domingo, 29 de marzo de 2015

El mensaje del domingo - Domingo de Ramos, Ciclo B

Cuando ya estaban cerca de Jerusalén, al aproximarse a los pueblos de Betfagé y Betania, en el Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: -Vayan a la aldea que está enfrente, y al entrar en ella encontrarán un burro atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta por qué lo hacen, díganle que el Señor lo necesita y que en seguida lo devolverá. Fueron, pues, y encontraron el burro atado en la calle, junto a una puerta, y lo desataron. Algunos que estaban allí les preguntaron: ¿Qué hacen ustedes? ¿Por qué desatan el burro? Ellos contestaron lo que Jesús les había dicho, y los dejaron ir.

Pusieron entonces sus capas sobre el burro, y se lo llevaron a Jesús. Y Jesús montó. Muchos tendían sus capas por el camino, y otros tendían ramas que habían cortado en el campo. Y tanto los que iban delante como los que iban detrás, gritaban: -¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, el reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas! (Marcos 11, 1-10).

La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos. Hoy el texto bíblico que antecede a la bendición de los ramos antes de la Misa para conmemorar la entrada de Jesús en Jerusalén es tomado del Evangelio según san Marcos (11, 1-10), y en la Misa se toma de este mismo evangelista el relato de la pasión (Marcos 14, 1-15, 47), precedido de la profecía de Isaías (50, 4-7), el Salmo 22 (21) y la carta de san Pablo a los Filipenses (2, 6-11). Centremos nuestra reflexión en tres temas que encontramos en los textos mencionados del Evangelio según san Marcos.

 + 1. “¡Hosana...! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Marcos 11, 9)

La palabra hosanna, tomada del hebreo, quiere decir salva ahora, y se emplea como un saludo de aclamación. Jesús, a quien las gentes sencillas aclaman como el Mesías descendiente del rey David y que no entra arrogante como los guerreros sobre carros tirados por caballos, sino manso y humilde sobre un asno.

El Reino que ha anunciado es distinto de los de este mundo, y esto es lo que va a manifestarse en los acontecimientos de su pasión, que culminarán con el de su resurrección no como un hecho espectacular sino como una experiencia espiritual que sólo pueden reconocer quienes se abren con fe a la revelación de Dios.

 + 2. “Tomen, esto es mi cuerpo... Esto es mi sangre, con la que se confirma la alianza, sangre que es derramada a favor de muchos” (Marcos 14, 22-24)

El relato de la pasión del Evangelio según San Marcos nos presenta, en la cena pascual que Jesús celebra con sus discípulos la noche del primer jueves santo, la institución de la Eucaristía como memorial del sacrificio redentor de Cristo que entrega su cuerpo y su sangre para darnos vida eterna. Cada vez que participamos activamente en la santa Misa, se actualiza para nosotros y para toda la humanidad el acontecimiento de su misterio pascual: su pasión, muerte y resurrección.

En este sentido, la Eucaristía es “el sacramento de nuestra fe” en el que anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección y expresamos nuestra esperanza en su venida gloriosa a nosotros. Y también es el sacramento del amor: en Jesucristo, Dios hecho hombre que ofrece como sacrificio su cuerpo y su sangre, es decir, su propia vida, y nos alimenta con ella en la comunión, se nos ha revelado plenamente el Dios verdadero que es Amor y que nos invita a realizar también nosotros en nuestra vida lo que este sacramento significa.

 + 3. “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Marcos 15, 39)

Estas palabras del centurión romano que los vio morir en la cruz, contrastan con las del Salmo que Jesús acababa de hacer suya antes de morir, manifestando así su anonadamiento total: “¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”. También nosotros proclamamos de manera especial nuestro reconocimiento de Jesús como el Hijo de Dios cuando nos santiguamos con el signo de la santa cruz, con el cual expresamos nuestra identidad como seguidores de Cristo.

