domingo, 25 de mayo de 2014

Domingo 6 de Pascua Ciclo "A" - 25 de Mayo de 2014

1ª Lectura (He 8, 5-8. 14-17)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. La multitud escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los milagros que hacía y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos, lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados quedaban curados. Esto despertó gran alegría en aquella ciudad. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que Samaria había recibido la Palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan. Estos, al llegar, oraron por los que se habían convertido, para que recibieran al Espíritu Santo, porque aún no lo habían recibido y solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces Pedro y Juan impusieron las manos sobre ellos, y ellos recibieron al Espíritu Santo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (65)

R. Las obras del Señor son admirables, Aleluya.
L. Que aclame al Señor toda la tierra. Celebremos su gloria y su poder, cantemos un himno de alabanza, digamos al Señor: "Tu obra es admirable". /R.
L. Que se postre ante Ti la tierra entera y celebre con cánticos tu Nombre. Admiremos las obras del Señor, los prodigios que ha hecho por los hombres. /R.
L. El transformó el mar Rojo en tierra firme y los hizo cruzar el Jordán a pie enjuto. Llenémonos por eso de gozo y gratitud: el Señor es eterno y poderoso. /R.
L. Cuantos temen a Dios, vengan y escuchen, y les diré lo que ha hecho por mí. Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica, ni me retiró su gracia. /R.

2ª Lectura (1P 3, 15-18)

Lectura de la Primera Carta del apóstol san Pedro
Hermanos: Veneren en sus corazones a Cristo, el Señor, dispuestos siempre a dar, al que las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes. Pero háganlo con sencillez y respeto y estando en paz con su conciencia. Así quedarán avergonzados los que denigran la conducta cristiana de ustedes, pues mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque también Cristo murió una sola vez y para siempre, por los pecados de los hombres: Él, el Justo, por nosotros, los injustos, para llevarnos a Dios; murió en su cuerpo y resucitó glorificado. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Juan 14, 23)

R. Aleluya, aleluya.- El que me ama, cumplirá mi palabra, dice el Señor; y mi Padre lo amará y vendremos a él. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 14, 15-21)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: "Si me aman, cumplirán mis mandamientos; Yo le rogaré al Padre y Él les enviará otro Consolador que esté siempre con ustedes, el Espíritu de verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes. No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque Yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que Yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí y Yo en ustedes. El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, Yo también lo amaré y me manifestaré a él". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - VI Domingo de Pascua, Ciclo A

Las lecturas bíblicas de hoy [Hechos de los Apóstoles 8, 5-8.14-17; Sal 66 (65), 1a Pedro 3, 15-18 y Juan 14, 15-21] nos invitan a prepararnos para las grandes fiestas de los próximos dos domingos que cierran el tiempo pascual: el de la Ascensión y el de Pentecostés. Meditemos sobre lo que en estas lecturas nos dice la Palabra de Dios, aplicándola a nuestra vida.

 + 1. “Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos” 

Cuando Jesús alude a los que Él llama “mis mandamientos”, está hablando como el mismo Dios que no sólo les dio a los israelitas el “decálogo” hace unos 32 siglos a través de Moisés en el monte Sinaí (Ex 20, 1-17), sino que desde mucho antes había impreso interiormente su Ley en las conciencias de todos los seres humanos, en lo que constituye su esencia: hacer el bien y evitar el mal tratando cada quien a los demás como quisiera que lo trataran a sí mismo.

La exhortación de Jesús a guardar sus mandamientos -que son los mismos mandamientos de Dios porque, como acababa de decirle al apóstol Felipe, “quien me ve a mí ve al Padre” (Juan 14, 9)-, forma parte del testamento de Jesús en la cena de despedida en la que nos dejó el “mandamiento nuevo” de amarnos unos a otros como Él mismo nos ha amado (Juan 13, 34; 15,12.17).

