+ 1.- Dios se nos revela en Jesucristo, “luz del mundo”
La luz es un referente bíblico frecuente. En el Antiguo Testamento, es lo primero que Dios crea; una columna de fuego ilumina de noche al pueblo caminante en el desierto; el salmo 23 dice: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo; los profetas se refieren al Mesías prometido con la imagen de la luz; en los libros sapienciales la sabiduría es luz que vence las tinieblas de la ignorancia; y en el Nuevo Testamento, especialmente en el Evangelio de Juan, es un tema central.
Este Evangelio (Juan 9, 1-41) relata la curación de un ciego de nacimiento durante la Fiesta de las Tiendas, que se celebraba anualmente en Jerusalén. Las carpas evocaban el camino por el desierto, y con antorchas se velaba cantando y danzando. Al iniciar aquella fiesta Jesús había proclamado: Yo soy la luz del mundo; quien me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Juan 8, 12). Ahora, inmediatamente antes de curar al ciego, les dice a sus discípulos: Yo soy la luz del mundo.
+ 2.- Jesús nos ilumina para que reconozcamos su acción salvadora
En el relato de la elección de David como rey de Israel (primera lectura: 1 Samuel 16, 1-13) se dice: Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor mira el corazón. Esta es también la forma de ver de quienes reconocen su acción salvadora, en los otros y en sí mismos.
Al responder a sus discípulos sobre el origen de la invidencia del ciego, Jesús supera una mentalidad según la cual los hijos heredaban los pecados de sus padres. Contra esta creencia, indica que cada cual es responsable de su conducta y que, si reconoce su necesidad de salvación, puede experimentar el poder transformador de Dios. Los fariseos aparentaban ser buenos por cumplir el precepto de descansar el sábado, pero al hacerlo ignoraban al necesitado. Por eso desconocieron la acción de Jesús en favor del ciego, como también su propia necesidad de ser sanados. Su soberbia los hacía invidentes en el sentido espiritual.
+ 3.- Jesús nos invita a vivir el Bautismo como sacramento de la iluminación
Pablo les recuerda a los cristianos de Éfeso (Efesios 5, 8-14), lo que eran antes y cómo debe ser su conducta después de haber recibido el Bautismo, llamado también “sacramento de la iluminación”: ustedes eran tinieblas y ahora son luz en el Señor; caminen como hijos de la luz, cuyos frutos son la bondad, la rectitud y la verdad.
En esta Cuaresma vivamos el sentido del Bautismo. Es un llamamiento de Dios, Padre nuestro, a vivir como sus hijos, iluminados por Jesús y haciendo efectivos los frutos del Espíritu Santo, entre los cuales Pablo destaca los tres anteriormente mencionados: bondad, contra la ceguera de quienes no reconocen las necesidades de los demás; rectitud, contra las intenciones torcidas y oscuras de quienes anteponen sus intereses al bien común; verdad, contra la hipocresía de quienes viven de la apariencia desconociendo su propia realidad.-
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