domingo, 16 de septiembre de 2012

Mensaje del Domingo - Septiembre 16 de 2012 Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.

 + 1.- ¿Y quién dicen ustedes que soy yo? Pedro le contestó: “Tú eres el Mesías”

La respuesta de Pedro a la pregunta de Jesús -¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?- constituye el tema central de la fe cristiana: reconocer que Jesús es el Mesías, título hebreo que corresponde al término griego del que viene el nombre de Cristo y significa Ungido, es decir, consagrado para realizar la misión de hacer presente en la tierra el Reino de Dios. Este título había cobrado un sentido especial desde los tiempos de los antiguos profetas. Ellos habían anunciado la promesa de un Salvador ungido por Dios para liberar al pueblo de Israel después de las experiencias dolorosas sufridas bajo las dominaciones extranjeras.

Por eso existía la tentación de esperar un Mesías guerrero que recobraría el poder político derrotando al imperio opresor. Y también por eso Jesús, después de ser reconocido por Pedro como el Mesías, les prohibió a sus discípulos que se lo dijeran a otros, para que no se confundiera su misión con la de un líder político. Este tipo de líder era el que anhelaban, y por eso mismo no les cabía en la cabeza que Jesús les anunciara su pasión y muerte, aunque añadiera la resurrección. Este era el motivo por el que Pedro se resistía a aceptar ese anuncio que su Maestro les hacía acerca de su pasión y muerte.

La reacción de Jesús es especialmente significativa al llamar a Pedro Satanás, palabra derivada del hebreo que significa opositor y corresponde al griego diabolos. Lo que quiere decir con esto es que, al oponerse Pedro a la misión redentora de aquél a quien acababa de reconocer como el Mesías, estaba actuando de la misma manera que el tentador a quien había tenido que enfrentarse Jesús en el desierto antes del comienzo de su vida pública.

 + 2.- “Si alguien quiere venir conmigo, renuncie a sí mismo, cargue su cruz…”

Esta exhortación de Jesús es diametralmente contraria a la tentación del éxito fácil. Por eso, si queremos nosotros ser de verdad seguidores de Cristo, tenemos que identificarnos con Él: salir cada cual de sí mismo renunciando a toda forma de egoísmo, para ponerse al servicio del Reino de Dios, reino de justicia, de amor y de paz, hasta las últimas consecuencias.


En la primera lectura de este domingo, el libro que lleva el nombre del profeta Isaías (50, 5-9) anuncia al Mesías no como un rey terreno que domina, sino como el servidor sufriente que se somete al dolor sin oponer resistencia. Los textos proféticos del libro de Isaías que, como éste, son llamados poemas del “siervo de Yahvé” o servidor de Dios, nos ofrecen un relato anticipado de la pasión redentora del Mesías prometido, la misma que Jesús les anunció a sus discípulos después de la profesión de fe de Pedro.


Ahora bien, la pasión de Jesucristo y su muerte en la cruz no son presentadas por los Evangelios para que las contemplemos pasivamente. Los evangelistas las han narrado para que nos identifiquemos con Aquél que dio su vida por nosotros y por toda la humanidad, y nos dispongamos también, cada cual cargando su propia cruz, a realizar el Reino de Dios mediante una actitud de servicio, a imagen y semejanza del mismo Jesús, quien diría más adelante también a sus discípulos después del segundo y del tercer anuncio de su pasión: el Hijo del hombre -como solía llamarse a sí mismo- no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos” (Marcos 10, 45).

 + 3.- “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras?”

Expresar nuestra fe en Jesucristo implica y exige demostrarla con las obras. Esta relación indisoluble entre el reconocimiento de Jesús como el Mesías y la realización de sus enseñanzas, es precisamente la que nos plantea la segunda lectura de hoy, tomada de la Carta de Santiago (2, 14-18). El ejemplo con que la ilustra es muy claro: ante la situación de quien carece de ropa y alimento, no basta con decir “que les vaya bien, vístanse y aliméntense”; debe hacerse algo para resolverla.


¿Cómo es nuestra relación entre la fe que proclamamos cuando reconocemos a Jesús como el Cristo, y las obras a través de las cuales estamos llamados a demostrar que este reconocimiento es sincero? En definitiva, lo que cuenta son las obras. Por eso dice el apóstol Santiago: muéstrame tu fe sin las obras, que yo, con las obras, te probaré la fe que tengo. En la eternidad nos vamos a llevar seguramente muchas sorpresas. Muchos que se la pasaban recitando el credo pero sin llevar a la práctica lo que éste significa, no habrán logrado la felicidad. 


En cambio, aquellos que realizaron con sus obras más que con sus palabras lo que significa creer en Dios, que es Amor, habrán alcanzado la salvación prometida por el Señor a todo el que renuncia a su egoísmo para entregar su vida al servicio de una sociedad más justa y más solidaria con los que sufren.



El domingo pasado -9 de septiembre- se conmemoraba la vida del sacerdote jesuita san Pedro Claver, quien en los años 1600 defendió los derechos humanos de los esclavos llegados del África a Cartagena de Indias, dedicando su vida al servicio de ellos. Hoy la Iglesia celebra el Día del Migrante, y sea precisamente esta la oportunidad de solidarizarnos en la práctica con quienes llegan de otros países o regiones en condiciones de pobreza, como víctimas desplazadas por causa de la injusticia y la violencia.-

 
http://www.jesuitas.org.co/homilia_122.html


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