domingo, 3 de mayo de 2015

Domingo 5 de Pascua Ciclo "B" - 3 de Mayo de 2015

1ª Lectura (He 9, 26-31) 

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
Cuando Pablo regresó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no creían que se hubiera convertido en discípulo. Entonces, Bernabé lo presentó a los Apóstoles y les refirió cómo Saulo había visto al Señor en el camino, cómo el Señor le había hablado y cómo él había predicado, en Damasco, con valentía, en el nombre de Jesús. Desde entonces, vivió con ellos en Jerusalén, iba y venía predicando abiertamente en el nombre del Señor, hablaba y discutía con los judíos de habla griega y éstos intentaban matarlo. Al enterarse de esto, los hermanos condujeron a Pablo a Cesarea y lo despacharon a Tarso. En aquellos días, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria, vivía en el temor del Señor y gozaba del consuelo del Espíritu Santo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (21) 

R. Bendito sea el Señor. Aleluya.
L. Le cumpliré mis promesas al Señor delante de sus fieles. Los pobres comerán hasta saciarse y alabarán al Señor los que lo buscan: su corazón ha de vivir para siempre. /R.
L. Recordarán al Señor y volverán a Él desde los últimos lugares del mundo: en su Presencia se postrarán todas las familias de los pueblos. Sólo ante Él se postrarán todos los que mueren. /R.
L. Mi descendencia lo servirá y le contará a la siguiente generación, al pueblo que ha de nacer, la justicia del Señor y todo lo que Él ha hecho. /R.

2ª Lectura (1Juan 3, 18-24) 

Lectura de la Primera Carta del apóstol San Juan
Hijos míos: No amemos solamente de palabra; amemos de verdad y con las obras. En esto conoceremos que somos de la Verdad y delante de Dios tranquilizaremos nuestra conciencia de cualquier cosa que ella nos reprochare, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y todo lo conoce. Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra confianza en Dios es total. Puesto que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de Él todo lo que le pidamos. Ahora bien, este es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme el precepto que nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el Espíritu que Él nos ha dado, que Él permanece en nosotros. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio(Juan 15, 4.5) 

R. Aleluya, aleluya.- Permanezcan en mí y yo en ustedes, dice el Señor; el que permanece en mí, da fruto abundante. R. Aleluya.

Evangelio (Juan 15, 1-8) 

Lectura del santo Evangelio según San Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en Mí, Él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en Mí y Yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en Mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da fruto abundante, porque sin Mí nada pueden hacer. Al que no permanece en Mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en Mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - V Domingo de Pascua, Ciclo B

Estas palabras de Jesús que nos trae el Evangelio de hoy tienen como trasfondo la canción de la viña o del cultivo de uvas que había empleado como imagen literaria el profeta Isaías para representar al pueblo de Israel (Isaías 5, 1-7), y que sería evocada ocho siglos después por Jesús para manifestar su propia fidelidad a Dios Padre en contraste con la infidelidad del pueblo escogido, y exhortar a sus discípulos a permanecer unidos a Él. Reflexionemos sobre lo que nos dice Jesús en el Evangelio, teniendo también en cuenta los demás textos bíblicos de este domingo [Hechos de los Apóstoles 9, 26-31; Salmo 22 (21), 26b-28.30-32; 1ª Carta de Juan 3, 18-24].

 + 1. “Yo soy la vid verdadera (…) y ustedes son las ramas 

La expresión “Yo soy” empleada por Jesús (“Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy la puerta”, “Yo soy el buen pastor”, “Yo soy la resurrección y la vida”, “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, “Yo soy el pan de vida”, “Yo soy la vid verdadera”, “Yo soy, el que habla contigo” -como le dice a la Samaritana cuando ella le pregunta por el Mesías-, “Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo soy”, o simplemente “Yo soy” -como les responde a quienes llegan a apresarlo en el huerto de Getsemaní la víspera de su pasión y muerte en la cruz-) es en el Evangelio de Juan una referencia al nombre con el que se le había revelado Dios a Moisés: “Yo soy el que soy” (Éxodo 3, 14), que es lo que traduce el nombre “Yahvé”. Más exactamente: “Yo he actuado, estoy y seguiré actuando”, al contrario de los ídolos, que no actúan porque no tienen vida.