El título “Hijo de Dios” se aplica a Jesús para indicar que se le reconoce como Dios. Lo mismo ocurre con el término “Señor”, que encontramos constantemente en el Nuevo Testamento, por ejemplo en la segunda lectura de hoy cuando el apóstol san Pablo dice, en la segunda lectura de la Misa de hoy (Filipenses 2, 6-11), que aquél que se despojó de la gloria de su divinidad para humillarse hasta la muerte de cruz como consecuencia de su solidaridad con las víctimas de la injusticia y la violencia, fue exaltado como “Señor” del universo. Todo lo contrario al pecado original en los comienzos de la humanidad, que ha seguido y sigue sucediendo cuando el ser humano cae en la tentación de la soberbia, desconociendo su condición de creatura de Dios.

Quienes creemos en Jesucristo como Hijo de Dios y Señor del universo, reconocemos que en Él se cumplen las profecías de los cuatro cantos o poemas del “Servidor de Yahvé” (el nombre de Dios en hebreo, con el cual se le había revelado a Moisés), escritos hace unos veinticinco siglos y que encontramos en el libro de Isaías. En el segundo poema, que corresponde a la primera lectura de la Misa de este domingo, el Servidor de Yahvé dice: “Yahvé me ha instruido para que yo consuele a los cansados con palabras de aliento” (Isaías 50, 4).

Dispongámonos a celebrar esta Semana Santa con una fe tal que nos impulse a identificarnos con Jesús, en quien se nos revela el mismo Dios que se solidariza hasta las últimas consecuencias con el dolor humano, con todos los que están cansados de sufrir la injusticia y la violencia. Aclamémoslo no sólo como el que viene en el nombre del Señor, sino también como el que tiene ese mismo título por haber entregado su vida para salvarnos a todos y hacer de nosotros hijos de Dios como Él. Y renovemos nuestro compromiso de vivir de acuerdo con su ejemplo de Amor infinito significado en la santa cruz, que es el único camino para lograr la reconciliación y la paz en nuestra vida personal y social-.


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Domingo de Ramos de la Pasión del Señor - Ciclo "B"

1ª Lectura (Is 50, 4-7)

Lectura del libro del profeta Isaías
En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (21)

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
L. Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen: "Confiaba en el Señor, pues que él lo salve; si de veras lo ama, que lo libre". /R.
L. Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros, Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos. /R.
L. Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado. /R.
L. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel. /R.

2ª Lectura (Flp 2, 6-11)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los filipenses
Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre, para que, al Nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Filp 2, 8-9)

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.- Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio (Mc 14, 1--15, 47)

