domingo, 29 de septiembre de 2013

Domingo 26 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 29 de septiembre de 2013

1ª Lectura (Am 6, 1. 4-7)

Lectura del libro del Profeta Amós
Esto dice el Señor todopoderoso: "¡Ay de ustedes, los que se sienten seguros en Sión y los que ponen su confianza en el monte sagrado de Samaria!
Se reclinan sobre divanes adornados con marfil, se recuestan sobre almohadones para comer los corderos del rebaño y las terneras en engorda. Canturrean al son del arpa, creyendo cantar como David. Se atiborran de vino, se ponen los perfumes más costosos, pero no se preocupan por las desgracias de sus hermanos.
Por eso irán al destierro a la cabeza de los cautivos y se acabará la orgía de los disolutos". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (145)

R. Alabemos al Señor, que viene a salvarnos.
L. El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; Él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo. /R.
L. Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado. /R.
L. A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos. /R.

2ª Lectura (1ª Tim 6, 11-16)

Lectura de la Primera Carta del apóstol San Pablo a Timoteo
Hermano: Tú, como hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Lucha en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste tan admirable profesión ante numerosos testigos.
Ahora, en presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que dio tan admirable testimonio ante Poncio Pilato te ordeno que cumplas fiel e irreprochablemente, todo lo mandado, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, la cual dará a conocer a su debido tiempo Dios, el bienaventurado y único soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el Único que posee la inmortalidad, el que habita en una luz inaccesible y a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él todo honor y poder para siempre. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (2ª Cor 8, 9)

R. Aleluya, aleluya.- Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 16, 19-31)

Lectura del santo Evangelio según San Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: "Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.
Entonces gritó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas'. Pero Abraham le contestó: 'Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá'.
El rico insistió: 'Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos'. Abraham le dijo: 'Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen'. Pero el rico replicó: 'No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán'. Abraham repuso: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto' ". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Pistas para la homilía del domingo - Domingo XXVI del tiempo ordinario - Ciclo C - 29 de septiembre de 2013

Educar para un adecuado uso de los bienes

Las lecturas de la liturgia de este domingo son fuertes y nos sacuden interiormente. El profeta Amós hace una aguda denuncia social de las prácticas que se habían generalizado en su época; el evangelista Lucas nos relata la parábola del rico que disfrutaba de todos los placeres que le proporcionaba su inmensa fortuna, y del pobre Lázaro que pedía limosna a la entrada de la mansión. Estos dos inquietantes relatos nos invitan a reflexionar sobre el uso de los bienes materiales y los procesos educativos.

Como punto de partida de nuestra meditación dominical, debemos afirmar que los bienes materiales han sido creados por Dios y, por tanto, son buenos. Con esta afirmación queremos rechazar, de manera categórica, aquellas escuelas filosóficas y religiosas que miran con sospecha lo material; y su mirada sospechosa de lo material incluye el cuerpo, la sexualidad, el progreso, los bienes desarrollados gracias al ingenio humano. A este respecto, los cristianos afirmamos que todo lo que ha salido de las manos creadoras de Dios es santo y bueno. Otra cosa muy diferente es el uso que hacemos los seres humanos de las realidades materiales, ya que podemos orientarlas en un sentido contrario al querido por Dios. Las realidades materiales son buenas; la maldad está en el corazón humano. Después de estas consideraciones introductorias, avancemos en nuestra meditación.

En primer lugar, reflexionemos sobre los caminos que seguimos los seres humanos para adquirir dinero. En el plan de Dios, el trabajo honrado y responsable es la vía legítima para acceder a los bienes materiales. Mediante el trabajo colaboramos en la obra creadora de Dios, que prosigue a través de nuestras manos. Sin embargo, es frecuente que se transiten otros caminos con el fin de obtener bienes materiales; pensemos, por ejemplo, en los negocios ilegales, en los engaños a los clientes, en la violación de los derechos básicos de los empleados y trabajadores, en los fraudes en el pago de impuestos, etc. Estas son algunas de las estrategias seguidas por personas sin escrúpulos para quienes el fin justifica los medios.