Lo que también nos dice la primera carta de san Juan: “No amemos con puras palabras o de labios para afuera, sino de verdad y con hechos” (1 Juan 3, 18), corresponde a lo que Jesús les había dicho a sus discípulos en la última cena y que nos recuerda el texto del Evangelio de hoy: “Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos”. Poco más de quince siglos después, san Ignacio de Loyola escribiría en sus Ejercicios Espirituales: “el amor se debe poner más en las obras que en las palabras” [EE 230], lo cual equivale a su vez al conocido refrán que dice: “obras son amores, que no buenas razones”.

No faltan quienes ni siquiera tienen una palabra de cariño para los demás. Pero, aun si decimos que amamos, mostrarlo en la práctica resulta cuesta arriba cuando tenemos que renunciar a nuestro egoísmo y a nuestra comodidad. Por eso tenemos que pedirle constantemente al Señor que nos dé su Espíritu, que es “el Espíritu de la Verdad”, para que haya coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos.

 + 2. “Les imponían las manos y recibían en Espíritu Santo” 

La primera lectura de este domingo nos muestra a los apóstoles Pedro y Juan orando por los creyentes en Jesucristo resucitado que habían sido bautizados en su nombre pero todavía “no habían recibido el Espíritu Santo”, e imponiéndoles luego las manos para que lo recibieran. Esto quiere decir que habían recibido el sacramento del Bautismo, pero les faltaba el de la Confirmación, que para cada cristiano o creyente en Cristo equivale a la actualización del acontecimiento de Pentecostés en su propia vida.

Teniendo esto en cuenta, preguntémonos cómo estamos viviendo nuestra Confirmación, y preparémonos interiormente para celebrar dentro de dos semanas la gran fiesta de Pentecostés, en la cual se actualiza para cada uno de los confirmados en la fe cristiana el acontecimiento de la venida del Espíritu Santo, que les hizo posible a los primeros discípulos de Jesús, y nos hace también posible a nosotros, si lo dejamos actuar en nuestra existencia concreta, el cumplimiento cabal del compromiso que significa creer en Él y proclamar su resurrección dando testimonio de esta fe con nuestras obras.

 + 3. “Estén siempre prontos para dar razón de su esperanza” 

Esta exhortación de la segunda lectura de hoy, tomada de la 1a Carta de san Pedro, constituye una invitación a dar testimonio de que nuestra fe no es irracional, sino razonable. En efecto, la fe en Jesucristo resucitado no se opone a la razón, y por lo mismo el hecho de creer en Él no implica actitudes ni conductas fanáticas. No es con sentimentalismos ni con fenómenos espectaculares como se da razón de la esperanza que nos da la fe en Jesucristo, sino con la coherencia entre lo que afirmamos que creemos y lo que hacemos, es decir, con la honestidad y la rectitud de nuestro comportamiento: un comportamiento orientado a la comprensión, a la tolerancia, a la compasión, a la construcción de la paz en nuestras relaciones cotidianas con los demás.

Una de las formas de dar razón de nuestra esperanza es asumir con paciencia, sin devolver mal por mal, las dificultades que nos pueden sobrevenir como consecuencia del cumplimiento de nuestro deber de creyentes, tal como les sucedió a los primeros cristianos, que tuvieron que padecer la persecución por dar testimonio de su fe. Ellos padecieron la incomprensión siguiendo el ejemplo de Jesús, y también nosotros tenemos que estar dispuestos a afrontar todo lo que implica dar testimonio de nuestra fe. Ahora bien, pensemos cuánto sufren a la larga quienes se pasan la vida engañando, envidiando, haciendo daño, alimentando odios, desarrollando rencores, maquinando venganzas. A este respecto son significativas las palabras de la primera carta de Pedro en la segunda lectura de hoy: “Es mejor sufrir por hacer el bien, si tal es la voluntad de Dios, que por hacer el mal...” (1a Pedro 3, 17).