Lectura del santo Evangelio según San Marcos
A. Gloria a ti, Señor.
C. Faltaban dos días para la fiesta de pascua y de los panes Azimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían: S. "No durante las fiestas, porque el pueblo podría amotinarse".
C. Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús. Algunos comentaron indignados: S. "¿A qué viene este derroche de perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios para dárselos a los pobres". C. Y criticaban a la mujer; pero Jesús replicó: + "Déjenla. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien, porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ella ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio, se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo”.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: S. "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?" (Él les dijo a dos de ellos): + "Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entren: 'El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?' Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena".
C. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo: + "Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a entregar". C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro: S. "¿Soy yo?" C. Él respondió: + "Uno de los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo. El Hijo del hombre va a morir, como está escrito: pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre! ¡Más le valiera no haber nacido!
C. Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: + "Tomen: esto es mi cuerpo". C. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: + "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
C. Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo: + "Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea". C. Pedro replicó: S. "Aunque todos se escandalicen, yo no”. C. Jesús le contestó: + "Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres". C. Pero él insistía: S. "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré". C. Y los demás decían lo mismo. Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: + "Siéntense aquí mientras hago oración". C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo: + "Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí, velando". C. Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejara de él aquella hora. Decía: + "Padre, tú lo puedes todo: aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres". C. Volvió a donde estaban los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro: + "Simón, ¿estás dormido? ¿No has podido velar ni una hora? Velen y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil". C. De nuevo se retiró y se puso a orar, repitiendo las mismas palabras. Volvió y otra vez los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño; por eso no sabían qué contestarle. Él les dijo: + "Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor".
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él, gente con espadas y palos, enviada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles: S. "Al que yo bese, ése es. Deténgalo y llévenselo bien sujeto". C. Llegó, se acercó y le dijo: S. "Maestro". C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes desenvainó la espada y de un golpe le cortó la oreja a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo: + "¿Salieron ustedes a apresarme con espadas y palos, como si se tratara de un bandido? Todos los días he estado entre ustedes, enseñando en el templo y no me han apresado. Pero así tenía que ser para que se cumplieran las Escrituras". C. Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto nada más con una sábana, y lo detuvieron; pero él soltó la sabana y se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote y se reunieron todos los pontífices, los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús para condenarlo a muerte y no la encontraban. Pues, aunque muchos presentaban falsas acusaciones contra él, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron: S. "Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro, no edificado por hombres'". C. Pero ni aún en esto concordaba su testimonio. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó a Jesús: S. "¿No tienes nada que responder a todas esas acusaciones?" C. Pero él no le respondió nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar: S. "¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?,” C. Jesús contestó: + "Sí lo soy. Y un día verán cómo el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y cómo viene entre las nubes del cielo". C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras exclamando: S. "¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?" C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían: S. "Adivina quién fue", y los criados también le daban de bofetadas.
Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio. Llegó una criada del sumo sacerdote, y al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y le dijo: S. "Tú también andabas con Jesús Nazareno". C. Él lo negó, diciendo: S. "Ni sé ni entiendo lo que quieres decir". C. Salió afuera hacia el zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los presentes: S. "Ese es uno de ellos". C. Pero él lo volvía a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: "Claro que eres uno de ellos, pues eres galileo". Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar: S. "No conozco a ese hombre del que hablan". C. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús: 'Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres', rompió a llorar.
Luego que amaneció, se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilatos. Este le preguntó: S. "¿Eres tú el rey de los judíos?" C. Él respondió: + "Sí lo soy". C. Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilatos le preguntó de nuevo: S. "¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan". C. Jesús ya no le contestó nada, de modo que Pilatos estaba muy extrañado. Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarles al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilatos les dijo: S. "¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?" C. Porque sabía que los Sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilatos les volvió a preguntar: S. "¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?" C. Ellos gritaron más fuerte: S. "¡Crucifícalo!" C. Pilatos, queriendo dar gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con una manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de él, dirigiéndole este saludo: S. "¡Viva el rey de los judíos!". C. Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo.
Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir "lugar de la Calavera"). Le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver qué le tocaba a cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: "El rey de los judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores.
Los que pasaban por ahí lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole: S. "Anda" Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”. C. Los sumos sacerdotes se burlaban también de él y le decían: S. "Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos" C. Hasta los que estaban crucificados con él también lo insultaban.
Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente: + "Eloí, Eloí, ¿lamá sabactaní?" (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían: S. "Miren, está llamando a Elías". C. Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo: S. "Vamos a ver si viene Elías a bajarlo". C. Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: S. "De veras este hombre era Hijo de Dios".
C. Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y además de ellas, otras muchas que habían venido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto, y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, se fijaron en dónde lo ponían. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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domingo, 22 de marzo de 2015

Domingo 5 de Cuaresma Ciclo "B" - 22 de Marzo de 2015

1ª Lectura (Jr 31, 31-34)

Lectura del libro del profeta Jeremías
"Se acerca el tiempo, dice el Señor, en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será como la alianza que hice con los padres de ustedes, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ellos rompieron mi alianza y Yo tuve que hacer un escarmiento con ellos. Esta será la alianza nueva que voy a hacer con la casa de Israel: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya nadie tendrá que instruir a su prójimo ni a su hermano, diciéndole: 'Conoce al Señor', porque todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de todos, cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (50)

R. Crea en mí, Señor, un corazón puro.
L. Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados. /R.
L. Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu Santo Espíritu. /R.
L. Devuélveme tu salvación, que regocija, y mantén en mí un alma generosa.  /R.
L. Enseñaré a los descarriados tus caminos y volverán a ti los pecadores. /R.