En segundo lugar, las lecturas de hoy hacen un serio cuestionamiento sobre la sensibilidad social. Amós utiliza imágenes impactantes para denunciar el comportamiento de aquellos que convierten la obtención de riquezas en la meta más importante de su vida; dice Amós: “Se reclinan sobre divanes adornados con marfil, se recuestan sobre almohadones para comer los corderos del rebaño y las terneras en engorde. Se atiborran de vino, se ponen los perfumes más costosos, pero no se preocupan de las desgracias de sus hermanos”. Y el evangelista Lucas muestra el escandaloso contraste entre el nivel de vida del rico y la miseria de Lázaro. Son diferencias sociales tan agudas que gritan al cielo. Una de las mayores tragedias de nuestro continente latinoamericano son las escandalosas diferencias entre la riqueza de unos pocos, que controlan la mayor parte del aparato productivo, y la pobreza de las mayorías. Corresponde al Estado diseñar políticas impositivas y de inversión que permitan corregir estas injusticias. El egoísmo de los individuos debe ser corregido mediante la educación, pero también a través de la intervención del Estado.

En tercer lugar, las lecturas de esta liturgia dominical invitan a profundizar sobre el sentido y los límites de la búsqueda de seguridad económica. Es legítimo que los seres humanos tratemos de protegernos de las incertidumbres económicas que nos depara el futuro. Esta protección se hace mediante los aportes a la seguridad social, las pólizas, los ahorros, las inversiones, etc. Por un elemental sentido de responsabilidad y previsión, debemos prepararnos para atender las necesidades familiares y para vivir aquellas etapas en las que no seremos económicamente productivos. Ahora bien, una cosa es tener una cobertura razonable que nos permita mirar hacia el futuro con una relativa paz, y otra cosa muy distinta es la avidez por ahorrar, por atesorar. Debemos revisar nuestra posición ante los riesgos del futuro, porque es fácil pasar la frontera que separa el sentido de la responsabilidad para convertirnos en unos obsesivos avaros que no piensan en otra cosa que en guardar.

En este momento de nuestra meditación, los invito a dirigir nuestra mirada a los procesos educativos:

  - Estamos sometidos al bombardeo de mensajes publicitarios que proclaman que la felicidad y el éxito se logran mediante el consumo de determinados productos. En nuestras familias debemos crear espacios de reflexión que permitan contrarrestar las presiones de la sociedad consumista. Hay que educar a los niños y a los jóvenes en la austeridad; no se les puede dar gusto en todo; deben descubrir que las cosas cuestan y que hay que trabajar para obtenerlas.
  - Hay que educar a los niños y a los jóvenes para que sean capaces de compartir los juguetes, los libros, el computador, etc. Esta educación para compartir sin egoísmos será fundamental cuando vayan a fundar su propia familia y cuando asuman sus responsabilidades como ciudadanos.
  - Hay que sensibilizar a los niños y a los jóvenes ante el drama de pobreza y abandono que padecen millones de seres humanos. El contacto directo con la pobreza les permitirá desarrollar actitudes de solidaridad, generosidad y sentido de la justicia.

Dejemos que los textos del profeta Amós y la parábola de Lucas nos sacudan y nos hagan revisar la forma como administramos los bienes materiales y el dinero.


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domingo, 22 de septiembre de 2013

Domingo 25 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 22 de septiembre de 2013

1ª Lectura (Am 8, 4-7)

Lectura del libro del profeta Amós
Escuchen esto los que buscan al pobre sólo para arruinarlo y andan diciendo: "¿Cuándo pasará el descanso del sábado para reabrir nuestros graneros?"
Disminuyen las medidas, aumentan los precios, alteran las balanzas, obligan a los pobres a venderse; por un par de sandalias los compran y hasta venden el salvado como trigo. El Señor, gloria de Israel, lo ha jurado: "No olvidaré jamás ninguna de tus acciones". Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (112)

R. Que alaben al Señor todos sus siervos.
L. Bendito sea el Señor, alábenlo sus siervos. Bendito sea el Señor, desde ahora y para siempre. /R.
L. Dios está sobre todas las naciones, su gloria por encima de los cielos. ¿Quién hay como el Señor? ¿Quién iguala al Dios nuestro? /R.
L. Él tiene en las alturas su morada y sin embargo de esto, bajar se digna su mirada para ver tierra y cielo. /R.
L. Él levanta del polvo al desvalido y saca al indigente del estiércol para hacerlo sentar entre los grandes, los jefes de su pueblo. /R.