Pidámosle pues al Señor resucitado que nos dé la fuerza de su Espíritu Santo para demostrar con nuestras obras la fe que proclamamos con nuestras palabras, y así dar razón de nuestra esperanza.-


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domingo, 18 de mayo de 2014

Domingo 5 del Tiempo de Pascua Ciclo "A"

1ª Lectura (Hch 6, 1-7)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, como aumentaba mucho el número de los discípulos, hubo ciertas quejas de los judíos griegos contra los hebreos, de que no se atendía bien a sus viudas en el servicio de caridad de todos los días. Los Doce convocaron entonces a la multitud de los discípulos y les dijeron: “No es justo que, dejando el ministerio de la Palabra de Dios, nos dediquemos a administrar los bienes. Escojan entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encargaremos este servicio. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra”. Todos estuvieron de acuerdo y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y éstos, después de haber orado, les impusieron las manos. Mientras tanto, la palabra de Dios iba cundiendo. En Jerusalén se multiplicaba grandemente el número de los discípulos. Incluso un grupo numeroso de sacerdotes había aceptado la fe. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (32)

R. El Señor cuida de aquellos que lo temen.
L. Que los justos aclamen al Señor; es propio de los justos alabarlo. Demos gracias a Dios al son del arpa, que la lira acompañe nuestros cantos. /R.
L. Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades. /R.
L. Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los  salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida. /R.

2ª Lectura (1ª Pe 2, 4-9)

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pedro
Hermanos: Acérquense al Señor Jesús, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y preciosa a los ojos de Dios; porque ustedes también son piedras vivas, que van entrando en la edificación del templo espiritual, para formar un sacerdocio santo, destinado a ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios, por medio de Jesucristo. Tengan presente que está escrito: He aquí que pongo en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado. Dichosos, pues, ustedes, los que han creído. En cambio, para aquellos que se negaron a creer, vale lo que dice la Escritura: La piedra que rechazaron los constructores ha llegado a ser la piedra angular, y también tropiezo y roca de escándalo. Tropiezan en ella los que no creen en la Palabra, y en esto se cumple un designio de Dios. Ustedes, por el contrario, son estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada a Dios y pueblo de su propiedad, para que proclamen las obras maravillosas de Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Juan 14, 6)

R. Aleluya, aleluya.- Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre, si no es por mí, dice el Señor. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 14, 1-12)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, Yo se lo habría dicho a ustedes, porque voy a prepararles un lugar. Cuando me vaya y les prepare un sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde Yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy." Entonces Tomás le dijo: "Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" Jesús le respondió: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto." Le dijo Felipe: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta." Jesús le replicó: "Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: 'Muéstranos al Padre'? ¿O no crees que Yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que Yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí, si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago Yo y las hará aún mayores, porque Yo me voy al Padre. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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Encuentros con la palabra - V Domingo de Pascua Ciclo A

“El que me ha visto a mi, ha visto al Padre” - (Juan 14, 1-12)

Cada vez que nace un niño o una niña, la gente va a visitar a los nuevos padres, que se alegran de una vida nueva que llega al mundo. El comentario que no puede faltar nunca en este tipo de visitas es: “Igualito al papá”... “Tiene la misma nariz de la mamá”... “Cómo se parece al abuelo”... “sacó los mismos cachetes de la abuela”... Las mujeres son más capaces de encontrar estas similitudes que, muchas veces, a los hombres nos parecen exageraciones propias de la sensiblería. No voy a entrar a dirimir quién tiene la razón, pero sí creo que es “normal” que los hijos y las hijas se parezcan a su papá y a su mamá... Eso es lo menos que se puede esperar...