2ª Lectura (Hb 5, 7-9)

Lectura de la Carta a los hebreos
Hermanos: Durante su vida mortal, Cristo ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegando a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 12, 26)

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.- El que quiera servirme, que me siga, para que donde Yo esté, también esté mi servidor. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio (Jn 12, 20-33)

Lectura del santo Evangelio según San Juan
A. Gloria a ti, Señor.
Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: "Señor, quisiéramos ver a Jesús". Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y Él les respondió: "Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre. Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: 'Padre, líbrame de esta hora'? No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre". Se oyó entonces una VOZ que decía: "Lo he glorificado y volveré a glorificarlo". De entre los que estaban ahí presentes y oyeron aquella voz, unos decían que había sido un trueno; otros, que le había hablado un ángel. Pero Jesús les dijo: "Esa voz no ha venido por mí, sino por ustedes. Está llegando el juicio de este mundo; ya va a ser arrojado el príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí". Dijo esto, indicando de qué manera habría de morir. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - V Domingo de Cuaresma, Ciclo B

El episodio del Evangelio de hoy se sitúa en Jerusalén, en la proximidad de la fiesta de la Pascua, a la cual acudían personas provenientes de distintas naciones. La Palabra de Dios nos invita a disponernos para comprender desde la fe el sentido de lo que vamos a conmemorar en la Semana Santa: la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

 + 1.- “Queremos ver a Jesús”

Los griegos del Evangelio quieren ver a Jesús porque desean conocerlo de cerca. Nosotros también necesitamos profundizar en nuestro conocimiento de Él, y esto sólo nos es posible cuando abrimos nuestras mentes y nuestros corazones para que Él mismo, Dios hecho hombre, nos enseñe el camino hacia la vida eterna. Y el camino que Él nos muestra es su propia vida entregada al cumplimiento de la voluntad de su Padre.

Dios mismo se nos da a conocer en su Hijo Jesucristo, cumpliendo su promesa hecha a través del profeta Jeremías en la primera lectura de este domingo (Jeremías (31, 31-34): “Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: reconoce al Señor. Porque todos me conocerán…” (31, 34). Y para lograr nosotros este conocimiento, es necesaria nuestra renovación interior, la que pedimos cuando rezamos el salmo responsorial también de este domingo: Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme [Salmo 51 (50)].

 + 2.- “Si el grano de trigo al caer en la tierra no muere…”

La imagen de la semilla, que aparece constantemente en los Evangelios, es empleada por Jesús para referirse al Reino de Dios. En el Evangelio Jesús mismo se identifica con la semilla de trigo que se hunde en la tierra y muere para producir una abundante cosecha. La semilla tiene que morir para transformarse en la planta que hace posible el crecimiento de las espigas cargadas de granos, de los que proviene la harina que luego es amasada para convertirse en pan, en alimento que da vida.

En el sacramento de la Eucaristía, memorial del sacrificio redentor de Jesucristo, el producto de la semilla de trigo se convierte para nosotros en signo de la vida eterna que Él nos comunica cuando recibimos como alimento espiritual su cuerpo glorioso, “pan de vida” (Juan 6, 35), expresando así, al comulgar, nuestra intención de identificarnos con Él, lo cual implica que estamos dispuestos a entregar también nuestra vida a su servicio, es decir, al servicio del Reino de Dios que es el reinado del Amor.

 + 3.- “Cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí”

Cuando Jesús dice que va a ser levantado de la tierra, se refiere tanto a su muerte en la cruz como a su resurrección gloriosa. No podemos separar lo uno de lo otro, pues se trata del misterio pascual: el paso a una vida nueva a través de la pasión redentora. La parte final del pasaje evangélico de este último domingo de Cuaresma contiene una alusión anticipada a lo que sería su oración en el huerto la víspera de su pasión. En el Evangelio, Jesús dice ¡Siento en este momento una angustia terrible! ¿Y qué voy a decir? ¿Diré: “Padre, líbrame de esta angustia”? ¡Pero precisamente para esto he venido! En los otros tres Evangelios, la oración es similar: “Padre, si es posible, líbrame de este trago amargo, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

A la misma oración se refiere la carta a los Hebreos en la segunda lectura de este domingo (Hebreos 5,7-9): Cristo… con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte; y añade inmediatamente que por su obediencia, Dios lo escuchó, lo cual quiere decir que Dios Padre le respondió positivamente, no librándolo de la muerte, sino resucitándolo y glorificándolo después de ella, tal como lo había dicho la voz venida del cielo: “Ya lo he glorificado, y lo voy a glorificar otra vez” (Juan 12, 28).