Lo que Dios es y la forma en que actúa lo expresan en este pasaje del Evangelio las imágenes del viñador o cultivador de uvas que llena de todos sus cuidados la planta que él mismo sembró y de la cual espera los mejores frutos para producir el mejor vino, y de la vid verdadera que sí ha producido lo mejor, con la cual Jesús se identifica al prometer que quienes permanezcan unidos a Él como las ramas al tronco, como los sarmientos a la vid, darán mucho fruto.

Hay en esta alegoría un detalle significativo: Jesús dice que al que lleva fruto lo limpia -o en otras traducciones “lo poda”- para que dé más fruto. Esto quiere decir que, en el proceso de crecimiento espiritual que implica nuestra unión o comunión con Él, debemos estar dispuestos a experiencias de purificación para arrancar de nosotros los apegos o afectos desordenados que nos impiden dar un fruto de buena calidad. Pero, ¿en qué consiste ese fruto que Jesús espera de sus discípulos, de cada uno y cada una de nosotros? Veámoslo.

 + 2. “Quien permanece unido a mí da mucho fruto” 

El fruto resultante de permanecer con Jesús es la práctica del amor, cumpliendo el mandamiento por el cual son reconocidos sus seguidores, como Él mismo había dicho poco antes y lo repetiría luego en el mismo Evangelio (Juan 14, 34-35; 15, 12.17), como lo manifestaría la Iglesia primitiva de la cual se dice en la primera lectura que tenía paz y crecía espiritualmente (Hechos 9, 31), y como lo recalca la segunda (1 Juan 3, 23).

Ya ustedes están limpios por mis palabras, dice Jesús. En efecto, todo el proceso formativo de sus discípulos ha implicado una purificación inicial, pero ésta debe continuar porque las tendencias desordenadas no desaparecen en forma automática, y por ello es necesario reforzar constantemente la conexión con Él. Ahora bien, para estar y permanecer unidos a Jesús tenemos que dejarnos vivificar por la savia que Él quiere comunicarnos: su Espíritu Santo, que nos mueve a escuchar y comprender la Palabra de Dios en la oración individual y comunitaria, y a conectarnos con la vida resucitada de Jesús en la comunión eucarística. Siete veces aparece en este pasaje del Evangelio la idea de estar en unión con Jesús. Por eso ella constituye el núcleo del mensaje de este domingo y nos da la clave para examinarnos preguntándonos: ¿Qué he hecho, qué hago y qué debo hacer para permanecer conectado a Jesús?

 + 3. “Si permanecen unidos a mí y fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran…” 

¡Ama y haz lo que quieras! San Agustín de Hipona (siglo IV d.C.) expresó en esta frase el sentido de lo que Jesús les dice a sus discípulos en la última parte del pasaje evangélico de hoy. Es frecuente la queja de quienes se sienten desatendidos por Dios porque no oye sus peticiones o parece no tenerlas en cuenta. Lo que ocurre tal vez es que, quienes así se quejan, por una parte no han cumplido la condición que indica Jesús -si permanecen unidos a mí y fieles a mis enseñanzas-, y, por otra, no han entendido que la oración hecha como es debido nos dispone a pedir no lo que corresponde a nuestros afectos desordenados, sino lo que nos conviene para nuestra vida espiritual y eterna.

Pidámosle entonces a Dios Padre, en el nombre de Jesús, e invocando la intercesión de María Santísima en este mes de mayo, que no nos deje caer en la tentación y nos libre del mal para que permanezcamos unidos a Él, de modo que nunca nos apartemos de quien nos enseñó con el ejemplo de su vida a cumplir el mandamiento del amor.-


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