautismo del Señor actualiza para nosotros la manifestación de Jesús como Hijo de Dios, título dado por los profetas al Mesías prometido que iniciaría el reinado de Dios mismo en los corazones de quienes estuvieran dispuestos a dejarse transformar por su acción salvadora. Tal es a su vez el sentido de la profecía de Isaías en la primera lectura: “Este es mi servidor..., mi elegido a quien prefiero. Sobre él he puesto mi Espíritu” (Isaías 42, 1-7).

Resalta aquí la correspondencia entre el título de Hijo de Dios y el de Siervo o Servidor del Señor. Aquél hombre nacido en Belén de Judá, proveniente de una familia humilde y sencilla residente en la pequeña aldea de Nazaret, y que en el momento de su Bautismo en el río Jordán fue proclamado Hijo de Dios, va a presentarse a sí mismo, de palabra y de obra, como quien no vino a ser servido, sino a servir. Toda su vida, desde su nacimiento en una pesebrera hasta su muerte en una cruz, es la manifestación de esta correspondencia entre su condición de Hijo de Dios y su misión de Servidor.

En efecto, Jesús iba a estar siempre en medio de los seres humanos precisamente en calidad de servidor: servidor de Dios mediante el servicio a todos los seres humanos, tal como nos lo describe el discurso del apóstol Pedro en la segunda lectura, “fue ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo” y “pasó haciendo el bien” (Hechos de los Apóstoles 10, 34-38).

También nosotros en el sacramento del Bautismo hemos recibido al Espíritu Santo, que hace posible en nuestra existencia una vida nueva como hijos e hijas de Dios para en todo amarlo y servirlo, amando y sirviendo a nuestros prójimos y participando así, en esta vida y en la eterna, en el reino de amor y de paz que quiso inaugurar nuestro Señor Jesucristo. Que esta posibilidad se haga efectiva depende de nuestra disposición a escuchar y poner en práctica sus enseñanzas, identificándonos con Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y el Servidor por excelencia. Que así sea.-


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