Van pasando los años y, efectivamente, los rasgos físicos, la barriga, las canas, la calvicie, la forma del rostro, la estructura corporal, absolutamente todo se va revelando más claramente parecido. “De tal palo, tal astilla”, solemos decir coloquialmente. Y, ¡oh sorpresa!, no sólo terminamos pareciéndonos en los rasgos físicos, sino que, muchas veces, es sorprendente reconocer similitudes en los movimientos mismos: cómo menea la cabeza, cómo camina, cómo mueve las manos, cómo se sonríe... Y, aún más, no es raro que el hijo o la hija se parezca, o llegue a ser una versión mejorada (o empeorada) de lo que es su padre o su madre en su carácter, en su humor, en su personalidad...

Algo parecido pasa entre Jesús y su Padre Dios: “Solamente por mí se puede llegar al Padre. Si ustedes me conocen a mí, también conocerán a mi Padre; y ya lo conocen desde ahora, pues lo han estado viendo”. (...) “El que me ve a mí, ha visto al Padre” (...) “El Padre, que vive en mí, es el que hace sus propias obras. Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no, crean al menos por las obras mismas”. Jesús hace lo que ve hacer al Padre y nos revela al Padre con toda su vida. Por eso, cuando Felipe le pide que les deje ver al Padre,, Jesús le responde: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces?”

Así como Jesús fue un reflejo claro del Padre para los suyos, nosotros estamos invitados a ser también un reflejo de Dios para este mundo. El testimonio de vida es el mejor canal de evangelización. No se trata tanto de hacer cosas para dar ejemplo, ni de repetir gestos que nos parecen simpáticos, ni de copiar actitudes que nos parecen loables. Es algo que debe ir surgiendo por connaturalidad con el origen de la vida que es Dios. Valdría la pena preguntarnos hoy: ¿Cuánto nos parecemos nosotros a nuestro Padre Dios? ¿Podemos decir, como Jesús: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”? Porque, como bien dice Jesús, “Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago; y hará otras todavía más grandes”.

Dios permita que nuestra vida sea, como la de Jesús, un reflejo de la vida de Dios para los que nos rodean. Que aquellos que viven junto a nosotros y conocen nuestra forma de amar, vivir, trabajar y actuar, puedan decir de nosotros lo que dicen los que visitan al niño recién nacido: “Es igualito a su papá”.


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domingo, 11 de mayo de 2014

Domingo 4 del Tiempo de Pascua Ciclo "A"

1ª Lectura (Hch 2, 14. 36-41)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
El día de Pentecostés, se presentó Pedro junto con los Once ante la multitud y levantando la voz, dijo: "Sepa todo Israel con absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús, a quien ustedes han crucificado." Estas palabras les llegaron al corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: "¿Qué tenemos que hacer, hermanos?" Pedro les contestó: "Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo. Porque las promesas de Dios valen para ustedes y para sus hijos y también para todos los paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar, aunque estén lejos." Con éstas y otras muchas razones, los instaba y exhortaba, diciéndoles: "Pónganse a salvo de este mundo corrompido". Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unas tres mil personas. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (22)

R. El Señor es mi Pastor, nada me falta.
L. El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. /R.
L. Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me dan seguridad. /R.
L. Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios, me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. /R.
L. Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término. /R.

2ª Lectura (1ªPe 2, 20-25)

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pedro
Hermanos: Soportar con paciencia los sufrimientos que les vienen a ustedes por hacer el bien, es cosa agradable a los ojos de Dios, pues a esto han sido llamados, ya que también Cristo sufrió por ustedes y les dejó así un ejemplo para que sigan sus huellas. Él no cometió pecado ni hubo engaño en su boca; insultado, no devolvió los insultos; maltratado, no profería amenazas, sino que encomendaba su causa al único que juzga con justicia; cargado con nuestros pecados, subió al madero de la cruz, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Por sus llagas ustedes han sido curados, porque ustedes eran como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Juan 10, 14)

R. Aleluya, aleluya.- Yo soy el buen Pastor, dice el Señor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a Mí. R. Aleluya.