Dispongámonos nosotros a celebrar la Semana Santa de tal modo que, al identificarnos plenamente con Él poniéndonos al servicio del Reino de Dios, se realice también en nuestras vidas su misterio pascual, y se cumpla así en cada uno y cada una lo que ha dicho Jesús: “Donde yo esté, allí estará también quien me sirva”. Él, después de su pasión y muerte en la cruz, está con su humanidad resucitada y glorificada, junto a su Padre celestial. A quienes creemos en Él, nos anima la esperanza de participar de ese mismo estado de vida nueva y eternamente feliz. Renovemos por tanto nuestra fe y proclamemos esa misma esperanza, no solo de palabra, sino con el cumplimiento de la voluntad de Dios, que es voluntad de Amor hasta la entrega total de la propia vida.


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domingo, 15 de marzo de 2015

Domingo 4 de Cuaresma Ciclo "B"

1ª Lectura (2Cro 36, 14-16. 19-23)

Lectura del Segundo Libro de Las Crónicas
En aquellos días, todos los sumos sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, practicando todas las abominables costumbres de los paganos, y mancharon la casa del Señor, que Él se había consagrado en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, los exhortó continuamente por medio de sus mensajeros, porque sentía compasión de su pueblo y quería preservar su santuario. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus advertencias y se mofaron de sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo llegó a tal grado, que ya no hubo remedio. Envió entonces contra ellos al rey de los caldeos. Incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén, pegaron fuego a todos los palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. A los que escaparon de la espada, los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos, hasta que el reino pasó al dominio de los persas, para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías: Hasta que el país haya pagado sus sábados perdidos, descansará de la desolación, hasta que se cumplan setenta años. En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de las palabras que habló el Señor por boca de Jeremías, el Señor inspiró a Ciro, rey de los persas, el cual mandó proclamar de palabra y por escrito en todo su reino, lo siguiente: "Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha mandado que le edifique una casa en Jerusalén de Judá. En consecuencia, todo aquel que pertenezca a este pueblo, que parta hacia allá, y que su Dios lo acompañe". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (136)

R. Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
L. Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar de nostalgia; de los sauces que estaban en la orilla colgamos nuestras arpas. /R.
L. Aquellos que cautivos nos tenían pidieron que cantáramos. Decían los opresores: "Algún cantar de Sión, alegres, cántennos". /R.
L. Pero, ¿cómo podríamos cantar un himno al Señor en tierra extraña? ¡Que la mano derecha se me seque, si de ti, Jerusalén, yo me olvidara! /R.
L. ¡Que se me pegue al paladar la lengua, Jerusalén, si no te recordara, o si, fuera de ti, alguna otra alegría yo buscara! /R.

2ª Lectura (Ef 2, 4-10)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los efesios
Hermanos: La misericordia y el amor de Dios son muy grandes; porque nosotros estábamos muertos por nuestros pecados, y Él nos dio la vida con Cristo y en Cristo. Por pura generosidad suya, hemos sido salvados. Con Cristo y en Cristo nos ha resucitado y con Él nos ha reservado un sitio en el cielo. Así, en todos los tiempos, Dios muestra, por medio de Jesús, la incomparable riqueza de su gracia y de Su bondad para con nosotros. En efecto, ustedes han sido salvados por la gracia, mediante la fe; y esto no se debe a ustedes mismos, sino que es un don de Dios. Tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir, porque somos hechura de Dios, creados por medio de Cristo Jesús, para hacer el bien que Dios ha dispuesto que hagamos. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Juan 3, 16)

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.- Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio (Juan 3, 14-21)

Lectura del santo Evangelio según San Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: "Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Unico, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él. El que cree en Él, no será condenado; pero el que no cree, ya está condenado, por no haber creído en el Hijo Unico  de Dios. La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - IV Domingo de Cuaresma, Ciclo B

La conversación de Jesús con Nicodemo, de la cual se nos presenta hoy la última parte, es relatada en el Evangelio según san Juan inmediatamente después de la expulsión de los mercaderes del templo, que leímos el domingo pasado. Nicodemo pertenecía al partido religioso de los fariseos, quienes en tiempos de Jesús y de los inicios del cristianismo se identificaban como los cumplidores perfectos de la Ley y de los ritos judaicos. Buena parte de ellos se oponían a Jesús, cegados por la soberbia y la hipocresía. Pero también había entre los fariseos hombres sinceros que buscaban la verdad, como Nicodemo, quien pertenecía además al “Sanedrín”, un tribunal en el que se decidían los asuntos religiosos de los judíos, frecuentemente con repercusiones jurídicas y políticas.