2ª Lectura (1ª Tim 2, 1-8)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a Timoteo
Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, y en particular, por los jefes de Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, pues Él quiere que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre Él también, que se entregó como rescate por todos. Él dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento, pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad. Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (2ª Corintios 8, 9)

R. Aleluya, aleluya.- Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 16, 1-13)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:  “Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: ‘¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador’. Entonces el administrador se puso a pensar: ‘¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer para tener a alguien que me reciba en su casa cuando me despidan’. Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: ‘¿Cuánto le debes a mi amo?’ El hombre respondió: ‘Cien barriles de aceite’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta’. Luego preguntó al siguiente: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’ Este respondió: ‘Cien sacos de trigo’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y haz otro por ochenta’. El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios, que los que pertenecen a la luz. Y Yo les digo: con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo. El que es fiel en las cosas pequeñas, también es fiel en las grandes; y el que es infiel en las cosas pequeñas, también es infiel en las grandes. Si ustedes no son fieles administradores del dinero, tan lleno de injusticias, ¿quién les confiará lo que si es de ustedes? No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se apegará al primero y despreciará al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - Domingo XXV del tiempo ordinario - Ciclo C - 22 de septiembre de 2013

 + 1. La parábola del administrador astuto

En esta parábola Jesús nos invita a obrar siempre con benevolencia hacia los demás, para que ellos a su vez “nos reciban en las viviendas eternas”. Pero podemos preguntarnos: ¿No es ésta una invitación a actuar por puro interés egoísta? Nada más lejos del mensaje de Jesús, pues Él mismo nos muestra con su propia vida todo lo contrario: su benevolencia y misericordia infinita hacia todo ser humano, de cualquier condición, pero especialmente hacia los pobres, marginados o excluidos, sin esperar devolución alguna de favores.

Entonces ¿en qué quedamos? La clave nos la da el mismo Jesús: si los que él llama quienes pertenecen al mundo (en otras traducciones los hijos de este mundo), es decir, los que no son sus discípulos, son capaces en el mundo de los negocios de ganarse amigos haciéndoles favores con propósitos de lucro, quienes sí lo somos o queremos serlo deberíamos no dejarnos ganar en astucia, pero para actuar ya no movidos por el interés de un pago material, sino por razón de la felicidad espiritual que se logra al obrar con misericordia.

Ahora bien, existe el peligro de hacer obras de caridad con la pretensión de acallar la mala conciencia, como suelen hacerlo quienes acumulado dineros mal habidos. Nada más lejos de lo que nos enseña la Palabra de Dios. Precisamente en la primera lectura (Amós 8, 4-7), el profeta critica duramente la conducta de los explotadores que hacen trampa y compran por dinero al pobre. Por lo tanto, no se puede limpiar la conciencia como pretenden hacerlo los cínicos al mostrar una pretendida caridad que nada tiene que ver con el auténtico amor al prójimo, el cual no se compadece con la injusticia ni con la deshonestidad.

 + 2. Dos máximas para nuestra reflexión

Aparecen también en el Evangelio de este domingo dos máximas para nuestra reflexión: La primera es esta: quien no tiene honradez en lo poco, tampoco la tiene en lo mucho. Jesús hace énfasis en la honradez, en medio de un mundo invadido por la corrupción. Los comportamientos se aprenden en el hogar desde la infancia, a partir del ejemplo de los padres como primeros educadores. Quien desde niño o niña aprende a respetar hasta en los más pequeños detalles a los demás viendo el ejemplo de ello en sus padres y sus mayores, será cuando crezca una persona decente y honrada; pero quien movido por el mal ejemplo aprende a robar en lo poco y no es educado para la honradez, es seguro que de adulto será un corrupto de marca mayor.

La segunda máxima es esta: no se puede servir a Dios y a las riquezas. Se trata de escoger entre el verdadero Dios y el falso dios dinero. Cuando el dinero o los bienes materiales no se usan como medios sino que se convierten en fines, sucede lo que vemos a nuestro alrededor: el ser humano es tratado como objeto de compraventa y se pisotea al pobre, instaurándose el reino de la injusticia social, opuesto diametralmente al Reino de Dios. Cuando se le rinde culto al dinero o a las riquezas materiales, se sacrifica a las personas al incrementar cada vez más el número de marginados y excluidos.