Evangelio (Jn 10, 1-10)

Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: "Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; Él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños". Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: "Les aseguro que Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que Yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; quien entre encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia". Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo - IV Domingo de Pascua, Ciclo A

 + 1. La imagen del pastor en el Antiguo y en el Nuevo Testamento

La imagen del pastor que cuida y conduce a las ovejas es constante en el Antiguo Testamento. El libro del Génesis describe los orígenes de Israel a partir de los patriarcas Abraham, Isaac, Jacob y sus doce hijos -de los cuales provenían las doce tribus israelitas-, quienes trashumaban en busca de agua y pastos para sus rebaños de ovejas y cabras. Varios siglos después hacia el XII a.C., encontramos en el libro del Éxodo a Moisés, quien junto al monte Sinaí aprende el oficio de pastor y es escogido por Dios como instrumento para liberar al pueblo de la esclavitud y conducirlo a través del desierto hacia la tierra prometida. Y dos siglos más tarde -hacia el siglo X a.C.-, tal como nos lo cuenta el primer libro de Samuel, Dios mismo escoge a David, un joven pastor que cuidaba el rebaño de su padre Jesé, para ser consagrado rey de Israel a quien se atribuye, entre otros el Salmo 23 (22): El Señor es mi pastor, nada me falta...

También la imagen del pastor es empleada por los profetas. En el capítulo 34 de Ezequiel (siglo VI a.C.), Dios reprueba a los jefes del pueblo por haberse aprovechado de las ovejas para sus propios intereses egoístas y anuncia la promesa de un Mesías descendiente de David que será su verdadero pastor. Finalmente, en los comienzos de la era cristiana, los Evangelios anteriores al de Juan nos presentan la parábola contada por Jesús acerca del pastor que va en busca de la oveja perdida, la encuentra y la carga sobre sus hombros (Mateo 18,12-14; Lucas 15,3-7), mostrando así la misericordia infinita de Dios. Esta imagen del pastor misericordioso, pintada en las catacumbas de Roma, es la más antigua representación figurativa del cristianismo. Y en todo el capítulo 10 del Evangelio según san Juan, al que pertenece el texto de este domingo, Jesús se presenta como el Buen Pastor.

 + 2. “Camina delante de las ovejas y ellas lo siguen, porque conocen su voz”

Una de las características de los pastores en el cercano oriente es que suelen ir delante del rebaño, lo cual los diferencia de los arrieros que golpean y empujan desde atrás. Por eso Jesús, al manifestarse como la presencia personal y salvadora de Dios entre nosotros, se aplica con toda razón la imagen del pastor para invitarnos a seguirlo confiando en su misericordia.

Esta metáfora juega con otro de los símbolos que emplea Jesús para explicar su misión: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que salta por otra parte, es un ladrón y un bandido; pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas (...) Yo soy la puerta de las ovejas”. Esta otra imagen podemos aplicarla a la labor pastoral que iba a continuar la Iglesia después de la muerte y resurrección de Jesús: esta labor, para ser auténtica, tiene que pasar por Él, que es la puerta.

Por otra parte, existe el peligro de malentender la imagen del pastor y el rebaño cuando se hace de la Iglesia una organización autoritaria en la cual unos jefes gobiernan desde arriba a unos borregos pasivos que se comportan gregariamente, sin libertad ni iniciativa propia. Por el contrario, la Iglesia surgida de la vida y las enseñanzas de Jesucristo tiene que ser una comunidad en la que todos sus integrantes sean reconocidos como el pueblo de Dios, y en la que sus pastores vivan y actúen como verdaderos servidores, a imagen del propio Jesús.