Tres veces habla el Evangelio según san Juan de este personaje que llegaría a ser discípulo de Jesús. La primera, cuando va a buscarlo en la noche, tal vez por temor o por prudencia (Juan 3,2). La segunda, cuando sale en defensa de Jesús y dice: “según nuestra ley, no podemos condenar a un hombre sin antes haberlo oído” (Juan 7,50). Y la tercera, cuando él y otro personaje llamado José de Arimatea, también discípulo secreto de Jesús (secreto “por miedo a las autoridades judías”), amortajan y sepultan su cuerpo inerte después de bajarlo de la cruz (Juan 19,39). El evangelista recalca que el mismo que lo defendió y le dio sepultura es “el que una noche fue a hablar con Jesús”. Detengámonos en tres de las frases del Evangelio de este domingo, teniendo en cuenta además las otras lecturas bíblicas [2 Crónicas 36, 14-16.19-23; Salmo 137 (136); Efesios 2, 4-1].

 + 1.- Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, el hijo del hombre tiene que ser levantado para que todo el que cree en él tenga vida eterna

La alusión a la imagen de la serpiente en el desierto era muy familiar para quienes conocían las sagradas escrituras, como Nicodemo. El libro de los Números, uno de los primeros cinco de la Biblia que en su conjunto componen la “Torá” o Ley divina, narra el episodio que evoca Jesús, cuando Moisés, siguiendo las instrucciones de Dios, colocó la imagen de una serpiente de bronce en el asta de una bandera para que quienes habían sido mordidos por las culebras del desierto, al mirarla quedaran curados (Núm. 21, 8-9).

Con esta imagen se estaba refiriendo Jesús a lo que sería su sacrificio redentor al morir crucificado, y sus palabras llegan hasta nosotros para que nos dirijamos con una mirada de fe al Señor levantado en la cruz y lo reconozcamos como el único que puede sanarnos de nuestras dolencias espirituales y darnos vida eterna. En el Evangelio según san Juan, la cruz es signo a la vez de padecimiento y de triunfo. Por eso, al santiguarnos con este signo que nos identifica como seguidores de Cristo, si lo hacemos a conciencia estamos expresando nuestra fe en el acontecimiento pascual de la muerte y resurrección de Cristo y nos disponemos así a que Él nos comunique su propia vida, que es eterna.

 + 2.- Dios no envió su Hijo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él

El mensaje central que nos trae la Palabra de Dios en las lecturas bíblicas de hoy es precisamente que el plan de Dios sobre la humanidad no es un plan de destrucción y condenación, sino de redención y salvación. Tal es el sentido de la primera lectura (2 Crónicas 36, 14-16.19-23), en la cual se hace referencia a los profetas que había enviado constantemente a su pueblo como mensajeros para invitarlo una y otra vez a convertirse apartándose de la idolatría y la injusticia. Una invitación que se renueva al volver los judíos de Babilonia, donde habían padecido desde el imperio babilonio de Nabucodonosor un destierro de 40 años que los llevó a añorar la ciudad de Jerusalén, tal como lo expresa poéticamente el Salmo 137 (136), magistralmente musicalizado en la ópera “Nabucco” de Giuseppe Verdi (1813-1901).

También la segunda lectura nos presenta a Dios como rico en misericordia. Esta frase, que fue el título la encíclica inaugural del pontificado del papa San Juan Pablo II en 1978, corresponde a su vez al de la primera encíclica del papa emérito Benedicto XVI: Dios es amor. Y a esto mismo se refiere nuestro actual papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio - 2013), cuando, precisamente al hablar del anuncio del Evangelio persona a persona –como lo hizo Jesús con Nicodemo- dice que el anuncio fundamental consiste en “el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad” (EG, 128). Dios ha querido salvarnos a los seres humanos no por nuestros méritos o en virtud de nuestras prácticas rituales, sino “por pura gracia” -como lo indica en la segunda lectura la carta a los Efesios-, es decir, como un don suyo que se concreta en la entrega de su propio Hijo Jesucristo.