 + 3. “Orar por los que gobiernan y por todas las autoridades”

Finalmente, una reflexión sobre la segunda lectura, tomada de la primera Carta de San Pablo a Timoteo (2, 1-8). El apóstol exhorta a su amigo y discípulo para que promueva la oración “por los que gobiernan y por todas las autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica”. La única forma de lograr una vida tranquila y pacífica que supere las situaciones de violencia -empezando por acabar con la injusticia social que es la primera de estas situaciones-, es reconocernos todos en nuestra dignidad de personas humanas y respetar cada cual los derechos del otro. Para que esto suceda hay que crear y desarrollar estructuras sociales que garanticen ese reconocimiento y ese respeto, erradicando de la sociedad toda forma de corrupción. Todos deberíamos contribuir a un cambio que haga esto posible, pero en esta exigencia tienen una responsabilidad especial quienes están constituidos en autoridad: en la familia, en las instituciones educativas, en las empresas, en las organizaciones, en las entidades estatales, en todos los estamentos de la sociedad.

Unámonos todos en la plegaria, para que nuestra oración a la luz de la Palabra de Dios en este domingo sea por todas las personas que tienen en sus manos la posibilidad de contribuir significativamente a la instauración de un país y de un mundo en el que todos podamos vivir tranquilamente y en paz. Y dispongámonos a poner en práctica las enseñanzas de Jesús, para que podamos ir logrando este anhelo de todas las personas de buena voluntad.-


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domingo, 15 de septiembre de 2013

Domingo 24 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 15 de septiembre de 2013

1ª Lectura (Ex 32, 7-11. 13-14)

Lectura del libro del Éxodo
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “Anda, baja del monte, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido. No tardaron en desviarse del camino que Yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado ante él y le han ofrecido sacrificios y le han dicho: ‘Este es tu Dios, Israel; es el que te sacó de Egipto’”. El Señor le dijo también a Moisés: “Veo que éste es un pueblo de cabeza dura. Deja que mi ira se encienda contra ellos hasta consumirlos. De ti, en cambio, haré un gran pueblo". Moisés trató de aplacar al Señor, su Dios, diciéndole: “¿Por qué ha de encenderse tu ira, Señor, contra este pueblo que Tú sacaste de Egipto con gran poder y vigorosa mano? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: ‘Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo y les daré en posesión perpetua toda la tierra que les he prometido’”. Y el Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (50)

R. Me levantaré y volveré a mi padre.
L. Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados. /R.
L. Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de Ti, ni retires de mí tu Santo Espíritu. /R.
L. Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, Tú nunca lo desprecias. /R.

2ª Lectura (1ª Tim 1, 12-17)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a Timoteo
Querido hermano: Doy gracias a Aquél que me ha fortalecido, a Nuestro Señor Jesucristo, por haberme considerado digno de confianza al ponerme a su servicio, a mí, que antes fui blasfemo y perseguí a la Iglesia con violencia; pero Dios tuvo misericordia de mí, porque en mi incredulidad obré por ignorancia y la gracia de Nuestro Señor se desbordó sobre mí al darme la fe y el amor que provienen de Cristo Jesús. Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas: que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Cristo Jesús me perdonó, para que fuera yo el primero en quien Él manifestara toda su generosidad, y sirviera yo de ejemplo a los que habrían de creer en Él, para obtener la vida eterna. Al Rey Eterno, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (2ª Corintios 5, 19)

R. Aleluya, aleluya.- Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 15, 1-32)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.
Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobres sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’. Yo les aseguro que también en el Cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse. ¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido’. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente”.
También les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte que me toca de la herencia’. Y él les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.
Pero el padre le dijo a los criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan un becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete. El hijo mayor estaba en el campo, y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Este le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.
El padre repuso: ‘Hijo, tú siempres estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - Domingo XXIV del tiempo ordinario - Ciclo C - 15 de septiembre de 2013

 + 1. Jesús revela con sus hechos y palabras a un Dios compasivo

La primera de estas narraciones llamadas “parábolas de la misericordia” -la de la oveja perdida y rescatada-, inspiró a los cristianos que se refugiaban en las catacumbas de las afueras de Roma durante las persecuciones desatadas contra ellos. En una de esas catacumbas, la de San Calixto, fue encontrada la imagen figurativa más antigua que se conoce de Jesús: la de un joven pastor que carga una oveja sobre sus hombros. Con esta parábola, como también con la segunda, la de la moneda perdida y hallada, Jesús quiso mostrar la misericordia infinita de Dios que busca al pecador para que se convierta.
Y con la tercera, conocida como la parábola del “hijo pródigo” (o derrochador), pero que en su sentido completo debería llamarse más bien la parábola del “padre misericordioso y del hijo arrepentido”, nos muestra el amor infinito de Dios a quien, reconociendo y confesando su pecado, le pide perdón: sin dejarle terminar la confesión que había preparado, el Padre recibe con un abrazo a su hijo que ha vuelto y le celebra una fiesta.