 + 3. “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante”

Esta misión de Jesús como buen pastor corresponde a su vez a lo que dice la 1a Carta de Pedro, en la segunda lectura de este domingo, a quienes se habían convertido a la fe en Jesucristo: Ustedes andaban como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus vidas (1 Pedro 2, 25). El propio Pedro, que en su discurso después de haber recibido energía del Espíritu Santo el día de Pentecostés, tal como aparece en la primera lectura, anunció a Jesús resucitado como Señor y Mesías, había recibido de éste la misión de representarlo en la tierra como supremo pastor de su Iglesia, según nos lo cuenta en otro pasaje el Evangelio según san Juan: apacienta mis corderos (...), apacienta mis ovejas (Juan 21, 15-17).

Este IV Domingo de Pascua o “Domingo del Buen Pastor” lo dedica la Iglesia Católica a celebrar la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Al celebrarse en esta fecha la 51a edición de dicha Jornada, el Papa Francisco nos dice: “Jesús vive y camina en nuestras realidades de la vida ordinaria para acercarse a todos, comenzando por los últimos, y curarnos de nuestros males y enfermedades. Me dirijo ahora a aquellos que están bien dispuestos a ponerse a la escucha de la voz de Cristo que resuena en la Iglesia, para comprender cuál es la propia vocación. Os invito a escuchar y seguir a Jesús, a dejaros transformar interiormente por sus palabras que «son espíritu y vida” (Juan 6,63).

Pidámosle al Señor de manera especial por el aumento y la calidad de las vocaciones sacerdotales, pero también de las religiosas y laicales, para que el Señor suscite en muchas personas la disposición necesaria para escuchar y comprender su llamado a entregar generosamente sus vidas al servicio de la misión pastoral de la Iglesia, colaborando activamente con el Buen Pastor en su misión de dar vida espiritual en abundancia.-


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domingo, 4 de mayo de 2014

Domingo 3 de Pascua Ciclo "A" - 4 de Mayo de 2014

1ª Lectura (Hch 2, 14. 22-33)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: "Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de Él y que ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos, para clavarlo en la cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto David dice, refiriéndose a Él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que Él está a mi lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque Tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia. Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero, como era profeta, y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción. Pues bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a Él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial (15)

R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya
L. Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que Tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia; mi vida está en sus manos. /R.
L. Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con Él a mi lado, jamás tropezaré. /R.
L. Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque Tú no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que sufra yo la corrupción. /R.
L. Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia, y de alegría perpetua junto a ti. /R.

2ª Lectura (1ª Pe 1, 17-21)

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pedro
Hermanos: Puesto que ustedes llaman Padre a Dios, que juzga imparcialmente la conducta de cada uno según sus obras, vivan siempre con temor filial durante su peregrinar por la tierra. Bien saben ustedes que de su estéril manera de vivir, heredada de sus padres, los ha rescatado Dios, no con bienes efímeros, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin defecto ni-mancha, al cual Dios había elegido desde antes de la creación del mundo, y por amor a ustedes, lo ha manifestado en estos tiempos, que son los últimos. Por Cristo, ustedes creen en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y lo llenó de gloria, a fin de que la fe de ustedes sea también esperanza en Dios. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio (Lc 24, 32)

R. Aleluya, aleluya.- Señor Jesús, haz que comprendamos la Sagrada Escritura. Enciende nuestro corazón mientras nos hablas. R. Aleluya.

Evangelio (Lc 24, 13-35)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas
A. Gloria a ti, Señor.
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacía un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”. Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" El les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el Nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres pero a Él no lo vieron”. Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?" Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a Él. Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!". Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón." Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Palabra del Señor. A. Gloria a ti Señor Jesús.


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El mensaje del domingo, III Domingo de Pascua - Ciclo A

Las lecturas de este domingo (Hechos 2, 14.22-33), Salmo 16 (15), 1a Pedro 1, 17-21; Lucas 24, 13-35) nos invitan a meditar sobre el mensaje central de nuestra fe: Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, Dios hecho hombre, está vivo después de su muerte en la cruz y actúa por su Espíritu Santo.