 + 3.- Los que viven de acuerdo con la verdad se acercan a la luz, para que se vea que todo lo hacen de acuerdo con la voluntad de Dios

La oposición entre luz y oscuridad, una de las características más significativas del Evangelio según san Juan, cobra un sentido especial en el contexto del relato: en medio de oscuridad de la noche, Nicodemo es invitado a reconocer a Jesús como la luz que ha venido al mundo. Esta frase se encuentra también en el prólogo del mismo Evangelio (1,9), y el propio Jesús diría más adelante: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad” (8,12).

La luz es identificada con la verdad, y la oscuridad con la mentira o hipocresía. El mismo Jesús que se ha llamado la luz del mundo, les dirá a sus discípulos en sus palabras de despedida durante la última cena: “Yo soy el camino, la verdad y la vida (Juan 14, 6). Y culmina la conversación de Jesús con Nicodemo en una invitación que es también a cada uno de nosotros: la invitación a salir de todo cuanto haya de oscuro en nuestra existencia, dejándonos iluminar Cristo por para vivir sinceramente, sin mentiras ni hipocresías, de acuerdo con su voluntad que es voluntad de amor y misericordia.-


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domingo, 1 de marzo de 2015

Domingo 2 de Cuaresma Ciclo "B"

1ª Lectura (Gén 22, 1-2. 9-13. 15-18)

Lectura del libro del Génesis
En aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: "¡Abraham, Abraham!" Él respondió: "Aquí estoy". Y Dios le dijo: "Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de Moria y ofrécemelo como sacrificio, en uno de los montes que Yo te indicaré". Cuando llegaron al sitio que Dios le había señalado, Abraham levantó un altar y acomodó la leña. Luego ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, encima de la leña y tomó el cuchillo para degollado. Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: "¡Abraham, Abraham!". Él contestó: "Aquí estoy". El ángel le dijo: "No descargues la mano contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque no le has negado a tu hijo único". Abraham levantó los ojos y vio a un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo y le dijo: "Juro, por mí mismo, dice el Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, Yo te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste a mis palabras". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (115)

R. Siempre confiaré en el Señor.
L. Aun abrumado de desgracias, siempre confié en Dios. A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. /R.
L. De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava; te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu Nombre. /R.
L. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo, en medio de su Templo Santo, que está en Jerusalén. /R.

2ª Lectura (Rom 8, 31-34)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los romanos
Hermanos: Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? El que no nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su Hijo? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Si Dios mismo es quien los perdona, ¿quién será el que los condene? ¿Acaso Jesucristo, que murió, resucitó y está a la derecha de Dios para interceder por nosotros?. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mc 9, 7)

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.- Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este Pan vivirá para siempre. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio (Mc 9, 2-10)

Lectura del santo Evangelio según San Marcos
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados. Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo amado; escúchenlo". En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de resucitar de entre los muertos". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Pistas para la homilía del domingo - II Domingo de Cuaresma, Ciclo B

Los textos de la Biblia son una fuente inagotable de inspiración. Aunque los hayamos leído innumerables veces, siempre encontramos en ellos fuerzas para asumir, con renovado empeño, nuestras tareas diarias. Hace pocos días, la Liturgia de las Horas – que contiene salmos, lecturas y oraciones que recitamos los sacerdotes – traía un interesante texto del diácono san Efrén, un personaje del siglo IV, que es muy pertinente a propósito del comentario que acabamos de hacer; dice san Efrén que “La Palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su Palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su Palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos a los que enfocara su reflexión”. La Palabra de Dios es una veta inagotable de inspiración; cada vez que la meditamos, encontramos en ella luces particulares para asumir el reto de la vida.

Dejemos, pues, que la Palabra de Dios resuene en nuestro interior. ¿Qué nos dice hoy este texto de la Transfiguración del Señor que hemos escuchado y leído tantas veces? En su redacción, este texto pertenece al género literario de las teofanías, que son unos relatos del Antiguo y del Nuevo Testamento que describen unas manifestaciones muy solemnes de Dios a la comunidad.