 + 2. Jesús nos invita a ser compasivos como Dios es compasivo

Los fariseos y escribas o doctores de la ley, que se consideraban a sí mismos santos,  rechazaban a Jesús porque dejaba que se le acercaran los “publicanos” o recaudadores de impuestos del imperio romano, que eran considerados pecadores por trabajar para los opresores y enriquecerse a costa de los contribuyentes. Y murmuraban contra él  porque no sólo acogía a los pecadores, sino incluso comía con ellos.

La actitud farisaica, soberbia e incapaz de compasión, que existe también actualmente en no pocas personas que se creen superiores a los demás, corresponde a la del hijo mayor de la tercera parábola.  Jesús, en cambio, con su actitud misericordiosa, no sólo nos muestra cómo se comporta el Dios verdadero, totalmente distinto del falso dios rencoroso y vengador en el que creen los fanáticos religiosos, sino que además nos invita a tener nosotros la misma actitud de compasión y la misma disposición a perdonar que Él nos ha enseñado con su propio ejemplo como Dios hecho hombre. En otro pasaje del mismo Evangelio (Lucas 6, 36), Jesús nos dice: “Sean ustedes compasivos, como también su Padre es compasivo”. Esta frase corresponde a la que nos trae el Evangelio según san Mateo (5, 48), dicha también por Jesús en el mismo contexto: “Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto”, lo cual quiere decir que la perfección de Dios consiste precisamente en su compasión.

 + 3. Perdonar como Dios perdona y pedir perdón como el hijo arrepentido

El Dios verdadero, tal como nos lo presenta la primera lectura  (Éxodo 32, 7-11.13-14), es un Dios que “se arrepiente” de la amenaza que le había hecho a su pueblo. Así, ya desde el Antiguo Testamento se nos va mostrando una evolución en la forma de reconocer al Dios verdadero, al que Jesús iba a revelar como un padre infinitamente misericordioso. Y ese mismo Dios compasivo es el que nos presenta el apóstol San Pablo en la segunda lectura (I Timoteo 1, 12-17): “Dios tuvo compasión de mí (...)”. “Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero (...)”.

En medio de la situación de violencia que viene padeciendo nuestro país, como también otros países, tenemos el peligro de endurecernos como los fariseos y doctores de la ley, simbolizados en el hijo mayor, al creernos nosotros los buenos y juzgar a los demás como los malos o pecadores a quienes hay que eliminar. Si esta es nuestra actitud, revisémosla y miremos cómo podemos cambiarla por la del Dios compasivo que Jesús nos ha revelado. Y al concluir la “Semana por la Paz” que hemos venido celebrando desde el domingo pasado, desarmemos nuestros espíritus disponiéndonos a perdonar y a pedir perdón. A perdonar como el Dios misericordioso que se nos manifiesta personalmente en Jesús de Nazaret, y a pedir perdón como el hijo menor arrepentido, con una sincera voluntad de conversión.-


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domingo, 8 de septiembre de 2013

Domingo 23 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 08 de septiembre de 2013

1ª Lectura (Sb 9, 13-19)

Lectura del libro de la Sabiduría
¿Quién es el hombre que puede conocer los designios de Dios? ¿Quién es el que puede saber lo que el Señor tiene dispuesto? Los pensamientos de los mortales son inseguros y sus razonamientos pueden equivocarse, porque un cuerpo corruptible hace pesada el alma, y el barro de que estamos hechos entorpece el entendimiento. Con dificultad conocemos lo que hay sobre la tierra y a duras penas encontramos lo que está a nuestro alcance. ¿Quién podrá descubrir lo que hay en el cielo? ¿Quién conocerá tus designios, si Tú no le das la Sabiduría, enviando tu Santo Espíritu desde lo alto? Sólo con esa Sabiduría lograron los hombres enderezar sus caminos y conocer lo que te agrada. Sólo con esa Sabiduría se salvaron, Señor, los que te agradaron desde el principio. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (89)

R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
L. Tú haces volver al polvo a los humanos, diciendo a los mortales que retornen. Mil años para Ti son como un día que ya pasó; como una breve noche. /R.
L. Nuestra vida es tan breve como un sueño; semejante a la hierba, que despunta y florece en la mañana y por la tarde se marchita y se seca. /R.
L. Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener compasión de tus siervos? ¿Hasta cuándo? /R.
L. Llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda. Haz, Señor, que tus siervos y sus hijos, puedan mirar tus obras y tu gloria. /R.