 + 1. “Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos”

Aquellos dos discípulos que se dirigían a Emaús no formaban parte de los doce iniciales o, mejor dicho, de los once que habían quedado después del suicidio de Judas Iscariote. Entre los seguidores de Jesús durante su vida terrena, además de los doce llamados apóstoles (término procedente del griego que significa enviados), hubo un buen número de hombres y mujeres. El propio Lucas, que no dice su propio nombre pero sí el de su amigo Cleofás, podría haber sido uno de los “otros 72 discípulos” (del latín discípuli que significa aprendices y corresponde al griego mathetoi), mencionados en el capítulo 10 de su Evangelio.

Como a Lucas y Cleofás después de los hechos del Calvario, también a nosotros nos pueden surgir sentimientos de desánimo provenientes de experiencias dolorosas o de la sensación del fracaso, cuando las cosas no nos han salido como esperábamos. En medio de estas situaciones, Jesús resucitado viene a caminar con nosotros. A veces nos resulta inicialmente difícil reconocerlo, y por ello necesitamos de la fe para descubrir su presencia que puede manifestarse de muchas maneras, por ejemplo a través de una persona que nos quiere de verdad o de alguien que solicita nuestra atención. Pero es especialmente al celebrar la Eucaristía cuando Jesús nos sale al encuentro para que podamos escuchar y comprender en comunidad la Palabra de Dios y alimentarnos de ella. Esto es lo que ocurre en la primera parte de la Misa: escuchamos las lecturas bíblicas y Él mismo nos ayuda a entender su sentido en relación con nuestra vida.

 + 2. “Quédate con nosotros...”

Este es el título de la última carta apostólica que escribió el Papa San Juan Pablo II al proclamar el año 2005 -último de su pontificado- como “Año de la Eucaristía”. Como los discípulos que se dirigían a Emaús, también nosotros necesitamos que el Señor permanezca con nosotros. Él ya se hizo presente en la historia humana como Palabra de Dios, mostrándonos con sus enseñanzas y su ejemplo el camino que nos conduce a la verdadera felicidad: el sendero de la vida al que se refiere el Salmo responsorial de este domingo [Salmo 16 (15), 11]. Ahora es necesario que Él mismo llene nuestra existencia alimentándonos con su propia vida resucitada. Por eso le decimos, como los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros”.

Como se acostumbraba hacer con los huéspedes, al detenerse en una posada del camino aquellos dos discípulos le ofrecieron a quien todavía no habían reconocido un poco de pan y de vino. Nosotros, en el ofertorio de la Eucaristía, después de oír la Palabra de Dios, ofrecemos el pan y el vino que representan cuanto ha sido creado por Dios y fabricado por el trabajo humano para compartirlo como hermanos. Como ocurrió con los discípulos de Emaús, nuestra disposición a compartir nos prepara para reconocer la presencia real de Cristo resucitado entre nosotros y alimentarnos con su vida nueva.

 + 3. “Contaron lo que les había pasado y cómo lo habían reconocido al partir el pan”

La fracción el pan era el nombre que los primeros cristianos le daban a lo que nosotros llamamos la Eucaristía o la Santa Misa. Al repetir en la consagración del pan y del vino lo que Jesús dijo que hiciéramos en conmemoración suya, no sólo recordamos lo que Él mismo hizo en la última cena con sus discípulos, sino que se actualiza su sacrificio redentor y su paso de la muerte a la vida, una vida nueva que se hace presente en medio de nosotros, y que en la comunión nos alimenta espiritualmente para que podamos continuar el camino de nuestra vida renovados y plenos de esperanza (1 Pe 1, 21).

Dispongámonos a salir de la Eucaristía reanimados por el Espíritu de Jesucristo resucitado -que es el mismo Espíritu Santo (Hechos 2, 33)- y dispuestos a compartir lo que somos y tenemos, dando así testimonio de su vida nueva y resucitadora, como lo hicieron los apóstoles y los discípulos de Emaús.-


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