Al leer este texto del evangelista Marcos, los cristianos de todos los tiempos compartimos la experiencia vivida por Pedro, Santiago y Juan, en los primeros tiempos del ministerio apostólico de Jesús. En la cima del monte, les fue revelada la verdadera identidad y misión del Señor: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. Solamente después de la Resurrección comprendieron el alcance de estas palabras.

¿Cómo nos interpela hoy este relato? La persona y el mensaje de Jesús son una maravillosa teofanía o manifestación del Padre. Después de su Resurrección, el Espíritu Santo sigue acompañando a la Iglesia en su caminar por la historia; el Espíritu Santo ilumina a la Iglesia en su lectura de los signos de los tiempos. Así como la Iglesia hace esa lectura del plan de Dios, cada uno de los fieles vamos descubriendo nuestra vocación a través del discernimiento. Debemos vivir nuestra vida como teofanía o manifestación de Dios.

Ahora bien, Dios se nos manifiesta de muchas maneras: a través de los acontecimientos de nuestra historia personal, los consejos de personas sabias, la oración, una experiencia de Ejercicios Espirituales, la lectura de la Biblia, etc. Sin embargo, existen muchos ruidos y distracciones que nos impiden leer y escuchar el plan de Dios; debemos crear unas condiciones de silencio interior para captar esa Palabra que resuena en lo más hondo de nuestro corazón. A Pedro, Santiago y Juan el Señor se les manifestó en la cumbre de un monte; a nosotros se nos manifiesta en el silencio de la oración.

¿Qué nos dice la presencia de Moisés y Elías junto al Señor transfigurado? Esta escena, que ha sido fuente de inspiración para muchos pintores, expresa que Jesucristo es el punto de llegada de la Ley y los Profetas. Es el Mesías largamente esperado. Igualmente, es punto de partida de una realidad nueva. La Pascua del Señor es una nueva creación. Los seguidores del Resucitado participamos de esta nueva creación por medio del bautismo.

Así como la predicación de Jesús fue, simultáneamente, fidelidad a la alianza sellada con los patriarcas y ratificada en medio de las infidelidades del pueblo de Israel, e instauración de un orden nuevo, la acción evangelizadora de la Iglesia debe permanecer fiel a las enseñanzas del Maestro, transmitidas por la Comunidad Apostólica y enseñadas por la Iglesia, y preguntarse continuamente cómo vivir la fe en medio de las condiciones cambiantes de la historia. La Iglesia, siempre fiel, debe tener la capacidad de reinventar su lenguaje y sus modelos catequéticos para poder comunicarse con las diversas culturas.

En el relato de la Transfiguración, nos llama la atención la propuesta que hace Pedro: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados”.

Pedro, que expresaba de manera espontánea sus sentimientos, manifestó algo que es común a todos los seres humanos: el deseo de instalarnos cuando nos sentimos seguros y a gusto. Este mismo sentimiento se puede apoderar de las comunidades. ¿Qué significa para la acción evangelizadora de la Iglesia instalarse? Significa tener como interlocutores a los fieles tradicionales, que acogen dócilmente las orientaciones de los pastores sin hacer preguntas incómodas; significa repetir los mismos modelos de catequesis sin tener en cuenta la diversidad de las comundiades.

Uno de los mensajes más insistentes del Papa Francisco es su llamado para que la Iglesia salga de sus muros, dentro de los cuales se siente segura, e inicie conversaciones con otros colectivos que seguramente harán cuestionamientos que algunos podrían considerar irrespetuosos. La Iglesia no puede pretender construir tres chozas para permanecer en la cima del monte. Debe descender para recorrer los caminos tortuosos del debate científico, del pluralismo ideológico y de las nuevas formas de familia.

El relato de la Transfiguración del Señor, leído desde nuestras coordenadas históricas, nos invita a preguntarnos por las teofanías o manifestaciones de Dios en nuestras historias personales y en los procesos sociales en los cuales estamos inmersos; nos hace reflexionar sobre cómo vivir fielmente nuestra fe en un mundo cambiante; y nos motiva salir a la periferia para anunciar la Buena Noticia del Señor Resucitado.


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