2ª Lectura (Flm 9, 10.12-17)

Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a Filemón
Querido hermano: Yo, Pablo, ya anciano y ahora, además, prisionero por la causa de Cristo Jesús, quiero pedirte algo en favor de Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado para Cristo aquí, en la cárcel. Te lo envío. Recíbelo como a mí mismo. Yo hubiera querido retenerlo conmigo, para que en tu lugar me atendiera, mientras estoy preso por la causa del Evangelio. Pero no he querido hacer nada sin tu consentimiento, para que el favor que me haces no sea como por obligación, sino por tu propia voluntad. Tal vez él fue apartado de ti por un breve tiempo, a fin de que lo recuperaras para siempre, pero ya no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como hermano amadísimo. Él ya lo es para mí. ¡Cuánto más habrá de serlo para ti, no sólo por su calidad de hombre, sino de hermano en Cristo! Por tanto, si me consideras como compañero tuyo, recíbelo como a mí mismo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Salmo 118, 135)

R. Aleluya, aleluya. -Señor, mira benignamente a tus siervos y enséñanos a cumplir tus mandamientos. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 14, 25-33)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y Él, volviéndose a sus discípulos, les dijo: "Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: 'Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar'. ¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz. Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Pistas para la homilía del domingo - Domingo XXIII del tiempo ordinario - Ciclo C

Vayamos por la vida ligeros de equipaje

Después de escuchar la proclamación del evangelio, quedamos sorprendidos por la radicalidad del planteamiento de Jesús: "Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo”; más adelante continúa el texto: “Cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo".

Estas expresiones del Maestro nos dejan profundamente desconcertados, pues parecería que el camino del seguimiento a Él es prácticamente imposible, ya que quedaría reducido a un puñado de seres heroicos que tienen el valor y la vocación de asumir un estilo de vida a la manera de San Francisco de Asís o de la Madre Teresa de Calcuta.

Surgen muchas preguntas: ¿será que hay incompatibilidad entre los lazos familiares y el seguimiento de Jesús?, ¿será que los bienes materiales son despreciables?, ¿será que la generación de riqueza y la creación de nuevos puestos de trabajo entran en conflicto con el Reino de Dios?

Recomiendo prudencia al responder a estos interrogantes; si nos apresuramos, podremos responder, de manera simplista, a las preguntas que surgen al oír la propuesta radical de Jesús:
   - Los lazos familiares son el fundamento de la vida; es imposible la construcción de un tejido social sano, si no existen unas familias en las que se aprenda a amar, dialogar, perdonar y servir. Jesús no puede contradecir el plan de Dios sobre la familia.
   - Cuando leemos los dos relatos de la Creación que aparecen en el libro del Génesis, comprendemos la santidad de la creación; todo lo que ha salido de las manos amorosas de Dios es bueno. Otra cosa muy diferente es el uso equivocado que los seres humanos podemos hacer de esos bienes.
   - Dios nos ha confiado la tarea de continuar su obra creadora mediante el trabajo de nuestras manos y el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Sería irresponsable de nuestra parte no asumir nuestros deberes como administradores de la creación y transformadores del mundo.

Después de estas sencillas consideraciones sobre la santidad de la familia, la bondad de la creación y nuestro compromiso con la transformación del mundo por medio de trabajo, nos sentimos todavía más desconcertados. ¿Qué nos quiere decir Jesús cuando exige el desapego familiar y la renuncia a los bienes?

Estas exigencias radicales de Jesús para aquellos que quieren contarse entre sus discípulos dejan muy claramente formulada la exigencia de evitar las ambigüedades; el seguimiento de Jesús no tolera las posiciones de aquellos que no se definen en cuanto a sus afectos y fidelidades. Dios nos ha creado con un corazón capaz de amar y los lazos afectivos son un componente esencial de la existencia humana. Pero por encima de todos los afectos humanos, está el amor a Dios, que nos pide que nos entreguemos con todas nuestras energías. El amor a Dios no puede ser vivido de tiempo parcial. La primacía del amor de Dios sobre los demás afectos humanos, por nobles que sean, es el sentido de este requisito radical para ser considerados como uno de sus discípulos.

¿Cuál es el sentido de la otra exigencia radical que plantea el Señor frente a los bienes materiales? Es un llamado a no convertirlos en fines, sino a verlos como medios o herramientas al servicio de una vida digna no solo para unos cuantos sino para todos. La avidez por acumular riquezas es incompatible con los discípulos de Cristo. El que tiene puesto su corazón en el dinero se siente seguro en su riqueza y no se abre al mensaje de salvación, pues cree que tiene acceso a todo gracias al poder que le otorga el dinero.

La lógica de la sociedad de consumo nos impulsa a comprar, gastar y desechar; la publicidad quiere convencernos de que, si compramos determinados productos, seremos más exitosos y felices. Es una propuesta de vida que se apoya en el tener. Tal perspectiva es incompatible con el Reino de Dios que se inspira en el amor, la gratuidad del don de Dios y el deseo de servir a los demás.

La acumulación de objetos nos limita en cuanto a las decisiones que podemos tomar. Las cosas materiales hacen pesado nuestro caminar por la vida. Por eso el auténtico discípulo de Cristo va por la vida ligero de equipaje.

Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre las duras condiciones que Jesús formula a aquellos que quieren ser contados entre sus discípulos. No interpretemos estas exigencias como algo inhumano que nos pide mirar con sospecha el amor familiar y los bienes materiales. A través de este lenguaje, Jesús nos exhorta a desterrar las ambigüedades en los afectos, la posesividad y la manipulación en las relaciones interpersonales; y nos invita a no esclavizarnos de los bienes materiales y a usarlos – como decía San Ignacio de Loyola – tanto cuanto nos ayuden a cumplir la misión que nos ha confiado Dios.


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domingo, 1 de septiembre de 2013

Domingo 22 del Tiempo Ordinario Ciclo "C" - 1º de Septiembre de 2013 -

1ª Lectura (Eclo 3, 19-21. 30-31)

Lectura del libro del Eclesiástico (Sirácides)
Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor, porque sólo Él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria. No hay remedio para el hombre orgulloso, porque ya está arraigado en la maldad. El hombre prudente medita en su corazón las sentencias de los otros, y su gran anhelo es saber escuchar. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (67)

R. Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
L. Ante el Señor, su Dios, gocen los justos, salten de alegría. Entonen alabanzas a su Nombre. En honor del Señor toquen la cítara. /R.
L. Porque el Señor, desde su templo santo, a huérfanos y viudas da su auxilio; Él fue quien dio a los desvalidos casa; libertad y riqueza a los cautivos. /R.
L. A tu pueblo extenuado diste fuerzas, nos colmaste, Señor, de tus favores y habitó tu rebaño en esta tierra, que tu amor preparó para los pobres. /R.

2ª Lectura (Heb 12, 18-19.22-24)

Lectura de la carta a los Hebreos
Hermanos: Cuando ustedes se acercaron a Dios, no encontraron nada material, como en el Sinaí: ni fuego ardiente, ni oscuridad, ni tinieblas, ni huracán, ni estruendo de trompetas, ni palabras pronunciadas por aquella voz que los israelitas no querían volver a oír nunca. Ustedes, en cambio, se han acercado a Sión, el monte y la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a la reunión festiva de miles y miles de ángeles, a la asamblea de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el Cielo. Se han acercado a Dios, que es el juez de todos los hombres, y a los espíritus de los justos que alcanzaron la perfección. Se han acercado a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Mt. 11, 29)

R. Aleluya, aleluya.- Tomen mi yugo sobre ustedes, dice el Señor, y aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 14, 1. 7-14)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: "Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: 'Déjale el lugar a éste', y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: 'Amigo, acércate a la cabecera'. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido". Luego dijo al que lo había invitado: "Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - Domingo XXII del tiempo ordinario - Ciclo C

Según la costumbre en aquel tiempo, al inicio de un banquete el invitado solía decir unas palabras. En esta ocasión Jesús, siendo invitado a una cena, plantea una enseñanza relacionada con tres temas: la humildad, el desapego de los intereses egoístas y la preferencia por los pobres. Al participar hoy en la mesa del Señor, tratemos de aplicar a nuestra vida lo que nos dice el Evangelio, teniendo en cuenta también los demás textos bíblicos: Eclesiástico (o Sirácida) 3, 17-18. 20. 28-29; Salmo 68 (67); Hebreos 12, 18-19. 22-24a.

 + 1. Proceder con humildad

Jesús inicia su intervención indicando una norma de buena educación: no buscar los primeros puestos. Esta norma había sido ya expresada unos 450 años antes en el libro de los Proverbios: "No te des importancia ni tomes el lugar de la gente importante; vale más que te inviten a subir allí, que ser humillado ante los grandes señores" (25, 6-7).

Pero el mensaje del Evangelio va mucho más allá de la simple etiqueta (o "pequeña ética"). Lo que Jesús quiere hacernos ver es la importancia de la humildad como una virtud totalmente opuesta a la actitud arrogante de los fariseos que se creían superiores al resto de la gente, de los doctores de la ley que menospreciaban a los demás considerándolos ignorantes y pecadores, y de los que ejercían el poder propio de su estrato social despreciando y excluyendo a los pobres.

"Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad" . Así comienza la primera lectura de este domingo, tomada del libro del Eclesiástico -escrito en el siglo II antes de Cristo y también llamado el Sirácida, por ser su autor un maestro llamado Ben Sirac (hijo de Sirac). En este libro, como en el de los Proverbios y en otros escritos bíblicos del Antiguo Testamento llamados “sapienciales” por su referencia a la sabiduría práctica, se dice que la humildad es la virtud característica del auténtico sabio, que vive con sencillez en vez de hacer alarde de sus conocimientos, de su posición o de sus méritos.

Una de las características de la humildad es no hacer ruido. La segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos, contrapone la imagen del Dios terrible de la antigua alianza, que manifestaba su grandeza por medio del fuego, la tormenta y la trompeta, a la del Dios cercano que se revela en la persona de Jesús, el maestro manso y humilde de corazón que actúa como "mediador de una nueva alianza" (Hebreos 12, 18-19. 22-24a).

 + 2. Obrar desinteresadamente

En la segunda parte del Evangelio de hoy, Jesús nos exhorta a obrar de forma desinteresada, sin cálculos egoístas de recompensa. Todos solemos tener la inclinación natural a obrar por interés, esperando que nos paguen por los favores, como dice el refrán popular: "favor con favor se paga". En las relaciones humanas, esta actitud egoísta puede llevarnos a buscar siempre y ante todo nuestra propia recompensa, en lugar de aplicar lo que dijo Jesús: "hay mayor felicidad en dar que en recibir" (frase evocada por el apóstol san Pablo en su discurso a los presbíteros de Éfeso -Hechos de los Apóstoles 20, 35 ss.).

Pero ¡atención! Al dar, existe el peligro de caer en la tentación de hacer sentir inferior al pobre. La verdadera caridad cristiana no consiste en sentir lástima los de "arriba" por los de "abajo", permaneciendo y afianzándose los que dan en sus posiciones superiores y quedando los que reciben en su situación de miseria. No. El amor verdadero a los pobres exige la solidaridad para buscar con ellos la realización de condiciones de justicia social que les hagan posible superar su pobreza y vivir de acuerdo con su dignidad humana.

 + 3. La verdadera sabiduría implica optar preferentemente por los pobres

Y por último, la reflexión final que le propone Jesús a quien lo ha invitado hay que entenderla como una exhortación a cambiar la jerarquía de valores propia de un sistema social que desprecia y excluye a los pobres, a los débiles, a los que considera inútiles. Son éstos justamente los preferidos de Dios, a quienes en primera instancia quiere Él que llegue su invitación al banquete de la vida eterna, prefigurado en la Eucaristía.

Un canto litúrgico muy antiguo, llamado en latín Panis angelicus (Pan de los ángeles), dice en uno de sus versos: "¡O res mirabilis! Manducant Dominum pauper, servus et humilis" ( "¡Oh realidad admirable! Se alimentan del Señor el pobre, el servidor y el humilde" ). Esta realidad se manifiesta también en nuestras celebraciones, sobre todo en las grandes iglesias. Sin embargo, más admirable sería que en nuestra vida cotidiana se mostrara por parte de cada uno de nosotros una disposición abierta al reconocimiento, la aceptación y la acogida generosa del pobre.

Se trata de una opción preferencial que es precisamente la opción de Dios. "Tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres" , dice el Salmo responsorial. Esta es la opción de Jesús, tal como nos lo enseñó Él no sólo de palabra, sino con obras concretas: poniéndose siempre de parte de los débiles, de los necesitados, de los excluidos, de los oprimidos. Y si esta es la opción de Jesús, ¡también tiene que ser la nuestra!


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